sábado, 29 de enero de 2011

PP. El bluf del autobús. Por Maite Nolla

Cuando le preguntaron a Sánchez-Camacho por las ganas de independencia de Pujol, dijo que ahora lo que tocaba era estar unidos contra la crisis. Igual que comparan sus resultados con los de Vidal-Quadras, deberían empezar a comparar sus opiniones.

En la portada de El Mundo del pasado domingo aparecía una foto de los dirigentes del PP con un titular que rezaba: Autobús hacia el poder. La verdad es que la estampa podía ser la de la foto de una excursión de COU de los Maristas a Lloret de Mar o la del equipo de gimnasia deportiva del Mater Salvatoris. La Convención Nacional del PP quería ser el reflejo de la imagen de un partido unido, sin desconfianzas internas y preparado, mejor dicho, obligado a gobernar. Propuestas no hubo muchas y propuestas concretas menos, pero estamos hablando del PP, no de Alberto Recarte. Además, consiguieron durante ese fin de semana acaparar la atención de los medios, cosa rara.

Todo salió según lo previsto, hasta que llegó el lunes y volvieron a la realidad. Esperanza Aguirre se negó por carta a hacer campaña en Asturias, algo que no sé si sabían los demás al hacerse la foto. Arenas fue a Veo7 y habló sobre el 11-M intentando agradar a los de Veo7, aunque Rajoy ha dicho que él no es un comentarista y que ya fijó su posición; vamos, que no está por la labor. Alicia Sánchez-Camacho se comporta como las candidatas de Miss Agente Especial; lo que para las mises es "la paz en el mundo", para los del PP es "salir de la crisis". Y es que cuando le preguntaron por las ganas de independencia que le han sobrevenido a Pujol, dijo que ahora lo que tocaba era estar unidos contra la crisis. Igual que comparan sus resultados con los de Vidal-Quadras, deberían empezar a comparar sus opiniones. Y pese a que supongo yo que algo se diría en Sevilla sobre la posición del partido en relación a las pensiones, en el momento de picar este artículo aún no se sabe cuál es la postura del PP respecto a la reforma del sistema. Digo yo que si dijeron algo el sábado o el domingo, lo podrán cotejar fácilmente y comprobar si están de acuerdo, poco de acuerdo o nada de acuerdo.

De todas formas, de las decepciones que han acompañado a esta semana siguiente a la Convención del PP, la mayor es el acuerdo sobre la Ley Sinde. Un partido como el PP, con súper población de abogados del Estado, ha acabado aceptando que un organismo administrativo y un juez del contencioso puedan resolver sobre una cuestión civil; algo que por absurdo deberían haber detectado como juristas, como hizo el Consejo Fiscal. Además, es algo que rechazan sus electores y gran parte de los que no son sus electores, y eso lo deberían haber detectado como políticos.

En contra de lo que se decía en el editorial que acompañaba a la foto del autobús, la imagen de confianza que quería dar el PP no se ha contagiado a la calle. El PP sigue siendo un partido preocupante.


Libertad Digital - Opinión

Egipto, hora cero. Por Hermann Tertsch

Cada hora que pasa se refuerza más la impresión de que se ha puesto en marcha un inmenso movimiento tectónico en el norte de África que puede cambiar la faz política de toda la región. Y cuyas consecuencias serán con toda seguridad dramáticas y no sólo para aquella zona sino para el mundo entero. El primer seísmo, en Túnez, ha puesto en movimiento la falla y hoy ya tenemos el siguiente epicentro, incomparablemente mayor, en el país que es piedra angular de todo el precario equilibrio de la región: Egipto. Con la decisión de imponer el toque de queda en todo el país y sacar al ejército a las calles, el presidente Hosni Mubarak reconoce que las protestas han dado ya un salto cualitativo y son una amenaza directa e inminente para el régimen. Como le sucedió a Ben Alí, Mubarak asiste al rápido desmoronamiento del pacto que lo ha mantenido tres décadas en el poder. El ejército, ya desplegado, aun no ha disparado contra los manifestantes. Si lo hiciera la violencia podría alcanzar pronto dimensiones dantescas. La neutralidad del ejército es clave para intentar reconducir la crisis hacia una transición que desde ayer es inevitable, pero que aun ahora podría afrontarse sin que el país se hunda en el caos. El presidente apareció anoche en televisión, anunció el cese del Gobierno; esa misma medida no le sirvió de nada al presidente tunecino Ben Alí hace tres semanas.

Egipto ha entrado en ebullición y puede ya descartarse el retorno a la situación previa. La ira democrática en Egipto tendrá efectos seguros en Jordania y otros países de la región. La desestabilización general, la amenazante victoria islamista, la guerra para Israel, son todo escenarios ya no remotos. El terremoto en Egipto, que todo indica se extenderá por el norte de África puede cambiar el mundo. Es evidente que no necesariamente para bien.


