domingo, 24 de mayo de 2009

CUANTO MAS NOS JUGAMOS EN EUROPA, MENOS NOS INTERESA


El próximo junio 375 millones de europeos estamos convocados a las urnas. Se elegirá a los diputados de la Eurocámara con más poder de su historia, pero el fantasma de la abstención sobrevuela sobre los comicios.

LA VISIÓN del Parlamento Europeo como un cementerio de elefantes está tan extendida entre los ciudadanos como alejada de la realidad. Pero quienes han engordado esta impresión son los mismos políticos que hoy se lamentan por el fantasma de la abstención que sobrevuela de cara a las inminentes elecciones de junio. Todos los sondeos apuntan a que la participación en las urnas en los 27 países de la UE estará muy por debajo del 45% de la anterior convocatoria.


Paradójicamente, cuando menor es el interés por las instituciones comunitarias, mayor importancia tienen en la vida cotidiana de cada uno de nosotros. Es el caso de la Eurocámara, donde en la actualidad se debaten y se aprueban las grandes leyes sobre universidades, comunicación e investigación, por citar sólo algunas materias, de todos los países de la UE. Otros asuntos fundamentales como la lucha contra la discriminación, el terrorismo y el control migratorio tampoco se deciden hoy en los parlamentos nacionales, sino en Europa. Y si, como está previsto, el año próximo entra al fin en vigor el Tratado de Lisboa -sólo falta que lo ratifique Irlanda-, la Eurocámara asumirá competencias mayores aún.

Pese a los tropiezos y cierto encallamiento, la construcción europea sigue avanzando. 375 millones de ciudadanos tienen en sus manos del 4 al 7 de junio la elección de los 736 diputados -50 españoles- del que será el Parlamento Europeo con más poder de su historia. Sin embargo, una gran abstención conlleva un serio riesgo de que la fuerza de los euroescépticos y de los más radicales sea también mayor que nunca. En Estrasburgo lo que cuentan son las alianzas entre familias políticas, y es fácil imaginar las consecuencias de que la llave de los acuerdos esté en manos de partidos de extrema izquierda o derecha.

El desinterés por estos comicios se agranda en la actual coyuntura de crisis económica, que refuerza la frustración de los ciudadanos hacia la política. Sin embargo, con una recesión brutal y más del 8% de la población activa europea en el paro -en España, más del doble-, resulta imprescindible un Parlamento fuerte que impulse la cooperación de los europeos frente a la crisis.

Culpables del escaso interés en Europa son, en buena medida, las instituciones, incapaces de hacer un mínimo ejercicio de pedagogía para explicar lo que la UE representa en 2009. Pero especialmente irresponsable resulta que los partidos basen toda su estrategia de campaña en hablar de asuntos domésticos, sin prestar atención a lo que se dilucida en estas elecciones: el futuro de Europa. En nuestro país, lo volvimos a comprobar ayer. En sus dos grandes mítines, Zapatero y Rajoy dedicaron todo su tiempo a echarse los trastos a la cabeza por la gestión de asuntos nacionales, como el episodio de la gripe A en el cuartel militar de Hoyo de Manzanares. Sus propuestas sobre la UE brillaron por su ausencia.

Hablar de Europa no significa ignorar los graves problemas nacionales, pero hace un flaco servicio a la democracia que toda la campaña se pierda en batallas retóricas partidistas. Además, pese a todas las limitaciones, insuficiencias y defectos de la UE, hoy por hoy nuestro bienestar pasa por hacer realidad el sueño de Schuman y Monnet: una Europa más democrática, pacífica, más próspera y, sobre todo, unida.

El Mundo - Editorial

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