sábado, 16 de mayo de 2009

ZAPATERO CALLA. Por Edurne Uriarte

El máximo responsable de Deportes del Gobierno, es decir, Zapatero, no ha dicho una palabra aún del escándalo de Mestalla. A pesar de la gravedad de lo sucedido. Ni una condena ni una propuesta de sanciones para evitar futuros incidentes. Seguramente, porque también el himno nacional y la Monarquía le parecen conceptos discutidos y discutibles y, por lo tanto, sujetos a la libertad de expresión. Que es lo que han dicho la mayor parte de los nacionalistas y una buena parte de la izquierda, que se trata de la libertad de expresión.

Precisamente porque todos estos sectores, con el presidente del Gobierno a la cabeza, piensan que las pitadas al Rey y a los símbolos nacionales son libertad de expresión, ha ocurrido lo que ha ocurrido. Nada se hizo jamás para atajar esos comportamientos. De la misma forma que sí se ha hecho para cortar de raíz cualquier tipo de expresión racista o para impedir el uso de simbología nazi. Y a ver quién se atreve.


No recuerdo a ningún respetable demócrata español defendiendo la idea de que los insultos o las pitadas a los jugadores negros entran dentro de la libertad de expresión. Tampoco me viene a la memoria ningún representante del progresismo sugiriendo la importancia de entender las causas de los insultos racistas.

Lo que sí recuerdo es a una representante del PC francés pidiendo que se entendieran las razones de la pitada a La Marsellesa en el Francia-Túnez de hace unos meses. Y a algunos socialistas que criticaban la propuesta de Sarkozy de suspender los partidos si las pitadas se repetían. Tampoco en Francia han encontrado una buena solución al problema. Pero sí lo han catalogado como problema. Comparable para muchos, empezando por el propio presidente, con cualquier otro acto de intolerancia. Aquí ni siquiera existe el problema. No para el ministro de Deportes, al menos.

ABC - Opinión

ESPERANDO NADA. Por Maite Nolla

PP

«Es un error pensar que la economía acabará con Zapatero. El PP puede convertirse en un partido que se pase la legislatura esperando nada.»

Gran polémica nacional-deportiva. Dice la vicepresidenta Fernández que no hay que mezclar política y deporte. Sucede que el partido de dos de sus ministros, de la vicepresidenta del Congreso, la entrañable y prescindible Tere Cunillera, y de porrones y porrones de secretarios de estado y directores generales, empezando por la maravillosa Maravillas Rojo, subvenciona una idea independentista que todos los partidos nacionalistas han aceptado y que es la de las selecciones deportivas propias distintas de las españolas. Y como no hay que mezclar deporte y política, el socialismo abona a los promotores de tal idea un arrendamiento millonario en el paseo de Gracia. Pero de esto ni habla el líder del PP, ni la presidenta del partido en Cataluña le insta, le exige o le emplaza a que lo haga, en su tono habitual, tan vehemente; y no digo yo que no obtuvieran rédito de una puyita bien puesta, aunque sólo fuera porque Zapatero se ha nombrado ministro de Deportes.


A ver, Maite, no se nos ande por las ramas, ¿o ya no dice nada usted del PP de Cataluña después de la campaña contra la Ley de Educación? Pues sí, y me parece muy bien; un poco pasada de rosca, en mi opinión, pero no está mal. Lo único, que no me lo creo. De hecho, su presidenta sigue ofreciendo un pacto a los convergentes a cambio de nada, es decir, quiere rendirse a uno de los principales autores de la ley. Con lo que, llegado el momento, si la presidenta y Mariano tienen que decidir entre pactar con CiU o seguir por la buena senda, elegirán pactar con CiU, porque una cosa y otra son incompatibles. Además, la señora presidenta en lugar de afear la conducta a su presidente y líder máximo por no decir nada de la ley de educación en el Debate sobre el estado de la Nación –cuando es una cuestión clave del estado de la nación–, vuelve a la simpleza propia de los nacionalistas de reprochar a los veinticinco diputados del PSC que no exijan a Zapatero que cumpla con Cataluña; traducido, significa que el PP de Cataluña tiene en materia de financiación el mismo discurso que el resto de los partidos nacionalistas. Pura comedia.

Definitivamente, esta semana Rajoy se ha caído con todo el equipo (expresión que ahora está muy de moda). Ni siquiera en materia económica, que es donde el PP se ha centrado obviando otras cuestiones espinosas, fue capaz Rajoy de ganarle la partida a Zapatero. Excepto el propio interesado, los asesores del interesado y la prensa afín al interesado, el que menos considera que Rajoy perdió una oportunidad. Yo creo que el motivo principal de la tibieza del discurso del líder de la oposición hay que buscarlo en el miedo pavoroso que tiene a las posibles respuestas del presidente. Para cualquier cuestión que tenga que ver con el nacionalismo catalán, Zapatero acusará al PP de anticatalán y de utilizar a Cataluña para ganar votos en el resto de España. Y Rajoy, en lugar de preparar una respuesta que en el Congreso sólo se atreve a dar Rosa Díez, decide que su camino no pasa por ahí. Y si le dice algo de los derechos sociales y del despido libre, se le cuelga el sistema.