ABC - Opinión

El Pacto del Lunes Negro: ¿a qué -o quién- le tiene miedo el PP?. Por Federico Quevedo

El pasado domingo, durante la Convención del PP en Sevilla, me acerqué un momento al diputado popular y portavoz en la Comisión de Cultura, José María Lasalle, para informarme sobre cómo iban las negociaciones con el Gobierno respecto de la Ley Sinde y si iba a producirse algún acuerdo. “Yo estoy aquí”, me dijo, dándome a entender que había pocas probabilidades para el pacto mientras el Gobierno no se aviniera a las condiciones que, aparentemente, estaba poniendo el PP, que no eran otras que la garantía de una tutela judicial absoluta en todo el proceso y la supresión del canon digital o ‘compensación por copia privada’, que es como muy eufemísticamente llaman el Gobierno y los cuatreros de la SGAE a este impuesto preventivo, que parte de la base de que todos los que compramos tecnología somos unos ladrones y lo hacemos para estafar a los autores.

Eso era el domingo, y más o menos seguía siendo así el lunes por la mañana, según mis fuentes en el PP, aunque ya entonces estaban haciendo efecto las presiones que sobre el Partido Popular venían haciendo editores, autores y productores para que cambiara de postura y aceptara la Ley Sinde. Quiero recordarles a ustedes, para que a nadie se le olvide que, por ejemplo, la supresión del canon digital fue un compromiso adquirido personalmente por el propio Mariano Rajoy, líder del PP y candidato a presidente del Gobierno en las próximas elecciones generales.


De hecho, en la enmienda que el Partido Popular presentó a la Ley de Economía Sostenible en la que iba anexa la disposición sobre el cierre de páginas web también conocida como Ley Sinde, el PP exigía la supresión, sin condiciones, del Canon Digital. En aquel momento lo que el Partido Popular pretendía era que se negociara otro mecanismo de compensación, porque lo que no tenía, ni tiene, sentido era que al penalizar la copia privada y privar, por lo tanto, al usuario de ese derecho, se mantuviera vivo este impuesto preventivo que engorda las arcas nada transparentes y sí muy sospechosamente corruptas de la SGAE y los amigos de Teddy Bautista. Sin embargo, entre los partidarios de la Ley Sinde, es decir, de cerrar páginas web sin tutela judicial y seguir cobrando el canon, se encontraba en aquel entonces el presidente de la Academia de Cine, Álex de la Iglesia. Pero después de que el Congreso rechazara, con los votos del PP y de los nacionalistas, la Ley Sinde y ‘apeara’ esa disposición de la Ley de Economía Sostenible, comenzaron las presiones a los partidos políticos por parte de los editores y productores y, sobre todo, por parte de la Embajada de Estados Unidos ya que lo que más se descarga en nuestro país es producto americano cien por cien.
«El caso es que Álex de la Iglesia comprendió que las razones de los internautas eran de peso, y mientras él se acercaba a las posiciones de un colectivo de millones de personas, en el Partido Popular se empezaba a recorrer el camino contrario.»
A su vez, De la Iglesia se reunía con los internautas en un intento por comprender sus posiciones, que no eran otras que la garantía de que no se pudiera cerrar ninguna página web sin que la tutela judicial estuviera presente a lo largo de todo el proceso, de principio a fin, lo que dejaba fuera del mismo a la Comisión Administrativa prevista en la Ley por tratarse de un organismo de clara significación política y sospechoso de actuar de modo arbitrario, y la supresión del canon digital hasta que se pudiera encontrar otro mecanismo que compensara a los autores sin que eso significara tratar a todos los ciudadanos como delincuentes en potencia. El caso es que Álex de la Iglesia comprendió que las razones de los internautas eran de peso, y mientras él se acercaba a las posiciones de un colectivo de millones de personas, que es verdad que resulta difícil de coordinar fuera de la Red, pero que en Internet puede ser muy activo y, si quieren, peligroso, en el Partido Popular se empezaba a recorrer el camino contrario. ¿Por qué? ¿Qué hay de fondo en este cambio de postura?

Porque, seamos sinceros: una vez leída la enmienda conjunta PSOE-PP con detenimiento, hay que concluir que el PP se la ha envainado, como se dice popularmente, y se ha dejado llevar al terreno en el que se mueve como pez en el agua la ministra de Cultura, facilitándole a ésta una victoria que nunca debería de haberse producido, y ofreciendo los populares, sin embargo, la imagen de una bajada de pantalones sin precedentes, y sin que nadie entienda a cuento de qué. Y es que donde antes decía digo, ahora el PP dice Diego y se ha quedado tan pancho: la tutela judicial es de risa porque, al final, la batuta del proceso sigue quedando en manos de una Comisión Administrativa cuyos integrantes va a nombrar el Gobierno, y donde antes pedía que se retirara el canon digital ahora se limita a darle tres meses al Gobierno para que lo modifique, supuestamente adaptándolo a la sentencia de los tribunales europeos, pero tampoco eso queda claro. O sea, que el único partido con posibilidades de hacer naufragar la intención del Gobierno de practicar y aplicar la censura previa, de vulnerar el artículo 20 de la Constitución y de llevarse por delante la inviolabilidad constitucional de la propiedad privada, se ha bajado del caballo y se ha subido al carro de los enemigos de la libertad. ¡Manda huevos!, que diría Trillo.

