domingo, 1 de marzo de 2009

Resultados elecciones gallegas y vascas


Franco inventó la memoria histórica. Por Natalia Junquera

Exhumación de cuerpos de presos franquistas
El dictador encargó censos de desaparecidos y exhumaciones desde 1936. El BOE prueba su preocupación por honrar (sólo) a su bando

La Ley de Memoria Histórica la inventó un dictador, Francisco Franco, cuando sólo era un general golpista. No la llamó así, pero no hay, en el texto arrancado con esfuerzo a las fuerzas democráticas en 2007, nada que el Caudillo no hubiera hecho 70 años antes. Fue Franco el primero en pedir un censo de desaparecidos de la guerra; el primero en encargar a un grupo de expertos un protocolo de exhumación, y el único en preservar por ley las fosas comunes para que no se construyera sobre ellas. Todo únicamente para las víctimas de su bando.


Así se lee en la fuente más fiable posible, al menos, la más oficial. Múltiples leyes, decretos y órdenes publicadas en el Boletín Oficial del Estado dan cuenta, desde casi el principio de la contienda, en 1936, de la preocupación de Franco no ya por ganar la guerra, sino por honrar a sus víctimas. Así lo han constatado cuatro investigadores de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) tras dedicar más de 400 horas a bucear en una fuente tan generosa como inabarcable. "Sólo hemos podido arañar el BOE analizando algo más de 3.000 páginas", reconoce Carlos Agüero, coordinador de la investigación.

Franco vigiló que todas sus víctimas fueran inscritas en un censo de desaparecidos o fallecidos acompañando las palabras "muerto gloriosamente por Dios y por España". Y quiso atender "tan justas aspiraciones de los familiares de aquellos que gloriosamente cayeron víctimas de la barbarie roja"; esto es, recuperar los cuerpos de las fosas comunes donde yacían.

Para llevar a cabo la "piadosa finalidad" de devolver a las familias los cadáveres de sus seres queridos, una ley de mayo de 1939 facultó a los Ayuntamientos para no exigir los impuestos que "gravan las inhumaciones, exhumaciones y traslados de cadáveres víctimas de la barbarie roja", obedeciendo a "la verdadera necesidad de rendir el postrero homenaje de respeto a los restos queridos de personas asesinadas en circunstancias trágicas o muertas en el frente y cuyo enterramiento se ha verificado muchas veces en lugares inadecuados". Otra orden de 1940 publicaba el "modelo de acta de exhumación" que había elaborado su comité de expertos, en este caso, el Consejo General de los Colegios Oficiales de Médicos. El protocolo de exhumación incluía la expropiación temporal de un terreno cuando los restos se hallaran en fincas privadas y la declaración del lugar de "tierra sagrada".

Además, en abril de 1940, el Ministerio de la Gobernación ordenó a todos los Ayuntamientos que adoptaran "medidas que garanticen el respeto a los lugares donde yacen enterradas las víctimas de la revolución marxista". Y explicaba: "Con el fin de evitar posibles profanaciones y guardar el respeto debido a los restos sagrados de los mártires de nuestra Cruzada, los Ayuntamientos acotarán y cerrarán, de modo provisional, pero que reúna las precisas garantías de seguridad, aquellos lugares en donde conste de manera cierta que yacen restos de (...) asesinados por los rojos".

Y para los casos en que nada de lo anterior fuera suficiente, Franco estableció medidas drásticas: "Para defender este camposanto (Paracuellos)", recordaba un decreto de marzo de 1951, "fue desviado en 1941 el torrente de San Miguel, afluente del río Jarama, y se llevó a cabo una variante de la carretera provincial de Barajas a Fuente el Saz".

Quiso preservar (y lo logró) los lugares donde yacían sus muertos para que pudieran ser devueltos a sus familias. Mientras, muchas de las fosas de republicanos eran sepultadas para siempre por autovías y edificios. Y concedió, desde 1936, generosas pensiones vitalicias a sus viudas, algo que las esposas del bando enemigo no lograron hasta 1979. "Hemos encontrado pensiones de más de 1.200 pesetas, un fortunón para la época, y eso, en la España de la posguerra, generó unas élites de vencedores, poderosas y ricas", afirma Agüero.

