martes, 22 de febrero de 2011

Aguirre, una estrella. Por M. Martín Ferrand

La salud es el tema fundamental y a ella debe consagrar la presidenta toda su dedicación y su fuerza.

HACE ya muchos años, cuando era concejala del Ayuntamiento de Madrid y parecía inalcanzable para el PP cualquiera de los sitiales entonces ocupados por el felipismo, me decía Esperanza Aguirre: «Los ocuparemos todos y, quizás, al mismo tiempo». Así fue. En política todo es posible si se dispone de la firme voluntad para conseguirlo, el respaldo de un sector de la sociedad, un equipo conveniente y el tiempo suficiente para ello. Ahora, las noticias que hablan de la salud de la presidenta de la Autonomía de Madrid son inquietantes. Lo son, sobre todo, en el orden personal. La salud, de la que solemos olvidarnos cuando nos sobra, es el tema fundamental y a ella debe consagrar la presidenta toda su dedicación y su fuerza hasta que, muy pronto, la recupere multiplicada por cien.

La enfermedad de Aguirre y la pausa en su actividad política que comporta es un problema para el PP, en el supuesto de que Mariano Rajoy sea capaz de metabolizar que el partido que él lidera tiene algún problema más que el que encarna José Luis Rodríguez Zapatero. No abundan en la política española, en ninguna de sus formaciones, los grandes nombres, los líderes a los que la ciudadanía identifica como tales y, desde la admiración, los sigue con mayor confianza de la que suelen merecer las siglas. Esperanza Aguirre es uno de esos pocos nombres y, aunque es previsible como corto el tiempo de su alejamiento, coincide éste con unas elecciones municipales y autonómicas cruciales, más en el resto de España que en Madrid, para el PSOE y, por ello mismo, fortalecedoras de la imagen del PP con vistas a las legislativas del año que viene. Aguirre es la candidata proclamada por la calle Génova para Madrid y, previsiblemente, confirmará en ellas su presidencia actual; pero su prestigio y su carisma solo pueden ser comparados en Madrid con los de Alberto Ruiz-Gallardón que, además de luchar con su propio morlaco municipal, tendrá que reforzar en lo posible, y al margen de viejas rencillas, la ausencia de quien, en su día, soñó con ser la sucesora de José María Álvarez del Manzano en la Plaza de la Villa.

Las peripecias de la política, siempre cambiantes, son un estímulo para quienes nos dedicamos a observarlas y tenemos vocación de espectadores; pero, cuando afecta a la salud de sus protagonistas, sobrecogen. Ya sabemos que, sin tardar mucho, Aguirre volverá a desplegar su casticismo señorial en el escenario central de la política española y, también, que no hay graves asuntos pendientes en la Comunidad que aporten inquietud; pero, como en el cine, parte fundamental del encantamiento lo generan sus estrellas.


ABC - Opinión

El payaso del terror. Por Hermann Tertsch

Ya no hay vuelta atrás. Pero el payaso ya ha decidido que dejará en su hundimiento un paisaje de espanto.

A muchos les parecía ya un simple payaso inofensivo. Había abandonado aquellas ínfulas de líder revolucionario mundial que le llevaron a inundar occidente con petrodólares para promocionar su patético Libro Verde. Había renunciado al programa de armas químicas y biológicas que a finales del siglo XX todo buen sátrapa árabe creía tener que desarrollar para mayor gloria, capacidad de chantaje y efectividad criminal. Incluso aceptó reprimir su obsesión por apoyar a cualquier terrorismo que quisiera matar en Occidente. Y acabó revelando datos muy valorados por los servicios de información occidentales sobre las redes del terrorismo revolucionario socialista del pasado. En Europa todos estaban deseando perdonarle al esperpéntico caudillo nómada sus barrabasadas, desvaríos y crímenes. Como mayor productor de petróleo del norte de África, sus cerca de millón y medio de barriles diarios, dan para mucha inversión y negocio. En Londres, hasta Tony Blair se volcó en el esfuerzo de olvidar el pasado de Gadafi y se presentó en 2007 a besar al beduino, mientras los tribunales escoceses hacían piruetas legales para liberar al terrorista que quedaba preso por el terrible atentado del avión de la PANAM sobre la localidad de Lockerbie en el que murieron 259 pasajeros en vuelo desde Frankfurt a Nueva York. En muchas capitales europeas se dio la bienvenida al personaje, para muchos cada vez menos siniestro y más divertido. Se le abrieron los parques públicos para instalar sus «jaimas» y congregar a la prensa para presumir de escoltas tetonas color cobalto y de los nuevos caballos que viajaban con él. Nadie hacía demasiado caso a sus tediosas cantinelas megalómanas, pero todos están atentos y prestos cuando sacaba la pluma para firmar un proyecto o una concesión. Todos toleraban con infinita condescendencia las astracanadas del vejete revolucionario, como se aguantan las de Fidel Castro. Con buen humor y comprensión. Y por supuesto también las de sus hijos, que solían tener altercados en todas las capitales europeas por comportarse allí como lo hacían en casa.