¿Tenía algo que ver el Pacto del Lunes Negro con la entrevista que ese mismo día, por la noche, le iba a hacer -y le hizo- Gloria Lomana a Mariano Rajoy en Antena 3? No lo sé, eso dicen por ahí, pero si es así no llega ni a plato de lentejas y se queda en un aperitivo de kilos. Lo que me pregunto es por qué el PP siempre se deja seducir por los mismos… ¿Qué tienen los editores? ¿Qué tienen los de la FAPE? ¿Qué tienen los de la SGAE? ¿Por qué les dan tanto miedo al PP? ¿De verdad piensa Mariano Rajoy que este pacto le va a dar un solo voto de quienes nunca jamás van a votarle ni a él ni al PP? ¿Por qué la derecha siempre cede ante los mismos, por qué lo hizo Aznar con PRISA, y por qué lo hace ahora Rajoy con Lara y sus amigos editores, productores y autores?

Me consta que lo ocurrido el pasado lunes ha generado mucho malestar en el PP, porque una gran parte de los dirigentes, y ya no digamos de los militantes, de ese partido no lo entienden. Por eso, desde estas líneas, y dado que todavía queda tiempo en la tramitación parlamentaria, animo a todos ellos a que exterioricen ese malestar para que el PP de marcha atrás y vuelva a la senda de la que nunca debió haber salido y que, aunque no lo crea, puede causarle un serio disgusto.


El Confidencial - Opinión

La guerra de los socialistas. Por Edurne Uriarte

ENCABEZAMIENTO

Cuando un partido cultiva la adoración al líder como el PSOE desde la victoria de 2004, lo normal es que el líder se crea la trascendencia de su figura y de su papel y se niegue a reintegrarse en la mediocridad de los simples mortales. Y mucho menos a aceptar su responsabilidad en el hundimiento del partido. De ahí que la sucesión vaya a producirse a la fuerza. Tan a la fuerza que Rubalcaba y los suyos se la han tenido que anunciar al afectado a través de los medios de comunicación. Pues la campaña de humillación puesta en marcha por Rubalcaba desde otoño no había sido suficiente para hacerle desistir.

Otra cosa es que la sucesión a la fuerza tenga éxito. No solo en defenestrar a Zapatero sin mayores problemas sino en consolidar la candidatura de Rubalcaba sin un conflicto interno. Lo primero parece más fácil por muy poco que le guste a Zapatero. Ni siquiera todo el poder acumulado a lo largo de estos años es suficiente para hacer frente a las catastróficas encuestas de intención de voto. En estos casos, la democracia tiende a realizarse en todos los partidos, es decir, la crítica popular provoca la caída del líder. Falta saber si ocurrirá con resistencia del caído en desgracia o con una elegante adaptación a su fracaso.

Es más complicada la segunda parte, la de la consolidación de la candidatura de Rubalcaba. Las durísimas críticas de ayer de uno de sus enemigos, Tomás Gómez, a la operación sucesoria de esta semana, muestran que esas supuestas primarias sin candidato alternativo que dibuja en el horizonte el aspirante a sucesor no están tan claras. Pues Rubalcaba, que sabe que la victoria electoral es prácticamente imposible, aspira sobre todo a quedarse con el control del partido que es donde está el futuro del poder socialista.

Y habrá unos cuantos que intentarán disputarle ese poder, siempre, claro está, que el Faisán no desbarate antes sus planes.


ABC - Opinión

Vaticinio. Por Alfonso Ussía

Me atrevo al vaticinio. Rubalcaba no será el sustituto de Zapatero. Es demasiado listo como para meterse en una cacharrería en ruinas. Además que, como vicepresidente, ministro del Interior y portavoz del Gobierno, no es ajeno a la bancarrota, sino sujeto activo de la descomposición socialista. Y tiene un pasado que nada le apetece que se lo restrieguen por la cara durante la campaña electoral que se avecina. Rubalcaba calla, pero de ser preguntado, contestaría negativamente. Y no por estrategia. Sería una respuesta sincera. «No, porque no me conviene». A estas alturas –o bajuras– de la cosa, después de cuarenta años en la política, Rubalcaba no quiere un fracaso peligroso. Sería tonto, y no lo es. Que Zapatero se va está más claro que el agua. Que Rubalcaba no va a seguir entra en los espacios de la adivinanza y la intuición, pero no creo estar equivocado.

