viernes, 10 de junio de 2011

Se entiende todo. Por M. Martín Ferrand

Cuanto más grande sea el destrozo en el balance final del zapaterismo, mayor resultará la dificultad de su enmienda.

ESPAÑA, como decía Julián Marías, es el país más inteligible de Europa... pero la gente se empeña en no entenderlo. No lo entienden, y ese es nuestro drama, ni la Oposición ni el Gobierno. Aquella parece regocijarse con el creciente problema económico, el cataclismo social y el disparate autonómico que, con tanta torpeza como esfuerzo, ha generado la política de José Luis Rodríguez Zapatero. Es como si se hubieran instalado en eso tan dañino y celtíbero de «cuanto peor, mejor». Les convendría entender que cuanto más grande sea el destrozo en el balance final del zapaterismo, mayor resultará la dificultad de su enmienda y reconstrucción. Por su parte, el Gobierno, que va de mal en peor en todos cuantos empeños acomete, insiste en continuar en el machito, quizás para elevar la altura del pedestal de Alfredo Pérez Rubalcaba y que así, como si levitara, pudiera enfrentarse con más garbo y posibilidades a su imposible electoral. Pero ni los unos ni los otros piensan en España y se niegan a entenderla. Parecen incapaces, y seguramente lo son, de anteponer el interés de la Nación y el servicio al Estado a sus pequeñeces partidistas en las que ambos han encontrado acomodo, respetos inmerecidos, privilegios sonrojantes y cuotas de poder para quienes se nos presentan como personalidades sin haber alcanzado previamente la condición plena de personas. Algo inseparable de la degeneración partitocrática.

Hoy, si Dios no lo remedia, asistiremos al lamentable espectáculo político de un Gobierno que, se supone, nos representa a todos puesto al servicio de unas organizaciones sindicales que apenas representan a nadie pero que, por su capacidad de maniobra y movilización, ejercen un matonismo efectivo que solivianta a Zapatero, a su vicepresidente-sucesor, a sus otros vicepresidentes y, especialmente, al titular de Trabajo. Sin atender el lúcido mensaje que nos envía Bruselas y respaldan las circunstancias y los informes de las instituciones económicas internacionales, el Consejo de Ministros hará como que hace una reforma en las normas vigentes para la negociación colectiva —un anacronismo heredado del franquismo y un obstáculo para la mejora de la competitividad— y así, en faena de aliño, evitará, si lo evita, un roce con quienes constituyen su más homogénea y próxima, ideológicamente coincidente, base electoral.

Creo que también era el prematuramente olvidado Julián Marías quien señalaba que en España, entre nosotros, es frecuente que cuando un náufrago trata de salvarse y encaramarse al bote que pretende socorrerle nunca faltan voluntarios que le tiran de los pies para hacérselo más difícil.


ABC - Opinión

Movimiento 15-M. De la indignación a la violencia. Por Agapito Maestre

Se equivocan. Esto va para largo. Y, por supuesto, continuamente estará en el límite con la violencia.

Una parte de los indignados del 15-M siguen en Sol. Al toque de silbato, o sea, de movilización por las redes sociales, un millar de indignados fueron el miércoles hasta las puertas del Congreso de los Diputados. No es fácil de congregar a un millar de personas, a pesar de que muchos relativicen a este movimiento, para protestar contra la reforma laboral. Ayer se concentraron ante las Cortes Valencianas y hubo heridos de gravedad. Sin embargo, todavía hay gente que reduce el asunto a poco menos que nada. Se equivocan. Esto va para largo. Y, por supuesto, continuamente estará en el límite con la violencia.

Por otro lado, es natural que el movimiento derive en violencia y enfrentamientos; pues que no se conoce en la historia de la civilización un grupo de individuos que trate de funcionar al margen de la sociedad real sin que ello derive en violencia. Eso es exactamente lo que han hecho los acampados en la Puerta del Sol: ellos han funcionado, y así lo han reflejado todos los comentaristas del mundo, en una plaza pública como una "sociedad" al margen de la sociedad... El enfrentamiento entre dos tipos de sociedades tan diferentes es inevitable.


Pero, independientemente de que nos guste más o menos la evolución de este movimiento social, sin duda alguna surgido de asociaciones de todo tipo vinculadas a la izquierda y a la extrema izquierda política, es menester reconocer su existencia. Hacerle menosprecio, ridiculizarlo y, sobre todo, no enfrentarlo con medios analíticos es la mejor manera de que nos pase factura. Es evidente que hay dos maneras de hacerse cargo del asunto: por un lado, están los medios de la izquierda que dan una gran importancia al movimiento del 15-M; y, por otro lado, encontramos a los de la derecha que lo relativizan.

