sábado, 10 de septiembre de 2011

Los diputados y los senadores se desnudan ante la ciudadanía. Por Antonio Casado

Dejen ustedes de pellizcarse porque es verdad. Desde ayer cualquiera puede consultar los datos que afectan a los bienes de nuestros parlamentarios a través del boletín oficial de las Cortes. Rentas y patrimonio a disposición de la ciudadanía en un ejemplo de transparencia del que bien podemos felicitarnos. Rentas percibidas durante el mandato de diputados y senadores. Y, lo que es más importante, variaciones de patrimonio durante el ejercicio de dicho mandato.

Obras son amores. Esta vez el verbo se hizo carne. A partir de ahora se pone realmente en práctica la palabrería previa de los padres de la patria sobre su encendido amor por la transparencia, el no tengo nada que ocultar y el no he venido a la política a hacerme millonario.

Qué fácil es todo cuando hay voluntad política de hacerlo. Véase la celeridad de la reforma de la Ley Electoral (artículo 160) para lograr cuanto antes que el famoso registro de intereses fuese público. Aprobada la reforma en trámite de urgencia a principios de julio, en apenas dos meses se ha hecho realidad la posibilidad de acceso a esos datos. Desde ayer los tienen ustedes en internet si quieren especular sobre los 35.000 euros de Rodríguez Zapatero en cuenta corriente, las cuatro viviendas de Mariano Rajoy o el millón de euros en bienes de Pérez Rubalcaba.

«Al quedar derrotadas las apelaciones al derecho a la intimidad, también quedan derrotados quienes aprovechaban la falta de transparencia para “generalizar sin rigor o difamar sin causa”.»
Estas tres menciones responden a que estos tres diputados están más obligados a ser diáfanos con lo que hay en el fondo de sus bolsillos sin añadir juicios valorativos. Simplemente, es justo y necesario saber como están las finanzas del presidente del Gobierno y de quienes pueden serlo a la vuelta de dos meses y medio. Estar más expuestos que los demás entra en el sueldo, aunque ni ellos ni los demás se merecen temerarios en base a su mayor o menor patrimonio.

Hacer carne picada por hacerla, inspirándose en prejuicios políticos, con lo que tienen o dicen tener los casi seiscientos parlamentarios nacionales es una mezquindad si no hay sospechas fundadas sobre eventuales irregularidades en la acumulación de esos bienes. Y si las hay, al margen de la filiación política del parlamentario en cuestión, esta previa confesión pública y oficial de parte siempre será un elemento clave de la indagación. Al menos para saber si el político ha mentido. En política, la mentira es tan grave como el enriquecimiento indebido.

Al quedar derrotadas las apelaciones al derecho a la intimidad, también quedan derrotados quienes aprovechaban la falta de transparencia para “generalizar sin rigor o difamar sin causa, como circunstancia propicia para la maledicencia y hasta como indicio sospechoso de comportamientos repudiables”. Eso se lee en la motivación de la reforma legal que hace posible que diputados y senadores se desnuden a partir de hoy ante la ciudadanía.


El Confidencial – Opinión

Lengua, patria y nación. Por Carmen Gurruchaga

Descartes dijo: «Mi lengua es mi patria» lo que en versión nacionalista podría significar que no hay patria sin lengua propia y por ello hacen «casus belli» de la supremacía del idioma autóctono frente al nacional, que ellos llaman «estatal», pues el nacional sería el vasco, el gallego o el catalán en el caso de España. Mañana, como cada 11 de septiembre, Cataluña celebra su Diada, una fiesta reivindicativa de sus señas de identidad. Y ¿qué mayor seña que el idioma propio? La reciente sentencia del TSJC , que da dos meses a la Generalitat para otorgar al castellano la condición de lengua vehicular, será utilizada este día por nacionalistas y acólitos para reivindicar el monolingüismo del catalán. Se puede entender el deseo de los nacionalistas por alejar de su comunidad el idioma «opresor» (como si se tratara de un ser vivo con capacidad para construir o destruir a otro), pero resulta casi imposible cuando este punto de vista procede de alguien no nacionalista. Y en ambos casos es inaceptable que personas públicas, con representación institucional, llamen al desacato de una orden emanada del Poder Judicial. La ley dice que Cataluña es una comunidad bilingüe y ésta es la opción que han de respetar los representantes públicos, independientemente del credo político que profesen. Sin embargo, el ataque al fallo del Gobierno por parte del Ejecutivo catalán y de los partidos, menos C’s y PP, hace suponer que no será cumplido, como sucedió con los dos anteriores, emitidos por el Supremo. La ministra Chacón defiende la inmersión lingüística en catalán, y el ministro Caamaño casi incita a la insumisión, mientras el PSC se muestra presto a sustituir al PP en los acuerdos con CiU.

La Razón – Opinión

El carril izquierdo. Por Francisco Muro de Iscar

La Dirección General de Tráfico ha lanzado una campaña, por fin, para que los conductores regresen al carril derecho una vez hecho el adelantamiento. Hay conductores que, incluso en autopistas y autovías, circulan siempre por el izquierdo. Algunos, a velocidades bajas y sin inmutarse; otros se salen al carril izquierdo un kilómetro antes de adelantar a un camión y siguen en él un buen rato. Simplemente con cumplir la norma de dar el intermitente, adelantar y volver al carril derecho, ahorraríamos un montón de gasolina y mucho tiempo, sin necesidad de reducir los límites de velocidad ni ninguna otra cosa. Enhorabuena a la DGT de Pere Navarro. Ahora sólo falta que los conductores hagamos caso. No es sólo un problema de eficiencia sino de civismo.