Pues ahí tienen al payaso viejete y a sus hijos. Aviones de combate libios disparaban contra la población concentrada en manifestaciones por la capital, Trípoli. Partes del ejército aun leales hacían fuego desde blindados y carros de combate contra todo lo que se movía en diversos barrios y otras ciudades del país. En Benghasi, la capital de la región oriental, la matanza de varios centenares de civiles desarmados no han impedido que la insurrección se haya hecho con el control al menos parcial de las calles. Pero la orgía de sangre no hacía sino empezar. Mercenarios extranjeros recorren las calles allí y en otras localidades dedicados a causar el mayor número posible de víctimas entre los ciudadanos desarmados. El régimen cuenta con mercenarios desde hace tiempo por su falta de confianza en un ejército siempre movido por obediencias tribales. Pero ayer llegaban noticias alarmantes de la llegada de vuelos de más mercenarios que el régimen habría contratado para una guerra total. Es la que había anunciado su hijo Saif Gadafi, el segundo, muy viajado y pulido en universidades europeas. Fue en un discurso televisado en la madrugada que recomiendo ver. Porque ni en su traducción simultánea al inglés pierde el terrorífico mensaje del que juega con la maldad y el miedo pero ya en lucha por la supervivencia propia. Hiela la sangre. Exige sumisión y obediencia. Y amenaza con ríos de sangre, con hambre, con larga guerra civil. Y advierte que lucharán hasta el último hombre, hasta la última bala. El tsunami de la juventud arrastra ahora a uno de los personajes más siniestros del muy concurrido escenario árabe. Ya no hay vuelta atrás. Pero el payaso ya ha decidido que dejará en su hundimiento un paisaje de espanto.

ABC - Opinión

Esperanza Aguirre, una mujer valiente que no deja indiferente a nadie. Por Federico Quevedo

Esperanza Aguirre se va a alejar durante unos días de la política para ser intervenida quirúrgicamente de un cáncer de mama. Según me explicaron ayer, el tumor se ha descubierto en una revisión ginecológica y lo bastante a tiempo como para que en principio baste con la operación y es probable que después no sea necesaria la quimioterapia, aunque en el caso de que así fuera la oncología ya trabaja con tratamientos mucho menos invasivos que los de antaño. Eso significa que es muy probable que Esperanza Aguirre esté recuperada para la campaña electoral aunque seguramente no pueda participar en ella con la misma intensidad que lo haría en circunstancias normales. Pero ayer, sin duda, fue un día importante, para ella, para las demás mujeres, para todos los enfermos de cáncer, y para los enfermos de politiquitis, un mal que por desgracia se ha hecho bastante común en nuestros días y se ha extendido por amplias capas de nuestra sociedad y para el que solo hay una cura: una dosis intravenosa de serenidad, sentido común y tolerancia.

Déjenme que empiece por el final, porque me ha resultado de lo más llamativo. Ayer, en uno de los comentarios a la noticia en el foro de este mismo periódico, un lector empezaba así: “Aunque la odio políticamente…”. No era el único comentario en ese sentido, ni en este ni en otros foros donde se le deseaba “una pronta recuperación, aunque no la soporto”. Debo reconocer, sin embargo, que la tónica general, incluso en los medios de izquierdas, ha sido de absoluto respeto por la persona y por el momento que está pasando, pero no es malo que hagamos una reflexión sobre lo que nos lleva a los ciudadanos a manifestar algo tan drástico, tan terrible, como el “odio” a otra persona sencillamente por discrepar de sus ideas políticas. Si de algo puede presumir Esperanza Aguirre es de tolerancia, aunque la tolerancia no está reñida con la convicción y con la defensa de los principios que tenga cada uno. Pero algo no funciona bien en una sociedad cuando la convivencia se enturbia hasta el punto de manifestar un rechazo tan violento del contrario, y deberíamos empezar a replantearnos cómo hemos llegado a semejante situación.
«Debemos reflexionar sobre lo que nos lleva a los ciudadanos a manifestar algo tan drástico como el “odio” a otra persona sencillamente por discrepar de sus ideas políticas. Si de algo puede presumir Aguirre es de tolerancia, aunque la tolerancia no está reñida con la convicción y con la defensa de los principios que tenga cada uno.»
Dicho eso, la manera en que Esperanza Aguirre dio a conocer ayer la noticia tiene mucho de lección y de esperanza para los enfermos de cáncer. Debe ser extraño encontrar a alguien a nuestro alrededor que, a su vez, no haya tenido cerca una experiencia con el cáncer. Yo la he tenido -no personalmente, pero sí en personas a las que quiero o he querido porque ya han fallecido víctimas de esta enfermedad-, y si algo he aprendido en todos los casos es que el cáncer es una enfermedad más, con unos índices de mortalidad altísimos, pero bajo ninguna circunstancia puede ser la razón de que un enfermo se sienta marginado socialmente. No es una enfermedad contagiosa, y no se adquiere de modo extraño o que pueda resultar socialmente indigno o repudiable… No, aparece sin más la mayoría de las veces, y por eso nunca he entendido ese empeño en ocultarla… “Ha fallecido tras una larga enfermedad”, suele ser el encabezado para ocultar que alguien murió de un cáncer. No debe haber vergüenza por el cáncer, y reconocer que se padece es la primera medida para evitar que a los enfermos de cáncer se les mire de un modo raro… Son enfermos, como cualquier otro enfermo, y muchos de ellos consiguen recuperarse y volver a hacer una vida normal.

