domingo, 3 de mayo de 2009

UN LORD EN CANDELEDA. Por Ramón Pérez Maura

Cuando Esperanza Aguirre visitó la Cámara de los Lores, siendo ella presidenta del Senado español, se hizo acompañar durante la gira por su amigo lord Garel-Jones. Tristan Garel-Jones era desde hace tiempo blanco de las críticas del ala euroescéptica de los conservadores -sin duda la muy mayoritaria- y quizá por ello era considerado un heterodoxo en su partido. La presidenta Aguirre pidió a lord Garel-Jones que le presentase a la baronesa Thatcher. Ya con Thatcher, y para zaherir a su amigo, Aguirre le preguntó «Do you think Tristan is a true Conservative?» (¿Cree que Tristan es un verdadero conservador?) Ante lo que Thatcher se irguió y exclamó: «Yes! Tristan is one of us!» (¡Sí! ¡Tristan es uno de los nuestros!).

La carrera política de este galés (Gorseinon, 1941) que pasa los fines de semana en Candeleda (Ávila) recibiendo personalidades europeas de todos los ámbitos está circunscrita a las filas del Partido Conservador, del que llegó a ser Deputy Chief Whip (el verdadero jefe del grupo parlamentario) durante nueve años de los Gobiernos de Thatcher y ministro de Asuntos Europeos y Latinoamérica con la propia Thatcher y John Major, el que fue quien le puso Candeleda en el mapa a los británicos. La vida posterior al Gobierno ha sido para Garel-Jones la de un ejecutivo de enorme éxito. Alto cargo de UBS en Londres, consejero en España de Vodafone, Iberia, y Acciona -entre otras- cuando se le pide una tarjeta de visita gusta entregar la de la prestigiosa revista «The Spectator» en la que ostenta el cargo de Taurine correspondent, corresponsal taurino.

El día de 1990 que se supo que Thatcher tenía que someterse a una segunda votación por el liderazgo del partido, la mitad del Gobierno se citó en casa de Garel-Jones a las 22,30. En cinco minutos se había decidido que era necesario sustituirla. Durante horas escogieron el sucesor. Un inmenso cuadro en el comedor de su casa en Catherine Place reproduce aquella escena que algunos tildaron de conspirativa.

Thatcher siempre le consideró leal: en cuanto amaneció, Garel-Jones la informó de todo lo hablado en su casa la noche anterior.

ABC - Opinión

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