En política también hace falta una campaña parecida. Hay partidos y colectivos que creen que sólo existe el carril izquierdo. Algunos incluso prohibirían el derecho. Los sindicatos creen que todo se arregla con más inversión pública, subiendo los impuestos -y cuando eso se produce, no pagan más los ricos sino quienes no pueden escaparse del control, que casi siempre son los trabajadores-, rechazan que se recorte ningún derecho social, entre ellos sus privilegios. Que un secretario general de Comisiones Obreras diga públicamente que no existen los "liberados" sindicales y que los que hay trabajan muchas más horas que los trabajadores de a pie es una ofensa a la inteligencia. Basta preguntar en las empresas y en las oficinas de la Administración Pública lo que opinan los trabajadores de este peaje sindical que pagan las empresas y la Administración, pero también los trabajadores.


Soy partidario de que paguen más los ciudadanos que más ganan y las comunidades de mayor riqueza, por razones insoslayables de solidaridad. Pero ese "impuesto a los ricos" esconde más demagogia que recaudación. ¿Más impuestos a El Corte Inglés, una empresa que lleva décadas invirtiendo, creando puestos de trabajo y ayudando a remontar crisis? ¿A un emprendedor modélico como Amancio Ortega? ¿A empresas que han traspasado las fronteras españolas y se han convertido en multinacionales españolas, con investigación propia, inversión, recursos, imagen? A esos ciudadanos o empresarios que invierten lo que ganan hay que apoyarles para que creen más empleo. No se si necesitamos más impuestos, pero sí muchos más emprendedores. En cuanto a los gestores públicos que han dilapidado los recursos de todos y han sido pésimos administradores ¿no hay que pedirles ninguna responsabilidad?

Siguiendo el anuncio de la DGT, se podría ahorrar mucho dinero haciendo que la Administración fuera austera y eficiente, que la educación o la justicia funcionaran, acabando con el fraude fiscal o con la ineficacia del INEM para ofrecer empleo o formación a los parados, especialmente a los más jóvenes. El anuncio de la DGT termina diciendo que "en autopistas y autovías el conductor más inteligente es el que vuelve siempre al carril derecho". Parece un mensaje subliminal contra Rubalcaba.


Periodista Digital – Opinión

Lenta agonía. Por Agustín de Grado

La izquierda socialdemócrata sobrevivió al colapso del comunismo, pero esta crisis descomunal la está dejando exhausta. Agoniza sin respuestas ante una realidad que ni la demagogia más burda ni la campaña de márketing más ingeniosa lograrán ya disfrazar. Ella lo sabe. Y los votantes también. Cada vez más. Porque no se puede pasar en un año de rechazar por razones ideológicas un acuerdo con el PP para reducir los gastos a abrazar la austeridad con fingidos golpes en el pecho de patriotismo constitucional y a continuación criticar a las administraciones (del PP, por supuesto) que deciden acometer los recortes inevitables. Demasiada pirueta incluso para el fibroso y elástico Rubalcaba. Ya puede erigirse en campeón del Estado del Bienestar, reencarnarse en Perón, resucitar a Keynes y agitar la envidia y el rencor social con el linchamiento de los ricos.

Los españoles más sensatos se han convencido de que todo se vendrá abajo si no recuperamos la senda del crecimiento económico. No habrá bienestar que conservar si el endeudamiento sigue siendo la única vía para financiarlo. La economía no miente. De donde no hay no se puede sacar. Cualquier familia lo sabe. La única manera de burlar a los «malditos» mercados es librarse de la necesidad de pedirles dinero. La deuda y el gasto público nos atrapan en su dependencia. No es tan difícil de entender. Nuestra izquierda se resiste a aceptarlo porque estaría reconociendo la derrota ideológica. En su desconcierto, prefiere cabalgar a lomos del populismo y seguir vociferando en la calle.


La Razón – Opinión

Escaño Cero. Los millones de González Pons. Por Julia Navarro

Hasta ahora, los populares, siguiendo el ejemplo de su líder Mariano Rajoy, procuraban mostrarse cautelosos respecto al futuro. Pero sea porque las encuestas les auguran una aplastante victoria electoral o porque ya están hartos de tanta contención, lo cierto es que ya no disimulan su seguridad en el triunfo en las urnas, y algunos incluso empiezan a adoptar maneras de ministros.

Siempre tiene un plus de riesgo eso de encargar un abrigo con la piel de un oso que aún no se ha cazado, pero ciertamente todo apunta a que el PP ganará las elecciones del 20-N.

El caso es que en esta legislatura Mariano Rajoy optó por un perfil moderado, procurando no decir una palabra más alta que otra y sobre todo sin perfilar propuestas ni explicarnos a los ciudadanos de cómo piensa afrontar la crisis en caso de que se convierta en presidente. Y esa actitud le ha ido bien. Rajoy no es un líder valorado por los ciudadanos, pero su partido sí aparece en las encuestas como ganador y habida cuenta de la animadversión que provoca Zapatero y sobre todo de la falta de confianza que hoy genera el PSOE, al líder del PP le ha ido bien hasta el momento.


El problema es que pueda llegar al 20N sin una metedura de pata suya o de sus leales. Por ejemplo, el portavoz del PP, González Pons, que es un político que se las sabe todas y se maneja como pez en el agua ante los medios de comunicación, ha dado un resbalón de esos que le pueden pasar factura.

