viernes, 26 de marzo de 2010

El mapa. Por Alfonso Ussía

La segunda mandataria del presumible Ministerio de Igualdad, del que es titular o titulara doña Bibiana Aído, la científica de Alcalá de los Gazules, nos ha anunciado la última ocurrencia de esa gente tan rara. La urgente creación del mapa del clítoris. Se presenta como un avance cultural.

Del mapamundi al mapachichi. Ignoro en qué asignatura tendrá cabida el estudio de ese mapa. Hasta la fecha, los mapas se han estudiado en Geografía, pero un mapa del clítoris –además de una cochinada, una cursilería–, no puede estudiarse entre un mapa de Groenlandia y otro de las islas Molucas. Recuerdo a mi profesor de Geografía en los años párvulos del Pilar de Castelló. «Tienen media hora para dibujar el mapa de España con todas sus provincias perfectamente delimitadas». Y sacábamos del pupitre de madera de muchas generaciones nuestro estuche de lápices de colores y pintábamos el mapa. A mí, que tanto la quiero, se me daba bastante mal en aquellos tiempos La Rioja, conocida en esas calendas como «provincia de Logroño». Al profesor no se le pasó el detalle cuando examinó los trabajos. «Ussía suspendido por olvidarse de la provincia de Logroño». Logroño y Santander formaban parte de «Castilla la Vieja» antes de convertirse en autonomías uniprovinciales. Ante exigencias profesorales de ese tipo, los alumnos reaccionábamos con disciplina y entusiasmo. Dibujar mapas era mucho más divertido y edificante que la lectura de «El Quijote», que con tan pocos años, a todos se nos antojaba un tostón. Los tiempos cambian, lo mismo para «El Quijote» que para los mapas. El primero se convierte en un prodigio con la madurez intelectual y los segundos en una gamberrada con la inmadurez feminista. Que me figuro la escena. El profesor que ingresa en la clase y ordena: «Tienen media hora para dibujar el mapa del clítoris». Confusión total.

Según estas chicas tan preparadas, el mapa del clítoris –al que Juan Luis Cebrián, el académico, llama «clítorix»– , es una demanda social y cultural. Hay que dibujarlo para conocerlo, y así experimentar con mayor seguridad de éxito sus escondidas dotes placenteras. Estas chicas del Ministerio de Igualdad lo que realmente buscan es la consecución de pajitas más seguras. Y tengo para mí, escrito sea con atribulado estupor e ignorante pasmo, que más que a obsesiones culturales, estos mapas responden a obsesiones sexuales. Con estos mapas vamos a terminar todos tarambanas. Porque si doña Bibiana se empeña en gastar dinero para estudiar, crear y dibujar el mapa del clítoris, al señor Zerolo le sobra el derecho para intentar algo similar con el mapa de la fuchinga, que es mapa más complicado por aquello de sus modificaciones estructurales según cada momento. Y si un Gobierno se dedica a dibujar mapas de chichis y de trabucos sin ton ni son, muy complicado y nuboso advierto el horizonte de la crisis económica. No alcanzo, sinceramente, a intuir la carga cultural que tales mapas pueden ofrecernos, con la salvedad que aporta el reconocimiento público de mi ignorancia. Si hacerse pajas es sinónimo de cultura, solicito desde aquí para mis veintisiete sobrinos sendos sillones en las distintas Reales Academias. En ese aspecto, y reconocido por ellos mismos, son cultísimos. Como los de mi generación cuando teníamos su edad, y la juventud de tiempos de Viriato, cuando entre acción de guerrilla y planteamiento de estrategia, se entregaban a la cultura de doña Bibiana Aído a la sombra de los alcornocales lusitanos, bellísimos, por cierto.

Esta gente, de la ministra para abajo –no hay segunda intención en la frase–, tiene bloqueado el sentido común. Ése mapa, fuera de la Ciencia, que ya lo tiene, es simple y llanamente una guarrada tan infantil como innecesaria. Que lo dibuje doña Bibiana, a ver qué tal.


La Razón - Opinión

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