martes, 31 de marzo de 2009

Lo peor para España no ha llegado todavía

El iluso de Zapatero está recuperando el optimismo porque Obama dice que lo peor de la crisis ya ha pasado y porque algunos expertos afirman que la luz ya se divisa por el horizonte. Pero ZP no sabe que a España, por su culpa, le queda pasar lo peor: la soledad en la pobreza y el retroceso, un drama que llegará cuando la crisis ya no sea un drama mundial sino el pozo donde retozan las economías débiles que no supieron tomar a tiempo las medidas adecuadas, una humillación que llegará cuando todos los países de nuestro entorno con los que competimos recuperen riqueza y empleo, menos España.

Zapatero se niega a bajar los impuestos, a tomar medidas correctoras eficaces y a cambiar de modelo económico, confiando solo en que la economía mundial se recupere y los demás países tiren del carro y arrastren a España. Cree que después de la crisis volverá a funcionar el Estado como él lo concibe, basado en el predominio del Estado sobre el ciudadano y la sociedad civil, con el gobierno como gran administrador de la riqueza y con dinero casi ilimitado para el sector público. Sin embargo, se equivoca porque la sobreabundancia en la que se ha desarrollado su mandato tardará décadas en llegar, si es que algún día regresa.

Zapatero se niega a reconocer que el Estado nunca crea riqueza y solo la reparte, tras habersela arrabatado a los ciudadanos y a las empresas a través del Fisco. Para colmo de males, se niega a asumir que, aunque los demás países salgan de la crisis y recuperen la prosperidad, España se quedará, necesariamente, estancada. Del carro de España no podrá tirar nadie porque la economía española está descoyuntada, sin motor y sin ruedas.

Estados Unidos se recuperará, al igual que Alemania, Japón, Francia, Gran Bretaña, Italia y casi todos los países desarrollados, pero España no podrá hacerlo porque no tiene en qué apoyarse para generar empleo y riqueza. Durante las dos últimas décadas, España ha sido un "monocultivo" dedicado al ladrillo, pero el ladrillo, con casi dos millones de pisos en la "recámara", es inviable en España y lo seguirá siendo al menos durante dos décadas más.

Recuperaremos el turismo y venderemos de nuevo coches y productos agrícolas, pero, ante la inexistencia de un motor próspero que cree riqueza y empleo, el número de parados seguirá siendo cercano a los cinco millones y el crecimiento de la economía española será mucho menor que el de sus competidores.

Es cierto que Zapatero, en el año 2012, cuando se enfrente de nuevo a las urnas, ante una economía mundial en crecimiento y una española estancada, jurará que la recuperación de España está ahí, a la vuelta de la esquina, pero será una nueva mentira porque España, si no crea con urgencia un sector económico próspero y competitivo que sustituya al ladrillo como motor, no tiene base alguna para recuperarse y tendrá que aprender a convivir con las masas de parados y pobres, retrocediendo en su convergencia con Europa.

Cuando esa realidad llegue, nos golpee y descubramos que el gobierno de ZP no hizo nada para cambiar el modelo económico, para encontrar un motor que sustituyera al ladrillo, nos tiraremos de los pelos y comprobaremos que la receta del "gasto público" empleada por Zapatero contra la crisis era una estafa improductiva, una especie de parche inútil que lo único que logró fue endeudar a España para el resto del siglo XXI y para anclar al país en el desempleo crónico y la pobreza.

Es hasta posible que Zapatero logre convencer a la torpe, confundida y esclavizada sociedad española y que consiga ganar de nuevo las elecciones del 2012, con la ayuda de una oposición de derechas lamentable e idiotizada, pero su victoria será la peor de las derrotas para España, que entonces, como ahora, no necesitará a un engañador inútil al frente del gobierno sino a un tipo duro, íntegro y con agallas, que sea capaz de inyectar ética en el sistema, de limpiar la cochinera española de corrupción, de adelgazar al Estado con una dieta de caballo, de mandar al paro o a la cárcel a los miles de chorizos y despilfarradores incrustados en las administraciones públicas y de recuperar valores pisoteados por la "progresía" zapaterina, como el esfuerzo, el sacrificio, la honradez, la cooperación en torno a objetivos comunes y el orgullo de ser español.

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