González Pons, ni corto ni perezoso, ha dicho que su partido podría crear tres millones y medio de empleos. No es que lo haya prometido pero.... Naturalmente en su partido la afirmación de González Pons cayó como una patada en las espinillas, porque sólo a un neófito se le puede ocurrir poner cifras a la creación de empleo. Así que González Pons ha tenido que matizar sus palabras y explicar que la cifra corresponde al imaginario de los deseos y por su parte desde Génova 13 se deja bien claro que ellos no prometen nada, ni tres millones ni tres, que harán todo lo posible porque se den las condiciones para que se cree empleo, pero nada más.

Le supongo a González Pons enfadado consigo mismo por la metedura de pata, sabiendo, como sabe, que con su afirmación no sólo se ganaba un titular en los medios de comunicación sino que ha dado carnaza, incluso para la chanza, a sus adversarios.

Evidentemente, a todos los ciudadanos les gustaría que la cifra de González Pons se pudiera hacer realidad y cuanto antes mejor, pero acaso la sociedad española está cansada de "fantasmadas" y de falsos optimismos que sólo han provocado desilusión.

Yo creo que a estas alturas lo único que la sociedad espera de los políticos es que sean honrados, que no creen más problemas de los que solucionan y, sobre todo, que no prometan lo que no saben si podrán cumplir. Crear tres millones y medio de empleos sería un milagro habida cuenta de como está nuestra economía y la mundial. De manera que para no generar nuevas frustraciones en la sociedad más les valdría a los populares ser comedidos en sus promesas y afirmaciones. Generar falsas expectativas es lisa y llanamente no sólo un engaño sino una irresponsabilidad.


Periodista Digital – Opinión

Las cuentas de sus señorías. Por Gloria Lomana

Los diputados y senadores han rendido cuentas de su patrimonio, una obligatoriedad voluntariosamente positiva, pero de dudosa eficacia. Baste recordar que, en plena polémica con los favores y adjudicaciones que relacionaban a los hijos de Manuel Chaves con la Junta de Andalucía que él había presidido durante casi veinte años, Chaves declaró un patrimonio de 23.547 euros. Cualquier trabajador en España, con una vivienda en propiedad compartida con su cónyuge, resulta ser más rico que el hoy vicepresidente del Gobierno. A la vista de ese dato, su servicio a la causa política resulta una generosa y sacrificada contribución al bien general.

Sucede lo mismo en la presente ocasión. Conocemos la situación patrimonial de Zapatero, Rubalcaba, Rajoy o Bono, pero nada sabemos del valor de sus inmuebles. La publicación del patrimonio de nuestros políticos es más un gesto de cara a la galería que de cara a la transparencia.


En la política española, las grandes fortunas se han logrado a partir de la corrupción, con sonoros pelotazos porque, el escaso sueldo de nuestros políticos, no da para convertirlos en ricos. Que en la política no se gana dinero no es discutible. Que el sueldo de un presidente del Gobierno en España está muy por debajo de la media europea, es un hecho. Que sólo cuando Aznar ficha por Endesa y cuando González asesora a Gas Natural es cuando ambos, y suman otros contratos, es cuando ganan dinero. El presidente Zapatero, a falta de ese futuro, hoy no tiene ni casa, ni coche, ni plan de pensines.

Salvo casos como el de Bono, de quien se dice que ha multiplicado su fortuna en apenas una década, nuestros políticos han ahorrado sus dineros a base de sumar años de servicio público, sesenta en el caso de Fraga, o treinta en los casos de Rubalcaba y Rajoy. En España, a diferencia de otros países, nuestros hombres y mujeres que prestan servicio público llegan al cargo «pelados» porque el cargo depende del partido no del dinero que ellos amasen. Nada que ver con un Bloomberg, alcalde de Nueva York que ha llegado a sentarse en esa silla por ser uno de los políticos más ricos del mundo. La costumbre de ir con la chequera por delante no es sólo un requisito obligado en los Estados Unidos. También es habitual en Latinoamérica. Y en Europa, pocos dudan que con la chequera Silvio Berlusconi ha convertido al dinero y a la televisión en los grandes electores de Italia.

No hagamos, pues, escarnio del patrimonio que tienen los políticos si esas propiedades las han hecho con herencias recibidas y trabajo y ahorro a lo largo de muchos años. Vigilemos la corrupción, el enriquecimiento rápido, los favores que se prestan desde los cargos públicos a cambio de dinero. Ahí es donde se encuentra el verdadero peligro de nuestra clase política.


La Razón – Opinión

Cataluña. Gran aparato eléctrico. Por Maite Nolla

Estaremos dos o tres años mareando la perdiz, y no veo yo a los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña imputando por desobediencia a ningún alto cargo de CiU.

Ya sé que visto y oído lo que se ha visto y oído esta semana, pensarán ustedes que por aquí, Diada playera por medio, estamos al borde de la secesión. Y desde luego yo no le voy a quitar hierro a que el representante del Estado en Cataluña –Artur Mas- diga no sé qué de las narices y se niegue a cumplir esta y otras muchas sentencias o resoluciones como esta. Pero siento decirles que no hay nada nuevo, queridos. Ya me dirán en qué se diferencia todo esto de lo que se dijo durante la tramitación del Estatut, su aprobación o cuando el PP presentó el recurso. Antes de la sentencia se llegó a pedir una manifestación preventiva, y después de la sentencia la marca socialista en Cataluña y el actual presidente de los empresarios españoles –repito: españoles- se manifestaron contra el Tribunal Constitucional. De la reforma constitucional, lo menos que se ha dicho es que es un ataque y una agresión. Pujol pide a los catalanes que se preparen para la batalla, y algunas consejeras hablan incluso de inmolarse, que a mi modo de ver resulta un pelín exagerado, aunque sea sólo políticamente.

