viernes, 21 de noviembre de 2008

La propaganda según zapatero. César Alonso de los Ríos

El secreto de la propaganda de José Luis Rodríguez Zapatero es llevar la mentira a un grado tan escandaloso, tan provocador, tan desvergonzado, tan agresivo, tan insultante para la inteligencia, que termina por crear una realidad nueva.

Ejemplo uno. Al sentirse aludido por la prohibición de las emisoras de Vocento y la Cope en Cataluña y por los comportamientos totalitarios de su propio partido, lanza una proclama sobre las excelencias de la libertad de expresión en España comparables o superiores a las que puede tener «cualquiera de las democracias más avanzadas del mundo».


Ejemplo dos. Unas horas antes, él, que ha sido el único político del mundo que llegó a mostrar públicamente su desprecio a la bandera norteamericana y que a lo largo de su liderazgo ha venido haciendo del antiamericanismo un rasgo distintivo de su partido y de su política exterior, llegó a decir que «los Estados Unidos nos iluminan a todos».

Ejemplo tres. A lo largo de estos años de oposición y de poder, este político que ha venido haciendo todo lo posible para que hayan pasado al olvido la naturaleza fratricida de la Segunda República, las quemas de conventos , los asesinatos de católicos, el ensayo de una revolución soviética desde Asturias e, incluso, las matanzas entre las propias gentes de izquierda durante la Guerra Civil (socialistas contra comunistas, comunistas contra trotskistas y anarquistas...) se dedica a predicar aquella memoria histórica que afecta negativamente a la «otra» España.

Ante esta forma de actuar cabe deducir que Rodríguez Zapatero ha descubierto un tipo de propaganda que consiste en servirse de las cuestiones que le ponen en entredicho no sólo para negarlas sino para levantar a partir de ellas toda una teoría que le favorece en ese momento. Pasa de ser antiamericano a proamericano, de perseguidor de la libertad de expresión a defensor de ella a ultranza y de secuestrador de la Historia a paladín de la Memoria... Es decir, hace de la propaganda un hecho autónomo, absolutamente independiente de la realidad.

ABC - Opinión

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