Es un error fiarlo todo a una victoria en las europeas, aunque sea mínima, porque no va a provocar que se convoquen elecciones anticipadas. Igualmente, es un error pensar que la economía acabará con Zapatero. El PP puede convertirse en un partido que se pase la legislatura esperando nada.

Libertad Digital

LA FAENA DE MARIANO. Por Tomás Cuesta

EN su magnífica biografía de Belmonte -felizmente reeditada- Manuel Chaves Nogales cuenta como, cuando el torero regresó a Sevilla tras dejar boquiabiertos a los mejicanos, un inmenso gentío se arracimaba a pie de tren para acompañarle hasta su casa. Al llegar a la iglesia de Santa Ana, la multitud intentó requisar las andas de la Virgen y llevar en procesión al trianero por las calles del barrio. El sacristán, impotente, llamó en su auxilio al cura párroco que, inflamado de ira -de santa ira, claro-, consiguió repeler al hato de exaltados amenazándoles con las penas del Infierno y con la Guardia Civil, un Purgatorio laico. Ya fuese por temor a la justicia secular o al ajuste de cuentas milenario, la tormenta escampó y el templo quedó en calma. El sufrido sacerdote, sin embargo, no lograba dar crédito a la monumental barrabasada: «¡Idólatras! ¡Sacrílegos! ¡Belmonte sacado en andas! ¡Qué bárbaros, Señor, qué bárbaros!». Pero, luego, echó la pata alante y abrió el compás del alma: «¡Si hubiera sido Joselito, aún tendría un pase...!».

Hilvanar a Rajoy -el Gallego Pasmado- con el maestro Juan Belmonte -el Pasmo de Triana- solo es posible en mayo y en Madrid, donde el que no consigue tocar pelo abandona la plaza hecho un pelanas. El caso es que la afición, el pasado martes, se hallaba tan propensa al entusiasmo que habría ido a Jesús (al de Medinaceli, que está a un paso) a buscar, si no unas andas, unas modestas angarillas, un escabel, una peana, en la que pasear al líder del PP Recoletos arriba, entre vivas y bravos. Don Mariano, conforme a lo previsto, tenía que dar el do de pecho y salir a hombros en lugar de a gatas. Porque llegó al Congreso llevando en la fiambrera dos orejas y un rabo y se marchó menos airoso que fiambre. Si bien es cierto que no hay nada más duro que lidiar con alimañas, también es indudable que jamás de los jamases estuvo tan barato abrir la puerta grande.

Parar, mandar y templar. Ése, según las voces ancestrales, es el misterio trinitario de la tauromaquia. ¿Paró Rajoy? Tanto, que estuvo extático. ¿Mandó? Periodistas a la calle. ¿Templó? No ha nacido aquel que mejor temple gaitas. En cuanto a la faena en sí, el diestro pecó de torpe y timorato. Por no citar de frente metió pico a destajo y es que, a decir verdad, con el pico no es manco. Escurrió el bulto, también, en los lances morales -los más expuestos siempre y los más apretados- y no midió al morlaco por el pitón lingüístico, ante la compresible decepción del respetable. Todo se quedó, pues, en tenues derechazos, aspavientos de alivio y ayudados por alto. Nunca logró humillar a su enemigo, llevarle a su terreno y medir las distancias. Éste, por contra, a punto estuvo de engancharle en un par de derrotes venenosos y agrios. Total, que sonaron tres avisos, el marrajo, avisado, fue devuelto a corrales sin catar la espada y los pañuelos, en vez de vibrar de júbilo, enjugaron las lágrimas.

Ahora habrá que esperar a los comicios europeos a fin de que Mariano se gane el privilegio de ser llevado en andas. ¿En andas? En silla gestatoria es lo apropiado. Y ya se encargará Jorge Fernández-Díaz de que se la presten en el Vaticano. No fuera a ser que un párroco en puntas objetase lo mismo que el de Santa Ana. «¡Heresiarcas! ¡Ateos! ¡Rajoy sacado en andas! ¡Qué barbarie, Dios mío, qué barbarie! Todavía si se tratase de Esperanza...».


ABC - Opinión

EL APOYO. Por Alfonso Ussía

Se opinaba en Londres que Sir Reginald Harrod-Leroy –sobrino nieto del fundador de los célebres almacenes– era el individuo más pelmazo del Imperio británico. Su club, el «Brooks & Woodles», se vaciaba de socios aterrorizados cuando Sir Reginald alcanzaba los dominios del bar. Una tarde, en la que engañó a un grupo de socios jóvenes y poco informados y pudo contarles una serie de chistes, el más débil de ellos, John Fitzgerald, hubo de ser hospitalizado. Sir Winston Churchill se preparaba para afrontar unas elecciones y recibió una carta de Sir Reginald. «Me pongo a su entera disposición y puede contar con mi desinteresado apoyo». Churchill permaneció en cama durante dos días y le envió la respuesta. «Le ruego apoye a mi adversario, que lo necesita más».