No suelo yo darle la razón a Duran i Lleida, pero en algunos casos hemos visto una "sobreactuación" –incluida la suya- que se corresponde poco con los hechos. Es cierto, que los nacionalistas tienen un problema que han creado ellos: nadie cuestionaba su sistema, hasta que se empeñaron en ponerlo por escrito. Pero, por supuesto, esta resolución no se llegará a cumplir. Estaremos dos o tres años mareando la perdiz, y no veo yo a los magistrados del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña imputando por desobediencia a ningún alto cargo de CiU. Tampoco veo al nuevo Gobierno, dispuesto a hablar de todo con todos, acudiendo a mecanismos de presión que presionen demasiado. El estado de cosas ha cambiado, pero tardará en notarse. Pasados unos días, a lo que hay que esperar es a lo que suceda el 20 de noviembre.

Por eso, después del gran aparato eléctrico, ni el PP va a romper con CiU, ni CiU va a romper con el PP. "No haremos de esta cuestión el eje del debate político, como quieren hacer otros". "Yo no hablo de problemas con la lengua, el problema es la cuestión económica y el paro". Juzguen ustedes mismos y adivinen quién lo ha dicho.


Libertad Digital – Opinión

La venganza del hombre tranquilo. Por Federico Quevedo

La noche del 9 de marzo de 2008 empezaron a cambiar muchas cosas en este país. Sin duda alguna, como luego se ha comprobado, la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero no iba a tener nada que ver con la anterior. Pero no solo los cambios afectaron a la gobernabilidad, sino también a la tarea del principal partido de la oposición, hoy clara alternativa de cambio a un Gobierno derrotado y a un partido que amenaza con la descomposición. Pero aquella noche, ajenos todavía a todo lo que iba a ocurrir en los años posteriores, en el Partido Popular cundió una desilusión colectiva, a pesar de que los resultados habían sido los mejores de su historia y de que se había logrado evitar lo que el PP más temía: la mayoría absoluta del PSOE. Pero en algún momento de la campaña, con una perspectiva de más de diez millones de apoyos -los mismos que le dieron a Aznar la mayoría absoluta en el año 2000-, se llegó a pensar en la victoria, y el no lograrla hundió los ánimos de buena parte de los dirigentes, militantes y simpatizantes de este partido.

En aquella noche Mariano, Rajoy, como reconoce en su libro En confianza editado estos días por Planeta, pensó en abandonar, pero fueron varios los dirigentes del PP los que le hicieron desistir de esa decisión. Lo que pasó después es de sobra conocido, las tensiones que se produjeron en el seno del PP y como el partido amenazó ruptura en varias ocasiones antes del Congreso de Valencia. Rajoy aguantó los envites, algunos de ellos muy fuertes, tanto de dentro como de fuera del partido. Lo tuvo todo en contra: sectores muy importantes de la propia derecha le hicieron la guerra sin cuartel, sobre todo desde las tribunas de los medios. Que en la izquierda se cebaran con el líder del PP iba de suyo, pero que la propia derecha buscara su derribo… No hay más que ir a las hemerotecas y a los archivos sonoros para leer muchas de las cosas que se escribieron desde diarios como El Mundo, o se dijeron desde programas liderados por locutores como Federico Jiménez Losantos…
«Esa manera marianista de entender la política llegó de la mano de la victoria de Rajoy con el 87% de los votos emitidos en el Congreso de Valencia de 2008. Fue a partir de ahí cuando Rajoy empezó a ser él mismo, y orientó la estrategia del PP hacia un modelo basado en el equilibrio entre la firmeza y la moderación.»
De hecho, éste último y el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, se convirtieron en los cabecillas mediáticos de la revuelta interna contra Mariano Rajoy, y lanzaron a la lucha contra él a todo aquel que se dejó manipular y convencer por ambos. En la defensa de Rajoy, sin embargo, en aquellos días se podían contar con los dedos de una mano los apoyos, algunos muy vituperados y censurados por los cabecillas de la revuelta. Pero Rajoy siguió. Él de esto habla poco en su libro, pero merece la pena recordarlo. Verán, hasta las elecciones de marzo de 2008, el PP siguió una estrategia de oposición muy marcada por tres hechos fundamentales: primero, la actitud de un Gobierno empeñado en situar a la derecha fuera del sistema -¿se acuerdan de aquello del cordón sanitario, el Pacto del Tinell, no?-; segundo, la herencia de un equipo y una política estrechamente vinculados a José María Aznar; y, tercero, un entorno mediático empeñado en demostrar que la victoria del PSOE en 2004 había sido ilegítima.

Un cóctel difícil de gestionar por un Mariano Rajoy cuyo carácter se alejaba y se aleja muy mucho de la política de trincheras, pero cuyo margen de maniobra era tan estrecho y su capacidad de mando tan limitada que le resultaba imposible imponer un estilo distinto de hacer política. Ese estilo, esa manera marianista de entender la política, el poder y su ejercicio, llegó de la mano de la victoria de Rajoy con el 87% de los votos emitidos en el Congreso de Valencia de 2008. Fue a partir de ahí cuando Rajoy empezó a ser él mismo, y orientó la estrategia del PP hacia un modelo basado en el equilibrio entre la firmeza y la moderación, entre la denuncia de los errores del Gobierno y el acercamiento a una ciudadanía que, a pesar del resultado en las urnas, parecía haberle dado la espalda al centro-derecha.

Rajoy rompió definitivamente con todos los lazos que desde la derecha más conservadora pretendían intimidarle y obligarle a mantener viva la estrategia de confrontación permanente con el PSOE (con el terrorismo como eje central de esa estrategia), y que quería que el PP mantuviera encendidas algunas llamas prendidas en la legislatura anterior como, por ejemplo, la que ocupó buena parte de las portadas del diario de Pedro Jota y de las tertulias de Jiménez Losantos entorno a la ‘Teoría de la Conspiración’ del 11-M.

Zapatero ante el abismo

El líder del PP dio, sin embargo, muestras de enorme sentido común y capacidad de visualización de los tiempos políticos: las cosas estaban cambiando, y con una crisis económica que acechaba ya y se iba a convertir en el eje central del debate político, no podía distraerse en guerras particulares. Aún así, el acoso siguió, de manera impenitente, durante los meses y años siguientes, a pesar de las victorias en Galicia y en Europa, prácticamente hasta el 12 de mayo de 2010, la fecha en que José Luis Rodríguez Zapatero tiró la toalla definitivamente y entregó a su partido a una deriva imposible que le iba a llevar al borde de ese mismo abismo del que este verano advertía a los sindicalistas Méndez y Toxo.

Hoy, a las puertas de unas elecciones generales anticipadas para el 20 de noviembre, Mariano Rajoy es ya un líder indiscutible. Pero, por si eso fuera poco, va a ser además el presidente del Gobierno con más y mayor poder político de toda la historia de España. Decir eso podría atemorizar, si no fuera porque se trata de un hombre tranquilo, moderado, dialogante, tolerante, que parece saber muy bien qué debe hacer y al que parece no asustar ni un ápice la dificilísima y enrevesada situación que atraviesa este país. Y eso va a ser, a pesar de los muchos palos en las ruedas que se le han puesto a Rajoy a lo largo del camino, y a pesar de que desde el punto de vista mediático sigue sin contar con respaldos claros y elocuentes como sí cuenta su adversario socialista.

Pero sin lugar a dudas, esa es hoy una de sus mayores virtudes: Rajoy, a su manera, con sus tiempos, con su estilo, se ha vengado -y como- de todos los que o le dieron por muerto o quisieron matarle, y va a gobernar durante cuatro años, al menos, en todos los rincones de este país, y si lo hace medianamente bien, puede llegar a estar muchos años en el poder. Es la venganza del hombre tranquilo, de la persona que ha tenido siempre muy claro lo que quería, y del político que ha sabido siempre lo que tenía que hacer, y que hoy por hoy es la única garantía de que en este país se vuelvan a hacer las cosas desde ese mismo espíritu de diálogo y de consenso con que se hicieron en la Transición. Y puedo asegurarles que la situación que atraviesa España es tan difícil que sólo alguien con esa capacidad de diálogo y con ese espíritu de tolerancia puede llevar a cabo la tarea de sumar, y no restar, para volver a levantar este país, mal que les pese a todos los que quisieron -y quieren- evitar que lo consiguiera.


El Confidencial – Opinión

Mas y las narices. Por Cayetano González

No resulta nada edificante que el presidente de la Generalitat de Cataluña, Artur Mas, diga que "no cambiará el sistema de inmersión lingüística en Cataluña por mucho que toquen las narices", en referencia al auto del Tribunal Superior de Justicia de dicha comunidad autónoma en el que se instaba a la Generalitat a adaptar el sistema lingüístico en las escuelas a la sentencia del Tribunal Supremo en la que se considera también al castellano como lengua vehicular en la enseñanza en Cataluña, junto al catalán.

No es edificante esa actitud de Artur Mas, porque según el Estatuto de Autonomía de Cataluña, el "Molt Honorable" Presidente de la Generalitat es el máximo representante del Estado en esa comunidad autónoma. Por lo tanto, un desacato y un desafío tan evidente a uno de los poderes de nuestro sistema democrático, como es el judicial, por parte de quien ostenta la máxima representación del Estado, es lisa y llanamente un dislate y un malísimo ejemplo para los ciudadanos.


Para intentar justificar su exabrupto, Mas no ha tenido otra ocurrencia que preguntarse: "¿Quién toca las narices a los franceses con el francés y a los alemanes con el alemán? Nadie. ¿Por qué a nosotros nos tienen que tocar las narices con nuestro idioma, cuando en ningún otro país pasa?". Mas parece incapaz de comprender y de aceptar que los padres que quieran educar a sus hijos en castellano tienen todo el derecho del mundo a hacerlo, sin que eso suponga una agresión al catalán. Aquí nadie quiere tocar las narices al vecino. Es algo mucho más sencillo pero a la vez más profundo: la gente quiere libertad. Todos los nacionalismos pecan de lo mismo: ponen los derechos colectivos por delante de los individuales. Elevan a categoría de norma suprema las señas identitarias de un pueblo por encima de la libertad individual, en este caso, de elegir la lengua en la que uno quiere ser educado. Aparte que tiene su aquel que en una parte de España haga falta una sentencia judicial para defender que se pueda educar en la lengua común de todos los españoles.

