domingo, 19 de diciembre de 2010

La España deseable

La inauguración del AVE entre Madrid y Valencia es, sin duda, un logro técnico excepcional, una inversión económica gigantesca y un hito en la historia del ferrocarril español, pero no sólo. Es también, y más en esta época de tribulación y desencuentros, la expresión más exacta de la España deseada, la del progreso y el esfuerzo, la de la cooperación interregional, la del consenso entre las fuerzas políticas, la que abre nuevas expectativas de desarrollo y la que derriba barreras físicas y mentales. Lo resumió con justeza el Rey, al subrayar que «va a favorecer nuestra economía y nuestra cohesión territorial»; y lo remachó el presidente del Gobierno con cierto énfasis al afirmar que «acostumbrado a tener días difíciles, hoy es un día para ganar la confianza que como españoles debemos tener en nuestras posibilidades. Cada vez que sumamos juntos somos ganadores como país». En efecto, la línea de alta velocidad abierta ayer es el resultado del esfuerzo conjunto de diferentes administraciones que, por encima de su color ideológico, se han comprometido a conquistar el futuro para ponerlo al servicio de los ciudadanos y su bienestar. En este punto, para no faltar a la justicia, es necesario rendir tributo al empeño y la visión de futuro que demostró el ex presidente José María Aznar al apostar por infraestructuras de gran calado estratégico. Que España haya superado a Francia como el país europeo con más kilómetros de alta velocidad no es un simple dato estadístico del que enorgullecerse; cada uno de esos kilómetros es una zancada de gigante hacia la integración efectiva de España como nación, mucho más eficaz que toda la retórica política al uso. No sólo porque Valencia esté a una hora y media de Madrid, del mismo modo que las distancias con Barcelona y Sevilla han quedado pulverizadas, sino también por las perspectivas económicas, laborales y sociales que se abren para las tres comunidades que une el AVE. Según los cálculos realizados, se crearán más de 136.000 empleos en los próximos cinco años, el incremento de la producción industrial será de unos 6.000 millones de euros y el volumen de negocios hasta 2016 ascenderá a 9.000 millones. Además, con este eje Madrid-Valencia se completa la red del arco mediterráneo, desde Cataluña a Andalucía, y se abren rutas inéditas al transporte de mercancías desde y hacia nuestros principales puertos del Mediterráneo, amén de la futura conexión con la alta velocidad europea. No cabe duda, toda España sale ganando con la nueva línea ferroviaria y es legítimo celebrarlo. Pero precisamente por ello no conviene abandonarse a la complacencia e ignorar que la España norte y noroeste sigue anclada en infraestructuras del siglo pasado. Las obras en el arco que va desde Galicia hasta el País Vasco, que concentra una parte sustancial del PIB nacional, llevan excesivo retraso y han sufrido severos recortes. Es cierto que la crisis obliga a utilizar la tijera, pero también es verdad que se han desperdiciado varios años de bonanza económica y se han malgastado fondos públicos que hubieran aprovechado más en modernizar la red ferroviaria. Nada sería más negativo que hubiera una España de dos velocidades.

La Razón - Editorial

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