Sucede con los apoyos. Uno se presenta a cualquier tipo de elecciones, y proliferan los apoyos inesperados. Zapatero no es gafe para sí mismo, pero sí para quienes apoya. Schröeder ha desaparecido del mapa y Ségolène Royal aún se pregunta por las causas de su descalabro electoral. En España, con las elecciones europeas a la vuelta de la esquina, los apoyos han salido de sus guaridas y pululan por todas partes causando hondos quebrantos. Rosa Díez es víctima de uno de ellos. Con toda seguridad, del más peligroso, equiparable a Sir Reginald, si bien Rosa Díez no tiene ni el diez por ciento del cerebro de Churchill, y puede terminar devorada por su apoyo.

Ya he escrito lo que para mí significa Rosa Díez. Una mujer valiente y admirable en un tramo de su vida, y escasamente ejemplar en otro, aquel en el que gozó del poder político como Consejera del Gobierno vasco. Lo repito. Se empecinó en meter en la cárcel a uno de los españoles más admirados y queridos de los siglos XX y XXI. Antonio Mingote. Y repito, pues lo escribí pocas semanas atrás, que Rosa Díez es algo porque cuenta con el apoyo de un gran grupo de comunicación y ha encandilado a los salones más esnobs de ese Madrid rico y desnortado que tan magistralmente retrató Francisco Umbral. Su orden de no votar a Arantza Quiroga para la presidencia del Parlamento vasco demuestra su excesiva frivolidad, cuando no otras cosas.

Pero no merece este palo. Rosa Díez no es lo que muchos creen, ni tan coherente como algunos estiman y airean ni tan transparente como los esnobs millonarios de los altos salones progres presumen. Es una buena persona, y ahí nada que oponer. Y una buena persona no merece el advenimiento atroz de una pesadilla en forma de apoyo. En el semanario «Tiempo», que ha rescatado de la agonía Jesús Rivasés, he leído la espeluznante tragedia que se ha producido en las afanosas filas de Rosa Díez.
A la comida-coloquio que ofreció Rosa Díez a sus simpatizantes acudió Ramón Calderón. Pero no es ésta la tragedia. Lo malo es que estuvo también Massiel. Massiel apoya a Rosa Díez, y esa situación no puede ser analizada desde la serenidad. La cantante que ganó «Eurovisión» porque Franco y Rosón estuvieron detrás del «Coro La, la, la» se quedó hasta el final de la cena y aplaudió con frenesí las palabras de Rosa. Massiel ha ofrecido a Rosa Díez su apoyo. En Europa aún no se sabe, pero el estupor está asegurado.

La Razón - Opinión

¿PARTIDOS O REBAÑOS?. Por M. Martín Ferrand

EL adelgazamiento ideológico de los partidos políticos, algunos al borde de la anorexia, les ha complicado la vida a sus militantes. Especialmente a quienes no se afiliaron para medrar, sino para mejor ejercer su condición ciudadana. El relativismo y la componenda, dos de las grandes enfermedades éticas contemporáneas, invitan a los partidos a someterlo todo, hasta sus fundamentos básicos, a la potencialidad electoral y, de ese modo, van perdiendo fuerza y, sobre todo, respeto. Si a ello se le añade un sistema electoral con listas cerradas y bloqueadas, en las que el capricho de las cúpulas es más determinante que el mérito de las personas, se habrá cerrado un círculo perverso que, de manera ascendente, atenta contra el individuo, contra el propio partido, contra la sociedad toda y termina por corromper y dañar la salud ética de la Nación y la fuerza del Estado.

Tenemos a la vista un proyecto de Ley, de apariencia oportunista, promovido por el Gobierno para el halago de una minoría y la distracción de la mayoría de los problemas fundamentales que nos afligen, la nueva Ley del Aborto. Sin entrar en el fondo de la cuestión, la valoración del proyecto obedece más a los principios morales de cada cual que a sus intenciones de voto o militancia partidistas. A pesar de ello, el portavoz del PSOE en el Congreso, José Antonio Alonso, ha anunciado que, para la que Ley salga adelante, el PSOE «va a mantener la disciplina de voto».

Aunque, como decía Jacinto Benavente, lo malo de la conciencia es que suele estar cortada a la medida, lo que plantea el PSOE desborda los supuestos de la disciplina en un partido político para, al más viejo modo totalitario -¿no habíamos quedado en que «socialismo es libertad»?-, anula al individuo y le somete al interés del jefe de grupo. Así se traspasa la distancia que va de un partido a un rebaño. Algo que, además de ser anticonstitucional, resulta indigno de quienes suelen usar, para el prestigio propio y la descalificación ajena, la palabra libertad. Se supone que el PSOE alberga en sus muy pobladas filas a gentes de la más diversa procedencia cultural y moral. Habrá entre ellos creyentes e incrédulos y muchos entenderán la nueva Ley del Aborto como contraria al Derecho Natural y al buen sentido. Aún así deben votar con el Gobierno. Zapatero, más que un líder, es un pastor. ¿Quién será su perro preferido?

