domingo, 11 de marzo de 2007

Especial 10M : Romance de las banderas


YA era hora, ya era hora que la bandera ondeara sin jugar la selección, sin partido frente a Irlanda, sin marcar los doce goles de aquella noche de Malta, sin la camiseta roja a la que llamaba elástica el maestro Matías Prats cantando aquel gol de Zarra. Ya era hora, ya era hora que la bandera ondeara con orgullo, sin vergüenza, como la llevan en Francia; como los americanos, que a su ventana la sacan en cada 4 de julio o el Día de Acción de Gracias.

Ya era hora, ya era hora que las banderas votaran por la paz, la libertad, dignamente, en democracia. Que no me dirán ahora que eran cuatro o cinco fachas que por los tiempos pasados se han puesto a sentir nostalgia del fuego de campamento y de montañas nevadas, de las rutas imperiales, de aquello del camarada, de Gibraltar español y del escudo del águila. Por la Puerta de Alcalá, míralas ya cómo bajan, ya vienen nuestras banderas, banderita roja y gualda, bandera de libertades, banderas del Rey de España, la bandera que juramos defender una mañana cuando éramos tan jóvenes como ahora es la esperanza.

Ya era hora, ya era hora que las banderas cambiaran: que, izada la dignidad, la rendición arriaran. Que alguno ya estaba harto de tanta bandera blanca en manos de un presidente con los huevos por corbata, rindiéndose al asesino que quiere romper España con sus manos asesinas, manos de sangre manchadas, declarar la independencia, y quedarse con Navarra, y que se borre esa sangre, tanta sangre derramada, y que pongan en la calle y que manden a su casa al que mató a veinticinco, al asesino del Juana, el chantajista mayor con foto en prensa británica.

Ahora ya son las de todos, las banderas rojigualdas, las que olvidar nos hicieron aquellas banderas blancas del Proceso de la leche, de una Paz que era la nada, motes de la rendición del Estado ante una banda, ante los de las pistolas y los de la bomba lapa, rendido ante el asesino que en la explosión de Barajas siguió matando inocentes sin abandonar las armas.

Me acordaba de Palate, y de Estacio me acordaba, y de Antonio Cariñanos, y también de Ortega Lara, de aquellos guardias civiles cazados con tanta saña, y del barbero de Armilla, y del concejal de Málaga, del coronel que mataron, de su viuda enlutada, de la caja que una tarde a un aeródromo en Granada en un avión traían y a una madre la entregaban, camino de un camposanto por la alta Sierra Nevada, aquel ataúd cubierto con esta enseña de España.

Y ondean estas banderas subiendo hacia Castellana, que Recoletos ya inundan en riada, en oleada, y en esta hora me acuerdo, que me acuerdo al contemplarlas, de Ermua y de Miguel Ángel cuando murió por su patria, por nuestra patria española y por nuestra patria vasca, cuando el Gobierno mantuvo la autoridad que les falta a estos que ahora han cedido sacando bandera blanca y claudicando el Estado a una banda de canallas.

Qué orgullo de estas banderas, qué vergüenza de las blancas, banderas de rendición cediendo a la charranada del chantaje terrorista de tan asesina banda, claudica que te claudica, pacta que pacta que pacta.

Hasta el viento madrileño que viene del Guadarrama, el que en cuadros de infantitos Diego Velázquez pintara, hoy se está manifestando y diciendo que ya basta, pues agita las banderas como él sabe ondearlas: poniendo orgullo de Historia a su hermosísima estampa. Que agitadas por el viento son las mejores pancartas que reclaman la vergüenza, que la dignidad reclaman, que el Estado no se rinda y que haga lo que hace falta, en vez de a los asesinos mandarlos para su casa y renunciar para siempre a aquella parte de España tan nuestra como de ellos, que llamamos Vascongadas.

Ahora llegan, ahora llegan, ya rodea su oleada en la Plaza de Colón a la enseña solitaria que alza al cielo nuestro orgullo, al que llamamos España: rodeada está de miles de banderas solidarias. Ya era hora, ya era hora que nadie se avergonzara de un tremolar de banderas de España, digna y honrada, que han unido para siempre la Libertad y la Patria, cuando al final suena el himno y hasta Colón en su estatua grita con todos nosotros el honor del «¡Viva España!».

Antonio Burgos, 11-3-2007

Especial 10M: El PP, un gran partido al servicio de España

"Por debajo y por encima del mar de banderas rojigualdas, detrás y delante de quienes la han convocado, triste y festiva, inquieta y tranquila, febrilmente pacífica, insobornablemente junta, entera y verdadera. Ahí está nuestra España".

Habrá tiempo para comentar el discurso de Rajoy; habrá tiempo también para constatar la vileza desinformativa de las seis grandes cadenas encadenadas de telebasuración, que no televisión; habrá tiempo de sobra para contrastar la insobornable apuesta nacional de la Derecha con la mísera apuesta antinacional de la izquierda. Pero lo único urgente pensando en el mañana es subrayar lo imperecedero de un ayer al que, por seguir la convención, debemos poner el nombre y el número de un día: sábado, 10 de Marzo de 2007. Ese día, este día de ayer que sigue siendo hoy y será mañana, nuestra nación, la nación española, resucitada por sus muertos, renacida de las cenizas de la traición y los complejos, renovada por tantos niños que, a hombros de sus mayores, dan emocionante fe de vida, convocada por el único gran partido nacional que nos queda, dio un recital, un espectáculo de voz, de luz y sonido, de color y calor como nunca en su milenaria historia. Nunca tantos españoles se juntaron para renovar sus votos de seguir juntos hasta que la muerte de cada uno lo separe del vivir de los otros. Del vivir y del revivir, porque la crónica del glorioso sábado 10 de marzo es la crónica de un renacer, de una resurrección con la que muchos soñaban pero en la que pocos confiaban.

Sin embargo, ahí está. Por debajo y por encima del mar de banderas rojigualdas, detrás y delante de quienes la han convocado, triste y festiva, inquieta y tranquila, febrilmente pacífica, insobornablemente junta, entera y verdadera. Ahí está nuestra España. Y es de justicia que, embargados aún por la emoción, rindamos tributo a un partido político que ha sabido servir el mandato profundo que congregaba a los dos millones de asistentes a la mayor concentración humana, nacional, democrática y pacífica de nuestra Historia. Justo es reconocer al PP que, en lo esencial, ha sabido estar al servicio de España y no servirse de ella. Justo es reseñar que, por encima de algún error de organización –la música, sobre todos- y de las inveteradas, reiteradas, patológicas vacilaciones de un discurso político más pendiente de los contrarios que de los propios, de qué dirán que de lo que se dice, el Partido Popular ha sabido estar a la altura que esta tragedia nacional nos demanda y que el amor a España nos prescribe. Viendo a la nación en pie, como una inmensa bandera al viento de marzo, será necesario y resulta obligado hacer el análisis crítico de lo que pudo pasar y no pasó o pudo decirse y no se dijo. Pero ha sido el PP el que ha sido capaz de reunir a la Nación. Ha sido el PP el que ha prescindido de sus banderolas de partido para sumergirse en un mar de banderas nacionales. Ha sido un partido político el que, con todas sus limitaciones, ha conseguido que la nación pueda mirarse en el espejo y ver que tiene mucha vida atrás, mucha vida dentro y toda nuestra vida por delante para cumplir la difícil tarea cotidiana de la libertad. Por la Libertad, sí, y por España, más sí, justo es rendir tributo al Partido Popular. Incluso antes de votarle.

Federico Jiménez Losantos
Libertad Digital, 11-3-2007

Concentraciones silenciosas ante los ayuntamientos de España y ciudades europeas en el tercer aniversario del 11-M

Peones Negros, conjuntamente con la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), el Foro de Ermua y otras asociaciones comprometidas en la derrota del terrorismo celebran este 11 de marzo a las 13.00 horas, en 48 ciudades, concentraciones completamente silenciosas para recordar a las 192 víctimas de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid. El punto de encuentro será, esta vez, ante las sedes de los ayuntamientos. El tercer aniversario del 11-M está marcado por distintas iniciativas institucionales de homenaje a las víctimas. En la estación de Atocha (Madrid), el presidente del Gobierno ha inaugurado un monumento. Este sábado, además, los Reyes presidieron un concierto de homenaje a todas las víctimas del terrorismo. Rodríguez Zapatero no asistió.

Peones Negros, la AVT, el Foro de Ermua y otras asociaciones contra el terrorismo convocan un formato especial de sus concentraciones mensuales, al conmemorarse este domingo el tercer aniversario de la masacre del 11 de marzo de 2004.

Según ha informado Luis del Pino en su blog de LIBERTAD DIGITAL, las concentraciones se celebrarán en un completo silencio, en señal de recogimiento por el recuerdo de las víctimas del 11-M.

La relación completa de las 48 ciudades donde tendrán lugar estas concentraciones silenciosas está disponible en el último post de Luis del Pino para su blog. Todas tienen lugar a las 13.00 horas de este domingo, ante las sedes de los ayuntamientos.

Concierto-homenaje presidido por los Reyes

Los Reyes de España presidieron este sábado en el Auditorio Nacional de Música el concierto "In Memorian" de todas las víctimas del terrorismo, que, según la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa, están "dispuestas a transformar, junto al resto de la sociedad, todo su dolor en coraje democrático".

Los dos máximos responsables de la lucha contra el terrorismo en España volvieron a mostrar su falta de respeto por las víctimas del terrorismo y tanto el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, como el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, no acudieron al homenaje para estar junto a los que han sufrido la barbarie del terrorismo. El presidente del PP, Mariano Rajoy, llegó directamente desde la manifestación y se incorporó en la segunda parte del concierto.

La presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundúa, organizadora de este concierto por segundo año consecutivo, tomó la palabra antes de que la música ofreciera "un rato de sosiego" para subrayar la "inocencia de los inocentes y la culpabilidad de los culpables, la culpabilidad de los fanáticos que no respetan la vida y la dignidad de las personas".

En la víspera del tercer aniversario de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, el concierto sirvió para recordar, una vez más, "la inocencia de los seres humanos que han sufrido el zarpazo del terror", destacó una Maite Pagazaurtundúa que quiso también tener un recuerdo especial para esas víctimas recientes como los ecuatorianos Carlos Alonso Palate y Diego Armando Estacio, asesinados por ETA en el atentado de la T-4 de Barajas la pasada Navidad, o Ambrosio Fernández, fallecido días atrás en Mondragón a consecuencia de la "kale borroka".

"El Estado actúa frente a los delitos terroristas, pero la sociedad debe actuar frente a la perversión ideológica que los alimenta", afirmó la presidenta de la Fundación, quien recordó unas palabras del profesor Santos Juliá: "la paz nunca se puede alcanzar a costa de la impunidad del agresor". Maite Pagazaurtundúa recibió a los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, a su llegada al Auditorio, donde les esperaban también el presidente del Congreso, Manuel Marín; la del Tribunal Constitucional, María Emilia Casas; y el del Consejo General del Poder Judicial y del Tribunal Supremo, Francisco Hernando.
Falta de respeto por las víctimas

El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, volvió a mostrar su falta de respeto por las víctimas del terrorismo y no acudió al homenaje. El ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, tampoco quiso estar junto a los que han sufrido la barbarie del terrorismo y no asistió al concierto. En su lugar, el Ejecutivo estuvo representado por la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, el vicepresidente económico, Pedro Solbes, la ministra de Educación y Ciencia, Mercedes Cabrera, y el secretario de Estado de Seguridad, Antonio Camacho.

El presidente del PP, Mariano Rajoy, que encabezó la multitudinaria manifestación contra la cesión del Gobierno al chantaje de ETA, llegó al Auditorio Nacional acompañado por su esposa antes de que concluyera la primera parte del concierto, incorporándose a la segunda. Saludaron también a los Reyes el presidente de la Audiencia Nacional, Carlos Divar, y María Jesús González, víctima de ETA y madre de otra víctima de la banda, Irene Villa.

"Majestades –dijo Maite Pagazaurtundúa antes de comenzar el concierto–, en una sociedad democráticamente sana hay un lugar donde están todas las víctimas del terrorismo, están en nuestro corazón y son la fuente del coraje democrático para defender nuestras vidas y nuestra libertad". "In Memorian" ha sido pues un "momento de sosiego" y de disfrute de "una de las más excelentes creaciones del género humano", la música, en este caso "para recordar nuestros afectos más profundos, donde están nuestros seres queridos, allí donde encontramos fuerza para hacer frente a la sinrazón", concluyó la presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo.

Libertad Digital, 11-3-2007

Especial 10M: Un consenso

La manifestación de ayer fue una rotunda demostración de la desconexión que existe, no entre el PSOE y el PP, sino entre el PSOE y la sociedad. La inmensa marea humana que abarrotaba, desde mucho antes de que el acto comenzara, todo el recorrido de la manifestación y las calles adyacentes, superó todas las expectativas. Ese triángulo que forman Colón, Cibeles y la Puerta de Alcalá estaba literalmente abarrotado, como también lo estaban las calles que desembocan en él.

¿Eran los votantes del PP los que habían salido a componer esa auténtica avalancha? Probablemente había una mayoría de votantes del PP, pero también mucha gente que el 14-M dio su voto a Zapatero o que, simplemente, se quedó en su casa aquel día en que los españoles votamos en medio de las conmoción de esos atentados del 11 de marzo de los que hoy se cumplen tres años.

Si exceptuamos a ese segmento de irreductibles que continuaría votando al PSOE (o a alguno de sus partidos satélites) aunque Zapatero se dedicara a desfilar por la Gran Vía con un gorro de Napoleón y una trompeta, y que no son más allá de tres millones de votantes, el desconcierto y la indignación entre el electorado socialista son la norma, más que la excepción. La excarcelación de De Juana no es, en modo alguno, la más grave de las cesiones de este Gobierno a la banda terrorista ETA: mucho más dañino, por ejemplo, es el hecho de que, en estos tres años, ETA ha logrado recomponer su estructura de financiación y de aprovisionamiento. ETA tiene ahora dinero fresco y armas y explosivos de reserva, ante la pasividad de un Ejecutivo para el que las consecuencias de esa recomposición de ETA (es decir, los muertos futuros) no pasan de ser un accidente dentro de un proceso político abstracto que no busca otra cosa que el mantenimiento del poder.

Sin embargo, aunque la gravedad de la excarcelación de De Juana sea menor que la de otros gestos de este Gobierno, tiene el valor de lo simbólico. Y es ese simbolismo de ver a un asesino múltiple en la calle lo que ha terminado de colmar el vaso de la paciencia de los españoles. De todos. También (y especialmente) del votante socialista medio, que no dio su voto el 14-M para que ETA triunfara, sino para que triunfara el PSOE. Que no dio su voto para que el Gobierno cediera ante ETA, sino (como decía el programa electoral socialista) para que se mantuviera "el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo hasta la derrota de ETA o su disolución efectiva". Que no dio su voto para que se persiguiera a las víctimas, sino a los verdugos.

Conozco muchos votantes socialistas irreductibles, pero conozco también a muchos indignados. Y conozco, sobre todo, a muchos que no consiguen encontrar ninguna explicación a lo que está sucediendo: es una sensación de desconcierto.

Ayer, Mariano Rajoy hizo un discurso inteligente, dirigido precisamente a la razón de esos electores que no entienden nada. Volvió a ofrecer a Zapatero un consenso que sabe que Zapatero no le va a aceptar y apeló, como alternativa, al consenso con los españoles. A un consenso para defender la nación española frente a este cúmulo de despropósitos en que parece haberse convertido la acción de Gobierno. Porque es de la Nación, efectivamente, y de su futuro de lo que estamos hablando. Es la propia Nación lo que la labor de Zapatero parece dispuesta a destruir. Sin que muchos entiendan el porqué.

Decía Mariano Rajoy ayer que todo esto era impensable hace tres años. Y así es. Hace tres años, una ETA derrotada se encaminaba paso a paso hacia su desaparición. Pero las bombas colocadas en los trenes aquel 11 de marzo hicieron que la nave del Estado cambiara su rumbo 180 grados. Y así estamos como estamos.

Hoy conmemoraremos aquellos atentados. La Asociación de Víctimas del Terrorismo, la plataforma ciudadana Peones Negros, el Foro de Ermua y otras organizaciones cívicas han convocado para hoy una serie de concentraciones a las 13:00, como parte de los actos del Día Europeo de las Víctimas. Las concentraciones se celebrarán ante los Ayuntamientos en las siguientes ciudades:

Albacete
Alcalá
Alicante
Almuñécar
Badajoz
Barcelona
Bilbao
Bruselas (Bélgica)
Cartagena
Ceuta
Ciudad Real
Córdoba
Ferrol
Fresnedoso de Ibor
Granada
Guadalajara
Huelva
Jaén
La Coruña
Las Palmas
León
Logroño
Lorca
Madrid
Málaga
Mallorca
Motril
Murcia
Navalmoral de la Mata
Omagh (Irlanda del Norte)
Oviedo
Palencia
Pamplona
París
Pontevedra
Roma
Salamanca
Santander
Sevilla
Tarragona
Tenerife
Toledo
Turín (Italia)
Valladolid
Vigo
Vitoria
Zamora
Zaragoza
Los tradicionales actos que la plataforma Peones Negros convocaba el día 11 de cada mes se trasladan hoy, por tanto, a las 13:00 y se celebrarán exclusivamente en las ciudades indicadas en la lista anterior.

Además del cambio de hora, los actos de hoy tendrán una novedad: no incluirán ningún tipo de reivindicación. Hoy es el día del recuerdo y del homenaje para todas las víctimas, incluidas aquellas que puedan no estar de acuerdo con la reivindicación de la verdad de los atentados del 11-M que hemos venido realizando. Por las víctimas, y por todos, hoy será simplemente un día para la memoria y para la reflexión. A partir de mañana, tiempo habrá de volver a hacerse preguntas.

El próximo 11 de abril volveremos a recuperar la hora tradicional de concentración a las 20:00, aunque el formato de los actos "11 de cada mes" variará, para adaptarlo a las nuevas circunstancias impuestas por la celebración del juicio.

Luís del Pino en su Blog
Libertad Digital, 11-3-2007

Especial 10M:Sólo las urnas podrán ya obligar a rectificar a Rodríguez

Las calles de Madrid acogieron ayer la mayor manifestación convocada por un solo partido desde la llegada de la democracia. Cientos de miles de personas, con una marea de banderas españolas, tomaron el centro de la capital para protestar contra la excarcelación del etarra De Juana y contra la política antiterrorista de Zapatero. La marcha se celebró en un clima de civismo y serena indignación, sin exhibiciones de símbolos franquistas, por lo que es necesario señalar en primer lugar que la dirección del PP se apuntó ayer un éxito de convocatoria y organización sin precedentes. La protesta finalizó con un único discurso, el de Mariano Rajoy. El parlamento del líder popular fue una pieza oratoria muy intensa y muy distinta de los discursos parlamentarios, en la que Rajoy resumió el sentido de la protesta y anunció sus propuestas para el día después.

El presidente del PP comenzó planteando de forma correcta y precisa el motivo de la convocatoria. «Nos ha traido aquí la torpeza de un Gobierno que se ha dejado coaccionar por un asesino y ha cedido». «Hemos venido a decir no a todo lo que se oculta tras esta claudicación». Lo que se oculta, en opinión del PP, son «compromisos previos, peajes que paga el Gobierno para poder negociar». En estas mismas páginas ya hemos dicho que este juicio de intenciones es un tanto aventurado, y, en todo caso, no está en absoluto probado que la excarcelación de De Juana sea un peaje de ETA para negociar.

Los errores del Gobierno

Lo que sí está más que demostrado es lo que Rajoy señaló a continuación con claridad y brillantez. «ETA no nos dejará en paz, no renuncia a nada, quiere Navarra, quiere la independencia, nunca se conformará con menos». El líder popular considera que el Gobierno «buscó el trato» con la banda a pesar de que «era evidente» que ETA se reservaba «el derecho a negociar con bombas». Es evidente ahora, tras el atentado de la T-4, aunque durante el alto el fuego permanente no estaba tan claro, por lo que el Gobierno tenía el derecho -y hasta el deber- a explorar la posibilidad de que ETA dejara las armas.

La parte sustancial del discurso fue su acertado diagnóstico de cuál es la clave del debate sobre la política antiterrorista que enfrenta a los dos grandes partidos y que ha abierto una importante brecha en la opinión pública. «El Gobierno está cogido en una trampa en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Por eso se asusta cuando un terrorista no come». Por duras que puedan parecer, estas palabras resumen el estado de la cuestión. El Gobierno, en efecto, se ha equivocado y ahora no se atreve a rectificar con la rotundidad que el desafío etarra requiere. Es posible, como dijo Rajoy, que sea porque le «asusta tener que reconocer su error». En todo caso, a la equivocación inicial ha sumado Zapatero un grave error formal. El presidente dijo el viernes que la excarcelación de De Juana era irreversible, al margen de cuál fuera el resultado de la manifestación del PP. Resulta incomprensible que un presidente que llegó al cargo prometiendo tener en cuenta la opinión de los españoles, no sólo no atienda el clamor de la calle, sino que ni siquiera tuviera la cortesía de primero escucharlo y aguardar al día después para dar a conocer su previsible respuesta.

«Una voluntad en marcha»

Precisamente al día después quiso referirse Rajoy en su discurso y lo hizo con recursos oratorios que trajeron a la memoria dos de los parlamentos más célebres de la Historia y la Literatura universales. «Como de verdad se honra a las víctimas es defendiendo la razón que da sentido a su muerte». Un pasaje que recuerda al discurso de Abraham Lincoln en la dedicatoria del Cementerio Nacional de Gettysburg a los soldados muertos en la Guerra Civil americana: «Tomemos de estos honorables muertos una mayor devoción a la causa por la que dieron su vida».

La manifestación convocada por el PP tuvo momentos de gran emoción, protagonizados por las víctimas que asistieron, como Ortega Lara o la familia de Miguel Angel Blanco, dos casos en los que el Gobierno del PP no cedió al chantaje de ETA. Para galvanizar y encauzar estas emociones, Rajoy puso la mayor intensidad dramática en el final de su discurso. Como el Enrique V de Shakespeare prometió a sus temerosos soldados la gloria de por vida para que se enfrentaran sin miedo a las tropas francesas en la Agincourt - «esta jornada ennoblecerá vuestra condición, os creceréis cuando se mencione esta fecha»-, el presidente del PP dijo a los manifestantes: «Somos una voluntad en marcha, volved a vuestras casas y contad a todo el mundo lo que ha pasado aquí, lo que habéis hecho, lo que habéis sentido, que os vean en pie, con la cabeza alta y fuertes como yunques».

Tras el éxito de la convocatoria y una vez que Zapatero ha aclarado ya que no piensa rectificar, cabe preguntarse cómo administrará el PP la situación. Rajoy dio una pista clara: «Es hora de que hablen los españoles». Hay pocas dudas de que el líder del PP está encauzando la protesta hacia las urnas. En lo que coincide con Zapatero, que el viernes dijo: «Es tiempo de manifestaciones, ya llegará el tiempo de las elecciones». Es evidente que la sima abierta entre el PSOE y el PP sólo puede dirimirse en las urnas. Y también que la campaña de las próximas municipales y autonómicas pivotará sobre la política antiterrorista. El presidente del Gobierno es quien tiene la facultad de convocar las generales, que tocan dentro de un año. Un resultado adverso para el PSOE en los comicios de mayo podría llevar a Zapatero a rectificar su política antiterrorista para salvar el poder. Pero si no fuera así, sólo las generales -anticipadas o no- podrán dirimir qué política respaldan los españoles. Convendría, desde ahora, que unos y otros se comprometieran a aceptar el veredicto de las urnas.

Editorial de El Mundo, 11-3-2007

Especial 10M: El hombre que quería comprar la Tour Eiffel

"Mucho me temo que ni siquiera el éxito de la espectacular manifestación de ayer, en definitiva la mayor reprobación ciudadana a un presidente en 30 años de democracia al margen de las urnas, haga rectificar a Zapatero. Al contrario, cada pancarta sujetada por un español de derechas, cada grito de un manifestante conservador, cada línea del texto leído por Rajoy supondrá para él un honroso latigazo más que poder exhibir heroicamente en el carné de penitente que presentará la próxima vez que sus delegados se reúnan con ETA y Batasuna. El caso De Juana ha sido, de hecho, su de perdidos, al río. La primera vez que un presidente del Gobierno ha pagado el impuesto revolucionario. Y lo trágico del caso no es que el precio haya sido mayor o menor, más amargo o digerible, gravemente infame o sencillamente injusto, sino que -se ponga como se ponga nuestro fantasioso presidente- la Torre Eiffel no ha estado ni estará en ningún momento en venta. "

André Poisson era un hombre cargado de buenas intenciones. Por algo tenía nombre de inocentada, pues nuestro 28 de diciembre es en Francia el poisson d'abril. Sabía que como industrial chatarrero no le sería fácil pasar a la Historia, pero exactamente eso es lo que pretendía. Y cuando, una mañana de la primavera de 1925, fue convocado por el Director General Adjunto del Ministerio de Correos y Telégrafos a una reunión de carácter confidencial en una suite del selecto Hôtel de Crillon de París pensó que su gran oportunidad había llegado.
Otros cinco empresarios del sector asistían a la reunión en la Plaza de la Concordia. Poisson, relativamente nuevo en esas lides, miraba a sus colegas de reojo, mientras escuchaba con atención a su interlocutor. «Caballeros, les he citado aquí por la naturaleza altamente reservada del asunto que quiero poner en su conocimiento», explicó el alto funcionario de nariz prominente, bolsas en los ojos y una característica cicatriz en el pómulo izquierdo. «Me refiero a la Torre Eiffel. El Gobierno no puede seguir soportando sus gastos de mantenimiento y ha decidido venderla».

Poisson no pudo evitar una fuerte subida de su nivel de adrenalina, pero el asunto no le cogía de nuevas. Había leído en los periódicos artículos recientes al respecto. La torre había sido construida como símbolo de la Exposición Universal de 1889 sin pretensión alguna de que se convirtiera en una estructura permanente. Su falta de sintonía estética con el resto de los grandes monumentos de París había suscitado todo tipo de polémicas y desde 1909 se venía especulando con su inminente desmantelamiento y traslado. Pero el tiempo había ido pasando y el problema seguía ahí, cada vez más gravoso para el erario.

Según el Director General Adjunto, su ministro había dicho «¡basta!» y había optado por una fórmula de subasta restringida para no desatar las iras de los modernistas: el que ofreciera una cantidad mayor se quedaría con la torre y podría hacer con ella lo que quisiera. Acto seguido les invitó a que le acompañaran a examinar el género. Un lujoso automóvil con banderín oficial y circunspecto chófer uniformado les trasladó hasta el pie mismo de la gran mole de hierro. Allí el hombre de la cicatriz en el pómulo les explicó que la torre estaba compuesta de 15.000 piezas desmontables y les hizo ver el alto valor ornamental de muchas de ellas. Desde ese mismo momento Poisson se prometió a sí mismo que aquel descomunal mecano muy pronto sería suyo.

Ofreció un millón de francos y a los pocos días supo, alborozado, que había ganado la subasta. Tenía que pagar de forma anticipada una cuarta parte del total mediante un cheque bancario que el Director General Adjunto recogería en persona en el mismo Hôtel de Crillon. André Poisson se disponía ya a formalizar el trato cuando su esposa le instó a que aclarara antes algunos detalles de la operación. Llamó al alto funcionario al número incluido en la tarjeta de visita que le había entregado y como quiera que éste detectara algunas señales de recelo en sus preguntas, le propuso enseguida una nueva reunión cara a cara.

Al cabo de unos breves circunloquios el cargo ministerial comenzó a lanzarle indirectas nada equívocas sobre lo escaso de su sueldo y lo elevado de sus gastos familiares. En lugar de levantarse indignado de la mesa, André Poisson reaccionó con la seguridad de quien acaba de comprobar que pisa tierra firme: aquel hombre era un funcionario corrupto que estaba pidiéndole una comisión para engrasar mejor los goznes del negocio. O sea, lo de siempre. A partir de ahí fue muy fácil culminar el acuerdo. El comprador se sintió reafirmado en sus intenciones -no iba a ser un poco más de dinero, por muy inmoral que fuera su destino, lo que iba a impedirle cerrar el anhelado trato- y en cuestión de minutos unos cuantos miles de francos en billetes pasaban al bolsillo derecho del director general adjunto mientras el talón conformado se alojaba en el izquierdo.

Cuando al día siguiente André Poisson se puso en contacto directo con el ministerio para preparar la logística del desmontaje y traslado de la Torre Eiffel, preguntó por el Director General Adjunto y descubrió que ni siquiera existía un puesto con esa denominación. Victor Lustig, el rey de los estafadores, el hombre de la cicatriz en el pómulo izquierdo, llevaba ya unas cuantas horas en un tren rumbo hacia su Centroeuropa natal, compartiendo risas y bebidas con su habitual cómplice Dan Collins, pues no era otro el circunspecto chófer uniformado.

Esta historia pasó pronto a formar parte de la antología del timo y sirvió para construir la leyenda de Lustig, un hombre capaz de engañar al mismísimo Al Capone, aunque acabara dando con sus huesos en el penal de Alcatraz. Un libro publicado en los años 60 -The man who sold the Eiffel Tower- y múltiples relatos periodísticos han contado lo ocurrido desde su perspectiva. Pero nadie se ha preocupado hasta ahora en analizar el punto de vista de su víctima, cuando es el que compendia los elementos esenciales de la mayoría de los grandes fiascos protagonizados por empresarios y gobernantes de todas las épocas; categoría en la que, por supuesto, incluyo el proceso de negociación de Zapatero con ETA.

El primer ingrediente de la disposición de Poisson a ser engañado era la idealización del propósito. Tanto darle vueltas durante años, el asunto -¿qué hacemos con la Torre Eiffel?, ¿cómo resolvemos lo de ETA?- había alcanzado una dimensión casi sobrenatural, haciéndolo digno de los mayores empeños y los más nobles compromisos.

El segundo resorte que entra en funcionamiento es la desmesura en la autoestima, el adanismo político, el sentido de la competitividad elevado a la categoría de narcisismo y megalomanía. Espejito, espejito... ¿Quién es el industrial chatarrero con mayor visión de futuro de París? Muchos son los llamados, pero uno sólo será el elegido. Treinta años de democracia comprimidos en una especie de subasta virtual. Allí donde fracasaron nada menos que Suárez, González y Aznar, es donde ha visto Zapatero su oportunidad de alcanzar la posteridad, poniendo más carne en el asador de acuerdo con la divisa de Danton: primero la audacia, después la audacia y finalmente la audacia.

Ya tenemos a la víctima presta a picar en el anzuelo. Es el momento en el que entra en juego el espejismo de los sentidos como sucedáneo del verdadero contacto con la realidad. Los informes de Eguiguren, las confidencias de Imaz, las misivas de Otegi, las fotos «avanzadas a su tiempo» de Gemma Zabaleta con Jone Goirizelaia... Zapatero estaba tan dispuesto a fijarse sólo en lo que quería escuchar -que ETA tenía decidido renunciar al terrorismo- como el señor Poisson a descubrir oportunidades de reciclaje en su visita guiada a la Torre Eiffel. Empiezas diciendo que «el concepto de nación es algo discutido y discutible» y hasta Jack el Destripador te termina pareciendo «un hombre de paz».

Sólo quedaba el último empujón: el de la tasa de la vergüenza. El desconcierto del presidente tras el atentado de Barajas es equivalente al del atrevido inversor cuando su mujer le hace dudar de la sinceridad del alto cargo: aquí puede haber gato encerrado, tal vez las cosas no son como parecen, quizá aún estemos a tiempo de dar marcha atrás... Y en ambos casos el impasse se quiebra cuando el timador o su entorno exigen completar el precio ya acordado con la mordida, con la comisión, con el IVA de la infamia. Es la prueba del algodón de que el negocio va de veras. Nada autentifica tanto al funcionario ministerial como que sea corrupto. Es el chantaje de De Juana lo que demuestra que estamos bien cerca del corazón de ETA.

Y frente a esa coacción, la ética mediterránea y el masoquismo político han reaccionado diciendo que el que algo quiere algo le cuesta, que no hay parto sin dolor, que no se pueden hacer tortillas sin romper algún huevo y que para coger peces no hay más remedio que mojarse el culo. Ergo, mandemos al monstruo a casa.

Ante el Comité Federal del PSOE, Zapatero fundamentó su decisión sobre De Juana en «el valor supremo de la vida», pero luego bifurcó ese postulado de forma contradictoria. Por un lado desarrolló un innovador concepto de «humanitarismo» orientado a guarecer a un asesino múltiple frente a su derecho al suicidio -¿qué hacemos entonces con la eutanasia, señores progresistas?- e incluso a imponer al Estado la obligación de ceder a sus demandas, llevando hasta la más absurda paradoja ese supuesto absolutismo vitalista. Por el otro presentó la excarcelación de facto como un modo de proteger no la vida de De Juana sino la de quienes pudieran a estar en el punto de mira de ETA, dando a entender así que la única manera viable de combatir el terrorismo es plegándose a sus pretensiones.

Si en pura lógica democrática ninguno de estos dos caminos conduce a ninguna parte -luego emprendió el aún más absurdo viaje de hacer un proceso histórico a la blandura de los gobiernos de Aznar- es porque son meras ocurrencias destinadas a enmascarar el verdadero móvil del presidente. No es que Zapatero haya reanudado las negociaciones con ETA y esté cumpliendo, como aseguró ayer Rajoy, una de sus cláusulas secretas. Se trata de algo aún peor, pues lo que está pagando es un peaje a cuenta, una especie de gravamen voluntario mediante el que aspira contribuir a relanzar el proceso.

Zapatero está haciendo méritos ante ETA y, aunque transmitiera con antelación a la izquierda abertzale el contenido de su gesto explicitando sus expectativas de reciprocidad -aún no satisfechas, por cierto-, todo tiene una raíz psicológica más profunda. Como es posible que ni el propio presidente sea consciente de la gravedad de lo que le pasa, merece la pena invitarle a diseccionar el asunto a través del capítulo XV del Libro Segundo de los Ensayos de Montaigne titulado De cómo nuestro deseo se acrecienta con la dificultad.

«El precio da valor al diamante, la dificultad a la virtud, el dolor a la devoción y la acritud a la medicina», nos dice el señor del torreón lleno de libros. Enseguida pone como ejemplo unos versos de Ovidio: «Si una broncínea torre nunca hubiera/ tenido a Danae encerrada dentro,/ Júpiter no habría hecho madre a Danae». Y una reflexión de Séneca: «El placer de las cosas aumenta precisamente por el peligro que debe ahuyentarnos de ellas». Y el recuerdo de cómo «Flora, la cortesana, decía no haberse acostado jamás con Pompeyo, sin marcarle con sus mordiscos» pues «el dolor es harto más dulce cuando quema y lastima».

«Nuestro apetito desprecia y pasa por alto todo cuanto está a su alcance, para correr tras lo que no tiene», prosigue Montaigne. «Porque prohibirnos algo es hacérnoslo desear». No en vano reconoce Horacio que su amor «sobrevuela lo asequible y persigue lo que huye». Porque volviendo con Ovidio, «lo que está permitido desagrada, lo prohibido nos quema con más fuerza».

Nunca un primer ministro tuvo más fácil consensuar con el jefe de la oposición las grandes políticas de Estado. Desde su aversión congénita al conflicto, Rajoy estaba dispuesto a pactarlo casi todo: la reforma de la Constitución, por supuesto la de los Estatutos, el desarrollo del Pacto Antiterrorista, la política exterior y de defensa... Además, el trauma del 11-M proporcionaba a Zapatero la excusa perfecta para aparcar cualquier promesa electoral que implicara la confrontación y dedicar la legislatura a poner bálsamo en las heridas colectivas. ¿Qué mejor destino podía dar a su talante que comportarse como un estadista apaciguador e incluyente?

Pero enseguida vimos que ocurría lo contrario. Zapatero quería llegar adonde no lo había hecho nadie, su entusiasmo político se embravecía con el vértigo fruto de la proximidad al abismo y cualquiera diría que anhelaba los mordiscos de la fiera como credencial de haber yacido en su gruta. Mientras los acuerdos con la derecha se convirtieron enseguida para él en algo despreciable, de puro asequible, todo lo prohibido le atraía como un imán irresistible.

Zapatero pensó, sigue pensando, que con él llegaba la hora de las grandes transgresiones. Los años que vivimos peligrosamente. Cuanto más peligrosamente, mejor. Por eso ha ido subiendo la trascendencia de la apuesta en paralelo al incremento del rechazo que iba provocando en la España que él considera anticuada y Rajoy sensata. Primero fueron los pactos con Esquerra Republicana, luego la matrimonialización de la unión homosexual, después el caballo en cacharrería del Estatuto de Cataluña, por fin el proceso de paz con ETA. Y el que todo ello fuera innecesario, unilateral y por las bravas era su principal atractivo.

Zapatero identifica hasta tal extremo mérito con dificultad que la escalada de desaires que le ha ido infligiendo ETA -impuesto revolucionario, kale borroka, robo de pistolas, atentado de Barajas...- lejos de disuadirle de su empeño se ha convertido en una cadena de acicates. Y en este contexto el caso De Juana ha tenido el valor de toda prueba suprema dentro de un rito iniciático: ahora sus compañeros de viaje ya saben lo que él es capaz de hacer. A cambio espera que ellos le hagan más llevadero el trayecto que han de recorrer juntos hasta el Eldorado del fin de la violencia.

Cuando André Poisson cayó en la cuenta de que le habían engañado como a un merluzo sintió tanta vergüenza que dio por perdido su dinero y se quitó discretamente de en medio. Victor Lustig volvió poco después a las andadas e intentó venderle el monumento a otro porque, en definitiva, la simulación y la estafa estaban en su naturaleza.

Mucho me temo que ni siquiera el éxito de la espectacular manifestación de ayer, en definitiva la mayor reprobación ciudadana a un presidente en 30 años de democracia al margen de las urnas, haga rectificar a Zapatero. Al contrario, cada pancarta sujetada por un español de derechas, cada grito de un manifestante conservador, cada línea del texto leído por Rajoy supondrá para él un honroso latigazo más que poder exhibir heroicamente en el carné de penitente que presentará la próxima vez que sus delegados se reúnan con ETA y Batasuna. El caso De Juana ha sido, de hecho, su de perdidos, al río. La primera vez que un presidente del Gobierno ha pagado el impuesto revolucionario. Y lo trágico del caso no es que el precio haya sido mayor o menor, más amargo o digerible, gravemente infame o sencillamente injusto, sino que -se ponga como se ponga nuestro fantasioso presidente- la Torre Eiffel no ha estado ni estará en ningún momento en venta.

Pedro J. Ramírez, Carta del Director
El Mundo, 11-3-2007

Especial 10M: Que hablen los españoles

Cientos de miles de personas asistieron cívicamente a la mayor manifestación jamás convocada por un solo partido .

CARMEN REMIREZ DE GANUZA / EL MUNDO, 11-3-2007

Mariano Rajoy puso voz ayer a cientos de miles de personas que abarrotaron la espina dorsal de Madrid, en la mayor manifestación jamás convocada por un partido político y una de las más numerosas de toda la Democracia, para proclamar que «es hora de que los españoles hablen» y digan «no» a las cesiones de Zapatero a ETA. En un acto cargado de emotividad y teñido de fiesta, ante un oleaje de banderas españolas que se expandía por las calles adyacentes a la Plaza de Colón, Rajoy no sólo exigió un cambio en la política antiterrorista sino que se erigió en líder de una nueva mayoría.

En posición de firmes, solemne en su soledad, y a un paso por delante del grupo de concejales vascos que le acompañaban en el escenario, mientras sonó el Himno Nacional; o enredado con ellos en cadeneta, bailando en charanga el «color esperanza» que escupían con profusión los altavoces de la plaza... Las dos imágenes de Rajoy, la del empaque, y la de la celebración, resumieron los dos mensajes de un acontecimiento masivo y de precedente incierto: el patriotismo, y la fe en el cambio.

La palabra «España» fue, tanto en el discurso de Rajoy como en los eslóganes que coreó el público a lo largo de una marcha cuajada de banderas nacionales, el centro de lo que el propio presidente del PP denominó «un acto de afirmación de lo que nos une a todos los que aquí estamos: la democracia, la convivencia pacífica, el aislamiento de los violentos, las ganas de construir juntos el futuro».

Y es que, tal como afirmó en su discurso, «no estamos hablando solamente del terrorismo. Ni siquiera principalmente. Estamos hablando de España, que es lo que nos ocultan detrás de eso que se llaman negociaciones (...) España nos pertenece a todos y nadie tiene derecho a modificarla para dar gusto a ETA. No lo vamos a consentir».

España por la libertad. No más cesiones a ETA, rezaba el eslogan de la pancarta detrás de la cual habían caminado -tras el propio Rajoy y sus concejales vascos- todos los dirigentes y presidentes autonómicos del PP. Por delante de ellos, los jóvenes de Nuevas Generaciones portaban una gran pancarta de tela de barco de 30 x 15 metros con el lazo azul, elegido por los populares en recuerdo de las manifestaciones de protesta por el asesinato de Miguel Angel Blanco y por el secuestro de José Antonio Ortega Lara.

Ambas víctimas de ETA fueron, de hecho, el segundo gran emblema de la manifestación, y el referente moral en el que se apoyó un Rajoy convertido ayer en protagonista. Ortega Lara -la imagen más aplaudida del vídeo de agradecimiento a las víctimas con que el PP inauguró el acto final- optó por confundirse con el paisaje humano. La hermana y el padre del asesinado concejal de Ermua, en cambio, portaron la pancarta y fueron abrazados por Rajoy en el escenario. «Agradezco a toda España», decía el padre de Miguel Angel a este diario, «lo mucho que siempre nos ha apoyado. Si no hubiera sido por ese apoyo, con mi hijo bajo tierra, no habríamos salido adelante».

Rajoy invocó su memoria y el propio espíritu de Ermua. Pero su mensaje, abierto a la «recuperación del consenso» entre los demócratas, fue político, concreto y directo en su crítica frontal a Zapatero: «El Gobierno está cogido en una trampa», dijo, en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Por eso se asusta cuando un terrorista no come. Y se asusta cuando se le piden explicaciones, y se asusta cuando los españoles sacamos nuestra indignación serena y democrática a la calle».

La calle no desmintió esa pretendida «serenidad». No hubo aguiluchos ni símbolos preconstitucionales, tal como preveían sus adversarios políticos. Ni siquiera proliferaron, en vísperas del tercer aniversario del 11-M, las pegatinas de «Queremos saber» que inundaban las últimas manifestaciones convocadas por las asociaciones de víctimas. Los organizadores no tuvieron dificultades en compatibilizar, así, el color rojigualdo de la marcha con ese Libertad sin ira que resonó en la plaza de Colón en dos ocasiones; una canción de Jarcha que se convirtió en el santo y seña de la Transición y que ayer hacía bailar a María San Gil como una quinceañera.

Eso sí, por encima de la crítica a ETA, lo que predominaba ayer en la calle era la denuncia contra Zapatero. Aún más, si cabe, el aplauso a Rajoy. «Mariano, amigo, España está contigo» y «España se merece otro presidente», fue lo más coreado.

El presidente del PP no habló de elecciones en su discurso. Pero su reclamación ante aquellos cientos de miles de manifestantes era un «basta ya» que excedía, como él mismo admitió, de la denuncia contra la prisión atenuada del etarra De Juana Chaos y de la propia política antiterrorista. «Les convoco», proclamó, «a defender la nación española y a sumar esfuerzos para recuperar nuestra estima como un pueblo que ha sabido dar ejemplo al mundo con su entereza frente al terrorismo».

Como dijo ayer uno de sus dirigentes en Madrid, «a base de dejarnos solos (los socialistas)», nos han convertido en la única referencia de una mayoría social en España».

Especial 10M: Los gritos de la manifestación


«ETA, escucha, ésta es mi lucha».

«Zapatero, en mi nombre, no».

«Zapatero, embustero. Zapatero, dimisión».

«Matar a la gente no es un accidente».

«Zapatero, échale cojones y convoca elecciones».

«11-M, queremos saber».

«España unida jamás será vencida».

«Qué barbaridad, dejan de comer pero no dejan de matar».

«Cobarde, gallina, la ETA te domina».

«Ahora, ahora, Mariano a La Moncloa. Rajoy, amigo, España está contigo».

«No nos da la gana que liberen a De Juana».

Especial 10M: Hasta aquí hemos llegado

Ni los más viejos del lugar recuerdan una como la que este sábado se ha montado en Cibeles, plaza de Colón y aledaños. Y se montó desde bien pronto porque en plena sobremesa, cuando el tibio sol de marzo aun calienta, las calles y callejas que van a morir a Recoletos eran un ir y venir de banderas, pancartas y bufandas con los colores de España, como las que la sufrida afición española lleva a los partidos de fútbol cuando juega la selección.

Pero lo de esta tarde no era un partido de fútbol, era un clamor. Un clamor nacional, se entiende. De los cuatro puntos cardinales de nuestra piel de toro han llegado tantos autobuses que ciertas calles, más que avenidas de una ciudad respetable, parecían estaciones improvisadas. Mil, dicen los periódicos, aunque al madrileño de a pie, poco habituado a ver tanto autocar junto fuera de la Estación Sur, nos han parecido muchos más.

De ahí que la bandera de España, la nuestra, la única que tenemos, haya estado tan bien cortejada en esta tarde de sol a las cinco en punto. No ha faltado una sola autonomía y escudos, banderines y estandartes de la más variada procedencia han aliñado la ensalada multicolor. El recolmo de la pluralidad lo he encontrado en una señora que tomaba la española con una mano, la señera catalana con la otra y había puesto una ikurriña en el carrito del niño. Sospecho que esta buena mujer no es de las que se amilanan cuando los socialistas vienen con eso de la España plural. Ella lo practica, y tan contenta.

Todos parece que quieren decirle a Zapatero que hasta aquí han llegado, que están hartos, que no se puede ser tan incapaz durante tanto tiempo y a costa de tanta gente. No me cabe ninguna duda de que esto dará que hablar, aunque a estas horas desconozco lo que dirán y cómo lo dirán. Sea lo que sea, tal cantidad de gente no puede dejar indiferente a nadie. Los que se agolpan en las vallas azules que ha dispuesto el ayuntamiento parece que son de mi opinión porque, en toda la tarde, no han parado de corear consignas. Algunas antiguas y otras inventadas para la ocasión. En esto se notan los dos años largos que esta gente sale a la calle a practicar el saludable ejercicio de decir lo que se piensa. No sería de extrañar que más de un sindicalista se haya colado de incógnito con su libreta de notas para ver si sus bases recuperan el entusiasmo perdido.

Las manifestaciones que convoca el Partido Popular, el Foro de Ermua o la Asociación del Víctimas del Terrorismo tienen fama de ser muy coloridas, algo menos ruidosas y extremadamente corteses con el mobiliario urbano. No es un mito, es una realidad que sólo quien se haya acercado a una puede constatar en primera persona. La de hoy no ha sido una excepción. Da igual que asistan 50.000 o millón y medio, los papeles terminan en las papeleras y las paredes de los edificios pueden respirar tranquilas. Quizá se deba a aquello que dicen de que la gente de derechas es gente de orden y puntual.

Rajoy lo ha sido. A las cinco ha llegado a la cabecera de la manifestación y dos horas exactas después ha comenzado una intervención tan afortunada como suelen serlo las del presidente del Partido Popular, florido parlamentario y mitinero de lujo. Rajoy es un orador en vías de extinción. Es de esos que cuando habla no lee, y eso se nota, lo notan los que escuchan, algo que los políticos de hoy, empeñados en escucharse a sí mismos, parecen haber olvidado. Tampoco gesticula robóticamente al estilo de Pepiño Blanco, y bien que lo aprecian los que están delante. Ha sabido desgranar una a una las razones por las que todos, él antes que nadie, estaban allí. Como guinda dos vivas calcadas a las que cierto prohombre de la patria pronunció en Cádiz, hace casi 200 años. ¡Viva la Libertad! y ¡Viva España! Ahí queda eso.

Fernando Díaz Villanueva
Libertad Digital, 10-3-2007

Especial 10M: Rajoy: "Queremos recuperar la España que no se rendía ante los terroristas"

El presidente del PP convocó este sábado "solemnemente" a los ciudadanos a "defender la nación española" frente a la "claudicación" ante ETA por parte del Gobierno y a "recuperar la España que no se rendía ante los terroristas" ni les pagaba "peaje" para buscar con ellos un "trato delirante". "España nos pertenece a todos y nadie tiene derecho a modificarla para dar gusto a ETA", advirtió. Además, tuvo un emotivo recuerdo para las víctimas del terrorismo que, según dijo, "representan el precio que hemos pagado por nuestra libertad".

Mariano Rajoy pronunció esas palabras durante la intervención que cerró la manifestación del PP en protesta por la decisión del Ejecutivo Zapatero de excarcelar al etarra De Juana, y que discurrió por las calles de Madrid bajo el lema "España por la libertad. No más cesiones a ETA". Su intervención, que duró unos 20 minutos, fue interrumpida en numerosas ocasiones por los aplausos y gritos de los manifestantes, que además corearon al terminar el discurso los "Viva la libertad" y "Viva España" que proclamó Rajoy desde el escenario. El acto terminó con el himno nacional y un aplauso.

Entre los gritos que interrumpieron al presidente del PP en varias ocasiones se pudo escuchar "Zapatero dimisión", el más repetido, o "España, España", "Todos a una contra Batasuna" y "España unida jamás será vencida".

Rajoy agradeció la participación en la manifestación, convocada por "la torpeza de un Gobierno que se ha dejado coaccionar por un asesino y ha cedido", e instó al Ejecutivo a que rectifique y a que se imponga la razón. Así, consideró que, hace tres años, eso era impensable, pero lamentó que Zapatero quebrase el consenso para "tener las manos libres" y, ahora haya que recuperarlo.

"Si no es posible alcanzarlo con el Gobierno, yo quiero establecerlo con la gente, con los españoles; en ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importe España, a poner fin a esta situación; les convoco a defender la nación española y a sumar esfuerzos para recuperar nuestra autoestima como un pueblo que ha sabido dar ejemplo al mundo con su entereza frente al terrorismo", declaró.

El presidente de los populares dijo que la atenuación de la pena de De Juana ha dejado claro "por qué había que retorcer las normas", "trampear los procedimientos" y "engañar a los españoles" para excarcelar a un "terrorista insaciable". A su juicio, todo ello se debe a "compromisos previos" y al "peaje" que paga el Gobierno a los terroristas para poder negociar.

"Se ha pretendido embaucarnos con el pretexto de una paz engañosa, esa paz que lleva escrita en el rostro De Juan Chaos, la paz de Otegi, la paz de los canallas que colocaron la bomba en Barajas", prosiguió Rajoy, antes de expresar su convencimiento de que ETA no renuncia a nada, "quiere Navarra, la amnistía y la independencia, y no se conformará con menos", advirtió.

Rajoy aseguró que ETA seguirá actuando de la misma forma mientras se le consienta , y reprochó al Gobierno que haya buscado un "trato delirante". "Cuanto más obtengan, más querrán, y no se detendrán hasta obtener todo lo que piden", añadió el líder del PP, quien consideró que ETA no quiere la paz, sino la victoria ante un Gobierno "débil" que ha caído en una trampa de la que no sabe salir. "Por eso se asusta cuando un terrorista no come, cuando se le piden explicaciones y cuando los españoles sacamos nuestra indignación, serena y democrática, a la calle", dijo.

Un callejón sin salida

Rajoy afirmó que el Gobierno se ha equivocado, "está en un callejón sin salida" y debe rectificar, pero no se atreve porque lo que más le asusta es reconocer su error pese a que "millones de personas" se lo piden. Así, lamentó que el Ejecutivo haya "rechazado siempre" la mano tendida por su partido, y, por ello, dijo que "es hora de que los españoles hablen" e impidan que las cosas continúen "por este camino delirante".

En ese sentido, dijo que es necesaria una política antiterrorista seria y consideró que la manifestación de este sábado fue un acto de "afirmación y esperanza" porque "todo el mundo sabe que hay otra manera de hacer las cosas, más digna, más justa y más eficaz".

"Hemos conocido mejores días en la lucha contra el terror y queremos recuperar la España que no se rendía ante los terroristas, que no se humillaba ante el chantaje, que no premiaba a los asesinos, que no menospreciaba a las víctimas; la España que consiguió que ETA no matara porque no podía matar, porque la estábamos derrotando", aseveró.

Las víctimas de ETA

Tras expresar el "derecho" a reclamar otra forma de hacer las cosas y expresar el deseo de que "la democracia gane y ETA pierda", calificó a las víctimas del terrorismo de "el mejor estandarte" de esos valores y citó en concreto a Miguel Ángel Blanco y José Antonio Ortega Lara.

"Distinguimos muy bien y por eso no olvidamos a las víctimas. A nosotros no nos estorban. Al contrario. Son el mejor estandarte de nuestros valores, el testimonio vivo de nuestra fe en la democracia", aseguró.

Rajoy recalcó que las víctimas son la demostración de que "ni con uno ni con mil muertos logrará nadie doblegar nuestros principios" y que la "mejor" manera de honrarlas es "volver a hacer las cosas como se hacían cuando se hacían bien". "Se les honra defendiendo las ideas que sus asesinos condenan. Se les honra persiguiendo a sus perseguidores. Se les honra haciendo justicia. Nosotros les haremos justicia, ya lo creo que les haremos justicia", manifestó.

Libertad Digital, 10-3-2007

Especial 10M: Y ahora, a rescatar la soberanía

La manifestación de este sábado, por históricas que resulten sus proporciones, no tendrá el menor efecto en la política antiterrorista de José Luis Rodríguez Zapatero, tal y como el presidente ha avisado, displicente, en la víspera de la convocatoria del PP. Ignacio de Juana no volverá a la cárcel a cumplir hasta el último día de su condena a tres años de prisión, y Batasuna-ETA se presentará a las próximas elecciones locales, bajo este o cualquier otro pabellón electoral, sin haber condenado el terrorismo y sin cumplir con la Ley de Partidos. Conviene dejarlo sentado, para que la potente energía de patriotismo y libertad que ha prendido en una parte de la sociedad española se mantenga con la debida tensión cívica y no decaiga en frustración ante las nuevas e inexorables cesiones que el Gobierno hará al terrorismo en los próximos meses.

Es indispensable que el foco de resistencia pacífica nacido en el seno del movimiento de las víctimas y galvanizado por el colosal potencial movilizador y pedagógico del primer partido político de España en número de afiliados conserve viva y lúcida su heróica impugnación moral de un presidente consumido por la debilidad y desbordado por el desafío de los enemigos de la libertad y de España.

Es clave que la llamada de Mariano Rajoy a “todos los españoles a los que les importe España” para que pongan “fin a esta situación” de crisis nacional llegue al último rincón del último hogar del país; y sólo la conmovedora conjura cívica confirmada este sábado por dos millones de personas en las calles de Madrid puede propagarla.

Por eso, lo más difícil y duro de este auténtico movimiento por la independencia nacional empieza ahora. Después del vibrante clamor de unidad en la ciudad más abierta y plural de España; después de un vendaval de banderas jamás visto y de un rescate popular del himno, convertido en símbolo de la libertad, llega el verdadero desafío: un Gobierno acorralado, más rehén que nunca de la voluntad de ETA, y, por lo tanto, más despótico y dispuesto a perpetrar más injusticias que nunca para satisfacer a los terroristas.

Un presidente que llegó al poder gracias a los terroristas contrae un vínculo fáustico de por vida. Sólo los terroristas deciden cuándo saldrá del poder, y hasta cuándo les servirá desde el mismo. Este otro 11 de marzo, tres años después de aquel sangriento jueves que le hizo ganar las Elecciones contra toda evidencia, Zapatero es un presidente más débil y, por lo tanto, más peligroso para España. Un gesto de ETA, un simple comunicado, una promesa renovada de paz que reanime su proceso, su único programa político, su kit de supervivencia, sólo conseguirá precipitar la política de cesiones.

Desenmascarado incluso por sus votantes, desacreditado por la fácil y cobarde humillación de las víctimas, abominado por al menos la mitad de la nación, como ningún otro mandatario desde Fernando VII, por su ensañamiento en la traición, ¿de qué no será capaz a partir de ahora, a cambio de una prórroga otorgada por un gesto de los terroristas? Por eso, la respuesta del movimiento cívico debe ser el mantenimiento de la resistencia pacífica en la calle, y la del PP, volcarse en la batalla de las autonómicas (particularmente, en Navarra, pieza clave de la estrategia conjunta de Zapatero y ETA) y, a continuación, en el objetivo de un adelanto electoral que restituya cuanto antes a los españoles una soberanía que este presidente legal, pero ya completamente ilegítimo, ha puesto en rebajas a los terroristas.

Editorial de Libertad Digital, 11-3-2007

Especial 10M: Discurso de Mariano Rajoy, Por la libertad, por España


A continuación se reproduce íntegramente la intervención del presidente del Partido Popular, Mariano Rajoy, al término de la manifestación celebrada este sábado en Madrid:

Gracias a todos por venir, y por pensar que este esfuerzo merecía la pena.

Gracias por creer que las cosas no se arreglan solas, que sois necesarios y que España es responsabilidad de todos y de cada uno de nosotros. Nos ha movilizado la torpeza de un Gobierno que se ha dejado coaccionar por un asesino y ha cedido. Nos ha traído aquí la injusticia cometida —contra todos los españoles— con un terrorista que no pide perdón, que no se arrepiente, que nos desprecia y, para colmo, se ríe de nosotros con sus parodias de hospital.

Nos ha traído aquí la falta de gallardía de un Gobierno que pretende disfrazar la humillación con razones de política inteligente y la indignidad con excusas humanitarias. Hemos venido para proclamar que la mayoría de los españoles no estamos conformes; para que nadie pueda beneficiarse de nuestro silencio; para que nadie cuente con nuestra resignación. Hemos venido a decir NO a esa burla de la ambulancia y NO a todo lo que se oculta tras esta claudicación.

Porque este gesto ha desenmascarado todos los disimulos. Ha dejado todas las intenciones a la vista. Ya no es posible ocultar lo que resulta evidente. Ahora sabemos por qué se nos humilla ante los terroristas; por qué el Gobierno es tan complaciente con sus portavoces; por qué Batasuna —que es ilegal— recibe mejor trato que quienes respetamos las leyes. Ahora sabemos por qué había que retorcer las normas, trampear los procedimientos y engañar a los españoles para excarcelar a un terrorista insaciable.

Son compromisos previos, son exigencias que los terroristas imponen para que el Gobierno demuestre su buena voluntad hacia ellos. Es el peaje que paga el Gobierno para poder negociar. Se ha pretendido embaucarnos con el pretexto de una paz engañosa. Esa paz que lleva escrita en el rostro De Juana Chaos. La paz de Otegui. La paz de los canallas que colocaron la bomba en Barajas.

