martes, 14 de septiembre de 2010

Sindicatos retrógrados. Por Valentí Puig

La imaginación empresarial dará a las pymes un dinamismo específico en la creación de empleo.

NADIE mejor que el pequeño empresario sabe lo que cuesta reconstruir el tejido económico después de una gran crisis, aunque solo fuera porque en España el 99 por ciento de las empresas son pymes que representan un 75 por ciento del empleo y dos tercios del valor añadido. Concretamente en España, es una red de redes con una capacidad productiva que acabará por renovar la economía al irse saliendo de una recesión en la que le han sido cegadas nada menos que las fuentes del crédito. Todo lo contrario de un sindicalismo obtuso y arcaico, incapaz de ver más allá de la supervivencia a corto plazo de sus intereses corporativos. La supresión de dos tercios de los «liberados» sindicales que operan en la administración autonómica madrileña: esa será la batalla de Madrid y no el enfrentamiento insustancial y politiquero entre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez.

El reciente informe de La Caixa sobre las pymes subraya que el formato pyme no solo es el más idóneo en determinados sectores y circunstancias, sino que, además, aporta dinamismo y flexibilidad, sobre todo en tiempos de crisis. Claro, al despuntar el sol después de una recesión, el paisaje con menos obstáculos regulatorios será el más fructífero, el más competitivo. En esos momentos, la iniciativa creativa y la imaginación empresarial darán a las pymes un dinamismo específico en la creación de empleo después de una fase aciaga de destrucción de puestos de trabajo.

El choque ha sido angustioso para cientos de miles de familias, que sostenían alguna pequeña empresa que a duras penas ha podido mantener un puñado de puestos de trabajo, si no es que ha cesado en su actividad. Ese es el panorama de una mortandad económica de la que una sociedad no se rehace en dos días. No pocos jóvenes añoran aquellos días en los que podían quejarse de ser mileuristas, y la familia española bracea a contracorriente para mantener sus vínculos de cohesión, el poder extraordinario de proteger a los suyos. Aumenta inevitablemente el descrédito de la política a corto plazo. No se puede hacer política banal con las cosas de comer.

Pero, por fin, esas pymes —dice el informe de La Caixa— están logrando superar los obstáculos que las alejaban de la internacionalización, que las «enclaustraban». Es el portento de las nuevas tecnologías, el potencial de las telecomunicaciones. Cambian los sistemas de ventas y de distribución. Adquirimos la gorra de béisbol, los libros y los anoraks por internet. Por contraste, el sindicalismo es proteccionista, aunque lleve camisetas «made in Taiwan».

En el mundo, un 90 por ciento de empresas son pymes que emplean un 60 por ciento de trabajadores y generan un 50 por ciento de servicios. Olvidemos la viñeta del pequeño empresario refunfuñándole al contable y sus obreros con guardapolvo. Las diferencias en el acceso a la innovación entre la grande y la pequeña empresa se están reduciendo de modo fascinante. Es otra de las virtudes evolutivas de un sistema de empresa capitalista que los sindicatos todavía vituperan. La pequeña empresa busca nichos de mercado y a los sindicatos se les descuelga la gente convocada a la huelga. Es otra diferencia.


ABC - Opinión

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