Y tiene mucho de lección para las mujeres, ya que por desgracia su nivel de exposición al cáncer de mama es alto: sabemos de hecho que una de cada ocho mujeres lo va a sufrir a lo largo de su vida. Pero también sabemos que el 80% se curan, y que gracias a un diagnóstico precoz se ha conseguido reducir en un 13% la incidencia de este mal, luego si algo debemos agradecer a Esperanza Aguirre es que con su gesto de ayer, reconociendo la enfermedad y siendo muy transparente en la difusión del diagnóstico que le han hecho, va a ayudar a que muchísimas mujeres tomen conciencia de la necesidad de hacerse chequeos ginecológicos, al menos una vez al año, para evitar sustos posteriores. Lo más probable es que la mayoría de ellas nunca se vean en la tesitura de tener que pasar por un quirófano, pero la precaución es poca. Dicho lo cual, si hay alguien para quien ayer fue un día muy trascendental, esa es la propia Esperanza Aguirre, que no podía ocultar su emoción en el momento de dar a conocer la noticia.

Supongo, y ella podrá decirlo, que en el momento en el que a alguien le dicen que tiene un cáncer, aunque se añada que la curación en casi segura al cien por cien, en la cabeza se deben agolpar toda clase de pensamientos, y en el corazón todo tipo de sentimientos. Aguirre es una mujer fuerte, lo ha demostrado muchas veces, que como ayer recordaba un forero ha superado un accidente en helicóptero, un tiroteo en el hall de un hotel, y una auténtica campaña orquestada de acoso y derribo por parte de la izquierda que ha incluido una verdadera enciclopedia de insultos, descalificaciones e infamias. Per no solo de fuera han venido sus disgustos, también dentro, en las filas de su propio partido, ha encontrado incomprensión. Bien es verdad que ella misma se ha puesto a tiro muchas veces, pero alguien dijo una vez que los adversarios están fuera y los enemigos dentro, y eso lo sabe bien Esperanza Aguirre y por experiencia propia. Ayer, sin embargo, no había enemigo alguno y por primera vez en mucho tiempo la presidenta del PP madrileño y de la Comunidad sintió el calor de los suyos. Un calor merecido porque, al final, todos comparten -creo- la misma ambición por hacer de éste un país mejor. Ojalá se recupere pronto y la veamos dedicarse, de nuevo, a lo que más le gusta: pico y pala.


El Confidencial - Opinión

Esperanza Aguirre. Por Alfonso Ussía

Eso es. Esperanza Aguirre Gil de Biedma Borrell y Vega de Seoane. Señora de Ramírez de Haro. Condesa de Murillo y Grande de España. Todo esto por raíz propia y matrimonio. Es de esperar que nadie se sienta ofendido. Concejal y teniente de Alcalde del Ayuntamiento de Madrid. Ministra de Cultura. Presidenta del Senado. Presidenta de la Comunidad de Madrid. Todo esto por esfuerzo personal, inteligencia y eficacia en el servicio público. Es de esperar que nadie se sienta ofendido. Honesta a carta cabal. Directa en la palabra y el proceder. En sus ratos libres, que son pocos, buena jugadora de golf y muy mala jugadora de tenis. Respecto a lo último, espero que no se ofenda con tan clamorosa verdad. Me hizo perder algunos campeonatos en nuestra juventud. Buena cintura pero algo lenta en la puesta en marcha del muslamen. Habla el inglés y el francés como el español, es decir, perfectamente. Buena nadadora, y si es a contracorriente, mejor. A contracorriente o a contramarea, que suena más a norte. Madrileña y vasca. Antes castiza que de Ondarreta. Muy torpe en los saltos de trampolín. En este apartado del ejercicio físico es en lo único que siempre la he aventajado, y con holgura. Admiraba mis lanzamientos desde la palanca olímpica de las piscinas con mi traje de baño color mandarina. Española hasta la médula, por no escribir que hasta el páncreas. Siempre triunfadora en las urnas, es decir, lo contrario que Trinidad Jiménez. Inteligente y culta, es decir, lo contrario que Leire Pajín. Liberal y demócrata. Su popularidad creciente y las consecuencias de su actividad pública han creado en ella las mayores expectativas. En el PSOE no la tragan por motivos comprensibles. Contra Esperanza Aguirre no tienen nada que hacer.