ABC - Opinión

ABORTO RESPONSABLE

La nueva ley busca la máxima informacióny asesoramiento para la decisión de la mujer

Les ha faltado tiempo a quienes se oponen a la despenalización del aborto por motivos ideológicos o religiosos, así como al PP, que ha anunciado un recurso de inconstitucionalidad, para lanzar sus dardos contra el proyecto de reforma de la ley que lo regula aprobado el jueves por el Gobierno. Y, sin embargo, todo su articulado tiende a crear las condiciones legales y sanitarias para que la siempre traumática decisión de abortar se haga con la máxima responsabilidad, disponiendo la mujer de información y asesoramiento suficientes para seguir adelante o para reconsiderar su decisión y volverse atrás.


Es difícil reconocer al Estado legitimidad para resolver el problema desde la legalidad si el aborto se contempla sólo como una cuestión de ideología o creencia, y no como un problema de libertad personal, que incide en la salud de la mujer y tiene una honda repercusión social. Es la posición de la Iglesia y de los llamados grupos provida. Su actitud es admisible como pauta de conducta propia, pero rechazable si pretende imponerse al resto de la sociedad e incluso al propio Estado.

El PP insiste en que no hay demanda social para una ley como la aprobada ayer. Pero es el mismo partido que, a raíz del escándalo de las clínicas del doctor Morín, en Barcelona, y del acoso judicial por parte de grupos provida a algunas clínicas que realizan abortos en Madrid, mantuvo la tesis de que la actual ley, vigente desde el año 1985, es un coladero. Si lo es, será porque es demasiado estrecha para recoger la realidad social; luego era necesaria una nueva regulación que diera salida a la demanda social del modo jurídicamente más seguro para la mujer y los médicos.

Más fundada es la crítica del PP al insuficiente consenso. Pero es una singularidad de la España democrática que las leyes modernizadoras en materia de moral y costumbres sean iniciativa de la izquierda y que la derecha política se oponga por principio, aunque luego termine por aceptarlas. El proyecto está en línea con las leyes vigentes en 20 países de la UE con Gobiernos de diverso signo.

Combina la nueva propuesta el aborto libre hasta las primeras 14 semanas de embarazo con el sistema de indicaciones por riesgo para la vida de la madre y por anomalías fetales hasta la semana 22ª, e incluso después en determinados supuestos, con la aprobación de un comité médico. Hay aspectos que deberán precisarse más. Que las menores de 16 y 17 años decidan (tengan la última palabra) sobre su embarazo no es incompatible con que se propicie la colaboración de los padres y el apoyo familiar.

A diferencia de la ley vigente, despenalizadora, la nueva aborda el problema del aborto en su integridad: no tanto en el marco del Código Penal como en el preventivo de una Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Y reconoce por fin que es la mujer, y nadie más, quien debe decidir sobre algo tan íntimo como su embarazo. Sin tutelaje de terceros, pero con toda la ayuda y asistencia necesarias.

El País - Opinión

PROVACACION ESPAÑOLISTA. Por Ignacio Camacho

FUE una provocación españolista. La culpa del bochorno de Mestalla la tiene en primera instancia la Federación Española por su anacrónico empeño de hacer sonar el himno nacional en lugar y momento tan impropios, y en segundo lugar el Rey Juan Carlos por no abdicar, ya que no del trono, al menos de su insostenible privilegio de presidir la final de la Copa que inexplicablemente lleva aún su nombre. Ante tan retadora arrogancia del nacionalismo español, las criaturitas allí llegadas desde el País Vasco y Cataluña no tuvieron más remedio que expresar su pacífica protesta en forma de abucheo, el modo más civilizado de hacerse oír que tenían a mano. Podían haber destrozado el estadio, lanzado objetos o quemado bengalas al uso tribal de cualquier afición futbolera, pero se limitaron a manifestar su ruidoso descontento ante la desconsiderada agresión a sus sentimientos identitarios. Fue una protesta sensata e irreprochable que muestra la diferencia de talante entre los ciudadanos de las nacionalidades oprimidas y la prepotencia hegemónica de las instituciones del Estado.

Si al lector le ha parecido este párrafo una ironía -que lo es- sepa que constituye el núcleo argumental exculpatorio de buena parte de la opinión nacionalista, incluso de cierto sector de medios que ha calificado de «ejemplar» el comportamiento del público de la final por el simple hecho de que, hermanado en el repudio de los símbolos españoles, no mostró la tradicional animadversión banderiza entre las hinchadas contendientes. Antes al contrario, simpatizaron la una con la otra en la solidaridad victimista ante el común opresor que organizaba el partido, dedicándose entre sí efusivas muestras de un amistoso respeto que excluía al mayoritario resto de conciudadanos que se sienten representados por su monarca y su himno, y que no encontraron un ápice de amparo, ni previo ni ulterior, de los directivos de los clubes finalistas ni de los dirigentes políticos de sus respectivas comunidades.

Más bien al contrario. Tanto los presidentes del Athlétic y del Barça como los de los gobiernos catalán y vasco -el molt honorable Montilla y el lendakari López, ambos de miembros un sedicente partido nacional español-, así como los responsables de las diversas formaciones nacionalistas, tenían pleno conocimiento de la minuciosa preparación de la algarada y del reparto masivo de silbatos que no eran para reprobar al árbitro. De sus bocas no salió en las vísperas del encuentro una palabra de temple, ni una petición de respeto, ni una declaración integradora. Y con posterioridad a los hechos, se desmarcaron más o menos vergonzantemente de condenarlos y los minimizaron cuando no se sumaron al elogio de la supuesta ejemplaridad de las aficiones. El cliente siempre tiene razón. Y esos chicos tan majos y ejemplares no se merecían una provocación de ese jaez en fecha tan señalada.

