domingo, 4 de febrero de 2007

Sin gobierno, pero con una gran Nación


"La causa de la derrota de ETA es hoy la de la libertad en España; que es como decir que, o sobrevive ETA, o lo hace España, patria y sinónimo de la libertad individual desde sus mismo origen como nación."


El movimiento cívico de resistencia a ETA ha dado un salto histórico, con la manifestación masiva que ha recorrido el centro de Madrid, convocada por el Foro de Ermua con el lema Por la libertad. Derrotemos juntos a ETA. No a la negociación. El mar de banderas españolas y la estremecida multitud por el himno nacional al final de la concentración han bastado para que el Gobierno, sus aliados tribales y los pregoneros de su política de apaciguamiento, se topen con una energía de libertad imparable en la sociedad, con la que no contaban.

Lo que comenzó en los funerales casi clandestinos de las primeras víctimas de ETA, como un sentimiento de rabia e impotencia de sus allegados, se ha convertido, cuarenta años después, en la corriente de acoso pacífico al terrorismo y sus aliados más formidable del mundo, y también en un modelo de vertebración capaz de unir y movilizar a los españoles a través de edades, clases sociales, ideas, creencias y orígenes locales.

La causa de la derrota de ETA es hoy la de la libertad en España; que es como decir que, o sobrevive ETA, o lo hace España, patria y sinónimo de la libertad individual desde sus mismo origen como nación. Clásicos del conocimiento de nuestra factura histórica profunda, como D. Claudio Sánchez-Albornoz o D. Marcelino Menéndez Pelayo, probaron que España se hizo la nación más antigua de Europa luchando por su independencia, y ha conseguido mantenerse unida a lo largo de las edades, defendiendo su libertad frente a los enemigos más variados y feroces.

La corriente arrolladora de civismo que va del Espíritu de Ermua de 1997, tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, al sobrecogedor Episodio Nacional de este 3 de febrero de 2007, bebe del mismo impulso de libertad que ha unido y puesto en pie a otras generaciones de españoles frente a reyes despóticos o felones, invasores y fuerzas internas de desestabilización.

Si el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pensó que la sociedad española (o, al menos, su parte más noble, consciente y activa) iba a permanecer impasible ante su concienzudo plan de pacto con ETA para cambiar el régimen constitucional por otro en el que PSOE y partidos nacionalistas e independentistas se repartiesen el poder a perpetuidad, es que desconoce los impulsos genéticos que mueven la historia de los españoles. Visto como otra prueba más de su secular resistencia a ser sometidos, el Espíritu de Ermua y la orgullosa afirmación de los valores nacionales y constitucionales que desemboca en la marea humana que este fin de semana ha tomado las calles de Madrid y de otras ciudades españolas, era una reacción previsible a la obcecación del presidente del Gobierno en negociar y pactar con ETA.

Y si Zapatero pensó que sus tratos con los terroristas colarían, se equivocó de medio a medio. Se engaña a sí mismo si piensa que el PP podría organizar e instrumentar esta auténtica rebelión a su política. Sucede algo muy distinto: que el PP se ha visto arrastrado por una corriente de ciudadanos libres y organizados que no se resignan a que ETA sea reconocida como interlocutor político después de haber matado a 919 personas. Cualquier otra decisión hubiera sido suicida para el PP, como lo está siendo para el PSOE. Una sociedad civil organizada en redes, informada y militante en los principios y valores de la libertad gracias al uso de las nuevas tecnologías, es capaz de marcar las prioridades a los políticos.

La culminación del Espíritu de Ermua en el movimiento cívico de las víctimas de ETA contra el mal llamado “proceso de paz” no sólo marca la legislatura infame de un Gobierno que ha roto todos los consensos de la Transición, sino que ya es el hito más sobresaliente de la lucha por la libertad en toda la etapa constitucional. La causa de las víctimas del terror se ha convertido en algo más grande que ellas mismas: la última batalla por la independencia nacional.

De un Gobierno indolente, hemos pasado a un Gobierno desmoronado por el impacto de una rebelión cívica sin precedentes. La legislatura acabó para Zapatero el pasado 30 de diciembre, cuando ETA mató a dos personas en el aeropuerto de Madrid y pulverizó su único programa de gobierno, la negociación con los terroristas. Pero este 3 de febrero pasará a la historia como la fecha en la que ha quedado de manifiesto que España no tiene Gobierno, pero sigue siendo una gran nación.

Editorial
Libertad Digital, 04-02-2007

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