viernes, 24 de junio de 2011

Autonomías. Esperanza Cospedal. Por Guillermo Dupuy

Cuantos más gobernantes autonómicos y municipales sigan el ejemplo de Aguirre y de Cospedal, más motivos de esperanza habrá de cara a creer que el futuro Gobierno de Rajoy también practicará esa austeridad que ahora tan sólo predica.

Si los compromisos y el discurso de investidura de Esperanza Aguirre han sido dignos de aplauso, no menos lo son los de la nueva presidenta de Castilla-La Mancha, María Dolores de Cospedal, quien parece firmemente decidida a ser también ejemplo de esa trasparencia, austeridad y respeto al dinero del contribuyente que Rajoy predica y la presidenta madrileña viene desde hace años practicando.

Así, consecuente con esos postulados de gobiernos eficaces y austeros, Cospedal ha anunciado la supresión de 22 direcciones generales de las 50 actuales o la reducción de la estructura provincial, de la que saldrán 30 delegados y en donde dejará únicamente un representante de la Junta en cada provincia. El número de altos cargos y trabajadores eventuales se reducirá de 243 a 99, mientras se suprimirá la figura autonómica del defensor del Pueblo. Eso, por no hablar de su valiente determinación de meter la tijera también a las subvenciones a la patronal, a los sindicatos y a los partidos políticos.

Junto a la reducción del gasto corriente, Cospedal ha anunciado la contención en infraestructuras, la privatización de la radiotelevisión autonómica o una nueva ley para autónomos y pymes que elimine trabas burocráticas e incentive fiscalmente el autoempleo y la creación de puestos de trabajo.


Es una pena que la nueva presidenta castellanomanchega no haya propuesto la libertad de elección de centro educativo, cosa que sí que ha hecho en el terreno sanitario con su compromiso de los ciudadanos puedan elegir médico y hospital. La libertad de elección es esencial para fomentar la competencia y, con ella, mejorar la calidad de la educación que Cospedal pretende abordar con medidas, también positivas aunque algo vagas, como un "plan de choque" contra el fracaso escolar, el reconocimiento del profesor como autoridad pública en las aulas o el impulso a la carrera docente.

No menos reconfortante ha sido la apuesta de la nueva presidenta autonómica por "un Plan Hidrológico Nacional que garantice agua para Castilla-La Mancha y para toda España"; más aun, si tenemos en cuenta el pasado y lamentable papel que Cospedal ejerció durante la elaboración del nuevo, aunque felizmente frustrado, estatuto de autonomía castellanomanchego, que a punto estuvo de llevar al PP a traicionar uno de sus compromisos más claros y necesarios para la vertebración de España. Esperemos que Cospedal no vuelva a sentir la tentación de competir en demagogia con los nacionalistas de campanario y no vuelva a abogar por unas sobredimensionadas "reservas estratégicas" que encubran una derogación de facto del trasvase Tajo-Segura, pieza clave de cualquier Plan Hídrico Nacional digno de ese nombre.

El hecho es, en cualquier caso, que el despilfarro autonómico es uno de los principales lastres para la recuperación económica de España y que, desde su arrollador triunfo del 22-M, el PP es ya el principal responsable de cara a ponerle freno. Así que cuantos más gobernantes autonómicos y municipales sigan el ejemplo de Aguirre y de Cospedal, más motivos de esperanza habrá de cara a creer que el futuro Gobierno de Rajoy también practicará esa austeridad que ahora tan sólo predica.


Libertad Digital - Opinión

Zapatero. Márchese. Por Jaime de Piniés

Sr. Rodríguez Zapatero, por el bien de España, usted tendría que convocar elecciones cuanto antes. Cada día que pase sin el adelanto de las elecciones nos acerca cada vez más al abismo.

El veredicto del mercado es que la reciente legislación, aprobada in extremis ayer sobre la negociación colectiva, no supone la reforma de calado que necesita la economía para generar empleo. Esto ya se sabía. Pero no nos imaginábamos que para hacer el paripé de cara al exterior –por cierto, los extranjeros no son tontos y detectan igual que nosotros la insuficiencia de las medidas propuestas– nuestro Gobierno estaba dispuesto a ceder la prevalencia de los convenios colectivos autonómicos sobre los nacionales en caso de conflicto. Una división más en el complejo mosaico de taifas que todavía llamamos España. Está claro. Todo está a expensas de mantener el PSOE en el poder.

La situación financiera de España es delicada. El diferencial del bono española a diez años en comparación con el alemán roza los 270 puntos básicos y aquí parece como si fuera una situación normal impuesta por la negociación del rescate griego bis. Pero con un pasivo exterior neto en relación a nuestro PIB del 90% (ojo que el ratio de Grecia es similar y del 99%), somos extremadamente vulnerables a cualquier cambio de sentimiento de los inversores internacionales y el efecto es inmediato. Hay unos 23.000 millones de euros que se tienen que refinanciar en julio y otra cantidad similar en octubre (más otros tantos sumando agosto y septiembre) y en esta tesitura no está claro que aguantemos sin sobresaltos a una avance electoral a noviembre.

Despejada la incógnita de que nuestro Gobierno pueda acometer reformas de calado en el tiempo que le queda, son cada vez más las voces que piden un adelanto electoral... incluso bancos internacionales como Citibank. Coincidimos con este análisis. Sr. Rodríguez Zapatero, por el bien de España, usted tendría que convocar elecciones cuanto antes. Cada día que pase sin el adelanto de las elecciones nos acerca cada vez más al abismo.


Libertad Digital - Opinión

Los verdaderos culpables. Por José María Carrascal

Han estado a la sombra del poder, gozando de los privilegios que les concedía un Gobierno deleznable.

EN una democracia auténtica, llegadas unas elecciones, los ciudadanos se preguntan: ¿estoy mejor o peor que al llegar al poder este Gobierno? Y si está peor, lo licencia y santas pascuas. En una democracia inmadura, lo que hace la ciudadanía es arremeter contra el sistema, esto es, contra la democracia, poniéndose en manos de quienes le ofrecen soluciones más cómodas.

Lo tenemos ante los ojos. ¿Qué está pasando en Grecia, en España? Pues ante un situación calamitosa, la gente —bueno, la gente: el grupito que más chilla, pero que es el que más se nota— se echa a la calle a protestar contra todo, no sólo en el país, sino en el mundo entero. Algo que por su magnitud no es realizable a corto ni medio plazo. Cuando la crisis exige medidas urgentes. A no ser que se quiera una revolución. ¿Quieren los «indignados» una revolución? ¡No! Quieren que todo siga igual, conservar los derechos adquiridos, anular las reformas, mantener lo establecido, aunque lo establecido se lo haya llevado la corriente de la historia. Son conservadores, aferrados al pasado, enemigos del presente, refractarios a la globalización.


Déjeme demostrárselo de esta manera: ¿dónde estaban todos esos indignados cuando Manuel Pizarro le decía a Pedro Solbes adónde nos conducía el Gobierno del que era vicepresidente? Pues estaban en casita, ante el televisor, riéndose de él y de las gracietas de Solbes. ¿Por qué ya no ríen, por que están tan cabreados? Pues porque Pizarro tenía razón y ellos, no.

Pero no echemos la culpa al ciudadano corriente, que no tiene que saber de alta economía, aunque debería tener más sentido común y saber que no se atan los perros con longanizas. Lo que han fallado son las elites, empezando por las políticas, atentas sólo a las próximas elecciones y volcadas en la ingeniería social, cuando debieron atender a la ingeniería económica. No menos culpables son las elites financieras, más atentas a sus intereses privados que al interés general. Sin olvidar las elites intelectuales, que no vieron o quisieron ver el tsunami que se estaba creando, entreteniendo al gran público con sus cantos a las ideologías caducas, en vez de cumplir con su deber de analizar la situación y advertir de lo que se nos venía encima. ¿Dónde han estado durante todos estos años los grandes banqueros, los grandes empresarios, los grandes pensadores, los grandes artistas, los grandes comunicadores? Pues a la sombra del poder, gozando de los privilegios que les concedía un Gobierno deleznable y abdicando de su obligación de vigías del futuro.

¿Y qué hacen hoy? Pues esconderse tras los «indignados», decir que los comprenden, mientras buscan desesperadamente una salida, una disculpa, un culpable. O un trampolín para situarse en el nuevo escenario. Es decir, lo que han hecho siempre.


ABC - Opinión

PSOE. Derrota. Por Agapito Maestre

No persistamos en lamernos las heridas, o peor, buscar más defectos de los que tiene la oposición, sino en apoyar el único proyecto que, hoy por hoy, es sensato, a saber, es menester que los socialistas no ganen las elecciones.

Todos esperamos un adelanto de las elecciones, pero, mientras llega ese anuncio, una sensación de derrota domina la vida de los españoles más sensatos. El tiempo juega a favor siempre del Gobierno y contra la Nación. Rodríguez Zapatero está muerto. El Gobierno desgobierna, y el candidato socialista, Pérez Rubalcaba, persiste en tratar con guante de seda a su principal fuerza de choque para su campaña electoral; es comprensible que el ministro del Interior, un tipo curtido en mil batallas, mime al grueso del 15-M, porque será su principal clave para recuperar votos o, al menos, para no perder aún más de los que se perdieron el 22-M.

Sin embargo, creo que no debemos de entrar en esa situación de desánimo individual y colectivo, porque sería, en mi opinión, darle la razón a Rodríguez Zapatero, que sólo tuvo un objetivo desde que llegó al poder el 11-M de 2004: romper la nación y, de paso, darle todo el poder al PSOE, que gobernaría eternamente un Estado Confederal y Asimétrico con la ayuda de los nacionalistas. Romper, en fin, la espina dorsal a quien no comulgara con su totalitario proyecto fue, es y, por supuesto, sigue siendo el objetivo de Rodríguez Zapatero.


Creo que Zapatero, por un lado, ha conseguido llevar a cabo en buena parte su "designio" tan político como cruel; por eso, no me extraña que los mejores españoles estén deprimidos, por ejemplo, al ver a los etarras dirigir instituciones, o mejor, cómo se utilizan estas instituciones para ejercer el terror sobre el resto de la población. Pero por otro lado, si tenemos que hacer de la necesidad virtud, diría que Rodríguez Zapatero ha fracasado, primero, porque el actual candidato socialista, a pesar de sus perversidades, nunca llevaría tan lejos el proyecto de destrucción de la nación española que mueve a Zapatero; en segundo lugar, porque ya ha perdido, y por más votos de los que él mismo creía, las elecciones del 22-M, algo que hace prever un nuevo revolcón en las próximas generales. Algo es algo. Es la esperanza, al fin, rescatada de la fatalidad de un Gobierno traidor a la propia idea nacional. Esperemos que, al menos, el PP corrija alguna de estas perversidades.

Así las cosas, no persistamos en lamernos las heridas, o peor, buscar más defectos de los que tiene la oposición, sino en apoyar el único proyecto que, hoy por hoy, es sensato, a saber, es menester que los socialistas no ganen las elecciones. Digo esto, porque mucha gente, especialmente en el PP, da por hecho que las elecciones las perderá el PSOE. Quizá. Pero, en mi opinión, todavía hay mucho trecho que andar. Es necesario ser muy realista y, sobre todo, agarrarnos como a un clavo ardiendo a lo que hay. Lo contrario nos llevará a la depresión y la melancolía.


Libertad Digital - Opinión

¿Indignados? Por M. Martín Ferrand

Quieren ser testimoniode un fracaso democrático, pero les faltan liderazgo, entidad e ideología.

EN España, asegura Baura, tiende a ser coyuntural todo lo que en el resto del mundo tiene el valor de lo permanente, desde la forma del Estado a la vigencia de la Constitución. Por contra, tiende a instalarse como duradero e invariable lo generalizadamente efímero. No sé si esa rareza será parte de nuestra originalidad colectiva o habrá que incluirla en el catálogo de las malas costumbres que nos son propias; pero ahí está y tiene poder determinante en los grandes trazados políticos que rigen el Estado y gobiernan la Nación. El movimiento del 15-M, que surgió como protesta espontánea en las vísperas de los últimos comicios, los que se llevaron por delante lo que quedaba del PSOE, nació pasajero y, en consecuencia, va camino de instalarse como contrapoder fáctico y constante. ¿Merecen el nombre de indignados

La clasificación de los grupos de dimensión variable, establecimiento diverso y discurso intermitente que, además, funcionan en régimen asambleario es un imposible sociológico. Una quimera política. Pero ahí están, con su desesperanza a cuestas en ruta desde Valencia a Madrid o, alternativamente, acampándola en donde más se note su presencia. Quieren ser testimonio de un fracaso democrático, el de la partitocracia instalada; pero les faltan liderazgo, entidad e ideología para optar a alternativa. No se han ganado el nobilísimo titulo de indignados. Es evidente su desencanto y palpable, dicho sea coloquialmente, su inmenso cabreo; pero, en el sentido etimológico del término, según el ilustre lingüista y disparatado político cantonal Roque Barcia, les falta la indignación que lo indigno causa en nuestro ánimo.

Indignado está, con la precisión terminológica debida, Giorgio Armani cuando protesta porque «la moda está en manos de los bancos». Es indigno que así sea. En este capitalismo sin capital en el que nos hemos instalado, las instituciones financieras, responsables de buena parte del desastre presente, tienden a sobrepasar la legitimidad del beneficio para orientar, con desprecio a la libertad del individuo y la competencia entre empresas, las líneas del consumo y traspasar los límites de su territorio para ocupar el del poder político. Quienes dicen estar indignados tienen en sus delicuescentes proclamas la consecución de objetivos que no son dignos en los esquemas tradicionales de la ética y la representación parlamentaria. Quieren anteponerse a valores acreditados, incluso a supuestos constitucionales que son revisables, claro; pero no en asambleas callejeras y no representativas. Se «indignan» con lo que no es indigno y se salen así del reglamento.


ABC - Opinión

Rubalcaba. Freddy superstar. Por Emilio Campmany

No declama, la túnica le queda grande, deambula por el escenario perdido, sin saber dónde colocarse o qué hacer con las manos, que agita cada vez con más insistencia para calmar los nervios.

Freddy no da una. Antes, cuando estaba en su cubil, oculto tras la concha, apuntando a los compañeros de partido qué hacer y qué decir, estaba en su salsa. Pero ahora, que lo han sacado al escenario a representar él mismo el papel de César, la obra no funciona. El actor, que nunca debió dejar de ser apuntador, se sabe el papel, pero poco más. No declama, la túnica le queda grande, deambula por el escenario perdido, sin saber dónde colocarse o qué hacer con las manos, que agita cada vez con más insistencia para calmar los nervios. Y así ocurre que son pocas las ocasiones en que el público aplaude, y eso que una parte del mismo está entregado.

La última gracieta da idea de lo corto de ingenio que anda. Acusar a Soraya Sáenz de Santamaría de aprenderse de memoria sus intervenciones es tanto como reconocer que no tenía nada con qué defenderse. Y eso que la ocurrencia de la menuda diputada tampoco es que fuera un alarde de ingeniosidad. Lo de "genio y figura hasta la candidatura" es en gracia lo que las fincas de la Duquesa de Alba en inmuebles, manifiestamente mejorable. Pero, al menos hay algo de gracejo, un chispazo de humor, un momentáneo fulgor, algo. En cambio, la contestación de Freddy, condescendiente, en plan perdonavidas, acusando a los populares de gandules para reconocerle a Santamaría el mérito de aprenderse sus intervenciones es muy pobre, indigno del papel que Freddy obviamente no sabe desempeñar.


En su disculpa cabe alegar que las sesiones de control al Gobierno en España son las más aburridas de "nuestro entorno". No sólo porque los políticos españoles parecen elegidos entre los peores de su clase, sino porque además el reglamento por el que se gobiernan es rígido y no es propicio a las florituras. Encima, favorece descaradamente al Gobierno, que se supone que es a quien hay que controlar. Deberían al menos hacer como en Gran Bretaña, donde el primer ministro sólo sabe quién le va a preguntar, pero no qué. Así, al menos, habría algo de espontaneidad.

El caso es que Freddy no da el papel de candidato a la presidencia del Gobierno. Yo no digo que no tenga un plan, que lo tendrá y puede que bueno. Pero, al PSOE, le ha sucedido lo que a la productora de Con faldas y a lo loco, que, quejosa de que Marilyn Monroe fuera incapaz de aprenderse el papel y llegar puntual a los rodajes, Billy Wilder le sugirió contratar a una tía suya que era perfectamente capaz de hacer las dos cosas, aunque no sabía si llenaría los cines. La productora, gracias a Dios, siguió soportando los caprichos de la Monroe. El PSOE, en cambio, ha decidido contratar a la tía de Wilder. Freddy se aprende el papel y llega puntual a los rodajes. Pero ¿llenará los cines?


Libertad Digital - Opinión

Día estelar de asesinos y cómplices. Por Hermann Tertsch

Desde hoy, las decisiones en una provincia española las tomarán miembros de Bildu, de Batasuna y de ETA.

DE unos años a esta parte son muchos los días en que este país nuestro da vergüenza. Da vergüenza fuera donde por desgracia se nos juzga a todos por lo que hacen nuestros representantes. Lo que no es del todo injusto ya que a esos gobernantes que nos representan los hemos elegido nosotros. Y en el caso que nos ocupa, el de los actuales, en dos ocasiones. Los que no colaboramos en llevar al poder a esta gente no tenemos mayor consuelo que los arrepentidos que sí lo hicieron con su voto. Y a la postre todos nos deberíamos sentir un poco culpables por no haber podido evitar de una forma u otra lo que desde un principio fue un error pero pronto se convirtió en una auténtica maldición. Ahora, en las postrimerías agónicas de estas dos negras legislaturas, el balance de daños produce consternación, angustia y vértigo.

Es difícil hacerle tanto daño a un país en tan poco tiempo incluso adrede. Ni con un plan diseñado con toda la mala fe es imaginable una labor tan eficaz de destrucción general y desmoralización completa. No se la presupongo a nuestros gobernantes, la mala fe. Todo lo contrario, el origen de nuestra catástrofe debe de estar en demasiadas buenas intenciones. Tan buenas todas ellas que justificaban el desprecio a los medios y a los costos porque la felicidad al culminarse los grandes fines haría olvidarlos con facilidad. No será así por supuesto, pero ahí está el daño, ya hecho. Pero toda la destrucción económica, política, institucional y moral perpetrada por esta gente, queda eclipsada por el dolor de la herida que nos han abierto a millones de españoles con su mayor infamia que ayer se consumó en San Sebastián. Y aquí estamos, con profunda náusea, después de ver a los enemigos declarados de España y la democracia tomar todo el poder en una de sus provincias, la de mi madre, Guipúzcoa. Desde hoy Bildu, y a través de ella ETA, tiene el control de toda su administración, de todos sus habitantes y empresas. Desde hoy, Bildu tiene todos los medios oficiales para imponer en Guipúzcoa la verdad de ETA que se convierte en la verdad oficial. ¡Y ay del que la desafíe! Todas las demás, incluida la historia real de una Guipúzcoa siempre española, serán proscritas. Desde hoy, las decisiones en una provincia española, las tomarán miembros de Bildu, de Batasuna y de ETA, muchos de ellos implicados y condenados en actos terroristas, y todos colaboradores en un grado u otro con la banda asesina. Los guipuzcoanos conocidos por su militancia en partidos constitucionalistas o por su lealtad a España se convertirán automáticamente en ciudadanos de segunda clase. Y comenzará el acoso implacable contra ellos, con todos los instrumentos con que, gracias al Gobierno de Zapatero y a la indignidad de muchos otros, cuentan. El terror que se sembraba con las armas ahora se difundirá por cauces oficiales. Ahora comienza el choque frontal con la odiada España desde dentro. Y con rehenes. Porque prioridad de la diputación es ya la independencia y el retorno de los presos terroristas. Que serán recibidos como héroes y como ejemplo para todos los niños y jóvenes. La bandera de España ya ha desaparecido. Pronto no habrá ni memoria. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esto? Zapatero los ha llevado al triunfo. Ha entregado al terror parte de España. A cambio de una paz cobarde, sin libertad. Que no será paz sino terror. Quería entrar con ETA en los libros de historia. Lo ha conseguido. Pero la tragedia de los traicionados comienza ahora. Espero que no quede impune.

ABC - Opinión

¿Por qué tanto poder para Bildu en el País Vasco?. Por Antonio Casado

En este singular rincón de la España democrática, donde una banda terrorista puso entre paréntesis a España y la Democracia a lo largo de estos últimos cuarenta años, la patria tira más que la ideología. Por eso esta gente de Bildu que se autodefine “abertzale” y “socialista” prefiere a los abertzales y no a los socialistas como compañeros de su extravagante viaje hacia la Euskadi una, grande y libre soñada por Sabino Arana antes de abogar por una Liga de Vascos Españolistas.

En esas coordenadas habrá que rastrear las causas de que los amigos de ETA (lo han sido hasta ahora y está por demostrar la quiebra de una larga amistad) controlen desde ayer también la Diputación General de Guipúzcoa. Se trata del gobierno del territorio, con amplias competencias en infraestructuras, servicios sociales y recaudación de impuestos. Maneja unos ingresos anuales de 4.287 millones de euros (ejercicio 2011), de los que la parte del león van a financiar el Gobierno vasco (2.869) y los Ayuntamientos guipuzcoanos (407,5).

«Queda dicho que el nacionalismo tira más que dos carretas. Así que el alma conservadora del PNV no ha tenido inconveniente en hacerle el pasillo a los radicales de izquierda.»
No fue posible un acuerdo entre el PNV de Urkullu y los socialistas de Patxi López (“No se hicieron bien las cosas”, según Rubalcaba) para evitar tan formidable acumulación de poder institucional en manos de quienes no ocultan su intención de desbordar esas instituciones y crear un marco político sólo vasco. Queda dicho que el nacionalismo tira más que dos carretas. Así que el alma conservadora del PNV no ha tenido inconveniente en hacerle el pasillo a los radicales de izquierda. Y Bildu no tiene ningún inconveniente en decir, por boca del nuevo diputado general de Guipúzcoa, Martin Garitano, que tenderá la mano al PNV y al PSE aunque ayer expresó claramente sus preferencias por el partido de Urkullu.

Pero no solamente en esas coordenadas hemos de buscar las causas de que Bildu (coalición en la que están empotrados como “independientes” los amigos políticos de ETA) se haya hecho con la Diputación de Guipúzcoa y el Ayuntamiento de San Sebastián (393,7 millones de euros de presupuesto), amén de 101 alcaldías en el País Vasco y otras 17 en Navarra (más de 1000 millones). La lanzadera de Bildu estaba en las urnas, donde obtuvo el apoyo de 273.138 ciudadanos del País Vasco con derecho a participar en la vida política, según doctrina del Tribunal Constitucional que, nos guste o no, es un órgano capital en el funcionamiento del Estado de Derecho. Y ya sentenció en vísperas de las últimas elecciones que, ante la insuficiente fuerza probatoria de que Bildu forma parte del entramado de ETA, prevalece el derecho básico de todos los vascos a elegir y ser elegidos.

Es el enunciado meramente descriptivo de lo ocurrido en el terreno legal: una sentencia del TC favorable a la participación de Bildu en las elecciones del 22-M que revocaba una sentencia anterior del Tribunal Supremo contraria a la participación de Bildu en las elecciones del 22-M. Ajustadísima votación en los dos casos, prueba de que el asunto no estaba tan claro. Salvo que caigamos en la tentación de sumarnos a cierto proceso de intenciones que proyecta una insoportable falta de respeto a la independencia de los magistrados. Un discurso tóxico que añora los atajos por falta de fe en el Estado de Derecho.


El Confidencial - Opinión

Geert Wilders. El islam y lo sagrado. Por Cristina Losada

Desde los mismos púlpitos que predican un laicismo radical se han definido nuevos lugares sagrados, donde la libertad de expresión está prohibida. Esa condición intocable se le concede al islam, como también a "otras culturas" y a grupos de "víctimas".

Acosado por los sabuesos de la corrección política, Saul Bellow clamaba: "No podemos abrir la boca sin que se nos denuncie como racistas, misóginos, supremacistas, imperialistas o fascistas". Y: "En cuanto a los medios, están dispuestos a descalificar al que así sea designado". Y tanto. Un tribunal holandés ha absuelto al político Geert Wilders, acusado de incitar al odio contra los musulmanes por haber comparado el Corán con el Mein Kampf y tachar al islam de ideología fascista. Lejos de calibrar el significado de la sentencia para la libre expresión, el grueso de la prensa ha preferido la senda que indicaba Bellow. La justicia le ha absuelto, pero no los periódicos, incapaces de mencionar a Wilders sin colgarse la ristra de ajos para espantar al vampiro: antimusulmán, islamófobo, xenófobo, ultraderechista. Acabáramos.

Es evidente: hay una religión que no puede ser criticada en el laico y tolerante Occidente. Aunque ciertos tribunales carcas persistan en tener manga ancha para la libertad de opinión, quien marca sus límites reales es la policía del pensamiento. La cuestión no era si Wilders tenía o no razón, sino si podía expresar tales opiniones o había de ir a la cárcel. Y el asunto es si despacharse así sobre una creencia religiosa entraña una incitación al odio contra sus fieles. La justicia ha dicho que no. La ortodoxia dominante dirá que depende. Pero que depende de la religión de que se trate. El cristianismo y la Biblia están disponibles para cualquier censura, invectiva, mofa y befa. No así el islam y su libro sagrado, a los que debe guardarse respeto absoluto. La creencia de los musulmanes goza entonces de un status de protección único y extraordinario. Se ha restaurado para ella el privilegio del que Occidente privó a sus religiones hace mucho tiempo.

Topamos, de nuevo, con lo sagrado. Y por la vía más inesperada. Desde los mismos púlpitos que predican un laicismo radical se han definido nuevos lugares sagrados, donde la libertad de expresión está prohibida. Esa condición intocable se le concede al islam, como también a "otras culturas" y a grupos de "víctimas". El argumento es la vulnerabilidad, su condición minoritaria, su pasado de perseguidos. Y, en el fondo, la culpabilidad: hemos de expiar y compensar los males infligidos. Curioso, cómo la celebración de la diversidad ha conducido a imponer la uniformidad de opiniones.


Libertad Digital - Opinión

El parque temático. Por Ignacio Camacho

La conquista del poder político por Bildu valida y da sentido a medio siglo de violencia de ETA.

CONSUMATUM est. Ni en el más delirante de sus sueños podían los terroristas vascos imaginar que les iba a resultar tan fácil la conquista del poder político. Sin dejar las armas, sin arrepentirse y sin que medie siquiera una condena explícita de los crímenes producidos en medio siglo de coacción sangrienta. El triunfo de Bildu valida y da sentido a esa cruel experiencia de administración del dolor ajeno. Guipúzcoa se ha convertido en un parque temático del independentismo radical, un territorio extraestatal en el que los continuadores de ETA podrán ensayar toda clase de desafíos institucionales. Desde subir los impuestos que les apetezcan a retirar las banderas que no les gusten; desde negociar el cupo fiscal a prohibir el paso en los ayuntamientos a los escoltas que testimonian la persistencia de la amenaza. Como garantes tutelares de esa hegemonía inesperada, los etarras tienen hoy derecho a pensar que la violencia merecía la pena.

Porque ETA no ha matado solamente por el mero impulso elemental y primario de aniquilar a sus enemigos. Ni siquiera sólo por odio. Ha matado —nothing personal, only business— para hacerse con el poder, y eso es exactamente lo que ha empezado a lograr desde el 22 de mayo. Aunque se diese el improbable caso de que el flamante dominio institucional de sus legatarios serenase el instinto asesino de los pistoleros y los convenciera de que no es necesario seguir ejerciéndolo, ya se ha cumplido la premisa elemental que sostenía su criminal propósito. Ya pueden sostener que el suyo no era un desvarío de psicópatas, sino el camino brutal hacia una victoria política.


Ese proceso, que supone el correlato de una derrota del Estado, tiene responsables dentro y fuera del País Vasco. Y no son sólo la media docena de magistrados que dio luz verde a Bildu fingiendo no ver su evidente vinculación con la Batasuna (y por tanto con ETA) que se ha personado con arrogancia en las tomas de posesión institucionales. Son también responsables quienes urdieron desde el poder la estrategia de abrir paso al brazo civil del terrorismo con la esperanza de arrastrar a la banda hacia la autodisolución, lo que equivale a concederle por adelantado parte de las reivindicaciones que ha efectuado sobre los cadáveres de sus víctimas. Y lo son también quienes, en la propia Euskadi, han dado el visto bueno a esa presunta normalización de la que ahora han empezado a arrepentirse. Empresarios, políticos, profesionales, periodistas; élites sociales y de opinión pública no necesariamente vinculadas con el nacionalismo que respaldaron el paso suicida de la legalización y ahora se dan cuenta, ante las dimensiones del éxito filoetarra, de que «se les ha ido la mano». No es exacto: se les ha ido de las manos.

Y todavía queda lo peor. El poder en sí mismo no era el único fin de los terroristas. Lo querían, y lo vamos a ver, para ejercerlo.


ABC - Opinión

ETA toma Guipúzcoa

La libertad y la democracia dieron ayer un paso atrás de gran trascendencia en el País Vasco. Bildu, el proyecto de ETA, logró la Diputación General de Guipúzcoa, en la que estará al frente Martín Garitano, conocido adalid de las posiciones más extremas en el entramado proetarra. Fue una jornada aciaga, otra más de las acontecidas desde que los seis magistrados del Tribunal Constitucional propuestos por el PSOE atropellaran al Supremo y permitieran que la franquicia batasuna concurriera a las elecciones. Desde ese momento hasta ayer mismo, el retroceso del Estado de Derecho en el País Vasco ha sido incesante. Una secuencia en la que el brazo político de ETA ha conquistado más poder que nunca en su historia y en la que su acceso a la Diputación ha puesto en sus manos no sólo información delicada para la seguridad, sino el devenir político, económico y fiscal de miles de personas. El pleno que se desarrolló en las Juntas Generales de Guipúzcoa para la elección del diputado general fue la constatación de que el proyecto desarrollado y tutelado por ETA ha triunfado. El discurso-programa de Martín Garitano se enmarcó en la ortodoxia proetarra. Defendió una solución al «conflicto vasco» en la que «todos salgamos ganando», reclamó un diálogo entre el Gobierno y ETA, habló de «hacer frente al sufrimiento de todas las víctimas» y pidió una solución para los presos de la banda, además de comprometerse a trabajar por la desaparición de la «detención y la tortura» y a avanzar hacia la independencia. Ni una mención de condena a los asesinatos terroristas ni a la desaparición de ETA. Esta nueva Bildu que nos anunciaron, y que el Tribunal Constitucional vio tan alejada de la mafia etarra, equipara a las víctimas de ETA con los familiares de los terroristas y sólo contempla un final en el que los pistoleros salgan ganando y los asesinos salgan de las cárceles. Ése es el escenario de Bildu, ésas han sido siempre las condiciones de ETA. ¿En qué han cambiado entonces la banda y la izquierda abertzale? Absolutamente en nada, más allá de un enorme montaje al servicio de una estrategia política que buscó el regreso a las instituciones. Obviamente, la democracia nunca aceptará ese final repudiado por todos los españoles de bien y que supondría una tropelía moral. La toma del poder de Bildu en Guipúzcoa ha tenido unos responsables claros. Además del PNV, con sus acuerdos vergonzantes con los proetarras en varias instituciones, tampoco puede relativizarse el papel de los socialistas. Lo expresó ayer el popular Juan Carlos Cano: «Los egoísmos y las aspiraciones propias han pesado más que los intereses de la ciudadanía». El PSE y el lendakari Patxi López pudieron hacer mucho más para que la Diputación no cayera en manos de Bildu y fuera para el PNV. Habría sido un mal menor, pero un revés serio para los planes de ETA. Ayer, Bildu terminó de capitalizar los cientos de asesinatos de ETA. Fue una jornada ignominiosa en una democracia que parece haber bajado los brazos. Pero hay que reaccionar. El Estado de Derecho dispone de resortes suficientes y ya es hora de que el Gobierno actúe o de que el PP le apremie si vacila.

La Razón - Editorial

Bildu decide

Las primeras decisiones y discursos no indican que la coalición quiera contribuir al fin de ETA.

La falta de acuerdo entre nacionalistas y socialistas vascos, además del voto del único juntero de Aralar, ha permitido a Bildu hacerse con la Diputación de Guipúzcoa, donde disponía de una mayoría relativa de 22 representantes frente a los 14 del PNV, 10 del PSE y 4 del PP. Por primera vez una coalición independentista en la que participa la izquierda abertzale, hasta ahora vinculada al terrorismo, ha logrado hacerse con una de las tres instituciones forales en las que se agrupan los ayuntamientos vascos. Este éxito de Bildu se suma al centenar de alcaldías que va a controlar.

La inquietud expresada por las fuerzas políticas no nacionalistas y por algunos sectores sociales, como el de los empresarios, a cuyos datos fiscales tendrán acceso los nuevos responsables de la Diputación, no es solo resultado del pasado de la izquierda abertzale, sino también de las primeras decisiones adoptadas por sus cargos electos. La prohibición a los escoltas de acceder a los Ayuntamientos demuestra que algunos alcaldes de Bildu han antepuesto los gestos para alimentar su proyecto independentista a la evaluación objetiva del riesgo que corren los ediles socialistas y populares. Esos regidores han asumido la responsabilidad de garantizar la integridad de los amenazados dentro de los Consistorios y tendrán que estar a la altura.


El nuevo diputado general de Guipúzcoa, Martín Garitano, ha declarado que, en el nuevo ciclo político que habría abierto la presencia institucional de Bildu, el Gobierno debería negociar con la banda terrorista. Se trata de una afirmación que contradice de manera implícita la posición de la coalición para obtener su legalización: lo que le abrió las puertas a participar en las elecciones fue su compromiso supuestamente inequívoco con las vías democráticas establecidas en las leyes, no la insistencia en la vieja pretensión de forzar una negociación entre los terroristas y el Estado para cambiarlas. Las palabras de Garitano dejan entrever que, al menos por el momento, Bildu no se propone contribuir a la disolución de la banda, sino capitalizar para su proyecto cualquier decisión de esta.

Los tribunales no acordaron la legalización de Bildu dentro de una lógica destinada a acabar con el terrorismo, sino por exigencias del Estado de derecho. Para Bildu es una oportunidad para desmarcarse de la extorsión y el asesinato. Los primeros indicios señalan que no parece haberlo entendido así, restableciendo con algunas decisiones y discursos un sombrío clima político en el que, en la peor de las hipótesis, tendrán que reincidir en la ignominia de mirar hacia otro lado cuando los representantes de las fuerzas políticas no nacionalistas sean víctimas de amenazas o, incluso, de acciones criminales. Si los votos no eximen a los corruptos de sus responsabilidades, menos aún a quienes entre un pistolero y su víctima decidieran alinearse con el primero.


