jueves, 28 de mayo de 2009

ZP FORCE ONE. Por Ignacio Camacho

SÍ es relevante. Claro que es relevante. Tanto que el ruido de la turbina del Falcon presidencial ha atronado la atmósfera de la campaña, por más que el PSOE -¿quién es Leire Pajín para decidir lo que es noticia y lo que no?- trate de ponerle sordina para mitigar la repercusión del escándalo. Simbólico, pero escándalo. Un escándalo que en cualquier democracia anglosajona, de ésas en las que rige un puntilloso puritanismo sobre la malversación de los bienes públicos, hubiese tenido grave trascendencia política.

El asunto del Falcon que Zapatero utilizó para acudir a un mitin en Sevilla es relevante por dos razones sustanciales. La primera por lo que tiene de profunda contradicción con el discurso de economía sostenible que el presidente pronunció en ese mismo escenario. Mal casa el mantra de las energías alternativas con el caprichoso uso de un avión militar para un desplazamiento rutinario. El humo de ese queroseno derrochado envuelve la palabrería oficial en una nube de oscura hipocresía. La política contiene un esencial elemento pedagógico con el que la dirigencia pública está obligada a dar ejemplo. Y el ejemplo del «ZP Force One» es el de un desaprensivo despilfarro de dinero, de combustible y de arrogancia.

La segunda razón se relaciona con la separación de la esfera oficial y la particular, tantas veces menospreciada en un país donde se tiende a confundir el Gobierno con el partido que lo sustenta. El presidente lo es a tiempo completo, pero su actividad está sometida a una discriminación necesaria que él mismo debe evaluar en función de un criterio de delicadeza. Nadie le habría reprochado utilizar su automóvil reglamentario, aun siendo de titularidad pública. Es cuestión de matices: el jefe del Gobierno no tiene que ir en taxi a un acto del Partido Socialista. Pero los aviones de la Fuerza Aérea sólo están a su disposición para aquellos viajes en que lo requiera, por razones de urgencia o de importancia, su responsabilidad de Estado. Y no parece que tenga que ver con eso la asistencia a un mitin electoral... o el acompañamiento de unas hijas a un curso de verano.

Esta clase de cosas se somete a un escrutinio estricto y riguroso en países que han desarrollado un fuerte sentido ético del hecho democrático. Y no sirve de excusa que otros lo hayan hecho antes -Aznar lo ha desmentido por escrito- de igual modo. Si lo hicieron, mal hecho está. Pero los criterios de integridad pública no los establece el comportamiento de los demás, sino el de uno mismo. Y el del presidente está en entredicho por concederse a sí mismo un privilegio inaceptable que contraviene sus huecas retóricas de falsa moralidad política.

ABC - Opinión

2 comentarios:

Anónimo dijo...

hay cosas que aprender de la pérfida albión, como las denuncias por malversación de fondos, abuso de poder, engaño a la ciudadanía, entre otras.
y eso que no soy forofa de este paía, pero me voy desforofando del mío propio a golpe de veneno de alien.
indi

Anónimo dijo...

país, que no paía (se siente)