jueves, 18 de febrero de 2010

Truenos y mociones. Por M. Martín Ferrand

TONANTE, el que truena, era un adjetivo reservado a Júpiter, el dios encargado de las leyes y del orden social en la antigua Roma. Desde ayer, y con propiedad, también podemos hablar de un tonante Mariano Rajoy. Espoleado por el ambiente, crecido en su propia responsabilidad como alternativa y, seguramente, harto ya de la palabrería inane con la que suele disparar José Luis Rodríguez Zapatero, el líder del PP lanzó al aire un discurso fundamentalmente político en lugar de la letanía, por mitades moral y tecnocrática, con la que venía calentando el escaño en lo que llevamos de legislatura. No es mucho, pero es una condición sine qua non para poner en valor un liderazgo y una potencialidad de gobierno.

Zapatero, más mañoso que profundo, se ha fabricado un nuevo burladero tras el que esconderse de las embestidas de la realidad social y económica, el pacto. Confía en el pacto, que es tanto como esperar que los demás, sus adversarios, abdiquen de lo que son y compartan el gasto de la situación. El líder socialista tiene despierto el instinto de su propia conservación política y, más cercano al sable que al florete, le atizó un mandoble a Rajoy de difícil parada e imposible devolución. Le invitó a presentar una moción de censura que es, con propiedad, lo que le conviene al caso de un presidente desnortado, a la deriva, y una alternativa que dice tener, aunque no cuente con los votos para su respaldo, la solución al problema que a todos nos aflige.

Como suele suceder, ni los sonoros truenos de Rajoy ni las mañas de Zapatero redimirán nuestras penas. Ya tenemos una nueva comisión, con Elena Salgado de mascarón de proa, para estudiar el intríngulis de nuestros males y buscar, junto con la oposición, bálsamos para los muchos alifafes de nuestra economía. Curiosamente, cuando el paro que nos aflige es la más grave y trascendental consecuencia de la situación, esa comisión diseñada por el presidente y en la que se incluyen un eficaz José Blanco y un etéreo Miguel Sebastián no cuenta con Celestino Corbacho, el ministro fantasma. En el fondo late la resistencia socialista a modificar el marco laboral y reducir el gasto público y el despilfarro de las administraciones. En eso, el PP podría poner en evidencia al PSOE, ya que son sus mejores testimonios de poder, Valencia y Madrid, los más endeudados y gastosos de todos los territorios de la España prefederal.


ABC - Opinión

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