El País - Editorial

La mentalidad socialista en Grecia

Como todas las prebendas les han sido vendidas como "derechos" durante décadas, ¿cómo no protestar ante lo que, para esa mentalidad, es un ataque a sus derechos elementales?

La retórica socialista, venga del partido que venga, consiste principalmente en calificar como "derechos" todo aquello que consideremos deseable y suponga un recorte en las libertades. Así, se considera un derecho impedir que empresario y trabajador se pongan de acuerdo en las condiciones del contrato laboral. O que el Estado pague unos salarios cada vez mayores a sus funcionarios y empleados de empresas públicas; en Grecia el salario medio del empleado de la empresa estatal de ferrocarriles es de 65.000 euros al año, de modo que sólo el gasto en personal multiplica por cuatro sus ingresos.

El problema es que todos los países europeos, unos más que otros, llevan décadas recibiendo como lluvia fina esta retórica, propugnada en los parlamentos, alabada en las tertulias, aceptada como un hecho incontrovertible en los telediarios. Y tanta lluvia fina acaba por calar. Así que cuando ha llegado el momento de abandonar la fiesta y ponerse a trabajar, porque se ha acabado el dinero, los políticos son incapaces de remar contra la corriente que ellos mismos han creado.


Aunque Papandreu sea consciente del pequeño problema de que Grecia, en la práctica, está quebrada, y parece que lo es, no puede lograr el acuerdo ni de la oposición ni de buena parte de su propio partido. Se enfrenta a multitudinarias manifestaciones de quienes son incapaces de entender que el primer ministro no los está haciendo más pobres: se limita a reconocerlo. Pero como todas las prebendas les han sido vendidas como "derechos" durante décadas, ¿cómo no protestar ante lo que, para esa mentalidad, es un ataque a sus derechos elementales?

No es muy distinto en ese sentido lo que se está viviendo en España con las manifestaciones y acampadas que cogen a los banqueros y políticos como chivo expiatorio y se niegan a aceptar ni una sola reforma que nos pueda poner en la senda del crecimiento y el empleo. "El Estado es la gran ficción a través de la cual todo el mundo intenta vivir a expensas de los demás", escribió Bastiat hace más de siglo y medio. Vivimos en una sociedad que en su mayoría no sólo vive bajo esa premisa, sino que considera el expolio del prójimo como un derecho fundamental. Por eso en Estados Unidos el descontento ha cobrado la forma de los Tea Party, que abogan por la reducción del peso del Gobierno en sus vidas, y aquí en la de los indignados, cuya única solución es una huida hacia delante.


Libertad Digital - Editorial

El síndrome 15-M

Como en 2004, el PSOE sabe que una teórica baza electoral es el reclutamiento de la izquierda más extremista para evitar la victoria del PP.

LA denominada clase política empieza a sentirse atrapada por una especie de síndrome del 15-M que la lleva a debatirse entre la flagelación por los pecados que denuncian los movimientos de «indignados» y una terapia de autoestima para no cuestionar su razón de ser. Se trata, sin duda, de un efecto desproporcionado de las manifestaciones de «indignados», que han sido capaces de identificar las debilidades de la opinión pública y de la clase política para infiltrarse en ellas y provocar un debate que no se corresponde con la solvencia, más bien escasa, de sus propuestas. Resulta indiscutible que un sistema que debe nutrir con miles de ciudadanos gobiernos, parlamentos, asambleas, diputaciones y ayuntamientos no puede ser perfecto. Pero es un sistema político que se desenvuelve bajo los controles propios de un Estado constitucional, como el parlamentario, el judicial o el de la opinión pública. Un sistema, en definitiva, en el que cada ciudadano ejerce su derecho electoral con la máxima igualdad respecto a los demás ciudadanos.

Deben cuidar nuestros políticos las concesiones, aunque solo sean retóricas, a los movimientos de «indignación», porque sus mensajes pueden dar la puntilla a las instituciones. Queriendo granjearse la simpatía de los «indignados», aquellos están asumiendo el riesgo de quedar absorbidos por un discurso que, tras la denuncia de privilegios y canonjías, esconde un ataque al sistema de la democracia liberal, el único que ha demostrado ser capaz de garantizar a los ciudadanos un nivel de vida cualificado y un sistema de libertades y derechos acorde con su dignidad. La izquierda y, en particular, el PSOE están demostrando que su sumisión al síndrome 15-M se agrava por necesidades electorales. Tomás Gómez pidió una comisión de la Asamblea de Madrid que dialogara con los «indignados». Otros socialistas, como Elena Valenciano o Marcelino Iglesias, no han dudado en exteriorizar insinuaciones a los «indignados», porque, como en 2004, saben que una teórica baza electoral es, de nuevo, el reclutamiento de la izquierda más extremista para evitar la victoria del PP. Y como los hechos valen más que cualquier palabra, ahí está la amable condescendencia del ministro del Interior con los indignados que acamparon junto al Congreso. Gran privilegio del que disfrutan estos «indignados», porque ninguna otra protesta similar podría ocupar tanto espacio público como la de ellos, convertidos —así está el PSOE— en un recurso electoral agónico.

ABC - Editorial