martes, 17 de mayo de 2011

Strauss-Kahn y la doble moral de la izquierda

Un ejemplo palmario de esta escandalosa doble vara de medir es la deslegitimación sistemática del Gobierno de Silvio Berlusconi.

Si algún mensaje ha creído extraer la izquierda de la actual crisis económica, es que resulta necesario incrementar los poderes de los supervisores y de los reguladores nacionales y foráneos. Por eso siempre es sano desconfiar de la acumulación de poder: no sólo porque cuanto más concentrado esté éste, más complicado será tomar decisiones correctas, sino por los riesgos que existen para la libertad derivados de su corrupción y abuso.

La reciente detención de Dominique Strauss-Kahn por intento de violación muestra, de nuevo, los problemas intrínsecos de acopiar demasiado poder en demasiadas pocas manos. Más allá de la opinión que nos merezca el rescate indiscriminado de países potencialmente insolventes como Grecia, Irlanda o Portugal, lo cierto es que no tiene mucho sentido que una operación de tamaña envergadura dependa en gran medida de que el presidente del FMI prosiga en su cargo. Al cabo, desde que el domingo se conoció la noticia hasta que ayer la Unión Europea y el Fondo ratificaron el rescate luso, el temor, compartido por numerosos analistas y medios de comunicación internacionales, era que éste peligrara, al ser Strauss-Kahn uno de sus más firmes defensores.


Por supuesto, la izquierda nunca admitirá la conveniencia no de concentrar el poder, sino de dispersarlo entre numerosos agentes económicos: familias, empresas, administraciones de menor tamaño... Y es que su agenda no tiene demasiado que ver con lograr la estabilización y la prosperidad de nuestras sociedades, sino con expandir el poder del Estado.

Claro que nada de esto debería sorprendernos. Salvando las distancias, se trata de una hipocresía muy parecida a la que esa misma izquierda exhibe en materia de moral. Mientras que al republicano Paul Wolfowitz lo forzó a dimitir de la presidencia del Banco Mundial por contratar a su novia y subirle el sueldo, con Strauss-Kahn rápidamente ha blandido la importancia de la presunción de inocencia para evitar su cese. Parece que el nepotismo es asunto menos grave que una violación o, más bien, parece que a la izquierda debe tolerársele todo aquello que se censura de la derecha.

Un ejemplo palmario de esta escandalosa doble vara de medir es la deslegitimación sistemática del Gobierno de Silvio Berlusconi que, al cabo, ha sido elegido directamente por los ciudadanos italianos y cuyas conductas privadas, nada edificantes desde luego, no alcanzan la gravedad de un delito de intento de violación, como el que se imputa al todavía presidente del FMI.

En cualquier caso, es obvio que Strauss-Kahn debería dimitir lo antes posible para que otra persona con un historial mucho más intachable y con una cabeza mejor amueblada inicie la siempre pendiente reforma del FMI. A la postre, desde la suspensión de Bretton Woods a principios de los 70, esta institución sigue sin haber encontrado su lugar y su cometido en la arquitectura del sistema financiero internacional. Sólo le falta que este tipo de escándalos terminen por mancillar aún más su cuestionado nombre.


Libertad Digital - Editorial

El tocador de señoras. Por Ignacio Camacho

No hay pasión política que tenga la expectativa truculenta y el alcance morboso de un escándalo sexual.

NINGUNA pasión política, la codicia, el tráfico de influencias, el abuso de poder, tiene el alcance morboso de un escándalo sexual. Nada fascina más al gran público que la lujuria de los poderosos, la concupiscencia que decían los curas antiguos llenándose la boca con la sonoridad del palabro. El sur del ombligo sigue siendo el territorio prohibido que desata la expectativa truculenta del cotilleo planetario. Pese a esa evidencia, hay políticos capaces de esquivar responsabilidades en crímenes de Estado, enriquecimientos espurios, fraudes electorales, para acabar enredados en la zona oscura del sexo ilícito. Más allá del escabroso escrutinio moral, a veces tan ilegítimo como puritano, que abre en canal flaquezas íntimas ante la opinión pública —caso de Clinton y la becaria—, algunos gobernantes liquidan sus carreras bajo el impulso irracional de una falsa impunidad que se precipita en el simple delito. Lo hemos visto en las orgías bunga-bunga de Berlusconi, o ahora en el asalto trempante de Strauss-Kahn en la suite del Sofitel de Manhattan. Es curioso que Kennedy, tan promiscuo, se librase de ese debate que hoy lo habría echado a patadas de la Casa Blanca. Claro que no consta que violase a nadie.

Aún no sabemos si el director gerente del FMI es la improbable víctima de una compleja operación Mata-Hari o un rijoso pichabrava que salta, como Harpo Marx, sobre la primera falda que se le pone delante. Juega contra él algún antecedente dudoso, su currículum de mujeriego y su origen francés, que ya le presupone en el imaginario popular una reputación genética de tocador de señoras. Tiene un perfil antipático en tiempos de crisis: un socialista millonario, un intelectual de la gauche caviar aficionado a los coches de lujo, las casas fastuosas, los viajes caros... y a jugar a las damas. Esta vez puede haberse equivocado de tablero.

Si el episodio de la camarera es cierto se le va a caer su elegante pelo cano: tiene toda la pinta de una agresión sexual y en USA gastan pocas bromas con eso. Y en todo caso ya está políticamente acabado. Pero esa peripecia tan rocambolesca, esa detención express a bordo de un avión que parece sacada de una novela de Tom Wolfe o de un thriller de intriga política, es demasiado sugestiva para que la verdad, sea cual sea, no quede sepultada bajo una escombrera de morbo, especulaciones, teorías conspirativas y efectos colaterales. Que si la Presidencia francesa, que si los rescates europeos del Fondo Monetario, que si la geoestrategia financiera global. Tal vea sea todo más sencillo y más sórdido: un satirillo libidinoso acostumbrado por su alta posición a que nadie le diga que no a sus urgencias. El problema es que ya da igual; no habrá realidad más apasionante que el relato torrencial de estas horas convulsas. Apasionante viene de pasión y este veterano galán tan pasional ha acabado la suya crucificado.


ABC - Opinión