No me encaja en la personalidad de Rubalcaba la ambición económica, pero de abandonar la política, le lloverían ofertas de asesoramiento o de pertenencia a consejos de administración de importantes empresas. Un trabajo relajado y bien retribuido. España olvida con mucha facilidad, y en el olvido está su sosiego. El sucesor o sucesora de Zapatero sabe que su inmediato futuro no es otro que el ejercicio de la oposición. Un ejercicio sin excesiva fuerza por cuanto el descenso del socialismo no lo podría igualar ni el inolvidable Paquito Fernández-Ochoa en la mejor pista de esquí. Tiene que ser, por ello, un candidato con menos años y más ilusión que Rubalcaba. Téngase en cuenta que aún tiene tiempo Zapatero para destrozar con más ahínco lo que está quedando de España. Las encuestas de hoy pueden considerarse favorables para el PSOE comparadas con las que vendrán. Y Rubalcaba no está para esos menesteres. Para colmo, es el vicepresidente del Gobierno del caos, y aunque su inteligencia y listeza están hartamente demostradas, con los mimbres que le van a dejar no podrá hacer ni el culo de la cesta. La inteligencia no tiene por qué ir de la mano de la insensatez y la heroicidad. No es Rubalcaba de los que se sacrifican por el bien común, y menos aún cuando ha colaborado con el mal común durante los seis últimos años, sin contar las bóvedas negras de sus tiempos felipistas, que el propio Felipe González se ha encargado de recordar.

Rubalcaba no seguirá. Blanco o Chacón, también coautores del escoñamiento general, sí podrían atreverse con el desbarajuste del futuro.

Alfredo Pérez Rubalcaba es montañés. Siempre nos dejamos en el tintero su primer apellido, Pérez, que es el de su padre, un formidable piloto de líneas aéreas fallecido pocos años atrás. Claro que lo mismo nos sucede con Zapatero, que es Rodríguez, y con Cascos, que es Álvarez. Bueno, que me lío. A Pérez Ru-balcaba le viene muy bien reencontrarse con sus verdes milagrosos de la Montaña de Cantabria. De elegir la senda de la trifulca y de una campaña electoral, el vicepresidente del Gobierno puede ser el blanco de muchos dardos justicieros, y todo ello para perder. Lo que he escrito. Será un político más joven y con fuerza para sobrevivir en la oposición. Me juego lo que mis lectores quieran, hasta mi colección de fotografías de María Antonia Iglesias, que para mí, supone un tesoro.
Rubalcaba no será el sucesor. Tiempo al tiempo.


La Razón - Opinión

Espías en la mancha. Por M. Martín Ferrand

Está claro que Rubalcaba, aunque sea ministro de Interior y esté cerca del CNI, no sabe mucho de espías.

AUNQUE la experiencia demuestra la afición del poder socialista a mirar por el ojo de las cerraduras ajenas, pienso que María Dolores de Cospedal ha traspasado la raya de las buenas maneras al afirmar que el PSOE de Castilla-La Mancha ha desplegado un número indeterminado de detectives privados para espiar a los notables del PP en la circunscripción. A la pluriempleada secretaria general del partido de la gaviota le gustaría saber «si el dinero con que se paga a los detectives» procede de la Junta o de las cuotas de los afiliados. Si, como supongo, las sospechas de De Cospedal son fundadas y evidentes, mejor haría la candidata a la presidencia de la Autonomía en llevar el asunto ante el juez y no presentarlas como inquietud en una reunión del partido que, en vísperas electorales, podría tener más de demonización del adversario que de frío análisis de la realidad. En cuanto a lo del pago, hemos llegado a un relajo ético generalizado que tiende a matizar poco. O nada.

Tratándose del lugar del que se trata, quizá sería útil reclamar la asistencia de Plinio, el guarda municipal de Tomelloso al que Francisco García Pavón convirtió en detective y abrió un capítulo rural en la novela negra española. Está claro que Alfredo Pérez Rubalcaba, aunque sea ministro de Interior y esté cerca del CNI, no sabe mucho de espías. Cuando fue ministro portavoz con Felipe González, en el apogeo del GAL, negó siempre la más mínima conexión entre tan siniestro grupo de terrorismo de Estado con el Gobierno y, de hecho, debió de ser de los pocos que no supieron del negro vínculo entre los actores de la violencia y los cargos gubernamentales —José Barrionuevo, Rafael Vera, ...— que les alentaron y financiaron. Si no advirtió algo tan grave, ¿cómo ha de estar ahora al corriente de un espionaje menor, «de provincias»?

