lunes, 18 de enero de 2010

Zapatero, aburrido y a la defensiva en una plúmbea entrevista. Por Antonio Casado

Como ni entrevistador ni entrevistado son la alegría de la casa, la larga conversación Moreno-Zapatero de ayer en El País resulta aburrida. Plomiza, por demás. Una lectura justificada sólo en horario laboral y como parte de la tarea de la jornada. O sea, por obligación. A falta de otra cosa. Pero, en fin, se trata de tomarle el pulso al piloto y al plan de vuelo cuando acaba de arrancar el semestre español de la Unión Europea. Y esta era la oportunidad más a mano de juzgar al presidente del Gobierno. No solo por lo que hace. También por lo que dice.

Aunque decir dice poco. Tal vez porque está a la defensiva y se pasa el rato echando balones fuera. Tantos palos ha recibido y sigue recibiendo, que ya no se permite ir de sobrado. Ni de optimista. Es el entrevistador el que juega con blancas, el que lleva la iniciativa. Y las respuestas de Rodríguez Zapatero parecen las de otro periodista, no las de un líder. O las de un notario, que constata la realidad sin pretender modificarla. Hay un repliegue en su capacidad de apuesta política. Como si se hubiera rendido al fatalismo de ver sus iniciativas condenadas a perderse en los efectos de la crisis económica y su diaria instrumentación política por parte del adversario.


Nada le sugiere a Zapatero esa instrumentación. Ni media palabra sobre el obsceno aprovechamiento de los malos datos económicos, que va más allá del legítimo derecho de la oposición al desgaste del Gobierno. Solo se le ha ocurrido caracterizar a Mariano Rajoy de abanderado del despido libre, aprovechando a su vez una propuesta del líder del PP: despido más fácil a cambio de más puestos de trabajo fijos. Y, eso sí, volver a relacionar la recuperación política del Gobierno con la recuperación económica del país. Pero para eso no hacía falta dedicar cinco páginas del periódico de mayor difusión nacional.

Así que novedades, pocas. Ni siquiera en la pedrea de los asuntos más fungibles de la actualidad, pues en realidad no responde abiertamente a ninguno de ellos. Sobre su eventual candidatura a las elecciones de 2012, lo consultará con las encuestas, el partido y la familia. Ambiguo sobre la ofensiva judicial contra Baltasar Garzón por investigar los crímenes del Franquismo: “Todo el mundo sabe lo que pienso”. Sobre el crucifijo en las escuelas: “No adelantemos acontecimientos”. Y si queremos conocer su opinión sobre la dura posición del fiscal contra los periodistas de la SER por revelar datos ciertos, objetivos, fiables, de interés general, etc, entonces Zapatero nos dice que él no juzga a los fiscales. ¿Y José Montilla, está en la estratosfera? “No lo sé”, responde, antes de aventurarse a anticipar que la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatut no será “política” sino “conceptual”. Ante el caso “Faisán”, se remite a los jueces. De lo de Vic (no hay papeles del Ayuntamiento si no hay papeles del Gobierno), que “es un camino hacia ninguna parte”.

Y así sucesivamente, amén de una plúmbea explicación sobre la presidencia española de la Unión Europea y la enésima descripción de la génesis y evolución de la crisis económica. Nada más. La entrevista no nos saca de ninguna duda. Lo cual nos remite al desalentador mal de muchos. Un pobre argumento utilizado por Zapatero para consolarse de su caída en las encuestas: en el titular confían poco o nada el 70% de los españoles, pero es que en el aspirante confían poco o nada el 78 %.


El confidencial

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