Para Emilio Silva, presidente de la ARMH, esta investigación derriba la tesis de que Franco diera un "golpe espontáneo" porque "comienza a legislar desde el primer momento" y demuestra lo "absurdo" del debate sobre la ley de memoria: "quienes decían que habría que reparar a los dos bandos deberían haber sabido que uno de ellos se autorreparó durante años". Silva lamenta no haber podido investigar más. "Hemos gastado más de 1.000 euros en las consultas al BOE. Prefiero usar ese dinero para ayudar a familiares a recuperar a los suyos". Como hizo Franco.

La factura de la guerra

Franco fue tan generoso con las víctimas de su bando como cruel con las del contrario. Mientras concedía "medallas al sufrimiento por la patria" y pensiones vitalicias a unos, vaciaba por completo las casas de otros. Primero, de gente, llevándose a padres y maridos republicanos a cárceles o fosas comunes. Y después, de todo lo que les quedaba, arrebatando a los supervivientes su profesión y sus bienes. De hecho, lo uno hubiese sido imposible sin lo otro.

Franco empezó a conceder ayudas y pensiones a sus víctimas en 1936. ¿De dónde salía el dinero? En 1937, Franco estableció por ley el procedimiento para la incautación de "bienes pertenecientes a las entidades de carácter político", esto es, todos los partidos e instituciones democráticas. Después lo hizo familia a familia. "Se juzgó incluso a personas ya muertas para poder requisar sus bienes y pagar la factura de la guerra", asegura Emilio Silva, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.

Todo eso está también en la investigación sobre el BOE: "Las comisiones depuradoras", las "incautaciones", las "requisitorias" convocando a cientos de personas ante el juzgado más cercano; las partidas para mantener los abarrotados "campos de concentración"... "Por eso le enviamos el informe a Garzón", afirma Carlos Agüero, coordinador de la investigación. "Era la prueba más contundente e inapelable de la feroz represión de Franco".

El País

Ha muerto Pere Rubianes. Tanta paz lleve como aquí deja.



Proverbio árabe: Sientate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo.

El interventor. Por Ignacio Camacho

LA mayoría de los dirigentes del PP se dividen actualmente en dos grandes grupos: los que quieren matar mañana a Rajoy y los que prefieren esperar a junio. Luego hay una pequeña tercera facción, compuesta por el propio Rajoy, que no está dispuesto a entregar su cabeza. Cuenta para resistir con que a los adversarios les falta unidad y sobre todo un liderazgo; él no es que tenga mucho pero como está solo unidad le sobra. Y tiene la piel de elefante. Si esta noche sale vivo del escrutinio de votos, y no digamos si gana en Galicia, desactivará al primer contingente de conspiradores y tomará importante ventaja sobre el segundo.

Días atrás se fue a comer con Rodrigo Rato, al que los críticos ven como una esperanza para frenar a Gallardón, vencedor más que probable en unas primarias o un congreso abierto, pero cuyo triunfo dejaría demasiadas heridas y algún cadáver significativo. Rajoy sabe que su antiguo colega en el Gobierno Aznar descarta por completo la confrontación y sólo se plantearía regresar ante una crisis de «silla vacía». «Quiero que sepas que no me voy a ir», le dijo para zanjar expectativas, y el otro respondió de la misma manera: «Y yo quiero que sepas que no voy a volver». Como ambos llevan muchos trienios en política no necesitan explicarse que en su oficio jamás quiere decir por ahora y nunca significa todavía. Pero Rato se ha hecho ver yéndose de interventor electoral al País Vasco, gesto de generoso compromiso partidario que los intrigantes han visto como un guiño de esperanza. Con minúscula, con minúscula.

