viernes, 25 de junio de 2010

Demagogia energética

Es difícil competir en demagogia con un presidente que regala todos los años miles de millones de euros de los contribuyentes a las multinacionales de lo renovable mientras presume de "rojo" y "defensor de los trabajadores".

Nada nos alegraría más que el foco con que se mira la intervención pública en el sector energético abandonara "la ideología" y se centrara en la "cuestión económica", como ha prometido Cristóbal Montoro. Si así fuera, las negociaciones para alcanzar un pacto de estado se centrarían en el excesivo papel que juega el Estado en ese mercado, al imponer los precios, subvencionar unas energías y prohibir otras.

No obstante, lo cierto es que no hay muchas razones para tener esperanza. Tanto PP como PSOE han mantenido en sus respectivas épocas al frente del Gobierno la potestad de éste de decidir cómo se produce la energía en España y a qué precio se vende. Durante años hemos estado pagando las consecuencias de la decisión de Felipe González de paralizar la construcción de centrales nucleares y ahora pagamos y seguiremos pagando la decisión compartida por ambos partidos de llenar España de fuentes de energía caras e ineficientes, mantenidas sólo a base de subvenciones.


Cierto es que en lo malo también hay grados y que la demagogia del PP negándose a que se suba el regulado precio de la energía –lo que nos endeuda a todos los españoles aún más con las compañías eléctricas– es difícilmente comparable con la del presidente "antinuclear" que ha decidido mantener los precios a niveles muy bajos mientras multiplicaba los costes con su impulso a tecnologías que merecen sin duda ser calificadas de verdes, pero por lo poco maduras que están para ser explotadas comercialmente. Un presidente que ha decidido cerrar una central nuclear en perfecto estado y completamente amortizada, que podría habernos dado al menos diez años de electricidad a un precio ridículo. Un presidente que regala todos los años miles de millones de euros de los contribuyentes a las multinacionales de lo renovable mientras presume de "rojo" y "defensor de los trabajadores".

El problema es que la crisis nos está obligando a hacer recortes, y el pozo sin fondo que suponen las energías subvencionadas empieza a no ser asumible. De ahí que Miguel Sebastián, que combatió furiosamente aunque sin argumento alguno el llamado "informe Calzada" sobre las consecuencias negativas en el empleo de la política energética del Gobierno, ahora las critique y busque cualquier razón para hacerles una publicidad negativa. Y que busque el apoyo del PP para que éste no se dedique a hacer lo único que sabe hacer el Gobierno de Zapatero: demagogia.

Nos daríamos con un canto en los dientes si este "pacto de estado" supusiera que el Gobierno deja de darles dinero a las energías subvencionadas, abandonara los planes de cerrar Garoña y otras nucleares y eliminara el déficit tarifario, de modo que pagáramos el coste real de lo que consumimos. Incorporaríamos así un elemento esencial en el sector energético, la racionalidad, pero dejaríamos fuera otro: la libertad. Y es que no cabe esperar que los dos grandes partidos decidan reducir su poder sobre la energía, dejando que las empresas compitan en el mercado libre en precio y calidad de suministro. Hasta ahí podíamos llegar.


Libertad Digital - Editorial

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