domingo, 28 de febrero de 2010

Un año de cambios decisivos

SE cumple ahora un año de dos cambios de gobiernos autonómicos que, cada uno en su ámbito y con su propia dimensión histórica, reorganizaron claramente el panorama político nacional.

La salida del PNV del poder y su sustitución por la convergencia del PSE y del PP, marcó un hito en la historia del País Vasco, normalizó su democracia -monopolizada por el nacionalismo y contaminada por el miedo a ETA- y certificó el gran acierto que fue aquella alternativa constitucional que impulsaron Jaime Mayor Oreja y Nicolás Redondo Terreros en 2001. Al final, el cambio en el País Vasco llegó por la única vía posible: el acceso del constitucionalismo al poder político. PP y PSE representaban la opción de gobierno que no había probado suerte en la sociedad vasca. Hasta entonces sólo se habían puesto en práctica las fórmulas que permitían al PNV mantener su hegemonía. Y de la misma manera que la aplicación de la Ley de Partidos Políticos a Batasuna no provocó ningún estremecimiento de la sociedad vasca, tampoco el paso del PNV a la oposición está provocando conflicto civil alguno. Por el contrario, la mayoría constitucionalista y autonomista de PSE y PP -sostenida, sobre todo, por la lealtad y el sentido de Estado de los líderes populares- sólo encuentra crispación en la oposición de un PNV aún consternado por haber perdido el poder.

En Galicia, la victoria por mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo fue un espaldarazo para su partido -especialmente para su líder nacional, Mariano Rajoy- y, en términos generales, demostró el fracaso de la alianza social-nacionalista en esa comunidad. Los abusos de la imposición lingüística y los escándalos de derroche y corrupción fueron letales para el bipartito de socialistas y nacionalistas del BNG. Ahora bien, los problemas de estabilidad que entraña este tipo de alianzas parecen endémicos, porque se han repetido en Baleares, abocada a elecciones anticipadas más pronto que tarde, y en Cataluña, donde son altos cargos del propio PSC y del gobierno autonómico los que afirman que el tripartito presidido por Montilla está agotado. Con su papel en Galicia y País Vasco, el PP tiene las credenciales que le permitirán afrontar las autonómicas de 2011 con ambición y mucha más autoestima, porque ha exhibido suficiente fuerza electoral y peso político, respectivamente, para desarmar la alianza del socialismo con el nacionalismo, que fue principal apuesta de Rodríguez Zapatero para marginar a la derecha.

ABC - Editorial

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