En setenta días los españoles van a acudir a las urnas para elegir al nuevo Gobierno. Si como apuntan todas las encuestas el PP gana y lo hace por mayoría absoluta -algo, esto último, que no agrada a los nacionalistas- Rajoy se va a encontrar, al menos, con dos grandes problemas: la gravísima crisis económica y los afanes soberanistas de los nacionalistas vascos y catalanes a los que en el fondo les importa muy poco que España siga siendo España, como han puesto de manifiesto con su actitud ante la reciente reforma constitucional. Por eso, a partir de las elecciones del 20-N va a ser básico el entendimiento entre los dos grandes partidos nacionales, el PP y el PSOE, que juntos representan a casi el 90 por ciento de los ciudadanos. España no está para seguir aguantando más bromas de los nacionalistas.


Periodista Digital – Opinión

Un registro, señor Ministro. Por Alfonso Ussía

Jamás saludé ni intercambié palabra alguna con Franco. No tengo, por ello, la experiencia de mantener su mirada, que dicen era directa y perforante, aún en los últimos años de su vida. En su tramo final, Franco recibió en el Palacio del Pardo, en una de sus audiencias de los miércoles, a la Junta Rectora del Colegio de Arquitectos de Madrid. En las palabras de su presidente, Franco interpretó una distancia con el régimen, un entusiasmo descriptible y un deseo de independencia política e ideológica de los arquitectos que no le hicieron puñetera gracia. De inquebrantable adhesión, nada de nada. Cuando se hacían la fotografía de rigor, Franco le preguntó de sopetón al presidente de los arquitectos: «¿Cuantos arquitectos están registrados en Madrid actualmente?». El presidente no tenía los datos exactos, y tiró por aproximación. «No lo sé, excelencia, pero seis mil a siete mil quinientos, más o menos». Franco asintió, y cuando parecía que no iba a insistir en el asunto, y en alta voz, le reprochó al presidente: «A la próxima audiencia venga usted más preparado. O eche un vistazo al registro».

A cualquier pastor se le pregunta por el número de cabezas de su rebaño y no tarda un segundo en ofrecer la cifra exacta. Es más, ya puede llevar un rebaño con dos mil cuatrocientas diecisiete ovejas, que reconoce una a una a todas. Él las ayuda a parir y suma, y las entierra, y resta. El campo es así cuando se vive en soledad. El viejísimo y divertido cuento de los vaqueros de la caravana que se ven sorprendidos por un ataque al galope de los apaches encaja con la anécdota de los arquitectos. «¿Son muchos, Spencer?». «Sí, Willy. Tres mil tres». «¿Y cómo sabes que son tres mil tres?». «Porque delante vienen tres y detrás unos tres mil». Un pariente de mi padre, poco aficionado a su condición de abuelo, respondió a un amigo que le preguntó cuántos nietos tenía. «Aproximadamente, veintidós».


Tenía catorce, pero al verlos juntos se agobiaba y veía nietos por todas partes. En esta vida, todo es relativo, pero las matemáticas, según me han informado, son exactas e incuestionables. La suma de dos más dos da como resultado cuatro. No «aproximadamente cuatro». Se dió un caso especial. Visitaba un manicomio un conocido aristócrata, de gran generosidad y excentricidad extrema, que financiaba el establecimiento por tener allí ingresado a uno de sus hijos, víctima de una rareza peculiar. Creía ser una breva. Se subía a un árbol, y cuando consideraba que estaba madura la breva, se soltaba y se daba unos morrones impresionantes. Le acompañaba el director y surgió la pregunta de siempre. «Doctor, ¿cuantos internos tiene actualmente?». «Cuarenta y seis, señor duque, pero no me extrañaría nada que esta noche hubiera cuarenta y siete». «¿Espera a uno nuevo?». «Todo depende de usted, señor duque».

Nuestro ministro de Educación, aunque parezca mentira que tengamos un ministro de Educación, don Ángel Gabilondo, ha reconocido que ignora por completo el número de docentes con los que cuenta la enseñanza. Otro como el presidente de los arquitectos, los vaqueros atacados por los apaches y el abuelo que veía nietos por todas partes. Existe un sistema de control que se llama Registro. Por lógica, todos los docentes tienen que estar registrados para poder ejercer su benéfica labor. Pero el ministro parece ignorar su existencia, o lo que es peor, podría darse el caso de que no existiera un registro y diera clases en España cualquier desgarramantas. De ser más listo, se da una cifra falsa y pelillos a la mar. Pero reconocer una ignorancia con el registro tan a mano dice mucho del señor ministro. Más que invistiendo a un asesino como «Doctor Honoris Causa», como hizo antes de ser ministro.


La Razón – Opinión

Casta política. Llamazares y demás especuladores. Por Pablo Molina

Si, según los comunistas, el capitalismo se basa en la avaricia y la explotación, ahí tienen a Llamazares dando ejemplo de cómo organiza un marxista sus finanzas en cuanto tiene ocasión.

Las declaraciones patrimoniales de los diputados y senadores del reino de España coinciden aproximadamente con lo que cabría esperar de unos señores con sueldos que, en su mayor parte, rondan los diez mil euros mensuales.

Con algunas excepciones, como el Hípico Hacendoso y la Alpinista Aburguesada, dos hormiguitas que ahorrando en el café mañanero se han hecho con un emporio y Fostiatus (C. Vidal dixit), un manirroto sin solución, la inmensa mayoría de nuestros representantes ha acumulado un capital muy apañadito para pasar los rigores de esta crisis y tirar todavía unos años más con cierto confort en el caso de que el próximo veinte de noviembre vengan mal dadas.

