miércoles, 29 de septiembre de 2010

¿Son demócratas los sindicatos?. Por Edurne Uriarte

La infinita tolerancia hacia el método violento es tal que los sindicatos ni siquiera se molestan en disimular los llamamientos a la coacción.

Si la pregunta que titula esta columna se refiriera a los partidos políticos y éstos fueran practicantes asiduos de los métodos utilizados por los sindicatos en sus movilizaciones, es decir, los piquetes coactivos, la respuesta sería negativa. Lógicamente negativa. Lo que no tiene lógica dentro de las democracias avanzadas es que unos principios elementales exigidos a todas las demás organizaciones sociales y a los propios ciudadanos, el respeto a la libertad de los demás y el uso de métodos pacíficos, no cuenten para los sindicatos. Para enjuiciar, en este caso, su madurez democrática. La coacción ha sido admitida en todas y cada una de las huelgas sindicales sin que las credenciales democráticas de los sindicatos les hayan sido retiradas. Sin un debate político que haya trascendido más allá de los días de huelga.

Y no creo que la convocatoria de hoy vaya a constituir una excepción en la historia de los piquetes coactivos. La infinita tolerancia hacia ese método violento es tal que los sindicatos ni siquiera se molestan en disimular los llamamientos a la coacción. Como en esa circular de CC.OO. a sus afiliados que leemos desde ayer en abc.esadvirtiendo de la imposibilidad de acceder al trabajo en el aeropuerto de Barajas y con el aviso añadido de que «no pongáis en peligro vuestra integridad física».

Con toda esa tolerancia acompañada en muchos casos de la pasividad policial, veremos qué ocurre hoy, pues los dirigentes de algunas instituciones están muy preocupados por garantizar el derecho a la huelga, pero muy poco por el derecho al trabajo o por la libertad de movimientos de los ciudadanos.
La única novedad en esta huelga es que se ha abierto por fin el debate sobre lo obvio, sobre la legitimidad de la coacción y la violencia en un estado democrático. O sobre la revisión de la lamentable excepcionalidad democrática de los sindicatos.


ABC - Opinión

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