De golpe nos ha anunciado que tiene un cáncer de mama. Las cosas por su nombre. Por fortuna, descubierto a tiempo y de futuro vencedor. En pocos días estará de nuevo en su despacho para seguir trabajando por Madrid y preparando su campaña electoral. Enamorada de los toros y lo que significa la Fiesta en la cultura española y universal. Canta muy bien las zambas, vidalas y chacareras de los Chalchaleros y los Fronterizos. Ya es abuela. Se ha ganado a pulso todo lo que tiene. La política, para ella, es una vocación, no una necesidad o un medio de supervivencia. Espero que nadie se ofenda con esta apreciación. Detrás de su educación y su sonrisa hay un muro de honestidad y firmeza invencible. Iba a escribir que detrás de su parecer suave hay unos nervios de acero, pero recuerdo a Valle Inclán boicoteando un estreno de Echagaray y me da la risa. Que así decía un personaje de Echegaray: «Parece de seda, pero sus nervios son de acero». Y Valle se incorporó de su butaca y gritó: «¡Eso no es una mujer, es un paraguas!».

Esperanza Aguirre pertenece a la familia liberal del Partido Popular. Nadie le ha subvencionado jamás. Salió de un helicóptero estrellado con la serenidad de los grandes. Mantuvo el tipo en un terrible ataque terrorista en la India. Esta mujer no está preparada para ser vencida por un tumorcillo. Va a ser intervenida en un hospital público. Y en Madrid. Y en España. No en Los Ángeles. Que nadie se ofenda. Te queremos mucho y somos muchos los que te queremos. Ganar una vez más no es complicado. Ánimo, Esperanza.


La Razón - Opinión

ZP, Chacón y Garzón. Dime qué no hiciste el 23-F. Por Cristina Losada

Cuando un grupo se embarca en la reescritura de la historia, los individuos que lo forman se dedican a reescribir su pasado a fin de volverlo acorde con aquel relato. Así, se vuelven luchadores antifranquistas y corajudos defensores de la democracia.

Los enigmas del 23-F acaban de incrementarse en dos más, tal y como nos informaba aquí José García Domínguez, pero mucho me temo que se ha quedado corto. Esos dos nuevos misterios de la intentona golpista y, en concreto, de la reacción que suscitó el tejerazo, deben multiplicarse por un factor igual al número de personas que corrió delante de los grises, estuvo en un concierto de Raimon y brindó con champán en plazas y calles tras la muerte de Franco. Eso, por citar las principales efemérides que han venido a constituir la memoria político-sentimental de las gentes de la izquierda española: de las que no pueden contar a sus nietos hazañas de mayor enjundia. Si la invención de la Resistencia en Francia tiene, pese a todo, rasgos épicos, la invención del antifranquismo made in Spain se balancea siempre al borde del ridículo.

Tal es también el caso de los recuerdos del 23-F de tres de los personajes entrevistados por El País a ese efecto. ¿Qué hiciste aquel día?, se preguntaba. Y, en lugar de un recuento honesto y modesto, como hacían los restantes consultados, Zapatero, Chacón y Garzón van y se presentan como activos resistentes o sugieren que estaban bajo amenaza. El presidente se cuelga la medalla de organizador de movilizaciones en la Universidad de León, cuando resulta que no se le conocía en los círculos militantes de la izquierda. Garzón, desde el juzgado de un pueblo onubense, se da aires de hombre curtido en la clandestinidad que ha de hacer desaparecer "documentos". Aunque él mismo se delata: no quema los comprometedores papeles, los guarda, mientras vigila el estratégico cuartelillo local con unos prismáticos. En cuanto a Chacón, que tenía nueve añitos, pinta un retrato de su familia que se diría el comité central de la ORT, e igual que el juez, atesora un alijo de "documentos" peligrosos que ¡empaqueta!

Cuando un grupo se embarca en la reescritura de la historia, los individuos que lo forman se dedican a reescribir su pasado a fin de acreditar una biografía acorde con aquel relato. Así, se hacen pasar por luchadores antifranquistas y corajudos defensores de la democracia al objeto de certificar su pertenencia al grupo. Y no les afearán allí sus infantiles fabulaciones. A fin de cuentas, que sientan la necesidad de fabricarse "un pasado" contribuye a consolidar la impostura. La política de la "memoria histórica" es, entre otras cosas, un ejercicio de coacción. Habrá conseguido su empeño cuando todos reconstruyan su memoria personal –su identidad– para encajarla en la narración ganadora. Por ahí vamos.


