martes, 10 de agosto de 2010

Hospitalidad gusanera. Por Hermann Tertsch

Es un escándalo mayúsculo el trato dispensado a unos hombres que han estado en prisiones de espanto por defender los derechos de su pueblo y su dignidad.

EN esta época del año, ya saben, es difícil localizar a la gente. Nuestros políticos, incluso los que han jurado que este año se embarcan en el verano estajanovista del esfuerzo permanente por la ciudadanía, son difíciles de ubicar. Sólo sabemos a ciencia cierta dónde están Trini y Tomi. Pero tranquilos todos, que no les daré la murga con Jiménez y Gómez. Hablemos del ministro Moratinos. Debe de andar por alguna de esas maravillosas esquinas francesas, cultas, frescas y umbrosas, por las que tanto le gusta perderse. Tanto debe de estar gozando este ministro de Asuntos Exteriores de Cuba —perdón, de España— que no ha debido de enterarse de que la policía castrista está otra vez en plena campaña de detenciones e intimidación. Son decenas los opositores detenidos y puestos en libertad después de ser amenazados con represalias peores. El régimen deja claro que puede llenar sus cárceles cuando le venga en gana. Tiene relevo para los presos desterrados a España. Y para quienes debieran estar libres ya y siguen en la cárcel porque se niegan a abandonar su patria. Lo que no extraña visto cómo les va en nuestro país.

Las relaciones de los gobiernos de Zapatero con la dictadura son en sí una vergüenza nacional. Ahora con náusea añadida. Porque es un escándalo mayúsculo el trato dispensado a unos hombres que han pasado los últimos siete años en prisiones de espanto por defender los derechos de su pueblo y su dignidad. Aquí los tenemos, acogidos en un hostal en un polígono industrial, en condiciones quizás impropias para jóvenes inmigrantes ilegales del Tercer Mundo, pero inaceptables para unos profesionales en edades avanzadas, víctimas de una dictadura cuya estancia en Madrid en condiciones dignas era garantizada por el Estado español. Además se les ha negado el estatuto de refugiado político e intentado convencer de que son «inmigrantes». Para no herir la susceptibilidad de Fidel y Raúl. Y se anuncia su dispersión por España, no vaya a ser insuficiente para hacerles callar ese destierro añadido lejos del centro de la capital.

Quienes nada de dignidad saben no entienden que quienes han ido a la cárcel en Cuba precisamente por dignidad no va a callar aquí si ésta se les cuestiona. Pero se intenta. Y se lanza a tristes personajes a difamarlos ante la opinión pública española, a acusarlos de «quejarse de vicio». ¿Cómo es posible semejante infamia? Es explicable. Nuestro Gobierno tiene una alianza sentimental y política con el castrismo. Intenta evitarle a éste las consecuencias peores de sus «errores», pero se nutre de sus mensajes. Para el castrismo los compatriotas en el exilio son «gusanos» que «se quejan de vicio». Para la izquierda española, también. Imagínense el recibimiento que habrían otorgado a unos presos sacados directamente de la cárcel en una dictadura de derechas. Coros, danzas y programas especiales en las televisiones propias o amigas. E ingresos mil. Pena que no existan ya dictaduras de derechas y cada vez más de izquierdas. Y que éstas las tengan que buscar en el pasado.


ABC - Opinión

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