Hacen mal unos y otros; los primeros, porque no quieren reconocer la instrumentalización y aliento que les da el ministro del Interior; los segundos, porque le dan a Pérez Rubalcaba todo el protagonismo del 15-M. Se equivocan todos. Es obvio que Pérez Rubalcaba hace uso, instrumentaliza y alienta el movimiento. Forma parte de su trabajo, sobre todo, después del 22-M. Es su modo normal de hacer política en la Oposición. Agitando masas. Pérez Rubalcaba se prepara para la nueva etapa que viene a España. Repito las preguntas formuladas en otro contexto: ¿Por qué el PSOE tendría que reprimir el movimiento del 15-M ahora, precisamente, cuando el PP ha conseguido un poder inmenso en casi todas las Autonomías y Ayuntamientos de España? ¿Por qué Pérez Rubalcaba tendría que ejercer la violencia contra quienes pueden darle votos? ¿Por qué Pérez Rubalcaba va a desalojar de los espacios públicos a un movimiento que surge de asociaciones de extrema izquierda con apoyo de millones de indignados contra el mal funcionamiento de la democracia en España?

El problema no es pues de Pérez Rubalcaba ni del PSOE. El problema es de Rajoy. Es uno de sus grandes problemas. Rajoy es ya un hombre muy poderoso, porque su partido tiene un inmenso poder en toda España, y él está llamado a ser el próximo presidente del Gobierno, pero todavía no se ha dignado a decir qué hacer, cómo resolver y, sobre todo, cómo encarar a ese movimiento "político". He ahí el verdadero problema. Rajoy no lo quiere encarar ahora, pero, por desgracia, acabará estallándole.


Libertad Digital - Opinión

La reforma que no lo es. Por José maría Carrascal

Los sindicatos son hoy la mayor rémora para crear empleo, y esta nueva seudorreforma va a corroborarlo.

LA reforma de la negociación colectiva que decretará hoy el Gobierno no servirá de mucho más que la reforma del mercado de trabajo aprobada anteriormente. ¿Han visto ustedes más contrataciones desde entonces? Pues lo mismo. La razón es muy sencilla: no se trata de verdaderas reformas, sino de simples retoques cosméticos de lo anterior. ¿Qué empresario se atreverá a ampliar la plantilla sabiendo que, de ir las cosas mal, tendrá que renegociar el convenio durante 20 meses con los sindicatos, someterse durante otros 3 a un arbitraje, quedando como estaba si una de las partes no lo aceptan? Eso no es una reforma, es un camelo. El Gobierno, sencillamente, se ha rendido a los sindicatos. Y ya es hora de que hablemos de ellos como se merecen.

A estas alturas, los sindicatos no representan a la totalidad de los trabajadores, sino a un segmento muy especial de ellos: aquellos que tienen un trabajo fijo y beneficios garantizados. Segmento que se reduce cada vez más, mientras aumentan los trabajadores eventuales, parados y los que nunca han tenido un empleo, que son los que sufren las peores consecuencias de la crisis. Lo que quiere decir que los sindicatos se han convertido en un grupo de presión más, centrado en defender los intereses de una minoría privilegiada, aunque sea a costa de quienes no han accedido a ella. A la que se unen los dirigentes y cuadros sindicales, los más interesados en mantener el anterior statu-quo, por los beneficios que les reporta, el primero de ellos, no tener que estar «en el tajo». Consecuencia: los sindicatos son hoy la mayor rémora para la creación de empleo. No hace falta ir a Estados Unidos —donde las zonas de más implantación sindical son las que tienen más paro— para comprobarlo. Lo estamos viendo en la propia España, y esta nueva seudorreforma va a corroborarlo.

El mundo laboral ha cambiado sustancialmente, con cada vez más autónomos, una creciente movilidad del capital y una producción a escala global, que hace que los derechos adquiridos de los unos los están pagando, más que las empresas, la falta de derechos de los otros. De continuar esta tendencia, y todo apunta que continuará, al final, los únicos con empleo fijo serán los funcionarios. Y ni siquiera ellos podrán sustraerse a la corriente.

Pero aquí seguimos como si nada hubiera cambiado. Con unos sindicatos anclados en el pasado y, encima, financiados por el dinero de todos, incluidos los no afiliados. Pero no se trata de cambiar o de no cambiar, sino de avanzar o de quedarse tirado en la cuneta. O sea, de sí o sí. Aunque el gobierno Zapatero-Rubalcaba va a darnos hoy una nueva muestra de que sigue en el no-no.

Y encima, quiere que los demás grupos le ayuden a corregirlo en el congreso. La incapacidad unida a la picardía.


