viernes, 5 de febrero de 2010

Zapatero y sus plegarias. Por Emilio Campmany

Uno no puede ir a una oración y decir que lo que está leyendo es una "plegaria", que es algo que puede o no estar dirigido a Dios, con el fin de evitar la palabra "oración", que sólo puede elevarse a Él. Si no es a Dios, ¿a quién se dirigió Zapatero?

Zapatero no entiende nada. Si tenía que estar este jueves en Washington, su lugar no era con Obama y los muchos evangélicos que se reúnen para rezar el primer jueves de todos los febreros, sino con los que fuera protestaban por el carácter homófobo de la asociación convocante. Sin embargo, con tal de estar a unos metros de Obama, prefirió unirse a los que rezan antes que estar con quienes defienden sus mismas ideas.


Luego, el discurso en forma de plegaria resultó patético. Al citar la Biblia, podía haber escogido mil pasajes más apropiados que una norma del Deuteronomio, uno de los libro del Pentateuco, lleno de reglas más o menos anacrónicas. No muy lejos de allí, en el Levítico, otro de los libros del Pentateuco, se dice "si un hombre se acuesta con otro hombre, como se hace con una mujer, cometen una abominación; se los castigará con la muerte".

Incluso cuando quiso defender el matrimonio entre personas del mismo sexo, lo hizo de forma pusilánime haciendo vagas referencias al asunto con giros retóricos que nada significan. Probablemente, con la traducción, se perdió gran parte del poco sentido que tenían sus palabras. Obama y Clinton estuvieron mucho más valientes. Ambos se refirieron a las leyes ugandesas que persiguen la homosexualidad castigándola con la muerte, unas leyes que se supone han sido redactadas bajo la influencia de The Fellowship, la asociación que organiza anualmente el desayuno.

Ha dicho Obama:
Podemos discutir acerca del matrimonio gay, pero seguramente estaremos de acuerdo en que es inadmisible perseguir a gays y lesbianas por lo que son, tanto aquí (...) como en Uganda. (...) Seguramente podamos ponernos de acuerdo y encontrar una base común cuando sea posible y seguir caminos distintos cuando no haya más remedio, pero hagámoslo guiados por nuestra fe y por la oración.
Así es como se defiende el matrimonio entre personas del mismo sexo en un desayuno de oración de evangélicos que creen en conciencia que la homosexualidad es un grave pecado. Si uno no quiere hablar de Dios ni de fe porque no cree en el Uno y carece de la otra, si uno en definitiva no es creyente y quiere hacerlo ostensible, lo que tiene que hacer es declinar la invitación. Porque a lo que ha sido invitado Zapatero es a orar en común, esto es, a hablar de Dios y de fe. No tiene sentido citar la Biblia cuando no se le reconoce ninguna autoridad. Carece de valor apelar a las raíces cristianas de la propia nación cuando uno está empeñado en erradicarlas por considerarlas odiosas. En definitiva, uno no puede ir a una oración y decir que lo que está leyendo es una "plegaria", que es algo que puede o no estar dirigido a Dios, con el fin de evitar la palabra "oración", que sólo puede elevarse a Él. Pero si no es a Dios, ¿a quién dirigió su plegaria Zapatero?

No sé si la ignorancia, la incompetencia y el sectarismo de los que tantas veces ha sido acusado nuestro presidente son más graves que la inconsecuencia. Lo que sí sé es que en este caso, en el pecado lleva la penitencia porque habrá que oír las risotadas de sus compañeros de verle tan humilde y recogido elevando plegarias. Y, mientras tanto, el país a pique. Y Rajoy, tocando el violón.


Libertad Digital - Opinión

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