Lo que llama la atención de este desnudo patrimonial protagonizado a la fuerza por nuestros diputados y senadores, además de que se fían lo justito del sistema estatal de previsión social, razón por la cual prefieren contratar un plan de pensiones privado, es el destino que han dado al "exceso de tesorería" que su actividad política les reporta.


Sólo hay que dar un repaso a las declaraciones patrimoniales de diputados y senadores para comprobar la querencia de sus señorías por la inversión inmobiliaria y la especulación financiera, precisamente los dos pecados más graves que, a juicio de la casta política, puede cometer un ciudadano. El que más y el que menos dispone de varias viviendas, locales, plazas de garaje y terrenos rústicos, a pesar de que, desde hace años, todos sin excepción, vienen achacando los males que ahora nos aquejan a la "burbuja del ladrillo". Pero es que el dinero que les sobra de pagar la hipoteca de la cuarta residencia lo destinan a la inversión especulativa, directamente en bolsa o a través de fondos de inversión, de forma que esas tremendas diatribas contra los mercados financieros, al parecer van destinadas únicamente al resto de los mortales, para crearles mala conciencia en caso de que decidan rentabilizar el escaso ahorro de que disponen en la misma medida que ellos.

El caso de Llamazares es espectacular. El gran enemigo de la dictadura de los mercados tiene a fecha de hoy 286.000 euros, es decir, casi cincuenta millones de pesetas, invertidos precisamente en estos productos financieros a cuyos gestores acusa de provocar los grandes males de la economía entre el aplauso de los escasos fieles que todavía le quedan a Izquierda Unida.

En lugar de montar una empresa de "Comercio Justo" para aliviar la condición de los agricultores y artesanos del tercer mundo, creando de paso puestos de trabajo para algún camarada menesteroso, el portavoz de la izquierda anticapitalista prefiere invertir el dinero que nos saca del bolsillo mensualmente en productos financieros de lo más variado. Si, como dicen los comunistas, el capitalismo se basa en la avaricia y la explotación, ahí tienen a su portavoz parlamentario dando ejemplo de cómo organiza un marxista sus finanzas en cuanto tiene ocasión.

En su defensa, Llamazares sostiene que un político de izquierdas no tiene por qué vestir con un mono y vivir debajo de un puente. Al contrario, eso es precisamente lo que deberían hacer todos los políticos de izquierdas. Al menos hasta que sus víctimas, ese millón largo de familias que han perdido su vivienda y su trabajo, vuelvan a recuperar el estatus que tenían antes de que toda esta tropa llegara al poder.


Libertad Digital – Opinión

La Vuelta en el País Vasco

Después de 33 años de boicot y de amenazas terroristas, la Vuelta, principal competición ciclista de España y una de las más importantes del mundo, llegó ayer al País Vasco y tuvo a Bilbao como final de etapa. El lendakari quiso resaltar su valor simbólico esperando a la comitiva en la frontera vasca con Cantabria y subiendo al coche que la encabezaba. Es un gran acierto de Patxi López, cuyo gesto decidido va más allá de lo puramente simbólico y supone la victoria de la legalidad y de la democracia sobre los matones de ETA. Pero también es un triunfo sobre el sectarismo y la arbitrariedad de los sucesivos gobiernos del PNV, que durante tres décadas han obstaculizado, ya fuera por activa o por pasiva, la celebración de cualquier acontecimiento deportivo en el que se luciera la camiseta de España o con connotaciones españolas. Así se explica que nunca se haya jugado en tierras vascas un partido de La Roja, que la Vuelta haya estado vetada tanto tiempo pese a la gran afición que existe o que ningún partido de la Copa Davis se haya jugado jamás en una de sus canchas. La fobia nacionalista a todo lo que suene, huela o sugiera España alcanza cotas enfermizas en el País Vasco, a pesar de que la gran mayoría de sus ciudadanos son acérrimos seguidores de los distintos combinados nacionales españoles. Así se demuestra en cada partido de fútbol de la Selección, que en el País Vasco registra altísimas cuotas de audiencia televisiva. Y así se demostró este año cuando se abarrotó el pabellón de deportes de Vitoria para ver jugar al equipo nacional sub 20 de baloncesto, que se proclamó campeón de Europa. Pese a ese «cordón sanitario» impuesto por los nacionalistas y remachado por el chantaje etarra, la sociedad vasca se identifica con unas selecciones y unos deportistas que, entre otras cosas, han conquistado la cima mundial y son el orgullo de toda la nación. Por mucho que les moleste a los dirigentes del PNV y a los batasunos, los vascos admiran y aplauden como propios los triunfos con los colores españoles de los Gasol, de Casillas y Xavi Alonso, de Nadal y de Fernando Alonso, de Olano y de Lejarreta. Pero ha habido que esperar a que en Ajuria Enea entrara un lendakari constitucionalista para que el sentido común, la legalidad y, sobre todo, la libertad se abran paso y se eliminen las barreras impuestas por el fanatismo. Por eso, es de justicia reconocer en toda su importancia el esfuerzo que ha realizado Patxi López para desintoxicar a la sociedad vasca de esa atmósfera enrarecida creada por los gobiernos del PNV. Relevantes han sido sus decisiones en materia administrativa y económica, en la lucha contra los terroristas y sus secuaces callejeros y en la democratización de los medios de comunicación públicos. Sin embargo, tal vez ninguna de ellas tenga tanta visibilidad y llegue tan directamente a los ciudadanos como los acontecimientos deportivos. De ahí la trascendencia de que la Vuelta haya regresado por la puerta grande a una de las zonas de España donde más afición hay por el ciclismo. Ganan los aficionados, sin duda, pero gana, sobre todo, la sociedad vasca en libertad y en dignidad.

