jueves, 7 de octubre de 2010

El FMI tampoco se lo cree

No le faltaban motivos al gobernador del Banco de España cuando anteayer, en el Congreso, le aconsejó al Gobierno que elaborara un Plan B por si sus previsiones presupuestarias no se cumplían. No han pasado ni 24 horas entre esa advertencia y el informe del Fondo Monetario Internacional para el año 2011, que augura para España un crecimiento del 0,7%, frente al 1,3% que el Gobierno contempla en los Presupuestos. El diferencial es tan acusado que de cumplirse los pronósticos del organismo internacional es muy improbable que España cumpla con el objetivo de reducir el déficit al 6%, como se ha comprometido ante la UE. De hecho, el FMI asegura que nuestro país no logrará estabilizar su deuda hasta 2015. Y si esto fuera así, nuestra credibilidad financiera en los mercados internacionales podría sufrir nuevos reveses y encarecer la deuda, lo que a su vez lastraría la recuperación de las arcas públicas y frenaría la reactivación. El último eslabón de esta cadena fatal es la persistencia del altísimo desempleo, pues en 2011 el paro no bajará del 19,3%. Es discutible, naturalmente, qué cálculos son los más acertados y quién tiene razón, si la vicepresidenta Salgado o Strauss-Kahn. El Gobierno replica que el FMI se equivoca porque calcula muy a la baja el tirón del consumo y yerra con la tasa del ahorro de las familias. Es verdad que la institución monetaria suele corregirse con frecuencia, pero también es notorio que el Gobierno socialista suele pecar de optimista a la hora de presupuestar las cuentas públicas, a veces tan evanescentes como las cuentas de la lechera. Sea como fuere, lo cierto es que el cuadro general que el FMI pinta para España no es alentador. Sobre todo si se coloca al lado del de otros países europeos. Así, resulta ilustrativo que la media europea de crecimiento se sitúe en el 1,5% y que para los países avanzados, entre los que debería colocarse España, se eleve al 2,2%. En resumidas cuentas, en 2011 nuestro país será el vecino de estadísticas de Grecia, pues hasta Irlanda, que está atravesando un 2010 especialmente duro, revivirá con un crecimiento del 2,3%. Todo ello viene a darle la razón a Fernández Ordóñez. Dicho de otro modo, es muy probable que el recorte realizado por el Gobierno sea insuficiente y que para cumplir con el objetivo de déficit sean necesarios esfuerzos adicionales de austeridad. Algo así barruntan los sindicatos, que ayer mismo volvieron a agitar el espantajo de las movilizaciones contra nuevos tijeretazos. Es lamentable que la burocracia sindical se limite a reiterar las consabidas amenazas en vez de proponer alternativas realistas y viables para hacer frente con éxito al estancamiento económico. Podría, por ejemplo, secundar al gobernador del Banco de España, en vez de mandarlo a «su puta casa» como gran aportación sindical al análisis de la crisis, y exigir un férreo control del gasto tanto de los gobiernos autonómicos como de los ayuntamientos. Aunque la deuda de estas instituciones sólo sea el 23,4% del conjunto del Estado, el gasto se ha disparado temerariamente en los últimos años, de modo que ha deteriorado la solvencia de España. Y ni en Europa ni en los mercados internacionales distinguen si la culpa es del Gobierno central o de los autonómicos.

La Razón

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