Libertad Digital - Opinión

La crisis Libia. Por Florentino Portero

El problema no sólo reside en cómo echar a Gadafi. Lo más difícil llegará después, cuando se intente levantar un nuevo estado.

Si los problemas de fondo que están detrás de la crisis generalizada en el norte de África son comunes, la forma de reconducir los acontecimientos varía y variará sensiblemente de unos estados a otros. No es lo mismo una monarquía enraizada en la sociedad, una institución legítima y querida, que una dictadura impuesta por la fuerza y que no ha satisfecho las expectativas creadas. No es lo mismo un régimen que ha tratado de establecer un estado de derecho que otro que sólo ha buscado garantizar una situación de poder.

En Túnez y Egipto vimos cómo el Ejército, una institución profesional con un claro sentido de servicio a la comunidad, se negó a hacer uso de la fuerza contra sus conciudadanos, cuando éstos denunciaban la corrupción y exigían una mayor representatividad. Esos ejércitos han sido la clave para entender por qué unos gobernantes han caído, cómo el orden público se ha mantenido a pesar de las complejas circunstancias y cómo se está definiendo un modelo de transición hacia algo que desconocemos.


Libia es el estado norteafricano donde el estado de derecho ha recorrido menos camino, por culpa del golpe de Estado que puso fin al reinado de Idris y dio comienzo a la experiencia enloquecida dirigida por Gadafi. Un «totum revolutum» que incluye islamismo, nacionalismo, socialismo, tercermundismo y, en especial, una sobredosis de esencia de ego. Un régimen profundamente antidemocrático responsable tanto de acciones terroristas como de desvelar la red islamista dirigida desde Pakistán para facilitar el acceso al armamento nuclear de buen número de países musulmanes.

El problema no sólo reside en cómo echar a Gadafi. Lo más difícil llegará después, cuando se intente levantar un nuevo estado. Los demócratas, de existir, lo tendrán difícil.


ABC - Opinión

Barcelona. Hereu, el último emperador. Por José García Domínguez

En su día, encarnó Hereu la única respuesta a la incógnita recurrente que atormentaba a Montilla todas las mañana ante el espejo: "Espejito, espejito, ¿acaso existiría algún candidato a la Alcaldía tan gris y romo que no me hiciese sombra?".

Igual que Flavio Rómulo Augústulo fue el último emperador romano de Occidente, Jordi Hereu, un tipo con pinta de dependiente de ultramarinos al que siempre entran ganas de encargarle medio kilo de alubias, habrá de ser el llamado a cerrar el eterno ciclo socialista en Barcelona. Treinta y dos años de dominio ininterrumpido cuyo origen primero se remonta al tardofranquismo, cuando el alcalde José María Porcioles, la mano derecha del dictador en Cataluña, proyectó a un jovencísimo Pasqual Maragall hasta la cúspide de su sanedrín de asesores áulicos.

Y un apocalipsis, el inminente, ante el que tampoco Montserrat Tura, la rival de Hereu en las primarias, parecía aspirar a mucho más que salvar los muebles de la Diputación Provincial, el Álamo del PSC tras el aparatoso derrumbe del tripartito. En su día, encarnó Hereu la única respuesta posible a la incógnita recurrente que atormentaba al Muy Honorable Montilla todas las mañana ante el espejo: "Espejito, espejito, ¿acaso existiría algún candidato a la Alcaldía tan gris, romo y anodino que ni siquiera yo debiera temer que me hiciese sombra?". Lo que llegaría a continuación es historia sabida. Singular híbrido entre el Paco Martínez Soria de La ciudad no es para mí y la utopía ruralista de Pol Pot en la Camboya de los Jemer Rojos, la furia iconoclasta contra todo lo urbano ha marcado el paso arrasador de ese Hereu por Barcelona.

El odio apenas velado a la metrópoli y su preceptivo corolario sentimental, la nostalgia por la aldea, hallaría fiel traducción en esa obsesión tan suya por despojar de rasgos urbanos a la urbe. Y es que la aspiración suprema de Hereu ha sido que Barcelona dejase de parecer una ciudad. De ahí, innúmeras, esas inhóspitas explanadas desoladas, eriales deprimentes que con eufemismo piadoso han dado en llamar plazas duras. Al tiempo, y presto como estaba a destruirla, no se le ocurrió nada mejor que recuperar para la Avenida Diagonal, nuestra arteria principal, la parsimonia solariega de aquellas campiñas pobladas de árboles, plantas y hierbajos que transitaban los renqueantes carros de mulas que retratan las estampas costumbristas del siglo XVIII. Solemne majadería que, sometida a referéndum, ha supuesto el final de toda esperanza para los socialistas en la capital. Así sea.


Libertad Digital - Opinión

A pecho descubierto. Por Ignacio Camacho

Contra el cáncer resulta esencial la voluntad, pero si hay una cualidad que nadie discute a Aguirre es el coraje.

