jueves, 18 de febrero de 2010

Zapatero no sirve, Rajoy tampoco. Por Juan Ramón Rallo

Si en 2009 tuvimos un déficit de 110.000 millones de euros y Rajoy se opone a subir impuestos, ¿adónde vamos con un recorte del gasto de 10.000 millones? Ya se lo digo yo: a ninguna parte.

Zapatero miente. Bien, punto para Rajoy. Zapatero es una catástrofe. Bien, dos a cero. Zapatero le genera desconfianza a todo el mundo. Otro acierto. Zapatero carece de capacidad para atajar la crisis. Muy correcto.

El discurso de Rajoy contra la política económica de Zapatero ha sido muy bueno a la hora de mostrar las contradicciones del presidente del Gobierno, el vacío que recorre la inmensa mayoría de sus propuestas y su poca voluntad para sacar adelante las pocas que en verdad están bien orientadas.


Sin embargo, al menos a mí, eso no me basta. Rajoy se postula como recambio de Zapatero, algo que cada vez más españoles van viendo como imprescindible, pese a que una mayoría de esos mismos españoles –en concreto, más de 11 millones– le dieron su respaldo hace menos de dos años.

El recambio ha de ser no sólo en las personas y en su credibilidad frente a los mercados, sino también en las políticas aplicadas. Me parece que Zapatero no es consciente –o no quiere serlo– de la situación en la que se encuentra España, pero me temo que Rajoy tampoco.

Nuestro país –nuestras familias, nuestras empresas y nuestras administraciones públicas– lleva años viviendo muy por encima de sus posibilidades. Nos hemos aficionado al endeudamiento, a gastar más de lo que ingresamos, a divertirnos con el descocado despilfarro y a aburrirnos con el taciturno ahorro. Hemos sido cigarra durante demasiado tiempo y ahora vamos pidiéndoles ayuda a unas hormigas que nos cierran la puerta.

Ha llegado el momento de pretarse el cinturón, de cuadrar las cuentas, de restringir los gastos más prescindibles, de incrementar de manera sustancial el ahorro y de empezar a amortizar todas nuestras deudas pasadas, las públicas y las privadas.

Familias y empresas ya han comenzado a transitar por este camino, pero la administración sigue desmelenada dilapidando nuestro dinero presente y futuro. A los políticos les gusta gastar el dinero de otros y en tiempos de crisis el de los contribuyentes actuales se les queda corto. Esto es lo que ha de cambiar lo antes posible; no queda más remedio que regresar a la frugalidad y la manera más rápida y conveniente de hacerlo es a través del adelgazamiento del Estado.

El PSOE sigue en su absurda estrategia de culpar al liberalismo de la crisis, cuando ésta ha surgido en el sector económico más hiperregulado y controlado de todos: el financiero. A menos que Bruselas se mantenga firme, continuarán aprovechando la coyuntura para incrementar el poder y el tamaño del Estado, aun con pequeños maquillajes. ZP promete disminuir el gasto público en 50.000 millones en los tres próximos años, pero empieza por lo insignificante: este año sólo aspira a recortarlo en 5.000. ¿Alguien se cree que en dos años lo minorará en 45.000?

Rajoy ha subido a la tribuna protestando contra el despilfarro, lo cual está muy bien. Pero ha hecho dos peticiones concretas a Zapatero algo incompatibles: que no suba los impuestos y que baje este año el gasto público en... 10.000 millones, algo que puede lograrse simplemente con no repetir el Plan E.

¿Cómo lo diría? No soy en absoluto partidario de subir impuestos, y por eso mismo tampoco lo soy de subirlos por la puerta trasera, esto es, emitiendo deuda. Lo prioritario ahora mismo es acabar con el déficit y para ello sólo hay dos vías: o más impuestos o menos gasto. La primera es infinitamente peor que la segunda, pero es mejor que continuar cebando la deuda. Si en 2009 tuvimos un déficit de 110.000 millones de euros y Rajoy se opone a subir impuestos, ¿adónde vamos con un recorte del gasto de 10.000 millones? Ya se lo digo yo: a ninguna parte.

Es hora de desmantelar el Estado central y el autonómico, de devolver a los individuos las competencias que nunca deberían haber perdido, de convertir a los presupuestos en documentos anoréxicos, de privatizar todas las empresas públicas que inexplicablemente sigan existiendo y, sí, una vez el déficit desaparezca, de bajar impuestos.

Pero ni Zapatero ni Rajoy quieren cambiar el insostenible modelo económico de España. Por eso se pelean en las formas aunque los dos estén diciendo esencialmente lo mismo; por eso el PP ha apoyado todas las propuestas económicas importantes que ha planteado este Gobierno; por eso si hoy no pactan es por puros cálculos electorales y no por desavenencias de programa; por eso desde fuera nos miran con desconfianza. Es de risa que ante un océano de gasto, Zapatero quiera drenar unas gotitas y Rajoy unos vasitos.

Zapatero tiene que largarse, sí, ¿pero para poner a quién?


Libertad Ligital

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