sábado, 6 de marzo de 2010

El aspecto. Por Alfonso Ussía

Me llama un viejo amigo inglés. Habla un español perfecto con cerrado acento andaluz. Lo aprendió en Jerez. Estuvo a punto de solicitar la nacionalidad española cuando, llegando a Sevilla por la avenida de la Palmera una mañana de mayo, descubrió los azules y morados de los jacarandas y la explosión de las buganvillas y las lantanas. Coincidió su estancia en Jerez de la Frontera con mi servicio militar en Campo Soto, en la isla de San Fernando. Volvió a Inglaterra a ocuparse de sus negocios y se mantiene como el más andaluz de los británicos. Me llama y me dice: –Enhorabuena. Al fin os lo vamos a devolver–; –¿Gibraltar?–, le pregunto; –no, no, lo de Gibraltar ya lo arreglaremos en el futuro. Os vamos a devolver a De Juana Chaos–.

Le ruego su intervención, pero rechaza mi súplica. –«No se puede admitir su aspecto. Lo siento, pero tenéis unos asesinos con una pinta malísima. Nuestros terroristas del IRA, disfrazados de personas normales, pueden engañar. Vuestros terroristas son mucho más ordinarios»–. No he tenido argumentos rápidos para llevarle la contraria. En efecto, las fotografías de De Juana Chaos cuando abandonaba los juzgados de Belfast, son demoledoras. No se trata de su excrecencia humana. No se trata de su pasado sanguinario y su presente de asesino en paro obligatorio, que no voluntario. Se trata de su aspecto. Es un asesino de tan baja estofa que hasta tiene cara de serlo. En España le esperan otros dos añitos de cárcel, generosa propina que no merecen sus veinticinco asesinados. Lo que más ha animado a mi viejo amigo inglés para celebrar la muy probable extradición a España del forajido vasco ha sido la camiseta naranja que llevó De Juana a los juzgados. Una camiseta naranja con el rostro estampado de otro hijo de la gran puta como él –un tal «Jon», que ha desaparecido, según parece–, y con la leyenda «¿dónde está?». Por las fotografías se deduce que De Juana Chaos cree estar protagonizando con el mensaje de su camiseta naranja un acto heroico, cuando en realidad, una vez más, hace el ridículo. En lo único que no ha hecho el ridículo De Juana Chaos en toda su vida, ha sido matando. Ahí hay que reconocerle una estimable capacidad. Y en tirarse a Irati cuando era su novia, pero en este caso la estimable capacidad para llevar a buen fin sus actos hay que concedérsela al Gobierno de Zapatero, que se lo permitía por su condición de «hombre de paz».

No se antoja correcto que nos lo devuelvan. Dos años de cárcel en España son mucho más llevaderos que dos semanas en Belfast con plena libertad. Belfast es más triste y aburrida que fregar la pista de un circo. Y no sabiendo ni patata de inglés, aún más. Aceptaría el canje a cambio de Gibraltar. Nos devuelven Gibraltar y nos quedamos con el monstruo. Pero que nos encajen al criminal imbécil y se queden con el peñón es como para presentarse en el Palacio de Buckingham y liarse a patadas con los perros de la Reina. Que se quede en Belfast para el resto de sus días, que dos años pasan muy deprisa y este canalla no merece disfrutar de la libertad y los paisajes que llenó de sangre inocente.

Quedaos con el de la camiseta naranja, que en España no cabe un hijoputa más.


La Razón - Opinión

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