EL cáncer es una lotería siniestra que toca sin comprar boleto, pero por fortuna el de mama está entre los de mejor cura si llega con un diagnóstico temprano. La metáfora recurrente del tratamiento es la de la lucha porque se trata de un combate cuerpo a cuerpo —una agonía en el sentido etimológico que le gustaba a Unamuno— en el que la ciencia y la enfermedad disputan célula por célula para quedarse con la vida de un ser humano. En esa porfía resulta esencial la resistencia del enfermo expresada mediante un acto de voluntad que refuerce la acción terapéutica con la determinación de arrancarle el triunfo a la muerte; un ejercicio de energía mental que puede ganar cada día un palmo de supervivencia.

Esperanza Aguirre no es la primera dirigente política obligada a apartarse del primer plano por el ataque tumoral, ni desgraciadamente será la última, pero casi todas han vuelto y sus ejemplos han dado confianza a tantas mujeres estacadas por la maldita revelación de una prueba rutinaria. Si hay una cualidad que nadie le discute a la presidenta de Madrid es la fortaleza, el coraje, el espíritu de pelea. El plus de notoriedad de los personajes públicos representa una ayuda impagable para el inmenso esfuerzo anónimo de la medicina, que encuentra en el liderazgo oportunos referentes didácticos; ahí está el modélico proceso de Pasqual Maragall, capaz de convertirse a sí mismo en el sujeto pedagógico de la rebeldía contra el Alzheimer que está borrando poco a poco el disco duro de su memoria.


Al honorable le diagnosticaron el mal recién retirado de la dirigencia pero otros tuvieron que afrontar en activo contratiempos más o menos inhabilitadores; Duran Lleida, Iñaki Azkuna y María San Gil se sometieron a intervenciones delicadas antes de regresar en tiempo record al estresante escenario de sus pasiones, y Anguita sufrió en plena campaña un infarto que aceleró su jubileo. El aspecto más amargo de esta clase de adversidad es que la política se ha deshumanizado hasta un punto de insolidaridad feroz que no da tregua a desgracias personales.

Pero en ese sentido Aguirre corre poco peligro porque su viña está bien guardada. La hegemonía electoral le garantiza un retorno sin dificultades cuando los médicos levanten el pulgar de sus atenciones, y no sería aventurado que su intensa vis política le lleve a adelantar los plazos. Peleará contra el cáncer a pecho descubierto, con la misma entereza con que sobrevivió al helicóptero de Móstoles y con el mismo denuedo con que se ha enfrentado a adversarios y hasta a compañeros de partido; puede que incluso incremente su popularidad por la manera desdramatizada y natural, sin heroísmos sobreactuados, con que ha abordado una indiscutible mala noticia. Y para ganarle a Tomás Gómez y a su socialismo fracturado no va a necesitar ni levantarse de la cama.


ABC - Opinión

Gadafi desangra Libia

Tras Ben Ali y Hosni Mubarak, le toca a Gadafi. La revuelta que sacude el mundo árabe colocó ayer al dictador libio a un paso de la caída. Su intención, sin embargo, tras 42 años en el poder, no era abandonar el país ante los primeros signos de oposición, sino todo lo contrario. Uno de sus hijos dejó claro que Gadafi resistiría hasta el final y lo demostró de forma trágica. Trípoli se convirtió en una zona de exterminio de la oposición. El dictador utilizó artillería pesada y su aviación bombardeó indiscriminadamente al pueblo. El balance: cientos de muertos en lo que la delegación libia en la ONU definió como un genocidio.

Pese a todo, las señales del desmoronamiento del régimen fueron evidentes: la oposición tomó el control de Bengasi, la segunda ciudad más importante, la dimisión del ministro de Justicia, la renuncia de varios embajadores libios, la fuga de dos coroneles con sus cazas a Malta y la decisión de la mayoría de los imanes de las mezquitas de rechazar el discurso preparado por Gadafi y de llamar a la población a salir a las calles para luchar contra el régimen. El baño de sangre sólo retrasará lo que parece cuestión de tiempo.


Libia no es un Estado más en la región. Hablamos del país con el PIB más alto de África y también el que encabeza el índice de desarrollo humano del continente con una economía basada en el petróleo, que constituye el 95% de sus exportaciones. Es el cuarto productor de crudo de África y suministra la mayor parte de su producción a países de Europa, fundamentalmente Italia, Alemania, España y Francia. Por eso, lo que allí suceda tiene también una dimensión económica internacional. Ese clima bélico e inestable disparó el precio del petróleo a su nivel más alto desde 2008. Y si algo no necesitan en estos momentos las economías europeas, y especialmente la española, es una presión imprevista de las tarifas petroleras. Las consecuencias para las economías domésticas están por verse, pero no es exagerado esperar que repercuta en un aumento general de los costes y, por tanto, en un freno para la recuperación económica.

