domingo, 9 de noviembre de 2008

Dos cosas sobre Obama y EEUU. Por Juan Carlos Girauta


«Conocidos los resultados, han cambiado algunas cosas. Y son cruciales. Aún no hay programa, cierto, pero sí una línea política en Obama cuya música no puede desagradar a ningún demócrata, a ningún amigo de los Estados Unidos.»

Cuando las emociones se desatan en política, se me disparan todas las alarmas. Al haber desaparecido de gran parte de Occidente la izquierda ilustrada, dando paso a una masa sentimental que razona encadenando consignas, cabe situar en ese punto fuerte, por eficaz, también su punto débil: las emociones en bruto mueven montañas, sólo que no se sabe hacia dónde, por qué ni para qué. El caso Obama excita al progrerío porque permite extensos pseudo análisis donde no es necesario razonar, aplicar la lupa al discurso en busca de contenidos. Puede uno flotar ingrávido en la poderosa esfera de dichosa gracia del elegido. La epidemia es grave. Leo a una columnista: "Adoro a Obama". Luego a otra: "¡Hay que ver lo bien que le caen los trajes!".


Por supuesto que Obama es marketing del bueno. Lo que supone, de partida, un producto con atributos notables, sin los cuales nada puede hacer por su cliente el mercadotécnico de la política. Esos atributos, dejando aparte lo bien que le caen los trajes y lo adorable que resulta Barack a las mujeres, se ven en la ventaja que tomaba el demócrata en los debates con McCain, a pesar de contar éste con mejores bazas objetivas, contradicciones y lagunas biográficas de su contrincante que no alcanzaba a explotar, acaso hechizado, también él, por el taumatúrgico paladín de la "nueva era". Hasta el discurso de la noche de Chicago, no he distinguido contenidos políticos ciertos y específicos en Obama. Sí una extraordinaria habilidad para jugar a fondo las oportunidades de la red, polarizar allí el voto joven y revolucionar la financiación de candidatos con muchas pequeñas aportaciones que le han facilitado 650 millones de dólares para su campaña. Y sin hipotecas. Mientras tanto, McCain reconocía no saber navegar por internet.
Conocidos los resultados, han cambiado algunas cosas. Y son cruciales. Aún no hay programa, cierto, pero sí una línea política en Obama cuya música no puede desagradar a ningún demócrata, a ningún amigo de los Estados Unidos. Hay patriotismo a raudales, hay voluntad de integración, disposición inmediata a superar divisiones. Contribuyen a ello la generosidad y el fair play del derrotado, cuya glosa de las virtudes del vencedor ante los afligidos seguidores de Phoenix resultan inimaginables en esta España todavía fratricida. Coadyuvan Bush y Rice, atinados al escoger el abrazo sin reservas al ganador. No abrazan tanto al demócrata sin programa como al símbolo de la superación del recelo racial. Vencedores y vencidos han preferido la transmutación de los resultados en relato fundacional, en historia, en Historia. Qué gran país.

Libertad Digital - Opinión

1 comentarios:

sm dijo...
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