viernes, 29 de octubre de 2010

Demasiadas prisas. Por Ignacio Camacho

La tentación de programar el final de ETA puede llevar al Gobierno al error de ceder a la prisa de Batasuna.

EL éxito incuestionable de la lucha antiterrorista en España se ha cimentado sobre dos premisas: consenso y paciencia. La tentación de rentabilizar un final explícito de ETA puede llevar al Gobierno al error de dar al traste con ambas si cede al impulso de la urgencia política. En un momento como éste, cuando la bandera blanca de los asesinos parece una posibilidad más real que nunca, lo único urgente es esperar sin cometer precipitaciones. La premura de los batasunos es lógica porque está a punto de caducarles su última posibilidad de acceder a las instituciones, pero a su apremiante desazón el Estado tiene que responder con calma, mucha calma. El reloj sólo corre en contra de los malos.

Sin embargo, parece que la ansiedad se ha apoderado de demasiada gente, a juzgar por el trasiego político que de repente ha empezado a observarse en los actores que transitan por el escenario vasco. El aspecto más peligroso de este acelerón de negociaciones y tanteos lo constituye la hipótesis verosímil de que el Gobierno, acuciado por la necesidad de éxitos rápidos que recompongan un poco su destruida imagen, haya incluido un nuevo abrazo de Vergara en su perentoria agenda de final de mandato. Tratar el final de ETA como un hecho programable, tal que una inversión ferroviaria, sería un ejercicio de irresponsabilidad irreparable que puede fracturar la cohesión antiterrorista, forzar plazos innecesarios y, a la postre, suponer el pago de un rescate moral y de un precio político por el cese de la violencia.

Cualquier concesión previa o pactada que implique una rebaja de las exigencias del Estado, en la línea de las sugerencias que están dejando caer algunos próceres del socialismo vasco, equivaldría a una claudicación inaceptable, a una falta de respeto a las víctimas y a una renuncia a la victoria que merece la sociedad española tras tantos de sufrimiento. La rendición de ETA, si se produce, ha de ser a cambio de nada, y su alternativa es la extinción entre el aislamiento y la cárcel. La clave de la firmeza democrática en este proceso final reside en una paciencia sin plazos: paciencia para verificar, paciencia para perdonar y paciencia para legalizar al brazo político de los criminales, que se merece como mínimo una cuarentena de sus recién proclamadas intenciones de reinserción. Desde las elecciones locales que tanto importan a Batasuna a las generales que inquietan al Gobierno hay casi un año; tiempo sobrado para que los proetarras manifiesten su voluntad cierta de arrepentimiento. Que esperen un poco; los ciudadanos españoles ya los han esperado —en vano— varias décadas. Si ahora vienen con prisa es porque acaso barruntan que hay otros que tienen tanta como ellos.


ABC - Opinión

0 comentarios: