miércoles, 10 de octubre de 2007

Gabriel y demás

El escolta que salvó ayer milagrosamente la vida en Bilbao, pese a estallar el artefacto colocado por ETA en su coche, es un zaragozano llamado Gabriel Giner que milita en el PP. Es decir, que mi paisano es uno de esos diez millones de españoles contra los que Zapatero y sus cuates han perpetrado la Ley de la Memoria Histórica.
En la lucha antiterrorista, una de las claves de la movilización contra los criminales es conocer a las víctimas, saber de su existencia individual, comprobar que nada tienen de distinto esas personas a las que no han pasado por el trance de perder partes de su cuerpo o de su familia. La base del terrorismo es privar de la condición humana a sus víctimas, por eso es tan importante lo que en España sólo se hizo con Aznar, tratarlas con el máximo respeto, como lo que son: hermanos de nación. Como Gabriel Ginés.

Uno de los objetivos de quienes nos oponemos a esta desmemoria programada, a ese antifranquismo cobarde, cainita, retrospectivo y manipulador fletado por Zapatero para impedir que el PP se convierta en alternativa de Gobierno debe ser el de constatar que no son Rajoy, Acebes, Zaplana o Esperanza Aguirre los destinatarios de la fechoría totalitaria de ZP, sino los 700.000 militantes del PP, como el valeroso Gabriel Ginés, y los diez millones de conciudadanos que lo votan. Es una Ley del Embudo cuyo único fin es evitar que todos los Gabriel Ginés de España sean ciudadanos como los demás, sin cordón sanitario, Pacto del Tinell, titiriteros pagados o los famosos terroristas suicidas colocados por la izquierda político-mediática al paso del Gobierno del PP.

Quizás lo más repugnante de todo lo que ha hecho Zapatero en La Moncloa es haberse arrastrado ante ETA con la pública complicidad de los mismos partidos y partidillos heroicamente empeñados en ganar la Guerra Civil, casi 70 años después de perderla. Y para ello, hubo que despersonalizar, triturar, calumniar y perseguir en todos los ámbitos a las víctimas del terrorismo, porque su mera existencia pública suponía una condena moral contra quienes chapoteaban en el fango con ETA.

Pero la persecución de las víctimas y el mimo a los terroristas tuvo el mismo propósito que esa vil Ley de la Desmemoria: liquidar el régimen constitucional del 78 y rehacer un poder despótico como el que el PSOE, ERC y PCE pusieron en marcha desde 1934 a 1939. En aquel régimen del 36, los escoltas del bilbaino Prieto trataban de asesinar a los líderes de la oposición parlamentaria. En el del 78, los escoltas de los socialistas bilbaínos son del PP y se juegan la vida por ellos. Este es el cambio de régimen que busca Zapatero, hoy a costa de los escoltas del PP y mañana de los socialistas, cuando nada tenga remedio.

Federico Jiménez Losantos, Comentarios liberales
El Mundo, 10-10-2007

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