jueves, 18 de febrero de 2010

Rajoy a Zapatero: “Déjese de comisiones y gobierne”. Por Federico Quevedo

Fue en octubre de 2008 cuando el presidente del Gobierno, haciendo gala de eso de lo que tanto ha presumido y de lo que tanto ha carecido, es decir, de talante, hizo un llamamiento al diálogo, al consenso, al acuerdo, y propuso al líder de la oposición la creación de mesas de trabajo sobre las reformas estructurales que necesita nuestro país para salir de la crisis. Y hasta hoy. No tiene palabra, nunca la ha tenido, por eso su sola presencia genera unos niveles de desconfianza difícilmente alcanzables por cualquier otra persona.

Ayer, Mariano Rajoy fue certero, contundente, implacable: el problema se llama José Luis Rodríguez Zapatero, y mientras él sea presidente del Gobierno este país difícilmente podrá salir de la crisis grave en la que se encuentra. La solución pasa por tres escenarios que Rajoy planteó con precisión: o rectifica, o convoca elecciones, o los que le apoyan le dejan caer. Probablemente no se cumpla ninguna de las tres, pero al menos el líder de la oposición hizo lo que el guión de esta tragicomedia exige: situar el problema, ofrecer la solución y plantear la alternativa. ¿Y qué hizo Rodríguez? Como toda solución a la crisis sólo se le ha ocurrido una idea brillante: una nueva comisión. Para echarse a llorar.


Rajoy, me consta, se ha guardado buena parte del catálogo de propuestas para más adelante. Quedan, por desgracia, todavía dos años de esta legislatura, dos años de agonía y calvario en manos de un presidente que ayer demostró una vez más que sigue instalado en la trampa y la mentira por sistema, y en ese tiempo Rajoy tendrá que jugar varias veces a esta especia de tú la llevas que se ha inventado Rodríguez para evitar asumir su responsabilidad.

Para nuestra desgracia, el debate de ayer no fue el último, por más que en los días previos se quisiera plantear como la madre de todos los debates… Veremos nuevas reediciones del mismo en los próximos meses, volveremos a escuchar a Rodríguez hablar de pactos y anunciar la salida inminente de una crisis en la que la economía española se ha instalado sin atisbo de recuperación a medio plazo, independientemente de que crezcamos al 0,1 o decrezcamos al -0,3: lo importante es que no hay expectativas, es que ha cundido el pesimismo en nuestra clase empresarial y en la ciudadanía, y eso va a ser difícil de cambiar en los próximos meses. Si a eso se une la amenaza cierta de una crisis de deuda y de una crisis financiera, el panorama puede resultar desolador.

Actitud complaciente de CiU

Por eso es importante que, aún habiéndose guardado en la cartera el conjunto de su alternativa, ayer Rajoy pusiera sobre la mesa al menos las bases de lo que debe ser el fundamento de una política económica acertada para buscar la salida de la crisis y la mejora de competitividad de nuestra economía: ajuste fiscal, recuperación de la Ley General de Estabilidad Presupuestaria, no aumentar los impuestos, reforma del mercado laboral, reforma del sistema financiero y otras reformas estructurales como la educación o la energía.

Ése es el único camino para empezar a enderezar las cosas y generar confianza en los mercados y en los sectores económicos, es decir, para empezar a invertir de nuevo en nuestro sistema productivo. Pero mientras siga Rodríguez al frente del Gobierno, esa confianza no llegará nunca. De ahí la importancia del mensaje de Rajoy a quienes ahora le apoyan. Es verdad que puede sonar a canto de sirena, pero ya veremos dentro de un año, cuando el PSOE haya perdido las elecciones en Cataluña y se haya llevado un buen correctivo en las municipales y autonómicas de 2011, si ese mensaje sigue pareciendo una boutade, o empieza a tener más sentido.

El debate de ayer no era un debate para examinar a Rajoy, sino para examinar a Rodríguez, para poner frente a su responsabilidad en esta crisis, y en ese sentido el discurso de Rajoy fue impecable. Fue un discurso de censura que, sin embargo, se vio atenuado por la actitud complaciente del portavoz de CiU, Duran i Lleida, y él sabrá porqué, y tendrá que dar explicaciones a su electorado de las razones que le han llevado a servir de salvavidas de Rodríguez y de la política que ha conducido a este país a la peor crisis de toda su historia, una crisis que está acabando con algo tan apreciado en Cataluña como es ese tejido industrial de pequeñas y medianas empresas que se están viendo obligadas a cerrar asfixiadas por las deudas, los impagos y la ausencia de crédito.

Sólo hay una salida a esta situación, las elecciones generales, y aunque es verdad, como ayer dijo Rajoy, que esa prerrogativa le corresponde al presidente del Gobierno –la de convocarlas- y no da muestras de querer hacerlo, también lo es que si la sociedad, si la opinión pública se lo exige con la suficiente contundencia, puede que sea posible doblegar su voluntad y acabar y poniendo la solución de este problema en manos de los ciudadanos a través de las urnas. Lo contrario significará nuevas frustraciones como el debate de ayer y el discurso vacío y hueco de Rodríguez Zapatero.


Periodista Digital - Opinión

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