ETA no nos dejará en paz. No se arrepiente de nada. No renuncia a nada. Quiere Navarra, quiere la amnistía, quiere la independencia. Nunca se conformará con menos. Mientras se le consienta, seguirá y seguirá hasta lograr su propósito, hasta que renunciemos a la razón, a la justicia, a la dignidad, en definitiva, hasta que nos rindamos. Tampoco renunciará jamás a su capacidad de coacción, de chantaje, de intimidación.

Todo esto lo sabe el Gobierno. Pese a ello, siendo evidente que ETA no pensaba dejar las armas, buscó su trato. Siendo evidente que ETA pretendía obtener con el alto el fuego los mismos beneficios que reclamaba con las armas, buscó su trato. Siendo evidente que ETA se reservaba el derecho de dialogar con bombas, buscó su trato.

Un trato delirante porque pretender que los criminales se apacigüen mediante concesiones es tan absurdo como apagar un incendio con leña. Cuanto más echemos, más nos pedirá. Cuanto más obtengan, más querrán. No se detendrán hasta obtener todo lo que piden.

ETA no quiere la paz. Busca la victoria. Ha descubierto un Gobierno débil y quiere aprovechar la ocasión.

Quien cede una vez ante ellos se condena a seguir cediendo o a tener que combatirlos cuando sea demasiado tarde. Por eso es preferible tener el coraje de hacerles frente desde el principio, sin debilitar nuestra fuerza, sin fortalecer al principal enemigo de nuestra libertad.

El Gobierno está cogido en una trampa en la que él mismo se ha metido y de la que no sabe salir. Por eso se asusta cuando un terrorista no come. Y se asusta cuando se le piden explicaciones. Y se asusta cuando los españoles sacamos nuestra indignación, serena y democrática, a la calle.

Se ha equivocado. Está en un callejón sin salida y debe rectificar, pero no se atreve porque lo que más le asusta es tener que reconocer su error. Millones de personas le han pedido en la calle que rectifique, pero no hace caso. Le hemos tendido la mano muchas veces y se nos ha rechazado siempre. Hemos querido ayudar y se ha despreciado nuestra ayuda.

Por eso estamos aquí. Es hora de que los españoles hablen. Tenemos que impedir que las cosas continúen por este camino delirante. Necesitamos una política antiterrorista seria. Una política diseñada para perseguir a los terroristas, no para poner zancadillas a los españoles que no aplauden al Gobierno.

Quiero que este acto quede como testimonio de un pueblo que sabe que sólo siendo fiel a sus valores podrá construir el mejor futuro. De un pueblo que sabe que entre el terrorismo y la democracia no hay caminos de encuentro y que uno de los dos debe prevalecer a costa del otro. Y que, desde luego, quiere que prevalezca la democracia. De un pueblo que no quiere tener que contar un día que el terrorismo ganó una batalla en su país.

Este es un acto de afirmación y de esperanza. De afirmación de lo que nos une a todos los que aquí estamos y a muchos que no han podido estar: la democracia, la convivencia pacífica, el aislamiento de los violentos, las ganas de construir juntos el futuro. Todo el mundo sabe que hay otra manera de hacer las cosas, más digna, más justa, más eficaz. Hemos conocido mejores días en la lucha contra el terror.

Queremos recuperar la España que no se rendía ante los terroristas, que no se humillaba ante el chantaje, que no premiaba a los asesinos, que no menospreciaba a las víctimas. La España que consiguió que ETA no matara porque no podía matar, porque la estábamos derrotando. La España que acabó con el terrorismo callejero. ¡Claro que hay otra manera de hacer las cosas! Y tenemos derecho a reclamarla. Queremos que la democracia gane y que ETA pierda.

Queremos que Batasuna desaparezca de nuestras calles, de nuestros telediarios y que ni sueñe con volver a los ayuntamientos. Queremos que los terroristas sepan que no tienen nada que reclamarnos, que su único destino es la cárcel y que nosotros todavía sabemos distinguir con nitidez quiénes son las personas decentes y quiénes son los indeseables. Los distinguimos muy bien. Por eso no nos olvidamos de las víctimas. A nosotros no nos estorban. Al contrario:

Son el mejor estandarte de nuestros valores; el testimonio vivo de nuestra fe en la democracia; representan el precio que hemos pagado por nuestra libertad; expresan nuestra respuesta al terrorismo; hacen saber que, ni con uno ni con mil muertos, logrará nadie doblegar nuestros principios. Dos personas, entre tantas otras que permanecen en nuestro recuerdo, simbolizan de forma eminente la voluntad de este pueblo de decir que NO al chantaje y al terror.

Una de ellas, Miguel Ángel Blanco, no puede estar hoy con nosotros. Pero aún esta plaza de Colón se estremece con el recuerdo del grito de más de un millón de gargantas que clamaron “¡Basta ya!” tras su cruel asesinato. Y aún nos estremece a todos el coraje cívico de sus familiares ofreciendo su sacrificio por la derrota final del terrorismo. La otra persona, José Antonio Ortega Lara, sí está hoy entre nosotros y su ejemplo de valor y sacrificio siguen siendo el mejor estímulo para la resistencia cívica de un pueblo.

El mejor camino para honrar a las víctimas es que volvamos a hacer las cosas como se hacían cuando se hacían bien. Las flores y los aplausos nunca sobran, pero como de verdad se les honra es defendiendo la razón que da sentido a su muerte. Se les honra defendiendo las ideas que sus asesinos condenan. Se les honra persiguiendo a sus perseguidores. Se les honra haciendo justicia. Nosotros les haremos justicia. Esto es lo que queremos y esto es lo que nos ha traído aquí: que el Gobierno rectifique, que se imponga la razón, que se aplique la ley y que sea el Gobierno el primero en respetarla.

No se si se nos escuchará o nos responderán con la arrogancia habitual , pero esta es nuestra posición y a ella convocamos a los españoles. Esta es nuestra tarea. Un empeño que está por encima de diferencias ideológicas; por encima de partidos, por encima de rivalidades políticas, porque afecta al interés común. Una tarea que exige el esfuerzo de todos y merece el apoyo de todos. Porque no estamos hablando solamente del terrorismo. Ni siquiera principalmente. Estamos hablando de España, que es lo que nos ocultan detrás de eso que llaman negociaciones.

¿Con quién discute el Gobierno el futuro de Navarra, del País Vasco, de España? ¿Con los Navarros? No. ¿Con los españoles? No. ¡Lo discute con Batasuna, a escondidas, en secreto! ¿Con qué derecho? No lo vamos a consentir. España nos pertenece a todos y nadie tiene derecho a modificarla para dar gusto a ETA. No lo vamos a consentir.

Hasta hace tres años, esto era impensable porque las cosas importantes para todos los españoles estaban amparadas por un consenso. Esas cosas no se tocaban. Ese consenso que el señor Rodríguez Zapatero se apresuró a quebrar para tener las manos libres. Necesitamos recuperar el consenso. Si no es posible alcanzarlo con el Gobierno yo quiero establecerlo con la gente, con los españoles. En ese espíritu, convoco solemnemente a todos los españoles, a los que les importe España a poner fin a esta situación. Les convoco a defender la nación española y a sumar esfuerzos para recuperar nuestra autoestima como un pueblo que ha sabido dar ejemplo al mundo con su entereza frente al terrorismo.

Si alguien piensa que esta es una empresa que requiere mucho esfuerzo y mucha constancia y mucha voluntad, piensa bien. Pero si alguien piensa que vamos a cansarnos, se equivoca. Se equivoca de medio a medio y basta con venir aquí para comprobarlo.

Somos una voluntad en marcha. No nos vamos a resignar. No nos cansaremos de combatir por nuestros principios. No renunciaremos a conquistar lo que es justo. No nos rendiremos jamás. Volved a vuestras casas y contad a todo el mundo lo que ha pasado aquí, lo que habéis hecho, lo que habéis sentido. Que os vean en pie, con la cabeza alta y fuertes como yunques. Orgullosos de ser españoles que no se resignan.

Decid que estamos reclamando una deuda que el Gobierno quiere cancelar. Decid que reclamamos la libertad que nos han robado y que solamente podremos recuperar cuando se haga justicia, cuando podamos respirar hondo, cuando los terroristas no ejerzan ninguna influencia en nuestra vida, cuando ETA sea derrotada y desaparezca.

Este es nuestro empeño, esto es posible y esto, con la ayuda de todos, lo haremos realidad. Gracias otra vez por vuestra presencia, por vuestro calor y por vuestro gran ejemplo de civismo.

Y ahora, si todavía no estáis roncos, gritad conmigo:


¡Viva la libertad!

¡Viva España!