Exista o no el espionaje manchego que dice De Cospedal y que, páguelo quien lo pague, carece de sentido pragmático, es notable el caso por lo que tiene de constante en la política del PP. En el fragor del drama del paro, con 4,7 millones de problemas humanos graves a la vista, y mientras se cuece —¡fuera del Parlamento!— una reforma de las pensiones que, de hecho, supone una reducción del 20 por ciento de su cuantía, lo que le interesa al número dos del partido, al menos en su ademán, es un caso chusco de espionaje hipotético que, si se confirma, descalificaría a los promotores de la disimulada vigilancia por cuanto ésta pueda tener de inútil y ridícula. Cuando se debate sobre el número de ángeles que cabe en la cabeza de un alfiler es inevitable que lleguen los turcos y tomen Constantinopla.


ABC - Opinión

Pensiones. Méndez, Toxo y ZP nos hacen un "chamosa". Por Pablo Molina

Queremos que Chamosa gestione nuestra jubilación y luego nos escandalizamos de la magnitud del latrocinio, una reacción absurda porque es lo que ocurre invariablemente cuando entregamos a los políticos la capacidad de decidir sobre nuestras finanzas.

El régimen público de previsión social, eso que los pusilánimes llaman "uno de los vértices del Estado del Bienestar", es una estafa piramidal en función de la cual el Gobierno te roba una parte de tu salario para pagar los subsidios actuales, a cambio de la promesa de que cuando tú te jubiles habrá los suficientes pardillos en activo como para hacer lo propio contigo. En el proceso desaparece el ochenta por ciento de todo lo que has pagado a lo largo de tu vida laboral, pero asombrosamente es un robo que el español medio acepta con la mejor de sus sonrisas, porque encargarse de su propia jubilación le produce un pánico insuperable.

Queremos que López i Chamosa gestione nuestra jubilación y luego nos escandalizamos de la magnitud del latrocinio, una reacción absurda porque es lo que ocurre invariablemente cuando entregamos a los políticos la capacidad de decidir sobre nuestras finanzas. Si, además, en el conciliábulo parlamentario en que se decide la cuantía del robo una de las voces autorizadas es la de la oronda académica del PSC, el resultado no puede ser otro que el que finalmente han rubricado los sindicatos y ZP tras la tradicional cena copiosa y los dos paquetes reglamentarios de tabaco.


Es preocupante que los chamosas decidan cuándo tenemos que dejar de trabajar y a cambio de cuánto dinero, pero mucho más lo es que el borrador de intenciones surgido de la comisión parlamentaria de la que forman parte deba ser validado por los sindicatos llamados mayoritarios. Méndez y Toxo, junto al presidente del "sindicato de productores" y ZP, acuerdan la reforma del sistema público de pensiones aumentando la intensidad del robo institucional, y asombrosamente no hay una manifestación espontánea de los dieciocho millones de cotizantes actuales exigiendo a los cuatro que saquen sus sucias manos de nuestro dinero.

Está visto que la estafa de las pensiones públicas va a perdurar en España durante muchas generaciones, por eso lo único que cabe exigir es que nos dejen fuera del sistema a los que no queremos permanecer en él ni un segundo más. Queremos sufrir los rigores del capitalismo y depositar nuestro dinero únicamente en planes de ahorro privados como ZP, que los contrata a pares. Y si nos arruinamos lo asumiremos con gallardía. Preferimos compartir el destino financiero de ZP a continuar sometidos al despojo solidario del clan de los chamosas. Cuestión de gustos.


Libertad Digital - Opinión

El McGuffin. Por Ignacio Camacho

El debate sobre la edad de la jubilación ha ocultado como un McGuffinla rebaja inmediata de las pensiones.

EL debate de los 67 años ha funcionado en la reforma de las pensiones como los célebres McGuffinsde Hitchcock: un elemento de suspense argumental que parece centrar la trama y la hace avanzar pero carece en el fondo de relevancia. Una excusa, un señuelo, un truco, una liebre eléctrica, que en el caso de la jubilación ha servido para focalizar el debate y otorgarle apariencia de densidad política, minimizando la verdadera dimensión del asunto, que no es tanto la del aplazamiento de la pensión como la de la drástica —e inmediata— rebaja de su cuantía.

