viernes, 20 de agosto de 2010

Obama se retira de Irak

A la Casa Blanca solo le interesa dar cuanto antes el carpetazo a los dos escenarios bélicos que tiene abiertos, ahora en Irak y, en cuestión de meses, en Afganistán.

EL presidente norteamericano, Barack Obama, ha preferido que los últimos soldados de combate saliesen de Irak de forma tan discreta que ha parecido casi clandestina. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta de que a la Casa Blanca solo le interesa dar cuanto antes el carpetazo a los dos escenarios bélicos que tiene abiertos, ahora en Irak y, en cuestión de meses, en Afganistán. Atrás quedan más de siete años y 4.415 soldados caídos, en una de las guerras más complejas y polémicas de la historia. En 2003, el entonces presidente, George Bush, invadió el país con el apoyo prácticamente unánime de la sociedad norteamericana y Obama fue elegido en gran medida a causa del agotamiento anímico y moral de los estadounidenses. Desde el punto de vista militar, Estados Unidos y los aliados aplastaron al ejército de Saddam, pero la victoria se jugó en los múltiples errores de los primeros meses de la ocupación, en los que toda la alegría con la que los iraquíes habían recibido a los marines se transformó en amargura, rencor y finalmente desprecio. La gran lección para una potencia militar tan poderosa como Estados Unidos está clara: no basta con aplastar al enemigo; hay que ser capaz de ayudarle eficazmente a levantarse de nuevo.

El debate sobre las armas de destrucción masiva jamás encontradas no puede enturbiar eternamente el auténtico perfil de un conflicto en el que se jugaba mucho más que la caída de un siniestro dictador con ambiciones de imponerse como una potencia regional destinada a desestabilizar a sus vecinos. Saddam Husein era un gobernante que mantenía sometida a la mayoría chií de la población, que gaseaba inmisericordemente a aldeas enteras de kurdos y que castigaba a todos sin distinción, a cuenta de sus estados de ánimo. Que el Irak que conocemos hoy no sea todavía un país estable y seguro no quiere decir que lo fuera en tiempos en que era gobernado por la mano de hierro de Sadam. La diferencia es que ahora el camino hacia la libertad y la prosperidad es posible, aunque todavía lejano. Al final, el balance de la guerra estará en manos de los propios iraquíes. Obama quiere lavarse las manos con la esperanza de que sea lo mejor para la seguridad de Occidente, pero él tampoco sabe si después de esta retirada de las tropas de combate la situación empeorará a causa de los ataques terroristas. Su opción es clara: unos Estados Unidos retraídos sobre sí mismos, con poca voluntad de ejercer ningún papel dominante en el mundo. Otras fuerzas con voluntad global se alegran de ello.

ABC - Editorial

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