lunes, 13 de diciembre de 2010

Algo huela a podrido en.... Por José María Carrascal

En la política, en los negocios, en todas partes, el triunfar a cualquier precio viene siendo lo aceptado socialmente.

Se comprende la conmoción desencadenada en España al saberse que una de las atletas de más renombre se ha visto implicada en un caso de drogas, como antes lo fuera el mejor de nuestros ciclistas. Apareciendo tras ellos una trama cuyo alcance no llega a verse, lo que sólo aumenta la congoja. El deporte era uno de los campos en los que los españoles podíamos sentirnos más orgullosos. Con buenas razones: éramos campeones mundiales de fútbol, teníamos la primera raqueta de tenis, un hombre en el mejor equipo de baloncesto, medallas de oro en no sé cuántas competiciones atléticas, etc., etc. Los éxitos eran tales que incluso el resto de los estamentos del Estado se arrimaban a esos jóvenes triunfadores, en busca de contagiarse de su aura y hasta el presidente del Gobierno anunció en 2009 que asumía personalmente el Consejo Superior de Deportes y la Secretaría de Estado para el Deporte. Claro que lo hizo poco después de haber afirmado que habíamos sobrepasado económicamente a Italia y pronto lo haríamos a Francia. ¿Ha ocurrido lo mismo con el deporte? ¿Se trataba de una burbuja artificialmente hinchada? Esperemos que no, aunque lo más necesario hoy es aclarar cuanto antes los casos sometidos a investigación, para que la mancha no se extienda y las sospechas no aumenten.

La justicia nos dirá, primero, si hubo delito y, en ese caso, si se trata de casos aislados o de una trama más o menos generalizada. No pudiendo haber contemplaciones con los envueltos, de haberlos. Junto a esos atletas que pueden haber violado la ley y el código deportivo, hay otros muchos que los han respetado estrictamente y se han ganado sus triunfos a pulso. Ellos y ellas son las primeras víctimas de esta supuesta estafa, pues estafa es ganar por medios ilícitos.

Dicho esto, conviene hacer una reflexión de más alcance y nada alegre: ¿no ha sido ésa la tónica imperante en España durante los últimos años y aún décadas? ¿Acaso en la política, en los negocios, en la cultura, en todas partes, el enriquecerse rápidamente, el triunfar a cualquier precio, el conseguir lo que se buscaba sin respetar cualquier tipo de normas y leyes no viene siendo lo usual e incluso lo aceptado socialmente en nuestro país? Si a diario vemos y oímos sobre la trama Gürtel, sobre la del Palau de la Música, sobre nuestros ayuntamientos corruptos, sin que se salve ningún partido, excepto los que no alcanzan el poder, si hasta las Cajas de Ahorro se han convertido en cajas B de los políticos que las manejan, si, en fin, los últimos responsables tienen más interés en ocultarlo que en aclararlo, ¿por qué nuestros deportistas, o al menos algunos de ellos, iban a ser distintos?


ABC - Opinión

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