miércoles, 12 de enero de 2011

¿Hasta dónde se ha entrampado este Gobierno con ETA? Por Federico Quevedo

ENCABEZAMIENTO

Diga lo que diga Alfredo Pérez Rubalcaba, el comunicado hecho público ayer por la pandilla de canallas es una mala noticia. Y lo es, además, para el Gobierno de Rodríguez que esperaba un comunicado bien distinto a este, y ese era el objetivo de las negociaciones que el Gobierno venía manteniendo a través de terceros, incluidos los mediadores internacionales, con el brazo político de ETA, que también es ETA, recuérdese. Es cierto que todo lo que signifique que los asesinos dejan de matar, aunque sea temporalmente, es un alivio, pero lo cierto es que ETA hace ya tiempo que había dejado de matar, bien por estrategia, bien por debilidad, y que esa decisión de dejar de matar se confirmó en su comunicado tras el verano. De hecho, lo que hace en este nuevo comunicado no es más que reafirmar el anterior y, eso sí, concretar sus exigencias para que el alto el fuego sea permanente. Por eso, insisto, el comunicado es una mala noticia: en primer lugar porque no da el paso que todos queremos que de, es decir, su rendición y, en segundo lugar, porque plantea dudas muy serias sobre la actitud del Gobierno respecto a ETA y su entorno.

Y es que el comunicado de la pandilla de canallas dice esencialmente dos cosas que caben extraer de entre toda la parafernalia lingüística que habitualmente utilizan estos desalmados:

Primera: ETA probablemente haya tomado conciencia de que lo que ellos llaman lucha armada, es decir, el crimen y la extorsión, no les lleva a ninguna parte y de que necesitan la vía política para poder mantener vivos sus objetivos. Pero, al mismo tiempo, ETA se siente fuerte, lo suficiente como para poner condiciones al abandono, incluso temporal, de su actividad criminal, y esa fortaleza no le viene de dentro, sino de la debilidad del Gobierno de la nación y la necesidad que tiene Rodríguez de ofrecer algo positivo a la opinión pública para remontar en las encuestas.

Segunda: Como consecuencia de lo anterior, ETA le recuerda al Gobierno que ya hubo una negociación anterior, y le exige retomarla donde la dejaron, es decir, en las exigencias de autodeterminación y derecho a decidir de los vascos, de reconocimiento de la territorialidad de eso que ellos llaman Euskal Herria y que incluye Navarra, el referendum de independencia y la no persecución policial ni judicial. Dicho de otro modo, el premio gordo después de casi cincuenta años matando.

A este comunicado de la pandilla de canallas solo cabía una respuesta por parte del Gobierno: mandarles a la mierda. Pero, lejos de eso, en apenas dos minutos de comparecencia ante los medios de comunicación el Virrey Rubalcaba ofreció la imagen de un Gobierno acabado que ni siquiera tiene fuerza para decirle a ETA lo único que le puede decir, y en lugar de eso AFR comenzó a jugar con las palabras y las expresiones para decir lo que no quería y no decir lo que quería, que era una manera de transmitirle a ETA que el comunicado no era suficiente pero que, aún así, iban a seguir esperando y, mientras tanto, seguían y siguen abiertas las vías de negociación, porque en el fondo de esto es de lo que se trata. Ojala yo me equivoque, y si lo hago lo reconoceré, no les quepa la menor duda, pero tengo para mi que a pesar de lo que el Gobierno califica de “insuficiente” respecto del comunicado, en las próximas semanas vamos a ver como el Ejecutivo deja que al final ETA esté presente en las elecciones municipales del mes de mayo.

