sábado, 29 de septiembre de 2007

Quebradiza libertad

"Vargas Llosa habló de un viejo y conocido criminal: el colectivismo, que una vez se fundó en la raza dejando millones de cadáveres, que otra vez se basó en la clase social multiplicando pavorosamente la estadística, y que hoy y aquí se llama nacionalismo."

Las señoritas Cañigueral y Oliva, jóvenes diputadas de ERC, gozaron de sus quince minutos de gloria al proponer en el Congreso la reforma del Código Penal para que los separatistas puedan prender sin riesgo sus piras reales mientras anuncian a Juan Carlos I un final a lo Luis XVI.

Son dos diputadas muy graciosas. El otro día se partían de risa en el pleno mientras intervenía Acebes. Simulaban que encendían un mechero y le acercaban su foto favorita. Cerca, Joan Puig, otro que es la monda, elevaba las manos exhibiendo imaginarias esposas.

Entre pira y carcajada, sujetos semejantes nos gobiernan, niegan la catalanidad del adversario local, erradican el castellano de la vida pública. Actúan con la ilusoria gallardía de los afortunados a quienes ni las sombras plantan cara. Si antaño asediaron la COPE usando el Congreso de los Diputados como base de operaciones, hogaño se han manifestado en la Plaza de Colón sin que nadie les tosiera.

Los tres citados supra ostentan la representación de todos los ciudadanos de España con el fin de ciscarse en su unidad y, de paso, en todos nosotros. Bendecidos por el PSOE, tienen Cataluña por coto vedado. Acogen ex terroristas ufanos en el aparato y llevan en sus listas a tipos que profieren amenazas de muerte. Una pequeñez que no se molestan en condenar, así que su coto puede acabar siendo de caza.

Tenemos un problema: un diseño legal defectuoso que promueve la sobrerrepresentación de lo diminuto y protervo, el ensalzamiento de lo poco y malo, la magnificación de lo peor. El sistema fomenta a quienes se jactan de violar las leyes, desvirtúan la representación democrática y contaminan las instituciones. Como el sancionado ex notario López Tena, vocal del CGPJ a propuesta de CiU (que ya había hecho pleno con Pascual Estevill): tras acusar a España de genocidio e inventarse un robo anual a Cataluña de 19.200 millones de euros (¿seguro que no se deja nada?), ha asumido las "ideas" de Rubianes.

Como formuló conciso Mario Vargas Llosa el pasado lunes en Barcelona tras recibir el XIII Premio a la Tolerancia, "el nacionalismo es enemigo de la democracia". El escritor cargó de nostalgia el salón enmudecido de un hotel del Paralelo; nostalgia por su Barcelona de los setenta, nuestra ciudad perdida. Luego habló de un viejo y conocido criminal: el colectivismo, que una vez se fundó en la raza dejando millones de cadáveres, que otra vez se basó en la clase social multiplicando pavorosamente la estadística, y que hoy y aquí se llama nacionalismo.

Juan Carlos Girauta
Libertad Digital, septiembre 2007

Asturias: ¿y a mí quién me paga las pitas? (y III)

Asturias es un país pequeño donde hay demasiada gente que se cree muy grande, y ahí está la base de un rasgo cómico e identitario. Porque lo identitario siempre va más cargado de comicidad que de cualquier otra cosa. A ese rasgo característico de la asturianía se le denomina grandonismo. Es cierto que ha habido asturianos importantes -hasta un premio Nobel, suelen añadir los más burros del lugar, ya que es principio de ley que cuanto más bellota más patriota-, los ha habido e incluso los hay, pero el secreto consiste en que desde don Pelayo, que estaba por desasnar, las lumbreras del país, tampoco tantas como para desatar campanas, han redimido al resto y hasta les han proporcionado una cantidad de autoestima tan enorme que se hace en ocasiones insoportable y en general, patético.

Para aquellos que vivimos en un va y ven constante entre Asturias y Catalunya sería divertido hacer un cuadro comparativo de genialidades sobre la sensibilidad o la idiotez de los pueblos pequeños que se sienten grandes. Bastaría un apunte genérico, basado en una vieja historia que Pepe Bergamín gustaba de contar en los últimos años de su exilio interior en Euskadi: los vascos y muy en concreto los de Herri Batasuna, decía él, son los más españoles de todos. Y yo añado: los vascos, sumados a los asturianos y los catalanes. Las tres comunidades constituyen un condensado patriótico de esta cosa indefinible, nueva rica y abrumadoramente mediocre, que llamamos España. Dicho esto, al asturiano modo declamativo y para evitar malentendidos, sigo.