El Estado del Bienestar está en quiebra y no tiene dinero para sostener la protección social, en parte porque lo ha dilapidado en años de irresponsabilidad y despilfarro. La reforma de las pensiones se ha planteado porque los prestamistas de deuda exigen garantías de cobro a plazo medio y largo y porque la caja pública tiene telarañas imposibles de limpiar con cuatro millones largos de personas expulsadas del mercado de trabajo. Los avales diferidos se pueden respaldar con el alargamiento de la vida laboral, pero las dificultades contables perentorias exigían una disminución urgente del gasto, instrumentada a través del incremento de los períodos de cálculo. Las pensiones van a bajar ya en función de ese aumento de 15 a 25 años en las bases de la media, y al margen de la edad en que las pueda cobrar cada uno: en 2013 la cuantía se calculará ya sobre 16 años, y a partir de ahí en escala creciente, un año más por cada ejercicio. En total, y por diversos conceptos, acabarán reduciéndose entre un 15 y un 20 por ciento. En conjunto, la reestructuración del sistema no es nada trivial: se trata de lograr un futuro con menos pensionistas cobrando menos dinero. Pero la polémica sobre el momento de la jubilación ha eclipsado todo lo demás actuando como un polo de atracción para la opinión pública. Los que dentro de un par de años se retiren a los 65 creyendo haber escapado de la quema encontrarán ya en sus nóminas los primeros efectos del recorte.

Al final, como casi todos los ajustes elaborados por este Gobierno en su fase de reconversión forzosa, se trata de un objetivo publicitario que ofrecer a los mercados financieros y sus representantes políticos. Cuando la próxima semana llegue a Madrid la señora Merkel, Zapatero le servirá en bandeja el pedido: jubilación a los 67 «como sea». Y en el paquete, junto al mcguffinde la fecha simbólica que garantiza un cierto alivio en la solvencia del Estado —que es lo que importa a los acreedores externos—, irá la depreciación a corto plazo de los ingresos de las clases pasivas. El siguiente paso, que acaso este Gobierno trate de diferir a su sucesor, puede consistir en ir también a por la rebaja de los subsidios de desempleo.


ABC - Opinión

Más parados y más pobres

ENCABEZAMIENTO

Horas después de que el Gobierno anunciara de madrugada un pacto social sobre la reforma de las pensiones, las cifras del paro dieron un baño de realismo a los gobernantes. Decíamos ayer en esta misma página que el acuerdo serviría de poco si el país no crea el trabajo suficiente, porque el futuro del sistema está condicionado por la creación de empleo. Y bajo esa premisa incuestionable, garantizar la sostenibilidad del sistema con el nivel de destrucción de puestos de trabajo conocido ayer parece una ecuación irresoluble. La Encuesta de Población Activa del cuarto trimestre de 2010 confirmó el grave deterioro del mercado de trabajo. El desempleo subió en 370.100 personas en 2010 respecto a 2009, un 8,5% más, situándose el número total de desempleados en 4.696.600 personas y la tasa de paro en el 20,33%, cifra que no se alcanzaba desde el segundo trimestre de 1997. Esos casi 4,7 millones son también un récord negativo. La cascada de estadísticas de la EPA describe la extrema debilidad de la economía española y la ausencia de resultados de una gestión gubernamental, aferrada a la retórica de unas reformas que no acaban de tocar tierra. La «línea de cierta recuperación» en el empleo, defendida ayer por el ministro de Trabajo con cierta osadía, no encaja con una evolución que ha deparado casi tres millones de parados más en los últimos cuatro años ni con un horizonte sin perspectiva de cambio de tendencia.

Por si fuera poco, estamos en un país con casi la mitad de las personas de menos de 25 años en paro. Es una realidad que amenaza a una generación que puede perderse entre la frustración y la autoexclusión. La resignación expresada esta semana por Zapatero ante el desempleo juvenil, cuando lo vinculó a un fenómeno estructural, fue la viva imagen de la impotencia de quien parece sentirse superado. La radiografía social del paro retrata a una sociedad cada vez más pobre y con mayores dificultades para sostener un nivel de vida vigoroso. La prosperidad de antaño se ha transformado hoy en necesidad y precariedad. Los hogares con todos sus miembros sin trabajo subieron en 2010 en 107.900, lo que supone un 8,8% más que en 2009, hasta situarse en 1.328.000. El paro de larga duración superó la barrera de los dos millones de personas, prácticamente la mitad del desempleo total en el país, lo que refleja el grado de desgaste de nuestro mercado laboral. La realidad es que no existen indicios de mejora, sino más bien todo lo contrario. España no crecerá lo suficiente para invertir la tendencia del desempleo, y el Gobierno lo sabe. Por eso, en la enésima rectificación, resucitó ayer la subvención para los parados de larga duración sin rentas, la misma que había enterrado hace unos días porque las arcas públicas estaban exhaustas. Un guiño a los sindicatos y otro a sus bases electorales que, sin embargo, constituyeron el reconocimiento de su resignación y su fracaso. El resultado de la política social del Gobierno, en complicidad con los sindicatos, es sobre todo esos 4,7 millones de parados y el drama de sus familias. Y contra esa realidad, no sirven ni piruetas ni demagogias.

La Razón - Editorial

La depresión continúa

La EPA confirma que la caída de la ocupación no ha terminado y que en 2011 se creará poco empleo.