¿Porqué? Tengo la impresión de que la negociación que Rodríguez mantuvo con la pandilla de canallas durante la pasada legislatura, y que eufemísticamente se llamó ‘proceso de paz’, fue más lejos de lo que cualquier Gobierno podía permitirse, y que eso le tiene, dicho en román paladino, cogido por los bemoles, no solo porque ETA posea copias de las actas que se levantaron de aquellas reuniones, sino porque puede que algunos compromisos fueran más fuertes de lo que aparentaban. Por eso no me convence la supuesta firmeza del Gobierno. No es tal. Y la prueba de que no lo es está en la propia actitud del Gobierno respecto de ETA-Batasuna, permitiendo que negocie con EA y con Aralar la presentación de listas conjuntas, y organizando manifestaciones multitudinarias en las que se reclama amnistía para los asesinos y, en definitiva, devolviéndole la iniciativa que habían perdido. Por eso, insisto, creo que al final el Gobierno va a ceder y ETA va a encontrar el camino para volver a las instituciones, para humillación de las víctimas y del resto de la sociedad.


El Confidencial - Opinión

El lenguaje perverso. Por Alfonso Ussía

Se ha adueñado de los políticos y los periodistas. Con motivo del último comunicado de la ETA, gozosamente acogido por los ingenuos, se habla del «rechazo a la violencia» que próximamente anunciarán los cómplices batasunos de los asesinos. Violencia en lugar de terrorismo. «Será un rechazo, no una condena», advierten los analistas. ¿Y qué? ¿Qué importa que rechacen o que condenen? Ha dicho el Presidente del Gobierno que el comunicado se le antoja «insuficiente». ¿Insuficiente de qué y por qué? ¿Qué sería para Zapatero un comunicado suficiente?

El terrorismo siempre juega a lo mismo cuando se avecinan unas elecciones. Quiere representatividad y dinero. Los bienintencionados no desean la derrota definitiva de la ETA. Prefieren la buena educación y la generosidad del Estado de Derecho con quienes se han dedicado durante décadas a ensangrentarlo. Ahí coinciden los analistas allegados a la izquierda española y los nacionalistas. Lo decía Arrabal. «No olvidéis que los terroristas de la ETA antes que separatistas son comunistas». Madrazo sabe mucho de eso, y Llamazares, y Anguita, y Carrillo. «Hay que ser generosos con los que se arrepienten». ¿Cuáles son los motivos para la generosidad? Ninguno. A la ETA hay que destrozarla, desarmarla y encarcelarla. Una victoria que no ven con buenos ojos los nacionalistas sabinianos. Ahí está el vídeo –in vídeo veritas–, de la gran serie sobre la transición de Victoria Prego. Un Arzallus rotundo. «Los de ETA no son terroristas. Son patriotas». ¿Hace falta decir más?


Se habla del número de manifestantes batasunos en Bilbao. Unos dicen que sesenta mil, y otros que trescientos mil. Se asustan con la cifra. Escribe Raúl del Pozo que fueron muchos menos los que tomaron La Bastilla. En esa manifestación no estaban sólo los batasunos. Había de todo en lo que respecta al mundo cerrado del nacionalismo. Un Estado de Derecho no puede considerar cifras para justificar generosidades indecentes. Vuelan fajos de billetes de quinientos euros de las arcas del Estado a los bolsillos de mediadores. ¿Quiénes son los mediadores? ¿Quién les paga? ¿Para qué necesita un Gobierno democrático unos mediadores de terroristas? Nos parece normal lo que constituye una ofensa, una vergonzosa podredumbre. Eso, la perversión del lenguaje. Los mediadores no son otra cosa que comisionistas de la sangre. Si la ETA se siente acorralada, hay que acorralarla más, hasta su desaparición. Sin la ETA, ¿qué importan trescientos mil partidarios de la ETA? Trescientos mil personas que se manifiestan por una banda que no existe no pueden ser motivo de preocupación. Ya buscarán otros alicientes. Los comunistas, cuando se quedaron sin muro, se fueron al ecologismo «sandía», al feminismo fundamentalista y a investigar en Libia la genética de la lenteja. Algo encontrarán, pero con los terroristas en la cárcel y cumpliendo sus condenas.

