jueves, 22 de julio de 2010

Vallisoletanos en el Congreso. Por M. Martín Ferrand

¿Quién puede creer que Rajoy, que solo parece excitarse con el deporte, pueda desear un mal para La Roja?

LOS enfrentamientos parlamentarios entre María Teresa Fernández de la Vega y Soraya Sáenz de Santamaría habría que subvencionarlos y protegerlos. Declararlos de utilidad pública y procurar su difusión y conocimiento. En un Congreso mortecino y culero, en el que se advierten más los cuerpos de sus señorías que su espíritu y su inteligencia, la vicepresidenta socialista y la portavoz del Grupo Popular mantienen viva la llama de la controversia y, en el escenario que corresponde a la expresión democrática, constituyen una excepción a la norma silente y gris que, en perjuicio del parlamentarismo clásico, tiende a imperar en los lotes representativos a que nos ha llevado nuestro sistema electoral y la voluntad partitocrática que de él se deriva.

De la Vega, que parece estar en horas bajas, llegó a decir ayer que el PP, en estos pasados días de fútbol y gloria nacional, había llegado a temer el triunfo de la selección española por si de él se derivaba un optimismo benefactor para el Gobierno. Eso es retorcer los argumentos y desperdiciar aguijones, cosa que nunca debe hacer una buena avispa. Hasta Luis XV, que era una catástrofe, les decía a sus cortesanos que la condición exigible para bien ofender a los enemigos reside en la verosimilitud de la injuria y, ¿quién puede creer que un hombre como Mariano Rajoy, que solo parece excitarse con el deporte, pueda desear un mal para La Roja? Por cierto y al hilo de la crítica política, para valorar la figura del amante de la Pompadour, el Papa Clemente XIV, que era de armas tomar y que antes de hacerse franciscano había estudiado con los jesuitas, se preguntaba: «¿Puede exigirse otra prueba de la existencia de la Providencia que ver a Francia florecer bajo el reinado de Luis XV?»

Sáenz de Santamaría, que se perfecciona con el ejercicio, recurrió a los trucos clásicos de la dialéctica parlamentaria y castigó a su oponente con versos del también vallisoletano José Zorrilla. Además de afearle a la vicepresidenta que, en una entrevista que este fin de semana le hicieron en El Mundo, le atribuyera a su paisano la autoría de unos versos de Corneille —«Los muertos que vos matáis/ gozan de buena salud»— que, con frecuencia, los ignorantes se los encasquetan a don Juan Tenorio o, en su defecto, a don Luis Mejía; la portavoz popular, con buen sentido, utilizó los versos con los que don Juan le narra a don Luis su peripecia anual —«… la razón atropellé,/ la virtud escarnecí,/ a la justicia burlé…»—, que, además de ser cita auténtica, tienen el valor de una crónica resumen sobre el quehacer gubernamental en lo que va de legislatura.


ABC - Opinión

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