Para tumbar mañana mismo a Rajoy, los impacientes necesitan que hoy se produzca una catástrofe electoral. Las encuestas vaticinan que en Galicia se va a ventilar el resultado por un puñado de votos y que en el País Vasco el PP, aun perdiendo algún escaño, puede quedar en posición decisiva para desalojar a Ibarretxe. Con ese panorama el gallego pretende aguantar. Camps ya le ha abandonado en su fuero interno, sobre todo después del calvario insidioso que le están haciendo pasar las filtraciones de Garzón, de las que culpa a la debilidad de la dirección nacional; pero aún no se le ve decidido a atacar en campo abierto, y Arenas prefiere aplazar el debate como mínimo hasta junio. Gallardón parece haber aprendido a esperar, y el Cid Rodrigo medita viéndolas venir en el exilio dorado de un banco de inversiones. Si hubiese vuelco en Galicia los cuchillos no sólo tendrán que volver a las vainas, sino que podrían brillar en las manos de los vencedores.

Así las cosas, y a menos que el interventor se avenga a intervenir antes de tiempo, está por ver que el sucesor de Rajoy haya aprobado aún la selectividad. Aunque lo que realmente importa saber es si el que va a echar a Zapatero ha terminado el bachillerato.

ABC - Opinión

El dolor de Quintana. Por Alfonso Ussía

Decía el gran Santiago Amón, que las ilusiones de los paletos siempre van de la mano de la pretensión y el arribismo social

Quintana es apellido y topónimo, raíz humana y sitio. Los Quintana son asturianos, montañeses, altocastellanos y catalanes en su mayoría. Y los topónimos se extienden por Asturias, La Montaña de Cantabria, las dos Castillas, Extremadura y Andalucía. Siguiendo la perversa norma nacionalista de despreciar a los de fuera, Quintana es a Galicia lo que el obispo Blázquez –«un tal Blázquez» según Arzallus–, al País Vasco. Existe una diferencia. Quintana nació en Galicia y es gallego, y abusa del nacionalismo de los llegados de otras partes. Ahí tenemos al catalanista Thierry Henry, que es un francés proveniente de África que ha vivido en Inglaterra muchos años antes de anclarse en Barcelona y ha decidido que Cataluña no es España con la misma autoridad que uno tiene para determinar que Thierry Henry es tonto del antifonario, la forma sutil de escribir que es tonto del culo.


Los nacionalismos cansan y embrutecen. Víctor Manuel, el juglar asturiano que fue comunista y más tarde socialista después de haber cantado una bellísima balada en honor y homenaje a Franco, se ha sumado a un movimiento cultural astur que promueve la implantación del «bable» como idioma oficial en el Principado. La supina majadería cuenta con el apoyo y las firmas de grandes intelectuales asturianos, como el propio Víctor Manuel, y los futbolistas Villa y Cazorla, grandes estudiosos de los dialectos astures. Estudiosos de verdad del «bable», y autores de un «Diccionario Español-Bable Bable-Español» fueron el abuelo y el padre de Rodrigo Rato, que rindieron un homenaje de singularidad a su tierra sin pretensiones de establecer sus dialectos de aldea como el más adecuado entre los asturianos. El «bable» varía según un valle lo separa del vecino, y donde en la solana se habla de una manera y en la umbría de otra. Pretender que el «bable» sea reconocido como un idioma oficial supera a la más alta necedad. De ahí, podríamos pasar al «panocho» murciano, pero en Murcia no han proliferado todavía las tonterías de los nacionalismos.