La Razón – Editorial

El capítulo de Salgado

El reto de atajar el déficit de las comunidades debe estar por encima de la lucha partidista.

La vicepresidenta del Gobierno y ministra de Economía, Elena Salgado, sugirió el pasado jueves que el objetivo de déficit público fijado para 2011 podría incumplirse por el lado de las comunidades autónomas. Aunque Salgado expresó en reiteradas ocasiones su confianza en que no se rebasaría el 6% del PIB previsto para el conjunto de las Administraciones, la afirmación sonaba a cláusula de estilo. La realidad incontestable es que siete comunidades han superado ya el límite del 1,3% que les corresponde, situando la media del conjunto de las autonomías a tan solo una décima de esa cifra cuando aún falta más de un trimestre para el cierre del ejercicio.

Las declaraciones de la vicepresidenta Salgado buscaron un difícil punto de equilibrio entre la confirmación anticipada de un incumplimiento del objetivo de déficit que tendría graves efectos sobre la deuda española y la advertencia a las comunidades autónomas de que las cosas van en serio para todos. Atrás quedaron los tiempos en los que los Gobiernos autónomos podían suponer que la exigencia de recortes se dirigía únicamente al Ejecutivo de Zapatero y afectaba en exclusiva al Estado central. Hoy las autonomías se encuentran en el punto de mira del mercado crediticio internacional en el que España ha de buscar financiación, por lo que no pueden desentenderse de sus deberes individuales sin incrementar las tensiones sobre la totalidad de la economía española.


Es un error interpretar la necesidad de que todas las Administraciones ofrezcan una respuesta conjunta a la situación económica que atraviesa el país como un nuevo disfraz del centralismo, dispuesto a utilizar la crisis como coartada. A estas alturas no se discute ya el nivel de la Administración del Estado sobre el que deben recaer los recortes, sino sobre la capacidad del Estado, en todos sus niveles, para que la diferencia entre los gastos e ingresos totales no exceda el 6%. Las reticencias políticas que ha generado la precipitada reforma de la Constitución entre las fuerzas nacionalistas, y de una parte de la izquierda, son legítimas y responden a un incuestionable fondo de razón, pero pertenecen a un debate distinto del que Salgado ha puesto encima de la mesa.

La proximidad de las elecciones generales se está convirtiendo en otro factor de distorsión para abordar el problema suscitado por Salgado, en la medida en que los nuevos dirigentes autonómicos, todos populares, necesitan transmitir una imagen de austeridad que no afecte a las expectativas de Mariano Rajoy. Obtendrán una falaz cuadratura del círculo si perseveran en la estrategia más electoralista que económica de inflar las cifras de ahorro que suponen las tímidas medidas que han anunciado. Pero la situación de las cuentas públicas no admite malabarismos. De la llamada a capítulo a las 12 comunidades con mayor déficit debería salir un plan y un mensaje concluyente. No para los mercados, sino para los ciudadanos, que ya han realizado esfuerzos de austeridad, de nuevo en riesgo de ser dilapidados.


El País – Editorial

Un momento crítico para la Eurozona

Si no queremos encontrarnos dentro de unos meses en la misma situación que Grecia, debemos comprometernos creíblemente a devolver los fondos que adeudamos; en caso contrario, los teutones bien podrían terminar rompiendo la baraja.

En las últimas horas los acontecimientos se han acelerado de manera preocupante para la Eurozona. El rescate de Grecia se ha complicado como consecuencia del continuado incumplimiento de su compromiso por reducir el déficit y el ala más ortodoxa del BCE ha sido descabezada. Parece, por consiguiente, que los intereses alemanes se encuentran cada vez más marginados en el seno de las instituciones comunitarias, lo que obviamente dispara el riesgo de que el motor económico de Europa decida resolver por sí mismo sus problemas, abandonado a su suerte al resto de sus socios.

Es lo que inexorablemente sucede cuando se tensa demasiado la cuerda y se espera que siempre sea el mismo quien abone todas las facturas sin ofrecer a cambio una mínima corresponsabilidad. Ahora mismo, el mismo proyecto del euro podría llegar a estallar como consecuencia de unos Gobiernos imprudentes y manirrotos.

Y es que una cosa es que Alemania deba ser generosa con el resto de Europa y otra muy distinta que los tan prometidos como retrasados programas de austeridad jamás lleguen. Lo razonable es que cuando un acreedor presta su dinero desee recuperarlo, y Alemania ya lleva demasiado tiempo prestándoselo a unos periféricos cuya voluntad para cuadrar sus presupuestos y recuperar su solvencia es más bien testimonial.

Si no queremos encontrarnos dentro de unos meses en la misma situación que Grecia –en el mismo filo de la navaja– debemos comprometernos creíblemente a devolver los fondos que adeudamos; en caso contrario, los teutones bien podrían terminar rompiendo la baraja. Nos jugamos demasiado como para que el cortoplacismo electoralista de nuestros políticos les impida tomar decisiones tan contundentes como las que necesitamos. Por desgracia, nada garantiza que nuestra clase política esté a la altura de las circunstancias.


Libertad Digital – Editorial