domingo, 31 de octubre de 2010

Casualidad. Por Alfonso Ussía

No hay que ser enredador y suspicaz. Es antipatriótico. Cuando Rajoy, enredador y suspicaz, anunció la crisis económica, Zapatero negó el vaticinio y le llamó antipatriota. Nada me apetece ser tildado de antiespañol por sospechar mejunjes y guateques entre el Poder Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Casual encuentro. Resulta perfectamente factible que un mediodía de jueves, con un puente laboral por delante, cada uno por su lado y sin acordar previamente una cita, Rubalcaba, magistrados y jueces y algún fiscal coincidan en el restaurante «Currito». Es lógico y normal porque en «Currito» se come muy bien y los jueves su comedor acostumbra a estar muy animado y concurrido.

Es más; seguro estoy de que cada uno de los que coincidieron casualmente en «Currito», comieron en mesas diferentes e incluso, alejadas las unas de las otras. En una estaba Rubalcaba acompañado del Secretario de Estado de Seguridad Antonio Camacho. Que un ministro almuerce con su inmediato subalterno carece de importancia. Y no es de recibo poner en duda el normal transcurso de esa reunión privada. Y en otras mesas, por aquello de la buena cocina de «Currito» se sentaron el presidente de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, don Javier Gómez Bermúdez, el magistrado don Fernando Grande-Marlaska, el juez don Santiago Pedraz, y los fiscales don Javier Zaragoza, don Ángel Juanes y don Vicente González Mota. Insisto en la casual circunstancia del encuentro, porque cada uno de ellos comió en soledad y en mesas muy alejadas, porque de lo contrario, si hubieran comido todos ellos en la misma mesa e invitados por el Vicepresidente del Gobierno y ministro del Interior, don Alfredo Pérez-Rubalcaba, se podría haber interpretado ese ágape como una reunión viciada por la política, las conversaciones con ETA y Batasuna, la liberación de presos terroristas y la posible solicitud de Rubalcaba de «flexibilidad y buena disposición» en jueces y fiscales para no entorpecer «el camino hacia la paz» que sueñan simultáneamente el Presidente Zapatero y Arnaldo Otegui. De haber comido juntos, la sospecha y la suspicacia son legítimas, pero insisto en que todo se debió a una casualidad socialmente inoportuna. Llegaron por separado y se marcharon de la misma manera, aunque, capricho del azar, tanto al entrar en «Currito» como al salir, lo hicieron todos en un espacio de tiempo de cinco minutos, lo que dice mucho y bien de la profesionalidad del personal de «Currito», que sirve a todos los clientes con la misma celeridad. De haberse reunido todos ellos a comer, que no fue así, y no sean suspicaces, estaríamos hablando de un posible intento por parte del Gobierno de influir en jueces y fiscales, pero conociendo a Rubalcaba, esa intención se me antoja imposible. Para mí –ese dato es fácil de averiguar–, que era el «cumple» de todos, y cada uno lo celebró a su manera. Porque –insisto–, sería inimaginable que Rubalcaba hubiese pretendido convencer a jueces y fiscales para que éstos colaboren en el proceso de legitimar a Batasuna, entre otras razones, porque ello significaría un intento de quebrar la independencia judicial y destrozar un pilar del sistema democrático, lo cual, en don Alfredo Pérez-Rubalcaba, es imposible de creer.

La vida es mucho más sencilla de lo que algunos piensan. –Hoy me apetece comer en «Currito»–, dijeron en sus casas. Y allí coincidieron. Sospechar otra cosa es de antipatriotas.


La Razón - Opinión

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