El grandonismo es una manifestación de carácter típicamente asturiana y tiene multitud de variantes. Desde la afirmación urbi et orbi del día exacto en que termina la posmodernidad, expresado por Juan Cueto en Gijón una tarde de septiembre, a la dedicación de un monumental edificio como es la vieja Universidad Laboral para industria de la artes, con despacho incluido del presidente de la comunidad, don Tini Areces, valorado en un millón y pico de euros. Recuerdo una polémica en el Parlamento asturiano donde una diputada ardorosa denunciaba: "Estamos haciendo el ridículo ante el mundo".

Ahí es nada, ¡el mundo! Porque el grandonismo consiste en disimular la realidad cubriéndola de retórica y proyectar planes por encima de las posibilidades reales, forzándolas hasta tal punto que estén abocadas a la quiebra. Los premios Príncipe de Asturias, por ejemplo, son una muestra clarísima de grandonismo con final feliz. Nadie en su sano juicio y con los mimbres económicos que puede tender Oviedo por sí solo podría haber conseguido un eco y una proyección como la actual, pero llegó un momento en que el simbolismo de los premios obligó al Estado a asumir lo que Asturias no estaría en condiciones de encajar. O a lo grande, o no merece la pena. Podría citar una docena de proyectos culturales en la Asturias de la transición que fallaron por exceso de pretensiones. La modestia no es consustancial al modo de hacer de Asturias en las últimas décadas.

Y hay que precisarlo: éste es un fenómeno reciente, nada que ver con la historia y con don Pelayo, ni Covadonga, ni la Independencia, ni las huelgas y revoluciones. Es algo nacido en la posguerra franquista. Todo en Asturias, hasta que llegó el franquismo, respiraba sencillez, localismo y ambición de buen hacer, empezando por la gastronomía que compensaba su modestia con la contundencia del material; la casualidad convirtió la palabra Modesta en sinónimo del buen comer en Asturias gracias a un restaurante hoy desaparecido, Casa Modesta.

La supuesta marca identitaria del grandonismo es como todo el patriotismo, fructífera invención del presente. Si uno contempla la historia de Asturias, la modesta historia de Asturias encuentra que sus momentos de grandeza está vinculados a cosas muy obvias de puro humildes. Las grandilocuencias que apostillan hechos gloriosos como la guerra contra Napoleón, el pobre Riego, las modestísimas y valiosas aportaciones culturales, desde el padre Feijoo, las limitaciones intelectuales de Jovellanos, la voluntariosa extensión universitaria de la Institución Libre de Enseñanza en Oviedo, hasta la huida de Pérez de Ayala y de Fernando Vela y Valentín Andrés Álvarez y de Gerardo Diego -profesor en Gijón- y de tantos otros, por referirme sólo a los momentos anteriores a la guerra civil, todo fue sencillo, sin rebomborio ni grandilocuencia. Incluso la revolución del 34, el levantamiento minero, su impresionante gesto no tiene nada de grandón sino de natural; una clase obrera muy politizada que cree fervientemente en sus jefes revolucionarios, unos incompetentes irresponsables. Luchan porque son fieles a las ideas que encarnan sus dirigentes en la confianza de que ellos sabrán lo que se hacen. Hasta en eso son simples y humanos, porque si hubieran sido curtidos guerreros los hubieran corrido a gorrazos hasta el exilio mexicano. Y no fue así. Eran gente muy sencilla y muy valiente en su rebelde naturalidad.

El grandonismo astur es de posguerra, es heredero del franquismo y de los vencedores de la Cruzada. Pero lo impregnó todo, entre otras cosas porque los hijos de los vencedores coparon la hegemonía tanto de la derecha como de la izquierda en Asturias. Eso es lo que explica la confusión en la que estamos metidos y el arte de prestidigitación a la que buena parte de esa izquierda se está dedicando al echar la vista atrás. Quien fuera alcalde socialista de Oviedo en la transición, Antonio Masip -otro compañero de pupitre colegial- ha hecho recientemente unas declaraciones en su condición de actual eurodiputado socialista. Evocando su infancia ha recordado a su padre como "un gran orador con acento cristiano". Lo peculiar del grandonismo es la transformación de la realidad en grandilocuencia, en exceso. Decir que el alcalde de Oviedo en los años sesenta era un orador cristiano con veleidades monárquicas y casi liberales es grandonismo y desvergüenza, y hasta camelo, porque la base del grandonismo es el cuentu, que dirían en Asturias. Vamos a bajarnos de la peana y a hablar natural.