ABC - Opinión

LA REFORMA DEL ABORTO EXIGE UN MAYOR CONSENSO

La necesidad de una modificación de la actual Ley del aborto no debe llevar al Gobierno a aprobarla sin un amplio consenso de todas las fuerzas parlamentarias.

HAY QUIEN sostiene que la reforma de la Ley del Aborto, aprobada en 1985, no es una prioridad en estos momentos. Estamos en desacuerdo porque las laxas interpretaciones de la norma vigente han dado cobertura a una serie de abusos intolerables que han escandalizado a la opinión pública. Ahí está el caso de las clínicas del llamado doctor Morín, en las que se practicaba el aborto sin ningún tipo de controles, dándose el caso de mujeres que venían a España a interrumpir un embarazo de siete meses. Por ello, creemos que sí es urgente y necesaria esta reforma.

Ello no obsta para que estemos en desacuerdo con algunos aspectos sustanciales del proyecto de ley aprobado ayer por el Consejo de Ministros. En primer lugar y desde el punto de vista de las formas, nos parece un grave error la falta de consenso en torno a su contenido. El Gobierno ha optado por satisfacer a la izquierda y los colectivos feministas, pero ha suscitado el rechazo de amplios sectores de la sociedad española.


Entrando a analizar el fondo, el principal reparo que se le puede poner al proyecto del Gobierno es que rompe el equilibrio establecido por la doctrina del Tribunal Constitucional entre el derecho del nasciturus, que considera «un bien jurídico a preservar», y el derecho de la madre a decidir, que prima en la filosofía de la reforma del Ejecutivo.

Aunque el aborto es un mal a evitar y la Sanidad pública debería insistir en las campañas de prevención del embarazo, estamos de acuerdo con el establecimiento de un plazo de 14 semanas para que cualquier mujer pueda decidir sobre su maternidad, lo que pondría fin a bastantes abusos que la actual norma ha permitido.

Mucho más discutible nos parece la posibilidad de interrumpir el embarazo de la semana 14 a la 22 si «está en riesgo la vida o la salud de la embarazada o si hubiera graves anomalías en el feto». El concepto de salud es muy amplio e incluye el dominio de lo psíquico, por lo que el trámite parlamentario debería acotar este supuesto. Si ello no es así, existe el riesgo de que la reforma se convierta en un nuevo coladero, como ha sucedido con la vigente.

El proyecto del Gobierno establece también la posibilidad de abortar después de las 22 semanas en casos extremos de «anomalías fetales incompatibles con la vida o una enfermedad extremadamente grave e incurable». Será preceptivo un informe de un comité médico que lo acredite, dado que este supuesto sólo es aceptable éticamente en situaciones muy excepcionales.

El texto aprobado por el Gobierno permite abortar a las adolescentes de 16 años sin permiso paterno en un país en el que a esa edad se necesita autorización del progenitor para viajar, salir de noche u operarse de unas anginas. Es sencillamente algo que no tiene sentido, por lo que cabe suponer que el Ejecutivo ha incluido esta disposición para retirarla durante la negociación parlamentaria.

Por último, el proyecto sustituye la pena de cárcel de un año a las mujeres que abortan ilegalmente por una sanción de multa, una medida que podría ser correcta en términos generales pero que abre un espacio de impunidad a las madres que, por ejemplo, decidan acabar con la vida de su bebé unos días antes del parto.

El proyecto del Gobierno suscita el riesgo de dividir nuevamente a la opinión pública en el falso cliché de progresistas y conservadores, una estrategia que le ha venido bien en ocasiones a Zapatero pero que resulta muy peligrosa cuando estamos ante un asunto que requeriría el máximo consenso posible por la naturaleza de lo que está en juego: la vida.

El Mundo - Editorial

LOS PLANES FUGACES DE ZAPATERO>

VISTO lo visto, los tres planes estrella que Zapatero anunció en el pasado debate sobre el estado de la Nación eran medidas orientadas más a la propia salvación del Gobierno y a su supervivencia política que a paliar la gravedad de la crisis económica. De lo dicho por el jefe del Ejecutivo poco o nada se hará realidad en los términos anunciados. Ahora resulta que el tope de 24.000 euros brutos anuales que marcaba el límite para las deducciones en el IRPF por la compra de vivienda era una cifra aproximada y susceptible de ser revisada. La gratuidad de los ordenadores para los alumnos de 5º de Primaria tampoco será tal, sino que estará sujeta, al parecer, a los niveles de renta de la familia y dependerá, en todo caso, de la voluntad de las Comunidades Autónomas. El plan automovilístico de Zapatero de ofrecer 2.000 euros para la compra de un coche se quedará por el momento en sólo 500, después de que Comunidades como Madrid o Cataluña hayan dicho que no cofinanciarán la medida por tener ya en vigor otras alternativas. En apenas tres días, la promesa de Zapatero ha menguado un 75 por ciento. Entretanto, numerosas operaciones de venta de vehículos cerradas antes del plan se han roto o aplazado a la espera de que el comprador sepa a qué atenerse y si va a recibir o no la cantidad ofrecida por el presidente.