Al problema del petróleo, hay que sumar el de la inmigración. La Comisión Europea no descartó ayer una avalancha de «sin papeles». En Bruselas circulan cálculos que cifran el éxodo en 750.000 personas sobre las costas europeas. Sean o no exageradas las previsiones, la realidad es que una marea humana se nos viene encima y que la UE corre el riesgo de verse desbordada por los acontecimientos una vez más, como a lo largo y ancho de toda esta explosión árabe.

Pero más allá de las secuelas económicas y migratorias, la caída de un sanguinario personaje como Gadafi siempre es una noticia positiva, porque ha hecho de la excentricidad, del enriquecimiento y de la violación sistemática de los derechos humanos sus señas de identidad, y porque durante demasiados años lideró un régimen terrorista contra Occidente, que causó, como en el atentado de Lockerbie, cientos de víctimas inocentes. Gadafi debería pagar por sus crímenes sin que pudiera alcanzar el exilio dorado de otros. Cuando caiga, el mundo será un poco más seguro y libre.


La Razón - Editorial

Libia, incendiada

La dictadura de Gadafi reprime masiva e indiscriminadamente la revuelta popular.

Libia se ha convertido en menos de una semana en el escenario más sangriento de entre todos aquellos en los que, en África del norte y Oriente Próximo, ha prendido la llama del cambio en el mundo árabe. Los muertos civiles se cuentan por centenares y por millares los heridos a consecuencia de la implacable represión militar contra quienes piden el final de la dictadura en el desierto bañado en petróleo que Gadafi gobernaba como cortijo propio desde hace más de 40 años.

Incluso en un país tan herméticamente sellado a la información como Libia, la masa crítica de la revuelta prodemocrática ha conseguido que la matanza se abra paso al exterior. Que se sepa que Bengasi, Trípoli y otras ciudades son ahora mismo escenarios de guerra y que se producen defecciones gubernamentales y castrenses en un régimen personal tenido por monolítico. El caos se ha instalado en el país norteafricano, crucial proveedor mundial de crudo, sobre el que planea la posibilidad de un enfrentamiento civil dada su desarticulación política, la inexistencia de una oposición organizada y la pérdida de control territorial por el Gobierno dictatorial.


Anticipe la renuncia o la huida de un desesperado Gadafi, o algo más drástico visto el cariz de los acontecimientos, la situación en Libia (emparedada entre Túnez y Egipto, donde la revuelta ha derrocado a sus dictadores) no volverá a ser la misma. Sacudida hasta sus cimientos por la rebelión popular en marcha, la magnitud de la represión, masiva e indiscriminada, desatada por Gadafi -aquel autoproclamado guía de la revolución, patrón del terrorismo planetario y vuelto hace poco al redil internacional- ha abierto un foso irreversible y señala la huida hacia adelante de un régimen cuyos generales, a diferencia de los de Túnez y Egipto, han optado por disparar contra sus compatriotas. Un ensañamiento que la UE se limitaba a condenar ayer con su buenista literatura habitual.

Saif Gadafi, hijo del tirano y sucesor designado, ha asegurado en televisión que el régimen luchará "hasta la última bala" contra los "elementos sediciosos". Es difícil imaginar mayor perversión política. Un dictador en ciernes, ungido por un dictador en ejercicio, ambos sin la menor legitimidad, se permite amenazar con el exterminio a quienes, tras generaciones de opresión, reclaman dignidad y libertad. El ominoso mensaje revela también la debilidad de un poder que, como muestran los acontecimientos, carece de alternativa al terror.

Nunca pudo anticipar Mohamed Bouazizi, el vendedor callejero de frutas tunecino que se prendió fuego el 17 de diciembre, que su gesto final se transformaría en antorcha devoradora. Nadie puede anticipar hoy cómo las fuerzas sociales destapadas hace dos meses moldearán finalmente Libia y una entera región del mundo aplastada por una colusión de caudillos sin escrúpulos y crudos intereses occidentales. Pero el despertar árabe es ya un hecho histórico imparable.


El País - Editorial

Los ERE andaluces como síntoma

Es un síntoma más de un Gobierno regional que hace tiempo devino en régimen hegemónico, incontestable y con ínfulas de impunidad absoluta.

Un Expediente de Regulación de Empleo, más conocido por sus siglas ERE, es un procedimiento que concede la Administración cuando una empresa se ve obligada a realizar muchos despidos de una tacada. Actualmente, la Administración que ostenta la competencia de conceder o denegar un ERE es la autonómica a través de las consejerías de Empleo. Dichas consejerías estudian el ERE solicitado, fiscalizan la lista de personas incluidas y, si cumple con la normativa, el ERE se aprueba y se desbloquean los fondos públicos para costear las indemnizaciones y prejubilaciones pertinentes.