El antiguo alcalde de Oviedo, don Valentín Masip, padre del actual dirigente socialista Antonio Masip, era un gran franquista, posiblemente con mucho acento cristiano, me es indiferente lo que pensara en su fuero interno. La historia de la izquierda en Oviedo, y por ampliación en Asturias, está marcada por muchas cosas, entre otras el hecho de que figuras notables de esa izquierda real y radical durante la primera transición fueran hijos de quienes dirigieron, avalaron y aplaudieron la brutal represión sobre los mineros asturianos en las huelgas de 1962 y 1964.

Los hijos del alcalde de Oviedo, el del gobernador civil Marcos Peña Royo -actual presidente del Consejo Económico y Social y militante socialista tras una breve estadía en el PCE-, y del jefe de Policía, Mourenza, cuyos hijos militaron y con notable valor y audacia en el PCE desde los años sesenta, para desesperación paterna. Se podrían citar más y sobresalientes.

Hay que asumir la singularidad de que la decadencia de Asturias coincide con el franquismo. Pero en eso ocurre como en Catalunya. Asturias perdió la guerra, pero un buen puñado de asturianos, y de catalanes, la ganaron. Hay una reflexión soberbia, casi diría un retrato de época y de casta, y de grandonismo, que protagonizó el barón de Grado, don Martín González del Valle, personaje importantísimo en la economía y la política, en Asturias y fuera de ella. La contó él mismo en un libro no venal titulado Vivencias y semblanzas dedicado a sus 34 nietos, para que supieran algunas cosas del abuelo y de sus hazañas. Ahí narra la visita que le hizo a un Franco ya terminal, en 1973. Se conocían desde agosto de 1936, en Sevilla, cuando su padre, Marqués de la Vega de Anzo, se presentó al Generalísimo, que apenas empezaba, con sus dos hijos, José María y este Martín, vestidos ya de militares para la Cruzada. Las palabras del barón de Grado a Franco ¡en 1973! deberían figurar en Asturias, y muy especialmente en Oviedo, con la misma fuerza que les da Lampedusa en la Sicilia moderna. Dirigiéndose al Caudillo, imagino que con voz cargada de emoción por la trascendencia, le espetó: "Mi general, quiero que sepa que nosotros somos los de siempre".

A partir de ahí es posible entender muchas cosas y situarse en un mundo moderno con un peso de la tradición brutal, teñido de melancolía y de retórica. Por eso uno se queda perplejo cuando escucha las cuitas de un paisano de Mieres, que al ir el primer domingo de septiembre a dar de comer a sus gallinas (pitas) se encontró que de las catorce que tenía, diez estaban muertas y cuatro desaparecidas. Gallinas de la raza asturiana pita pinta, ¡un respeto! El buen hombre se vio de pronto metido en un lío, porque había que decidir quién le había liquidado el gallinero. Sin esa condición no había posibilidades de que le indemnizaran. Si fue un raposu (zorro, en bable) se lo ha de pagar el coto de caza; si las mataron los lobos, hay que reclamar al Gobierno del Principado, y si fueron perros asilvestrados, la responsabilidad es del Ayuntamiento. Y el hombre, con esa conciencia campesina de que todo está pensado para complicarte la vida, exclamaba a quien quisiera oírle, "¿Y a mí, quién me paga les pites?".

Asturias se mueve entre el nosotros, los de siempre y la astucia que dificulta saber quién pagará las pitas. En el fondo y en resumen, a nosotros los de siempre les importa un carajo quién mató las pitas.


Gregorio Morán

Asturias: los comederos de la inteligencia (II)
Asturias: la gozosa decadencia (I)
La Vanguardia - La coctelera Reggio

Rosa Díez afirma que UPD nace para defender sin complejos el "orden constitucional"

La ex parlamentaria socialista Rosa Díez presentó el sábado en Madrid su partido Unión, Progreso y Democracia (UPD) como una fuerza "necesaria y hasta urgente" para defender "sin complejos" el "orden constitucional", "tomar de la solapa" a quienes no lo hacen pese a ser su obligación y "regenerar la democracia". La presentación oficial del UPD tuvo lugar en el auditorio de la madrileña Casa de Campo, abarrotado de un público que siguió con entusiasmo y continuas ovaciones las intervenciones del director teatral Albert Boadella, del filósofo Fernando Savater y el escritor Mario Vargas Llosa, que precedieron a Díez en el uso de la palabra.