El comunicado no dice nada, como los anteriores. Pero ha llenado de optimismo a muchos. Se desencantarán cuando llegue el momento de las desilusiones. El terrorismo no es comprensible. No razona. Doy y me das. ¿Ha renunciado la ETA a sus objetivos primordiales? No. Y nunca lo hará. Su comunicado no es una buena noticia, porque apenas es noticia. Y a Currin que le den por Currin.


La Razón - Opinión

Parto de los montes. Por José María Carrascal

Solo cabe el adiós definitivo de las armas y su correspondiente entrega, pues las armas no caben en la política demócrata.

TODO está dicho sobre el último comunicado de Eta: «Nada nuevo», «lo de siempre», «insatisfactorio», etc., etc. Excepto para los que quieren leer en él lo que no está escrito, como esa izquierda abertzale que, incapaz de convencer a Eta, intenta disfrazarla, como el lobo del cuento de Caperucita. Pero basta leer el primer párrafo del comunicado para darse cuenta de que no sólo no es nuevo, sino tampoco creíble. Un alto el fuego «general» ya lo anunció en 1998 para lograr unas negociaciones con el gobierno Aznar. «Permanente» fue el adjetivo que usó para conseguir las negociaciones con el Gobierno Zapatero, y «verificable internacionalmente» es tanto como poner en duda la capacidad del Estado español para garantizar la legalidad de lo que ocurre en su territorio, dejándolo en manos de unos señores que vienen demostrando un desconocimiento total de lo que ocurre en él. Y digo desconocimiento haciéndoles un favor, pues si lo conocen esos señores, por muy premios Nobel que sean, están colaborando con el terrorismo.

Por si todo ello fuera poco, la banda se permite poner condiciones y señalar objetivos. El «alto el fuego» llega condicionado a unas negociaciones de tú a tú de una banda terrorista con un Estado de Derecho, sin comprometerse para nada a entregar las armas, lo que significa que en cualquier momento podrá volver a usarlas, como ha hecho en ocasiones anteriores. Y el objetivo final de esas negociaciones nos los ha dejado bien claro: «resolver las claves de la territorialidad y el derecho a la autodeterminación del pueblo vasco». Por territorialidad ya sabemos lo que entiende Eta: la incorporación de Navarra y «Euskadi norte» a su proyecto, guste a no a sus habitantes. Lo de autodeterminación es aún más fácil: independencia. Y si no se la dan, derecho a continuar asesinando.

A eso se ha reducido el esperado comunicado de una Eta que no ha renunciado a nada, ni siquiera a su escenografía carnavalesca, y no ha aprendido nada, por lo que vemos.

Ese comunicado que no comunica nada nuevo no tiene el menor valor para la inmensa mayoría de los españoles, mientras que para Batasuna representa su Rubicón, su prueba de fuego. Ya no bastan los altos el fuego generales, permanentes y verificables internacionalmente. Solo cabe el adiós definitivo de las armas y su correspondiente entrega, pues las armas no caben en la política demócrata. Si Eta no lo hace, Batasuna, para ser creíble, tiene que denunciarlo y romper con ella, como han hecho todas las fuerzas políticas españolas. Hasta el momento, no lo ha hecho y todo apunta que no lo hará. Algo explicable porque Batasuna sin Eta no es nada, es sólo su tapadera, su disfraz.. Los independentista vascos no violentos están ya todos en los partidos nacionalistas.


ABC - Opinión

Quiebra. La irresponsabilidad planificada. Por Agapito Maestre

Si esa vía de dependencia de España del exterior se consolidara, entonces la vida política sería una mera pantomima, un simulacro, de algo que se decide fuera, es decir, en Bruselas o en el Fondo Monetario Internacional.


