lunes, 29 de junio de 2009

Fatiga de materiales. Por Ignacio Camacho

NO hace ni tres meses desde que Zapatero remodeló el Gobierno y ya tiene de nuevo varias piezas averiadas. Algunas van a aguantar porque no es de recibo una crisis al trimestre, pero otras están a punto de fundirse. La más importante es Chaves, que lleva en el ala el plomo de una perdigonada seria. El escándalo de la subvención a su hija le va a costar, más pronto que tarde, la retirada de la política. El asunto tiene una traza tan indefendible que fuera de Andalucía no hay un solo socialista de relieve capaz de justificar en privado al vicepresidente. Y no es que en público estén dando la cara; más bien lo han dejado solo con sus pláticas de familia. Chaves está en las horas más bajas de su larga carrera. Se ha dado cuenta de que su cartera está vacía, su influencia es irrelevante y en las autonomías que se supone debe coordinar no le hablan ni las máquinas de tabaco. En la patética comparecencia del Senado, la de los siete intérpretes, se le vio el cartón cuando anunció como telonero una gira territorial de Elena Salgado; la que él efectuó al estrenar el cargo no sirvió ni siquiera para vestir el muñeco roto de su inoperancia.

Zapatero lo va a sostener el tiempo que pueda porque ya tuvo que entregar la cabeza de Bermejo, aunque alguna carnaza les va a tener que echar a los leones de la oposición para que se entretengan royéndola. La que tiene más papeletas es la de Alberto Saiz, el jefe de los espías, que no está en la primera línea. No ha caído ya porque un tipo con su información es un bidón de nitroglicerina con patas y hay que moverlo con muchísima delicadeza. Pero la forma en que el presidente le respaldó -«tiene mi apoyo mientras esté en el cargo»- es la modalidad más gélida del distanciamiento. Tardará en salir lo que dure el trabajo de la trituradora de papeles secretos.

A estas alturas, con la crisis descargando aguaceros, el PP crecido, los nacionalismos rebotados y el presidente ensimismado en sus horas más bajas, el puesto de ministro es tan inestable como el de comercial inmobiliario. A Bibiana Aído la mantiene el apoyo de los tardochavistas andaluces y el propio descalzaperros que ha organizado con la ley del aborto; le han encargado que saque la pata que ha metido. Cristina Garmendia es una zombie a la que ZP no se priva de hacerle feos. Carmen Chacón ha perdido el encanto gaseoso de sus primeras puestas en escena y anda tropezando por los pasillos de la milicia. Fuera del Gobierno, Leire Pajín siente en la nuca el aliento de Pepe Blanco. En Madrid brillan cuchillos en torno a Tomás Gómez, y en La Mancha ha comenzado el cerco a Barreda, que ha perdido las europeas después de haber discrepado públicamente de algunas ocurrencias del zapaterismo.

A sólo quince meses de su última victoria, la socialdemocracia está afectada por la fatiga de los materiales y se sostiene apuntalada por los sindicatos.

ABC - Opinión

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