jueves, 22 de julio de 2010

Crisis política. La maldita soledad. Por Cristina Losada

Desde González a Zapatero, pasando por el primer gobierno Aznar, los partidos nacionalistas son los desleales compañeros de viaje de los gobiernos de España. Su precio siempre es alto, tan alto que no debiera pagarse.

Las votaciones en el Parlamento tienen ya por única función mostrar qué partido está solo. No cuál se encuentra mal acompañado. Antes, se señalaba con el dedo la soledad del PP y ahora, la del PSOE. En el código político español, quedarse solo es un desdoro. No importa tanto la calidad de una posición como la cantidad de partidos que se suman. Se infiere que el solitario padece una espantosa tara. ¿Cómo es posible que nadie le quiera? Hemos vuelto al patio del colegio, si es que alguna vez nos hemos ido de esa estupidez gregaria que castiga al diferente, que es también el solitario. Para que digan que el español es individualista. Lo será dentro de casa y nunca en política.

La realidad indica, sin embargo, que los dos grandes partidos no están solos cuando gobiernan en precario. Y la misma y desgradable señora nos revela quiénes son sus nefastos acompañantes. La "soledad parlamentaria" es un mero titular, muy buscado por los partidos en liza, pero equívoco y equivocado. Desde González a Zapatero, pasando por el primer gobierno Aznar, los partidos nacionalistas son los desleales compañeros de viaje de los gobiernos de España. Su precio siempre es alto, tan alto que no debiera pagarse. Pero, ay, se abona cualquier factura que presenten, sea en transferencias, en privilegios fiscales o en cesiones de soberanía, con tal de no pactar con el enemigo. La lógica perversa que domina nuestra política separa más al PSOE y al PP que a cualquiera de ellos de los partidos que se proclaman enemigos de España.

La lógica del interés general dicta, sin embargo, que los dos grandes partidos renuncien a tan peligroso abrazo y que, en instantes críticos, se procuren apoyo. ¿Qué tabú proscribe una abstención a la hora de unos presupuestos o un plan de ajuste? ¿Qué escollo impide que PP y PSOE hagan por librarse del cobrador del frac nacionalista? La batalla de las ideas entre socialistas y liberal-conservadores ha sido reemplazada por la pelea para lograr la compañía de esa tropa expoliadora. Y, al cabo, se adoptan las ideas que concuerdan con los actos. El nacionalismo arroja el salvavidas a uno o a otro partido y ambos aceptan gustosos, aunque la contrapartida sea hundir el barco. El caso es no salvar al enemigo ni dejarse salvar por él. Y, así, todos náufragos.


Libertad Digital - Opinión

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