Además de una reforma electoral para evitar que se siga primando el peso "desproporcionado" de los nacionalistas en el Parlamento, Díez anunció que su partido planteará una reforma de la Constitución para revisar la distribución de competencias, y se preguntó a modo de ejemplo si tiene sentido que haya 17 leyes educativas en España.

En un escenario donde figuraba el logotipo del partido -sus siglas impresas sobre un fondo magenta- una bandera europea y la enseña nacional, la dirigente del UPD hizo una encendida defensa del uso público de la bandera española, acogida con fuertes aplausos.

Dijo que en España se está produciendo una "degradación del orden constitucional" de la que es muestra la "destrucción de sus símbolos", como la quema de fotografías del Rey o la ausencia de la bandera en edificios públicos.

Los aplausos arreciaron cuando señaló hacia el lugar donde había sido colocada la enseña para proclamar que "nuestra bandera" no es sólo "una tela", sino que representa "los derechos de los españoles" y además ella ya la había visto "en demasiados féretros".

La convocatoria de un referéndum sobre el futuro del País Vasco por parte del lehendakari Juan José Ibarretxe también mereció un capítulo de su discurso.

Reprochó al jefe del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que no haya dado una respuesta más contundente a ese "chantaje" para aclarar que el Estado utilizará "todos sus instrumentos" para que "no se ponga ni una urna en ningún pueblo remoto del País Vasco".

Rosa Díez dijo que el UPD apuesta por "regenerar la democracia" para "caminar hacia un país de ciudadanos libres e iguales" y explicó que busca "recuperar" para los ciudadanos la política, "secuestrada" por los grandes partidos.

La defensa "sin complejos" del modelo de Estado tratando de "recomponer" los consensos básicos perdidos con el PSOE es otro argumento que lanzó acompañado de una idea que repitió varias veces: la necesidad de un partido nuevo que "tome de la solapa" a quienes tienen la obligación de defender las libertades y no lo hacen.

Antes, el actor Albert Boadella había bromeado con gran éxito sobre la distinción entre derechas e izquierdas para luego aplicar a España las palabras de Hamlet: "Algo huele a podrido en Dinamarca".

Para él, este partido es necesario ante la "inquietante putrefacción de las estructuras políticas españolas".

El filósofo Fernando Savater se quejó por la "violencia" que se ejerce contra los símbolos institucionales y dijo que él quería ver la bandera "porque eso quiere decir que allí van a defender mis libertades públicas".

Mario Vargas Llosa describió un panorama político en el que el PSOE ha dejado de ser un "dique" para contener los nacionalismos que socavan la transición y en el que el PP, con cuya política económica reconoció estar de acuerdo, sólo tiene un sector liberal minoritario que no logra influir en su ideario.

Por ello consideró que el nuevo partido puede movilizar a muchos "desencantados" de derecha e izquierda, principalmente jóvenes.

Entre los invitados estuvieron dirigentes de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía, encabezados por Albert Rivera.


Madridpress.com

UPD, el partido de Rosa Díez "ficha" al escritor Vargas LLosa

El escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, que cuenta con galardones como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras y es miembro de la Real Academia de la Lengua, es uno de los invitados a la presentación del partido Unión, Progreso y Democracia (UPD), que se celebra esta mañana en Madrid.

Vargas Llosa, que llegó a competir por la Presidencia de Perú en 1990, asiste al acto en el que se dará a conocer el proyecto de UPD, partido surgido a partir de la plataforma ciudadana ¡Basta Ya! y que lideran el pensador vasco Fernando Savater y la ex eurodiputada socialista Rosa Díez.

En este sentido, fuentes de UPD consultadas por Servimedia destacaron la importancia de la presencia del escritor hispano-peruano en la presentación de la nueva fuerza política, debido a la proyección política y pública que tiene este literato.

A este respecto, Vargas Llosa ha participado en los últimos años en distintos debates en universidades y otras instituciones con el ex presidente José María Aznar, con el que comparte aspectos como su crítica a los gobiernos populistas de algunos países sudamericanos, como Venezuela.

Además, el apoyo de este escritor a UPD supone que esta formación contará con la experiencia de este literato en lo que se refiere a la política, algo que le llevó a intentarse convertir en presidente de Perú en los años noventa, lo que no consiguió al ser derrotado por Alberto Fujimori.

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