La evolución del empleo durante el cuarto trimestre de 2010 ha venido a ratificar que el mercado laboral español sigue en una situación alarmante y que 2010 no ha sido precisamente el año en el que comenzaría a apreciarse una cierta recuperación del empleo, como pretendían los cálculos optimistas del Gobierno. Por el contrario, el panorama del mercado de trabajo sigue siendo desolador. Durante 2010 el número de parados aumentó en 370.000, hasta situar el número total en casi 4,7 millones, el mayor número de personas sin trabajo desde 1976. La tasa de paro ha aumentado en el cuarto trimestre hasta el 20,33% y la ocupación ha descendido en 237.000 personas, según la Encuesta de Población Activa (EPA) del cuarto trimestre. No es, como dicen las descripciones más complacientes del Gobierno, que el mercado laboral se recupere con mayor lentitud de lo previsto; es que permanece sumido en una depresión de la que probablemente no saldrá hasta finales de 2011, y eso tan solo si atisba una recuperación de la actividad económica a partir del segundo trimestre.

Porque, con ser mala, la del crecimiento del paro no es la peor de las noticias. Todo apunta a que la ocupación seguirá cayendo en los primeros meses de 2011 hasta alcanzar el mínimo de todo el ciclo recesivo a finales del primer trimestre. Y, aunque la ocupación no caiga más a partir de marzo, lo cierto es que durante 2011 la creación de empleo, si acaso existe, será inapreciable. No hay una senda de recuperación económica clara, que es la condición imprescindible para crear empleo. Sea cual sea el ritmo de aumento del PIB este año, resultará insuficiente para cambiar el signo del empleo.


Cuando se analizan los números de la EPA aparecen indicios de desequilibrios graves. Aumenta de nuevo el número de hogares que tienen en paro a todas las personas que los componen (1,3 millones, sobre un total de algo más de 17); la tasa de paro juvenil sigue siendo escandalosamente alta para los estándares europeos (afecta al 38,4% en los jóvenes de entre 20 y 24 años y el 25,9% en las edades comprendidas entre 25 y 29 años); y, en fin, los parados de larga duración amenazan con convertirse en un problema social. Hay más de dos millones de personas que no han encontrado empleo en el último año o más.

A la luz de este diagnóstico, resulta evidente que la reforma laboral no está sirviendo aún para crear empleo. La creación de puestos de trabajo depende en primera instancia de la tasa de actividad económica; el cambio en las condiciones laborales solo es útil para facilitar la recuperación económica, puesto que favorecerá la contratación (cuando la haya) y mitigará el efecto inflacionista procedente de los salarios. Por el momento, la única virtud que cabe atribuir a la reforma laboral es un tímido descenso de la temporalidad. Los asalariados con contrato temporal han descendido en casi 150.000 y los que tienen contrato fijo han aumentado en 7.400.

Todo lo anterior dibuja un perfil macroeconómico y laboral conocido. Ya en 2009 se advirtió que la recesión española sería duradera y que la sociedad española tendría que soportar tasas muy elevadas de paro al menos hasta finales de 2011; la predicción se está cumpliendo. Se argumentó que sólo con tasas de crecimiento superiores al 2% empezaría a crearse empleo neto y la evolución del PIB y de la EPA durante 2011 confirmará la exactitud de tal relación. Los planes parciales para incentivar la contratación han fracasado. Aunque desde el Gobierno se celebre con entusiasmo cualquier décima de crecimiento intertrimestral, la sociedad española no podrá hablar de recuperación económica hasta que se cree empleo neto.


El País - Editorial

El paro, la tragedia que no cesa

Es hora de acometer reformas en profundidad sobre el rígido y obsoleto sistema de relaciones laborales que impera en España desde tiempos del franquismo.

Los datos extraídos de la última Encuesta de Población Activa (EPA) van más allá del peor de los escenarios que el Gobierno había dibujado hace solo dos años. Cerca de 4,7 millones de desempleados, un 20,4% de la población activa, 1,32 millones de hogares sin trabajo, 1,6 millones de desempleados que no perciben ningún tipo de prestación, más de dos millones de parados de larga duración, un paro juvenil que supera cómodamente el 40% entre los trabajadores que tienen entre 16 y 25 años, siete comunidades autónomas con la tasa de desempleo por encima del 20%, dos de ellas por encima del 25%... y un largo etcétera que sitúa a España a la cola de Europa en todos los indicadores estadísticos que analiza la encuesta.

Nos encontramos, pues, más que ante un problema de orden económico, ante un drama humano de primera categoría que podría traer consecuencias imprevisibles y necesariamente dañinas para nuestro país. En los casi tres años que llevamos de crisis, la economía española ha destruido empleo a una velocidad vertiginosa. Nuestro mercado laboral no ha sido capaz siquiera de tomar aliento durante los dos últimos veranos, temporadas en las que las contrataciones temporales aumentan de un modo significativo. En definitiva, el galopante desempleo es, más que ninguna otra cosa, la constatación más clamorosa del absoluto fracaso de la política económica de José Luis Rodríguez Zapatero.