En Andalucía los ERE pasan antes por la consejería de Empleo de la Junta, a cargo hoy del socialista Manuel Recio y, hasta el año pasado, del también socialista Antonio Fernández, natural de Jerez, donde ejerció como asesor legal de UGT y CCOO y concejal de la corporación municipal. Bajo la batuta de estos dos hombres de confianza del presidente Griñán se han producido multitud de irregularidades en la concesión de diversos ERE. En todos los casos los expedientes presuntamente fraudulentos se han tramitado a través de la empresa pública IFA hasta que las atribuciones de ésta fueron transferidas a la Agencia Idea.


Ninguna de las dos pertenece a la Administración General de la Junta por lo que, de primeras, no reunían las garantías de imparcialidad necesarias en un cometido como el que les habían asignado. A pesar de todo, esta empresa ha contado con acceso a un multimillonario fondo, llamado "de reptiles", con el que se habría financiado la trama montada en torno a los ERE. Y no es ni un caso ni dos los registrados, sino un centenar que actualmente se encuentra bajo investigación judicial. La Fiscalía Anticorrupción, entretanto, no ha actuado, lo que da que pensar habida cuenta del color político del Gobierno autónomo andaluz.

El procedimiento en todos los casos es muy similar. Una empresa cercana al poder presenta un ERE con una lista determinada debidamente consensuada con los sindicatos mayoritarios. La consejería de Empleo aprueba el ERE y suelta el dinero. Aquí es donde empiezan a aparecer las irregularidades. Trabajadores despedidos que ya estaban jubilados, otros que se contratan deprisa y corriendo meses antes de presentar el ERE para que puedan beneficiarse de las indemnizaciones, otros que trabajaron en el pasado en la empresa pero que ya no lo hacen... en definitiva, listas fraudulentas y con mucho dinero por detrás que termina en los lugares y en los bolsillos más insospechados.

El olor a podrido del escándalo de los ERE es, a estas alturas, ya difícil de soportar. Aun sin el concurso de la Fiscalía Anticorrupción, la podredumbre va saliendo a flote, y con ella los nombres y filiaciones político-sindicales de sus responsables. Es un síntoma más de un Gobierno regional que hace tiempo devino en régimen hegemónico, incontestable y con ínfulas de impunidad absoluta. La corrupción en Andalucía no parece ser, como en otras comunidades autónomas, un episodio puntual que afecta a una parte muy concreta del tejido político. Se trata de algo estructural e inseparable del régimen que el PSOE ha forjado a lo largo de sus tres décadas largas de poder.


Libertad Digital - Editorial

El trágico final de Gadafi

La situación en Libia confirma la tesis de que después de lo que ha pasado en Túnez y, sobre todo, en Egipto, nada podrá ser igual en el mundo árabe.

LA suerte está echada para Gadafi. Uno de los más longevos dictadores del mundo está a punto de pasar a la historia como un eslabón más de la sacudida telúrica que recorre el mundo árabe. Sus llamamientos e intimidaciones o incluso sus bombardeos no han surtido el menor efecto entre la población alzada y si Libia se hunde en una guerra civil, como ha amenazado su hijo, será por la incapacidad de asumir la realidad por parte de un sátrapa del que nunca se supo bien si estaba en sus cabales. Precisamente porque el caso de Libia representa ya un eslabón cualitativamente más importante por sus dimensiones, su petróleo y sus grandes inversiones en determinados países europeos, sería necesario que la UE haga lo posible por acelerar este desenlace. Una guerra civil podría poner en puertas de Europa un caso de autodestrucción similar al de Somalia. Conjurar los riesgos de una avalancha migratoria o de una reacción encabezada por grupos integristas es muy difícil en estos momentos, y por ello lo que más le interesa a la UE es identificar a los partidarios de la democracia y apoyarlos con todas sus fuerzas. Para un diálogo reconciliador es demasiado tarde.

La situación en Libia confirma la tesis de que después de lo que ha pasado en Túnez y, sobre todo, en Egipto nada podrá ser igual en el mundo árabe y musulmán. Cualquier gobernante de la región que piense que este es un temporal pasajero y pretenda que basta con esperar a que escampe puede encontrarse con una sorpresa desagradable en cualquier momento. Ni países ricos como Bahréin ni los sometidos al aislamiento más férreo, como Libia, están al margen de este vigoroso despertar de descontento que ha encontrado en las nuevas tecnologías cauces para organizarse y para saltar fronteras. Todos los que desde Occidente aplaudieron en su día a Gadafi o aceptaron sus excentricidades pueden comprobar a dónde ha conducido tanta complacencia. Del mismo modo, los que ahora se empeñen en preservar a gobernantes amigos aunque estos no se comprometan con verdaderas reformas democráticas podrían condenarlos a desaparecer. Decir que lo que sucede en Marruecos «forma parte del juego democrático» cuando ha habido cinco muertos en los disturbios no es hacerle un favor a la monarquía alauí, sino todo lo contrario.

ABC - Editorial