Da la impresión de que Zapatero juega con pólvora ajena y sus planes se construyen como castillos en el aire. Nada más lógico que el Gobierno hubiera consensuado antes sus medidas con las distintas Autonomías, sobre las que hace recaer el peso de sus propuestas con una ligereza impropia de quien está obligado a no defraudar las esperanzas con promesas de imposible o difícil cumplimiento.

Lo que ocurre es que si Zapatero y su Gobierno hubieran negociado con anterioridad con las Autonomías, el presidente no podría haber jugado la baza de la sorpresa en el debate sobre el estado de la Nación y el golpe de efecto no habría sido tal. Esto en política se llama oportunismo, que es una práctica que suele volverse en contra de quien la ejecuta, porque con cuatro millones de parados y una economía maltrecha los españoles no están para que se les distraiga con señuelos y guiños, sino para recibir realidades tangibles y no sujetas a la contienda política.

Es la estrategia de corto recorrido de un Gobierno obsesionado con ir salvando a trompicones su propia figura la que está dañando más la confianza colectiva. Poco les importa a los españoles quién ganó el debate, si Zapatero o Rajoy, porque lo que quieren y necesitan nada tiene que ver con la victoria, siempre subjetiva, que unos y otros se atribuyen al término de la batalla parlamentaria. Resultaría un sarcasmo que el Gobierno buscara el triunfo en el debate para mantener la figura del presidente y se olvidara de que aquí no cabe más mérito que el de la victoria conjunta de la sociedad frente a la crisis.

Zapatero habrá salido más o menos indemne de su batalla parlamentaria, peros sus planes se desvanecen a la misma velocidad que disminuye la confianza de quienes creyeron que las medidas anunciadas en el Congreso no estaban sujetas a la letra pequeña de un complejo y confuso libro de instrucciones.

ABC - Editorial

IMPROVISACION SOCIALISTA ANTE LA CRISIS

«Para el Ejecutivo socialista, lo esencial es el impacto propagandístico de su política económica y no su eficacia. En caso contrario, no se habrían tenido que aguar dos de las principales medidas en menos de 48 horas».

Hasta la fecha el Gobierno ya ha gastado tres cartuchos muy mediáticos pero escasamente efectivos a la hora de atajar la crisis: la rebaja de 400 euros en el IRPF, el programa de rescate de las entidades de crédito y el Plan E. Ninguno de ellos ha resuelto nada. Con los 400 euros Zapatero pretendía reactivar el consumo, variable que no ha dejado de caer a lo largo de 2008 y 2009. Con la adquisición de activos de bancos y cajas buscaba reactivar el crédito a familias y empresas y la sequedad del mismo no ha dejado de agravarse. Y con el Plan E ambicionaba poner fin al paro y hemos alcanzado las cotas más altas de nuestra historia.


Ante semejante currículum, lo lógico sería que Zapatero se retirara un tiempo a reflexionar sobre qué ha ido mal. Tal vez podría aprovechar las vacaciones para aprender la economía que no llegó a captar en las dos tardes que Jordi Sevilla le prometió. Pero no, el presidente del Gobierno prefiere perseverar en sus errores con un nuevo paquete de medidas estrella supuestamente destinadas a dar el empujón definitivo a nuestra economía: de fracaso en fracaso hasta la victoria final.

Claro que no resulta muy verosímil que las mismas políticas keynesianas que no han dejado de arrojar pésimos resultados una tras otras en nuestro país y en todos aquellos lugares en los que se ha implementado (que le pregunten a Japón con sus dos décadas perdidas) vayan ahora a ser ninguna panacea. Sobre todo cuando el déficit público amenaza con alcanzar el 10% del PIB este año en medio de las cada vez mayores reticencias de los inversores internacionales para adquirir nuestra deuda. Y es que aunque Salgado y Zapatero insistan –contradiciendo al defenestrado Solbes– en que España todavía tiene margen para gastar sin freno, tal extremo resulta cada vez más falso: si en 2007 la deuda pública equivalía al 40% del PIB, a finales de 2009 bien podría cerrar en torno al 60%.

Más endeudamiento público que, aparte de una hipoteca forzosa para nuestros hijos, sólo traerá menos crédito al sector privado. Los economistas denominan a este fenómeno "efecto expulsión" y, en efecto, pueden buscar en España una perfecta ilustración: un cada vez más insolvente sector público está expulsando del escenario a un cada vez más empobrecido sector privado.

Van siendo pocos quienes pueden cerrar sus ojos ante esta realidad, negándose a reconocer el embuste que han supuesto las diferentes iniciativas socialistas. Ayer tuvo que ser el presidente del Tribunal de Cuentas, Manuel Núñez, quien las cuestionara por su "escasa incidencia en la potenciación del crédito a las empresas o en el mantenimiento del empleo".