Anxo Quintana es un gallego sin raíces galaicas, y en ese sentido no tiene por qué ser discutido ni desplazado. Cada uno es de donde nace y se educa, y si después de nacer y educarse en un sitio se quiere ser de otro, hay plena libertad para hacerlo. Aquí, el firmante, se considera cántabro en la vida y andaluz en la escritura, y no hay ley que me lo impida. El dolor de Anxo es otro. Ha sido sorprendido navegando en un prodigioso balandro, propiedad de un constructor que se beneficia de las licencias que Quintana concede. Decía el gran Santiago Amón, que las ilusiones de los paletos siempre van de la mano de la pretensión y el arribismo social. «A un paleto le gusta más el barco de un rico que a un tonto una tiza». Gran dolor el de Anxo. Creyó navegar en el mejor, y resulta que Fernando Fernández-Tapias, naviero gallego, se ha construido un barco, el «Nufer II», con más de sesenta metros de eslora y que le ha costado cuarenta millones de euros. Eso no se le hace a Anxo Quintana, que presumía de haberse sentado en la mullida popa del mejor barco de Galicia. Además, Fernández-Tapias, empresario listísimo, puede presumir de ser un gran anfitrión, no como Jacinto Rey, que tenía a Anxo Quintana a palo seco en el poperío del balandro. Las elecciones han pasado a segundo plano. Quintana sólo desea ser invitado al «Nufer II». Y a Fernández-Tapias, la energía eólica del futuro.

La Razón - Opinión

Entre lo malo y lo peor. Por Emilio Campmany

En el libro de estrategia del nuevo PP se puede leer: "Gallardón dice: es sabio el general de derechas que finge ser un poco de izquierdas porque a él, además de votarle la derecha, que no tiene a otro a quien votar, también le vota parte de la izquierda y así vence en todas las batallas electorales". Esta estrategia es mucho más que un recurso táctico para ganar elecciones. Exige ser tibio con los nacionalistas, poner en práctica políticas socialistas y en definitiva renunciar a los principios que informan a un partido de derecha nacional, que es lo que hasta hace poco era el PP. Una victoria así lograda es peor que una derrota.

Vengo sosteniendo que a este gallardonizado PP le pasa lo que a algunos matrimonios, que para que las cosas puedan ponerse bien (volver a ser lo que fue) es necesario que primero se pongan muy mal (perder elecciones). En vez de que tenga que ser la derrota en las generales de 2012 la que provoque la catarsis, es preferible que ésta llegue antes, tras perder las gallegas y vascas, primero, y, si esto no fuera suficiente, las europeas en junio.

El editorialista de El Mundo entiende que lo urgente es desalojar a Touriño y por eso conmina al elector del PP a que vote a Feijóo y espere a otras elecciones, pensando en las europeas, para castigar la tibieza de Rajoy. Modestamente, creo que se equivoca. Feijóo es gallardonismo quintaesenciado. Su victoria en Galicia sería, no una victoria de Rajoy, sino de Gallardón. Si de lo que se trata es de castigar la gallardonización del PP, el momento adecuado para hacerlo son las elecciones gallegas, no las europeas. Precisamente, Mayor Oreja, el candidato de las europeas, encarna como ninguno todo lo que se opone a este PP tibio y melifluo. Si Feijóo gana en Galicia, como desea El Mundo, y Mayor Oreja pierde las europeas por haber el electorado crítico del PP seguido su consejo y esperado a ese momento para castigar a Rajoy, ¿cuál será el mensaje del electorado? Exactamente el contrario del que quiere enviar: el gallardonismo gana elecciones y los principios las pierden. La concurrencia de los dos hechos, victoria de Feijóo y derrota de Mayor Oreja, constituirá un gran triunfo del gallardonismo, que será imposible desalojar antes de 2012.

Me hago cargo de cuán duro puede ser para un elector gallego del PP tener que aceptar que la única posibilidad de que el partido se regenere a corto plazo pasa por ayudar a que Touriño y Quintana gobiernen cuatro años más en Galicia. También lo es tener que pedir desde estas páginas que se vote a cualquier otro partido que no sea el PP. Pero así están las cosas. Antes que Galicia, está España. Y España necesita que el PP vuelva a ser el partido nacional que dejó de ser hace un año. Y para eso, diga lo que diga el editorialista de El Mundo, lo mejor que le puede pasar a la nación es que el PP pierda en Galicia. Así de triste, así de simple y así de duro.

Libertad Digital - Opinión