ABC - Opinión

Convenios colectivos: guiño del Gobierno a sus votantes. Por Antonio Casado

Hoy sale del Consejo de Ministros la norma reguladora de la contratación colectiva (convenios colectivos), cabo suelto de la reforma del mercado laboral. Como las urnas azules del 22-M aconsejaron a las grandes empresas esperar un nuevo amanecer político, más favorable a sus tesis, la CEOE se cargó el diálogo con las centrales sindicales y la pelota quedó a los pies de un Gobierno de izquierdas en deuda con sus decepcionados votantes. Esa es la clave.

Primero será una decisión de Moncloa camino del BOE pero luego se tramitará como ley. De modo que finalmente será una decisión del Parlamento. Es importante precisarlo en relación con la polémica de si, rotas las negociaciones entre los agentes sociales, la normativa plasmará una intención política de favorecer o perjudicar más a una de las partes. Lo ideal es que favorezca a las dos. Es decir, que sirva para crear puestos de trabajo, lo cual nos favorece a todos porque conviene a la causa de la recuperación nacional. Y lo demás son “puñetas”, como dice el viejo refrán.


Malas noticias por ese lado. Con los dos motores del crecimiento de la economía, la inversión y el consumo, funcionando muy por debajo de lo que se consideran umbrales mínimos para la creación de puestos de trabajo, tanto da que ganen las tesis de la patronal o las de los sindicatos en materia de absentismo, vigencia de los convenios, movilidad funcional, arbitraje, etc. Si las perspectivas del crecimiento no dan para ir rebajando las dramáticas cifras del paro en nuestro país, lo mismo da que da lo mismo.
«La cuerda se rompe siempre por la parte más débil y es lógico que un Gobierno de izquierdas en deuda con su electorado haga un guiño a sus desalentados votantes.»
Ni la posición de los sindicatos ni la de los empresarios plasmada en una determinada regulación de la contratación colectiva crea puestos de trabajo como no los creó la reforma laboral de hace un año. Entonces se mejoró la flexibilidad y se abarató el despido. Entre otras cosas, con el objetivo de facilitar la contratación en general y la fija en particular. Bueno, pues no solo hay más paro que hace un año sino que los contratos temporales han seguido aumentando y los fijos han seguido disminuyendo. Sin embargo, tanto aquella reforma laboral, calificada por la entonces vicepresidenta, Fernández de la Vega, como “la más importante de los últimos veinte años”, como la que hoy va a fletar el Consejo de Ministros, en su derivada sobre convenios colectivos, tienden inercialmente a crear las condiciones de un mercado laboral más favorable a las tesis de la patronal que a las de los sindicatos.

No digo yo que la excusa sea mala: facilitar la creación de empleo aunque sea precario y ofrecer alternativas al despido aunque supongan resignación de derechos sociales. La excusa es buena pero la cuerda se rompe siempre por la parte más débil y es lógico que un Gobierno de izquierdas en deuda con su electorado, precisamente por haberse escorado hacia políticas economicistas, encuentre en esta coyuntura la oportunidad de hacer un guiño a sus desalentados votantes.

La pista la dio ayer el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, al decir que el Gobierno no contribuirá a que el fuerte sea más fuerte y el débil sea más débil. Así que nadie debería sorprenderse si el texto que alumbre hoy el Gobierno está más cerca de lo que quieren Toxo y Méndez que de lo que quieren los grandes empresarios que frenaron a Rosell (CEOE) cuando estaba a punto de dar el sí quiero.


El Confidencial - Opinión

Trinidad Jiménez. Diplomacia estilo ZP. Por Emilio Campmany

Ahora va nuestra ministra y, estando de visita en Bengasi, por su cuenta y riesgo, va y dice que "el Consejo Nacional de Transición es el representante legítimo del pueblo libio".

Cuando las naciones atraviesan grandes crisis, es misión de quienes están al timón hacer que el barco, por desarbolado que esté, mantenga el rumbo en lo que a defensa y política exterior se refiere, que es donde los daños pueden ser más irreparables. Aquí, esa responsabilidad es de Carme Chacón y Trinidad Jiménez.

Dejemos aparte el rapapolvos de la OTAN, desesperada de que les mandemos bombarderos con la orden expresa de no bombardear. Lo gordo es lo de Trinidad Jiménez. Hasta ahora, con mejor o peor criterio, nuestro Gobierno ha preferido no reconocer al Consejo Nacional de Transición (CNT), o sea, a los rebeldes, como Gobierno legítimo de Libia. Quieren impedir que sea evidente lo obvio, que el objetivo es derrocar a Gadafi. Se trata de evitar que la opinión pública española acuse a Zapatero de querer hacer con el excéntrico coronel lo mismo que se supone hizo Aznar con Saddam Hussein, es decir, organizar una guerra para derrocar un Gobierno sin mandato de la ONU. Es una tontería, porque Aznar no derrocó a nadie, sino que apoyó que lo hiciera Bush. Y Zapatero tampoco va a derrocar a nadie, pero va a ayudar a que Sarkozy lo haga. En ambos casos, sin autorización expresa del Consejo de Seguridad.


Pues ahora va nuestra ministra y, estando de visita en Bengasi, por su cuenta y riesgo, va y dice que "el Consejo Nacional de Transición es el representante legítimo del pueblo libio". Y, mientras tanto, el embajador de Gadafi está tan a gusto en Madrid, en su embajada, sin que nadie le diga que coja el petate y se largue para Trípoli. Y los fondos del Estado libio siguen sin estar a disposición del CNT. Al parecer, para Jiménez, el representante legítimo de un pueblo puede ser uno, y el Gobierno legítimo de ese mismo pueblo, otro. Y a esta política caótica la califica El País de "encaje de bolillos". ¿Y para qué quiere el CNT ser reconocido como legítimo representante de su pueblo si luego no lo es a ningún efecto? ¿Para llevarlo en la solapa como un título honorífico?

En las cancillerías europeas ahora no saben si España ha reconocido o no a los rebeldes. Y no lo saben, entre otras cosas, porque tampoco nosotros lo sabemos. Desde luego, Trinidad Jiménez no lo sabe. A Zapatero, si le preguntan, dirá que España está a favor de la paz. Y Rubalcaba, si le hablan del CNT, preguntará si es que el sindicato anarquista se ha unido a los indignados. En la OTAN concluirán lo mismo que en la UE, que a los españoles no se les puede hacer ni caso, ni en esto ni en nada, porque unas veces dicen una cosa y otras dicen otra y ni ellos mismos saben lo que quieren. Jesús, qué cruz. Como esto dure mucho más no van a quedar de nosotros ni las raspas.


Libertad Digital - Opinión

Solo nos queda la paz. Por Hermann Tertsch

El interés que generamos se debe fundamentalmente a la capacidad de desestabilización que tenemos.

AHORA de repente se nos agolpan los sentimientos patrióticos. Cuando llevamos unos años tan intensos y festivos dedicados a dinamitar la cohesión nacional, quebrar la Constitución, desprestigiar nación y mancillar transición y reconciliación. Solo les hace falta ya hablar de honor. Que capaz será alguno, ya verán. Ahora, oyéndoles, parece que solo gracias a la serenidad de nuestros gobernantes hemos evitado declarar la guerra a Alemania. Menos mal que somos generosos y les hemos perdonado la vida. Respirarán tan aliviados los malvados «chucrut» como, por ejemplo, los hoteleros o los tour operadores españoles. Pero donde alcanza su máximo esplendor actual el patriotismo inesperado de nuestros gobernantes es en su preocupación por nuestra imagen exterior. ¡Fíjense, a estas alturas, nuestra imagen en el exterior! Llevan siete años enviando al exterior como representantes nuestros a personajes capaces de despertar vergüenza en una verbena. La tropa indocumentada, iletrada y zafia que ha surcado mares y cielos y cruzado continentes en representación de la nueva España progresista ha arruinado nuestro crédito, hundido nuestro prestigio y abochornado a nuestra ciudadanía por todo el planeta. Nuestro presidente ha hecho el ridículo en todos los foros internacionales con su falta de preparación y consistencia, su inanidad y su izquierdismo adolescente. Nuestra política en el exterior provocó primero sorpresa, porque contradecía toda la experiencia habida con la España democrática durante 30 años con cuatro presidentes diferentes. Después fue ya extrañeza por la insistencia de los españoles en automutilarse al reelegir a los mismos gobernantes para estos últimos cuatro inolvidables años basura. Y hoy ya lo que se percibe es pena hacia los españoles y desprecio hacia quienes han llevado a nuestro país a su peor postración. El interés que ahora generamos se debe fundamentalmente a la capacidad de desestabilización que tenemos, por tamaño y por la capacidad autodestructiva que hemos demostrado en estos años. ¿Cómo habéis llegado a esto? Esa es la pregunta que nos hacen las vistas del exterior una y otra vez. Y no es fácil de responder. Por muy advertidos que algunos estuviéramos desde un principio de que habría estropicios con estos personajes, nadie en su sano juicio podía prever las dimensiones del daño brutal y generalizado causado.

Y ahora se dicen preocupados porque la oposición dice que no se cree las cuentas. Y exigen que nos callemos porque dañamos nuestro «buen nombre». La «confianza en España», dice Zapatero, que hay que proteger. ¿De qué nos estará hablando quien pensó que el mundo funciona como una intriga de asociación de barrio? ¿De qué hablarán todos los cómplices de la mentira continuada y la bajeza politizada, de la incompetencia universal, de la pócima de los peores instintos que han sido mensaje y actuación de la tropa del Alicia/Atila de León? Nadie tiene que creer a la oposición para no creerle nada a este Gobierno. Que ahora nos sale con las conspiraciones exteriores, de Merkel y los mercados. Con los enemigos exteriores y la quinta columna, los vectores del relato más antiguo, casposo y grasiento de la impotencia izquierdista. Poco le queda en la recámara ahora al sumo sacerdote de urgencia que sustituye al caudillo en el naufragio. Pero lo suficiente para culminar el daño. Porque, más allá de consabidos pactos con ETA que prometan alguna sorpresa, la izquierda fracasada parece dispuesta a utilizar a una oposición extraparlamentaria para intentar imponer desde la agitación callejera lo que ya sabe no podrá en las urnas. Al enemigo exterior se le ignora, al interior se le ataca. Esperemos que quede alguien sensato que lo impida. Porque la paz social es lo único que aun no ha destruido esta tropa. Que no lo consigan.

ABC - Opinión

Pepinos, pepinazos y cebolletas. Por Alfonso Ussía

La injusta y caprichosa pepinada nibelunga ha costado a nuestros agricultores cuatrocientos millones de euros. El Gobierno no ha hecho prácticamente nada. La ministra Aguilar es muy simpática y cuenta con el apoyo de muchos periodistas, pero ha conseguido una limosna a cambio del daño irreparable que ha experimentado nuestra agricultura. El presidente del Gobierno está reunido y Rubalcaba haciéndose llamar «Alfredo». La OTAN ha manifestado a España su desconcierto por la escasa participación de nuestros destacamentos en Libia. Trinidad Jiménez ha sido agasajada por los llamados «rebeldes», y ha correspondido al agasajo calificándolos de «solventes». Extraña calificación. Simultáneamente, la ministra de Defensa, Carme Chacón, ha respondido a la OTAN que España no va a participar en los bombardeos contra las fuerzas de Gadafi. ¿Para qué hemos enviado nuestras tropas a Libia si no van a intervenir? Cuatro cazabombarderos, dos aviones de reabastecimiento, dos fragatas y un avión de vigilancia tocándose sus respectivos bolos. Carísima y absurda expedición. Las naciones occidentales que han enviado sus tropas a luchar contra el tirano no terminan de comprender que España las haya acompañado en el desplazamiento pero no en las actividades. El presidente del Gobierno está reunido y el vicepresidente quiere que le llamen «Alfredo».

Los indignados de Sol se plantaron a las puertas del Congreso. Gritaban que los diputados no los representan. A mí sí. Ellos son los que no representan a nadie. Si quieren entrar en el Congreso, nadie les impide presentarse a unas elecciones. Se reúnen, consiguen alcanzar alguna idea, forman un partido, y puede que consigan un par de escaños. Para entrar en el Congreso hay que ganárselo. Al ideólogo se le conoce como el «Abuelo Cebolleta». Agarra el micrófono y no lo suelta. Presenten a las elecciones al «Abuelo Cebolleta» que, por lo que dice, tiene que estar muy preparado. Resulta desconcertante la simpatía que han despertado en muchos comunicadores estos chicos, y no tan chicos, desnortados. Han sido abandonados por una buena parte de sus compañeros del 15 de mayo. Nadie puede decir ahora que no conforman una corriente política monocolor. Del color de las amapolas, que en estos días se abren a millones en nuestros campos. Les faltaba el líder y lo han encontrado en el «Abuelo Cebolleta», que parece recién extraído de la primera década del siglo XX. Nos dan pepinazos con nuestros pepinos. Mandamos tropas a miles de kilómetros para que no suelten los reglamentarios pepinazos a las tropas de Gadafi. Y en el Congreso de los Diputados, quienes sólo se representan a sí mismos, animados por los cultos y desapasionados mítines del «Abuelo Cebolleta», los llamados indignados en trance de convertirse en indignaditos intentan asaltar la sede de la soberanía nacional sin que Rubalcaba, el que quiere ser llamado «Alfredo», mueva un dedo para poner la ley y el orden en sus respectivos sitios. Claro, que Zapatero sigue reunido y en España se confirma que no tenemos Gobierno.Ni para los pepinos, ni para los pepinazos, ni para los cebolletas, ni –lo que es peor– para los españoles.

La Razón - Opinión

Movimiento 15-M. Bautismo de porra. Por Cristina Losada

El dato significativo es que no hubo indignación en las calles y las plazas mientras los políticos de las distintas Administraciones gastaban a manos llenas. Se han vuelto inútiles y corruptos desde que el grifo del dinero público dejó de soltar a chorro.

Los indignados han recibido un bautismo de porra y, francamente, me sorprenden sus lamentos. Creo que la benevolencia paternalista con la que les estaba tratando la autoridad, que es concepto tabú y señora muy selectiva, les hurtaba esa experiencia iniciática de cualquier revoltoso que se precie. Qué podrían contar a sus nietecillos de haber sido privados del seco contacto humano con los grises de hoy en día. Nada digno de tomarse en serio. "Ocupamos la Puerta del Sol, cercamos el Congreso, cercamos las Cortes Valencianas... y no pasó nada". ¡Qué diferencia con enseñar cicatrices! Pero salta a la vista que prefieren hacerse tatuajes: la simulación de haber vivido. Su relato del suceso es el de quien se asombra de que pinchen los cardos. La policía, claman, "ha reaccionado inmediatamente desenfundando las porras y usándolas sin ninguna precaución". Haberles puesto unas Bob Esponjas, hombre. En cuanto a la otra parte contratante, tiene un derecho fundamental a emplear los instrumentos arrojadizos que le plazcan.

Espero un tropel de artículos que vinculen la última encuesta del CIS con el Cacao Party. La clase política, tercer problema y el 15-M como síntoma. Cuidado con los diagnósticos que se inspiran en la rabiosa actualidad telediaria. Por lo general, quien cree que los políticos son el problema, cree también que son la solución. Pero el dato significativo es que no hubo indignación en las calles y las plazas mientras los políticos de las distintas Administraciones gastaban a manos llenas. Se han vuelto inútiles y corruptos desde que el grifo del dinero público dejó de soltar a chorro. Hasta ese cierre, sólo se escuchaban quejas de los sospechosos habituales, los aborrecidos aguafiestas, pájaros agoreros. La sociedad socialdemócrata soporta mal el punto en el que las buenas intenciones rebasan la capacidad para alcanzarlas.

Los enojados cercaban sedes parlamentarias, convencidos de que la soberanía reside en sus asambleas y no en los elegidos por sufragio universal y secreto. Pero la clase política que asedian los mima y les perdona todo. Hasta el PP protesta por el uso de la porra sin precauciones. Dónde vamos a llegar. Pues, piano piano, a aquel tren en el que viajaba Cesare Pavese por el sur de Italia. Al vagón donde un camisa negra se puso en pie y lanzó su estridente arenga a los pasajeros, demasiado cansados, perezosos y amedrentados para obligarle a callar. Allí, el poeta percibió que el fascismo iba a ganar la partida y seis meses después, empezó la Marcha sobre Roma. Los totalitarios no siempre saben lo que son, pero siempre se les ve venir.


Libertad Digital - Opinión

Indignados y escépticos. Por Ignacio Camacho

La asonada ante el Congreso se volvió antisistema y antidemocrática al cuestionar la soberanía del Parlamento.

LA indignación, como la libertad, no es patrimonio de nadie. Indignados están muchos millones de españoles —el 22 por ciento según el CIS— sin necesidad de formar parte del movimiento que ha empezado a usurpar el legítimo malestar social por la crisis y la pésima gestión que de ella hace la clase dirigente. Por eso quienes de verdad y buena fe convirtieron esta movilización en un interesante fenómeno de protesta popular deberían ser los más interesados en evitar que su causa caiga en manos de un grupo de radicales propensos a la exaltación y la algarada. La amplia simpatía que despertó la revuelta se está trocando en rechazo o distancia ante la okupación chabolística de espacios públicos urbanos, y corre el riesgo de diluirse del todo si aumentan los episodios de marginalidad antisistema. A veces da la impresión de que ante el decaimiento de la atención mediática, los resistentes que se han apoderado de la titularidad del motín tratan de recuperar protagonismo mediante una estrategia de provocación que busca titulares de telediario tratando de forzar una represión violenta en la que crecerse.

La asonada de la otra noche ante el Congreso se deslizó por una peligrosa pendiente antidemocrática al cuestionar nada menos que la soberanía del Parlamento. Unos cientos de personas que sólo se representan a sí mismas no pueden impugnar la representatividad de unos diputados limpia y libremente elegidos por treinta millones de ciudadanos. Han confundido la crítica al mal ejercicio de la función representativa, que ciertamente deja mucho que desear, con la refutación del principio esencial del régimen democrático. De ahí a romper las urnas, o a negar su legitimidad, hay muy poco trecho. Un trecho que en todo caso no parece dispuesta a recorrer la mayoría de los ciudadanos, por muy indignada o cabreada que se halle.

Otra cosa es el desafecto popular ante una dirigencia pública que no entiende a la gente, y a la que lo único que preocupa del movimiento crítico es su capacidad de desestabilización y el modo de utilizarla en beneficio propio. Mientras los políticos hacen del 15-M un análisis de impacto electoral o estudian la manera de apropiarse de su potencial como fuerza de choque, está creciendo un virus social nihilista, con alta capacidad de desestabilización, que empieza a descreer del sistema en sí mismo. Ése es el verdadero riesgo. La cohesión democrática no cruje por unas manifestaciones de extremistas, sino por ese silencioso 22 por ciento —y a más— que está dejando de confiar en los mecanismos institucionales por falta de ejemplaridad y de eficacia. Esa proporción de escépticos se parece demasiado a la tasa de paro. Y para convencerlos no basta con pedagogía política; la mejor defensa de la democracia es lograr que funcione.


ABC - Opinión

España y su peso en la OTAN

La aprobación de la nueva estructura militar de la OTAN supone bajar otro peldaño en la progresiva pérdida de peso internacional que España ha sufrido en los últimos años como consecuencia de la política exterior del Gobierno socialista. La supresión del Cuartel General de Retamares, cuya clausura definitiva será una realidad en un plazo máximo de 24 meses, supone un importante retroceso en la capacidad de influencia que España tendrá en un futuro inmediato en el seno de la Alianza Atlántica. Desde un punto de vista económico, este cierre significará la pérdida para nuestro país de 40 millones de euros anuales, sin contar con el ahorro que para Defensa suponía tener a una tercera parte de las tropas españolas de la OTAN en estas instalaciones. Pero más allá del perjuicio económico, que no es desdeñable, la peor noticia para los intereses de España se deriva de la degradación de categoría que conlleva el cierre de nuestro único Cuartel General, y que inevitablemente, provoca la pérdida en la estructura de mando del teniente general español que está al frente de Retamares, cuya presencia en las reuniones de máximo nivel de la Alianza estaba asegurada. En esta reestructuración, la OTAN ha concedido a España el nuevo Centro de Operaciones Aéreas, que se ubicará en Torrejón. Una compensación a todas luces insuficiente, ya que las nuevas instalaciones son de una categoría muy inferior a la del Cuartel General. La ministra de Defensa, Carme Chacón, expresó ayer su satisfacción por el hecho de que España salga reforzada por la concesión del Centro de Operaciones. El «salto cualitativo» que celebró Chacón como un éxito del Gobierno no termina, sin embargo, de encajar con la carta que la propia ministra dirigió recientemente al secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, a cuyo contenido ha tenido acceso LA RAZÓN. En la misiva, la titular de Defensa se muestra «sorprendida» por la nueva estructura, por ser inconsistente y no estar justificada, y a la que, en definitiva, no es capaz de dar su aprobación. El severo revés militar y político asestado a España sólo se explica a partir de la debilidad de un Gobierno que, además, no ha sabido asumir la responsabilidad que le es exigible en algunas misiones de la OTAN. En Afganistán, por ejemplo, el Ejecutivo se ha negado hasta en dos ocasiones a la petición de desplegar el Cuartel de Alta Disponibilidad de Bétera. Y en Libia, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, ha pedido al Ejecutivo español, en las últimas horas, una mayor implicación en las operaciones militares destinadas a hacer caer a Gadafi. A este respecto, las reacciones de Chacón y de Trinidad Jiménez, ministra de Exteriores, han insistido en que España no aportará más medios de los estrictamente necesarios para las labores que realiza en este momento. Por más que la ministra de Defensa trate de vender como positiva esta reestructuración, hubiera sido deseable que el Gobierno, como representante del séptimo país que más contribuye al presupuesto de la Alianza, hubiera logrado una posición de mayor peso e influencia. Lamentablemente no ha sido así, y la imagen de España en el exterior sufre otro preocupante revés.

La Razón - Editorial

Dando excusas a Rubalcaba

Quienes apoyen al PP no entenderán que se critique al ministro del Interior por actuar y por no actuar. Son ya más de tres semanas de acampada que reprocharle al candidato por vía digital.

La manifestación del 15 de mayo estuvo lejos de ser masiva; la práctica totalidad de las movilizaciones de las víctimas del terrorismo han congregado a muchas más personas. Adquirió relevancia cuando pasó a okupar las plazas de varias ciudades, comenzando por la madrileña Puerta del Sol. Muchos ingenuos lo tomaron por una protesta espontánea, largamente esperada, contra los políticos que nos habían sumido en la crisis. De ahí que por las tardes y noches la acampada se llenara de gente. Pero quienes se quedaban eran en general radicales de extrema izquierda, y sus consignas, mensajes y actitudes terminaron espantando a quienes realmente poseían razones para estar indignados.

Así, las distintas acampadas han quedado reducidas a un problema de orden público. Los ciudadanos contemplan atónitos que no pueden saltarse el nuevo límite de velocidad de Rubalcaba ni un kilómetro hora sin que les caiga una multa, mientras los radicales pueden hacer lo que quieran, okupando durante semanas una de las plazas más emblemáticas y turísticas de Madrid –entre otras–, sin que nadie mueva un dedo para impedirlo.


Muchas voces han exigido el fin de las acampadas y han acusado al ministro de Interior de pasividad. Rubalcaba, mientras tanto, aseguraba que iba a actuar con "inteligencia", lo que en la práctica ha resultado ser sinónimo de no actuar en absoluto. Y para una vez que la policía actúa, disolviendo una concentración ilegal frente a las Cortes Valencianas, los mismos que pedían que se hiciera algo se llevan la mano a la cabeza.

No nos engañemos. Habrá quien se escandalice por las imágenes de lo sucedido en Valencia, pero la única diferencia entre esa actuación policial y muchas otras que no han provocado ni el levantamiento de una ceja es que hoy día se graba todo. Disolver una manifestación o desalojar un piso okupado o una plaza cuando los implicados no tienen voluntad de cejar en su empeño sólo puede hacerse de una manera, y es empleando la violencia en mayor o menor grado. Se puede procurar que la policía extreme el cuidado y no emplee más que la imprescindible. Pero quien pretenda que puede hacer su labor repartiendo flores y con buenas palabras o se engaña o pretende engañarnos. Hablar de "soluciones intermedias" y "mano izquierda" sin especificar en qué consisten no es propio de un partido que pretende ser Gobierno.

Una de las razones de que los ciudadanos sitúen a los políticos entre los principales problemas de España son estos arranques de demagogia. Si el Gobierno estuvo seis años poniéndose medallas por haber aumentado el mal llamado gasto social, es normal que sus votantes no entiendan los posteriores recortes. Tampoco quienes apoyen al PP entenderán que se critique al ministro del Interior por actuar y por no actuar. Son ya más de tres semanas de acampada que reprocharle al candidato por vía digital. Como si a Rubalcaba le hicieran falta más excusas para violentar el Estado de Derecho.


Libertad Digital - Editorial

No a Bildu, sin excepciones

Las bondades del acuerdo PSE-PP en el País Vasco quedarán arruinadas en buena medida si no tienen continuidad en Navarra.

EL entendimiento entre PSE y PP que dio a Patxi López la presidencia del Gobierno vasco ha superado, por ahora, las turbulencias de la legalización de Bildu y de las tentaciones poselectorales de acuerdos entre los socialistas y esta coalición a la que el Tribunal Supremo calificó como instrumento político de ETA. El TC no lo vio así y autorizó su concurrencia a las elecciones. Una vez que las posiciones se han decantado, socialistas y populares vascos vuelven a reconocerse como los aliados naturales del autonomismo y del constitucionalismo, frente a las propuestas de radicalismo abertzalede Bildu y de juego doble del PNV. Este ha vuelto a su cínica equidistancia entre «frentes», como si hubiera equivalencia entre las víctimas de ETA y los nuevos peones del entramado batasuno. La mejor respuesta de socialistas y populares ha sido su compromiso de apoyo recíproco en ayuntamientos y diputaciones. La ratificación de este consenso era ahora más necesaria que nunca ante la más que asegurada embestida que va a protagonizar el nacionalismo vasco, en el que las disensiones sobre el liderazgo interno conviven con la solidaridad fraternal frente a los constitucionalistas. Pero es preciso que los socialistas aprendan del coste que hay que pagar cada vez que se equivocan de análisis sobre las intenciones reales de ETA y su entorno. Los mensajes favorables a Bildu cuando pendían los procesos ante el Supremo y el TC confundieron a muchos electores, que perdieron las referencias de quién es víctima y quién es ETA. Mirar al futuro no exige incurrir en amnesia.

Por eso, el apoyo recíproco que han ratificado PP y PSE debe mantenerse firme porque el PNV ha vuelto a ser desleal no sumándose a la unidad democrática, porque Bildu representa los intereses de ETA en las instituciones y porque ETA no ha anunciado la entrega incondicional de las armas. La ausencia de atentados no debería inducir a error sobre el verdadero y dramático alcance de la situación política creada tras el 22-M.

Desgraciadamente, todo tiene su reverso. Las bondades del acuerdo en el País Vasco quedarán arruinadas en buena medida si no tienen continuidad en Navarra, donde la ambigüedad de los socialistas hacia el apoyo que podrían recibir de Bildu está contradiciendo el definitivo rechazo de sus colegas vascos hacia esta coalición. Navarra no necesita menos unidad democrática que el País Vasco, ETA y sus acólitos son iguales en un sitio u otro.


ABC - Editorial