Ahora bien, Núñez parece creer que lo relevante para el Gobierno es la eficacia de sus medidas de política económica. En realidad nunca ha sido así; de otro modo debería haber reducido el gasto público y los impuestos, en lugar de subirlos, y liberalizar los mercados en lugar de proponer hiperregularlos. Para el Ejecutivo socialista lo esencial es el impacto propagandístico de tales medidas y su rentabilidad electoral, no que mejoren la vida de los españoles.

En otro caso nunca habrían lanzado tales propuestas sin haber sido antes consensuadas con quienes las tenían que aplicar; es decir, no se habrían tenido que aguar dos de las principales medidas en menos de 48 horas. Aparte de los nocivos efectos que, en caso de ser aprobadas, tendría cada una de ellas, la incompetencia e indefinición del Gobierno añade un elemento más a esta perfecta fórmula para la miseria: la incertidumbre legislativa.

Allí donde los ciudadanos no saben a qué normas atenerse, difícilmente podrán tomar decisiones a largo plazo (que son las necesarias para lograr una economía próspera y en crecimiento). Así, ante la posibilidad de que uno de los conejos que Zapatero se sacó de la chistera en las Cortes –consistente en conceder una ayuda de 2.000 euros para comprar un automóvil– se plasme definitivamente en un cheque contante y sonante, todos los consumidores que tenían pensado adquirir un automóvil han paralizado sus compras hasta que se aclare el futuro. ¿Consecuencia? Los fabricantes se han visto forzados a ofrecer descuentos aún mayores a los propuestos por el Gobierno para no encontrarse con unos stocks mayores a los que ya venían padeciendo.

Las ideas económicas improvisadas de Zapatero le han embarcado desde 2004, y especialmente desde 2007, en una senda intervencionista que no ha hecho más que agravar la crisis. Si a esa improvisación de ideas le añadimos la improvisación de formas y propuestas –como la exhibida en el Parlamento– sólo podemos obtener un cóctel realmente mortífero para nuestro país. Tal vez por eso, y no tanto por la burbuja inmobiliaria, se espere que nuestra economía sea una de las últimas del mundo en recuperarse. Con Zapatero en La Moncloa, parece que no lo hará nunca.

Libertad Digital - Opinión

TRES LIBERTADES. Por Olegario González de Cardeal

CADA siglo y cultura tienen sus palabras y cada palabra encuentra su despliegue dentro de una cultura o de un siglo. El siglo XVI y XVII tendrán la palabra experiencia, el siglo XVIII razón y naturaleza, hasta aplicar el adjetivo natural a toda una constelación de realidades: orden natural, ley natural, derecho natural... El siglo XIX gira en torno a las palabras historia y libertad en la perspectiva social y política frente a las monarquías soberanas, las actitudes dogmáticas o las oligarquías nacientes. El siglo XX ha radicalizado las búsquedas anteriores en torno a las mismas palabras pero lanzadas hacia la utopía de un futuro nuevo y de una sociedad construida sin referencia a la historia y a la naturaleza previa.

Logradas estas conquistas, tras las cuales ya no hay posible retorno, ¿cuál es la situación real de la libertad personal del hombre hoy? No hablamos de la libertad natural, que es la prerrogativa de los hombres a diferencia de los animales; y sin la cual la existencia no tendría ni dignidad real ni responsabilidad moral. Tampoco hablamos de las libertades civiles tal como están reconocidas en el ordenamiento jurídico de muchos países, aunque no en todos; pero cuando se ha conquistado una idea o un derecho para unos hombres esa idea y derecho quedan conquistados para todos y sólo es cuestión de tiempo el implantarlos jurídicamente con todas sus exigencias. Nos referimos a ese otro orden humano que se juega precisamente entre la libertad natural como presupuesto de toda acción del hombre y las libertades civiles como marco de realización y defensa.


Ser libre es el anhelo de todo hombre, pero ¿cómo llegar a serlo? Tres son los caminos y las formas de libertad. Una primera es la libertad de. Hay que pisar en la tierra para poder avanzar, pero a la vez para despegarnos de ella, tendiendo hacia lo que no es tierra, límite, fuerza ciega, violencia natural. Nadie ha mostrado este esencial despegue como Miguel Ángel en sus esbozos de esclavos, niños y héroes emergiendo de la materia marmórea en la cual están insertos pero de la cual tienen que ser arrancados y liberados. Lo humano no es lo inmediato y directo sino lo esforzado y distanciado; no la naturaleza sino la cultura. El hombre tiene que ser liberado de esos pesos reales, previo reconocimiento de ellos como fundamento de nuestra posibilidad. El reconocimiento y consentimiento son lo contrario del resentimiento; por ello, estoy afirmando que la conciencia y aceptación de nuestro origen son la condición de posibilidad para crecer sanos y llegar a la libertad verdadera

La liberación o emancipación tiene lugar respecto de tres órdenes: la naturaleza; los poderes políticos y constricciones sociales; el propio mundo psicológico de complejos y temores, de légamos y viscosidades. Desde esas circunscripciones, que son previas a la específica humanidad, tiene el individuo que saltar para hacer de su propia existencia un proyecto. Aquí hay que situar todos los movimientos de emancipación de los pueblos, grupos e individuos para adquirir el estatuto y estatura que les son connaturales por su historia, cultura y decisión. Hay límites de naturaleza que tienen que ser reconocidos y admitidos: luchar contra ellos equivale al suicidio. Pero todos los que siendo de origen natural o social son superables, esos tienen que ser deconstruídos por la educación, el derecho y la política.