Los planes de "estímulo" trazados por el Gobierno han conseguido exactamente lo contrario de lo que se proponían. En lugar de crear empleo, anestesiaron ligeramente el mercado al principio de la crisis, que continuó su inexorable rumbo cuando el dinero de las innecesarias obras de los planes E se había esfumado. A día de hoy el Gobierno, quemadas las naves del gasto público y las políticas expansivas de endeudamiento, se encuentra en estado de shock y no sabe como atajar la sangría.

El hecho es que, con este Gobierno o con el que venga después, los problemas del mercado laboral español van a persistir. Las empresas privadas, únicas generadoras de empleo real, han entrado en el círculo vicioso de la crisis y se ven obligadas a realizar un ajuste tras otro sobre el único factor del que disponen en una economía tan hiperregulada e hiperfiscalizada como la española. Eso las que consiguen resistir los embates de la recesión; otras directamente echan el cierre arrojando cada día a miles de nuevos parados –todos con nombre y apellidos– a ­las oficinas del INEM.

Lo peor es que ya no queda ni tiempo ni recursos para aplicar parches de urgencia o administrar aspirinas de dudosa eficacia. Es hora de acometer reformas en profundidad sobre el rígido y obsoleto sistema de relaciones laborales que impera en España desde tiempos del franquismo. Un sistema que fomenta la improductividad, nos condena a liderar siempre y en cualquier circunstancia las listas de desempleo de la OCDE y que, por culpa de los privilegios adquiridos, envía de un modo masivo al paro a las generaciones más jóvenes, provocando un síndrome de expectativas disminuidas como los que padece la juventud de muchos países del Tercer Mundo.

Lo que nos debe quedar claro es que el problema del paro, que ya ha adquirido tintes de tragedia nacional, no se va a solucionar solo ni aplicando viejas recetas. Un desafío para nuestra clase política que, de una vez por todas, debe abandonar las supercherías autocomplacientes en las que retoza desde hace más de treinta años. Ha llegado el momento de que nuestro mercado laboral haga la transición a la democracia.


Libertad Digital - Editorial

En España sólo crece el paro

Las empresas siguen sin asideros, sobreviven sin que el crédito fluya y la subida de impuestos lastra a sectores cruciales de nuestra economía.

LAS cifras de desempleo de la EPA son demoledoras y anulan cualquier expectativa de mejora a corto plazo. La dramática deriva del desempleo no alcanza nunca un punto de inflexión y la frustración social crece de manera proporcional a la destrucción del tejido productivo y la competitividad. La situación ha dejado de ser alarmante para convertirse en insostenible desde una perspectiva económica y emocional. Con 370.100 nuevos parados en 2010; con 4.696.600 españoles en edad de trabajar observando desde su casa su incierto futuro laboral; con un 20,33 por ciento de paro, el más alto en tres lustros; con autonomías como Canarias, Extremadura o Andalucía próximas al 30 por ciento de desempleo; y con 1.328.000 hogares con todos sus miembros en paro, cualquier análisis es aterrador.

La reforma laboral impuesta por el Gobierno tras dos años de indolencia y retrasos, haciendo caso omiso de las unívocas recomendaciones que alertaban de un riesgo de ruina del sistema, no sólo no ha reactivado la actividad industrial o impulsado el consumo, sino que por el momento sólo demuestra ser útil para facilitar los despidos. Las empresas siguen sin asideros a los que acogerse, sobreviven sin que el crédito fluya, el fomento de la innovación brilla por su ausencia, la creatividad y el espíritu emprendedor se penalizan en la práctica y la subida de impuestos lastra demasiadas expectativas en sectores cruciales. El diagnóstico no ofrece dudas: aboca a España a un oscuro futuro laboral a medio plazo, ya que, aun en el caso de que España llegase a crecer al 2,5 por ciento en 2013, como prevé el Gobierno —no así el FMI ni la OCDE—, la generación de empleo será escasa, precaria y sometida a un alto grado de temporalidad. Los esfuerzos del empresariado por regenerar nuestra economía siguen topándose con una legislación difusa e incompleta y con un Gobierno desgastado, cuya apuesta carece aún de la decisión que exigen las circunstancias. Sin crecimiento no hay empleo, y sin empleo cualquier reforma de las pensiones no será garantía de nada en pocos años, por presuntuoso que sea el Gobierno a la hora de sacar pecho tras su «gran pacto social». La soberbia no genera trabajo. Si acaso, fomenta una economía sumergida y de supervivencia, cuya única virtud por ahora es conjurar el riesgo de una explosión social. Pero ni rinde cuentas a la maltrecha caja común ni, por definición, puede ser eterna. La paciencia se agota.


ABC - Editorial