Una segunda forma constituyente del hombre es la libertad con. Los hombres no somos islas sino trozos de tierra pertenecientes al continente de lo humano. No somos árboles erguidos en la soledad de un monte sino parte de un bosque que trenza sus raíces y ramas, ofreciendo ventalle y sombra. La existencia humana es naturaleza pero sobre todo es comunidad e historia, somos herencia y destino: llegamos a ser palabra, signo, lenguaje e idea en la medida en que el rostro, la sonrisa, la palabra y la esperanza del prójimo nos despiertan a la conciencia y a la libertad. Los otros constituyen al nos-otros, porque no somos la mera agregación exterior con los demás sino que nos constituimos los unos a los otros.

La libertad sólo es humana en la medida en que se vive en referencia a los demás. La autonomía es para el servicio, no para la independencia insolidaria. Kant y Rahner son necesarios e irrenunciables, pero son insuficientes si no dejan patente la abertura para integrar en la comprensión del hombre lo que Buber, Mounier, Levinas y Balthasar nos han descubierto e inscrito definitivamente en nuestra conciencia. Con esto no olvidamos todo lo afirmado en el párrafo anterior sobre las necesarias liberaciones y lo que sobre ellas dijeron en el siglo XIX Marx, Nietzsche y Freud. Pero no nos paramos ahí. San Pablo -¡que evidentemente no había leído los «Cuatro ensayos sobre la libertad» de I. Berlín!- formuló con incisiva claridad la necesaria liberación propia a la vez que la esencial solidaridad y responsabilidad para con el prójimo. En su carta a los Gálatas expresa con igual radicalidad el haber sido liberados de la ley judía y el deber de servir a los demás: «Para ser libres os libertó Cristo. Manteneos pues firmes y no os dejéis oprimir nuevamente bajo el yugo de la esclavitud... Hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero no toméis pretexto de esa libertad para servir a la carne, sino servíos por amor los unos a los otros» (5,1.13).

La tercera condición para una existencia en dignidad es la libertad para. Hasta ahora hemos enfocado al hombre en lo que le precede (naturaleza, sociedad, inconsciente propio o colectivo), a la vez que en el medio humano al que está destinado y respecto del cual debe sentirse siempre heredero, solidario y responsable, ya que se es hombre con los demás y para los demás. Pero una vez hecho esto cada uno nos encontramos en soledad ante nosotros mismos, ante el prójimo y ante Dios. En este despegue de la naturaleza y sociedad previas los hombres quedamos enfrentados con el irrenunciable desafío de vivir como personas únicas, en un lugar único, con la exigencia de hacer un quehacer y de la obra bien hecha. Ninguna sociedad, política, iglesia, cierran del todo el camino para el despliegue de la libertad de un hombre. Cuanto más le acosan desde fuera más le provocan a su afirmación desde dentro. El hombre es extraterritorial respecto de todos los poderes y límites de este mundo; puede ser negado, pero nunca anegado del todo. Ante sí mismo se sabe un absoluto y ante Dios se sabe llamado con su propio nombre y enviado a una misión personalísima. Aquí es donde cristaliza definitivamente la libertad. El ciudadano, el político, el creyente y el poeta se saben puestos ante una misión de la que nadie los puede liberar y de cuyo cumplimiento dependen su grandeza o miseria moral.

Estas tres libertades son inconmensurables entre sí: cada una de ellas tiene sus contenidos y requieren un método propio para ser alcanzadas pero no pueden vivir separadas. Cada hombre y cada generación se sentirán llamados a conquistar en primer lugar una u otra: la libertad de, como independencia, liberación, emancipación; la libertad con, como herencia, comunidad solidaridad; la libertad para, como personalización, destino único, misión histórica.

Los distintos tipos de liberaciones deben ser comprendidas y juzgadas a esta luz. Los adalides de cada una de ellas nos desbrozan e iluminan un territorio de lo humano; pero las tres son igualmente necesarias, viven referidas entre sí y deben interaccionarse.

La verdadera cultura y la virtud cívica abarcan al hombre como individuo en su contexto particular, como ciudadano responsable en la sociedad y como persona con un destino único. Sólo en esta suma de ideales colectivos y de virtudes personales, de acciones sociales y de instituciones escolares, se logra una educación a la altura del tiempo, solidaria con la comunidad y al servicio del valor sagrado de cada persona.

ABC - Opinión

Conferencia de Prensa de José Domingo y Antonio Robles el 15 - 05 - 2009

Albert Rivera deja de ser presidente del Grupo Mixto del Parlamento autonómico de Cataluña.

Europa Press: Los disidentes de C's unen fuerzas y "cesan" a Rivera

e-notícies: Rebelión interna contra Rivera

lavozdebarcelona.com: Rivera deja de ser presidente del Grupo Mixto del Parlamento autonómico

La Vanguardia: Los diputados y ex militantes de C's echan a Rivera de la presidencia del Grupo Mixto en el Parlament

El País: Dos de los tres diputados de Ciutadans se unen para destronar a Rivera