El amigo Alejandro Rubio me despierta de la tarde plomiza de enero con una perla de Mariano de Cavia, escrita en una época política tan mortecina y roma como la nuestra, que dice:

Volverán los oscuros pajarracos
sus nidos en las Cortes a colgar
y otra vez con el ala de los chanchullos,
jugando llamarán;
pero el yerno de Pérez, y el de López,
y el niño de Martín y el de Fabián,
aquellos de las actas en bandeja,
¡ésos no volverán!
Los irónicos versos de Mariano de Cavia son perfectamente aplicables a los actuales "chanchullos" de la tosca casta política española. La cosa pública, sí, está complicada para todos, pero, especialmente, para los políticos, que simulan que no es para tanto la ruina de España, la cosa se pondrá aún más dura. La desafección ciudadana y la abstención política crece por todas partes. La calidad de los liderazgos políticos ha desaparecido. Para empezar el triunfalismo exhibido ayer por Zapatero sobre el futuro de nuestra economía no sólo contrasta con los análisis realistas de cualquier investigador serio de la situación de España, sino que nadie se cree ya nada que surja de la boca de este individuo.

A pesar de todo, Zapatero muestra algún rasgo de cordura, aunque muy tarde, al decir que es menester tomar medidas urgentes, incluso aunque no esté de acuerdo la Oposición; pero Rajoy nos deja cada vez más sorprendido, porque no sólo se muestra remiso a pactar esas reformas económicas con el Gobierno, sino que, además, persiste en decir que, la crisis es tan profunda que apenas se puede hacer nada con los socialistas, entre otras razones, según Rajoy, porque desde mayo de 2010 nos gobiernan desde Bruselas. Sin duda alguna, hay en esa crítica de Rajoy una parte de verdad, pero hay otra de catastrofismo que puede pasarle a él, supuesto de que ganara las elecciones, una seria factura en el futuro.

Si esa vía de dependencia de España del exterior se consolidara, entonces la vida política sería una mera pantomima, un simulacro, de algo que se decide fuera, es decir, en Bruselas o en el Fondo Monetario Internacional. En efecto, si esa "lógica" la lleváramos hasta sus últimas consecuencias, evidentemente, estaríamos al borde de ser intervenidos por la UE. ¿Beneficiaría el rescate a Zapatero o a Rajoy? Me importa una higa la respuesta, porque cualquier tipo de rescate económico de España supone una perdida de autonomía política de los ciudadanos de España. Eso sí me preocupa. Nuestro destino político no nos pertenecería porque lo ha vendido el Gobierno en particular, y toda la casta política en general, que se ha hecho de la irresponsabilidad su forma natural de actuar. En pocas palabras, el rescate de la economía de España desde fuera de las instancias nacionales supondrá la desaparición de la posibilidad de que los ciudadanos españoles decidan sobre su futuro. Se trata, simple y llanamente, de una manera sutil de convertir al ciudadano en un súbdito de las decisiones de la señora Merkel o de Strauss-Kahn. En estas condiciones, ¿qué sentido puede tener la pregunta de "quién gobernará en el futuro"? Ninguno.


Libertad Digital - Opinión

Ha vuelto a suceder. Por Gabriel Albiac

ETA persevera en su identidad de siempre. Zapatero persevera en su infantil grandilocuencia. Todo vuelve.

EL 24 de junio de 2007, Gara publica el relato oficioso de ETA acerca del fracaso de la negociación con Zapatero. El desenlace se habría producido en la sesión del 21 de mayo y en presencia de «cualificados políticos internacionales en calidad de observadores», ante los cuales «la organización armada vasca se despidió con el mensaje de que la solución al conflicto vendrá del acuerdo político que no fue posible cerrar» ese día. «Consta que ETA les agradeció el interés mostrado y que lamentó que no hubiera servido su ayuda. Los observadores, en cualquier caso, regresaban a casa con un muy detallado conocimiento de la posición de las dos partes en la mesa de negociación y también sus intenciones futuras». El futuro es ahora.

ETA no juega nunca sin medir los tiempos. El envite había sido hecho al gobierno socialista con la cronología adecuada para que su culminación se ajustara a la siguiente convocatoria electoral. Una mezcla de vanidad y oportunismo se conjugaba para hacerlo atractivo al presidente. Vanidad que corría, sin atisbo de rubor, sobre los méritos que eso acarrearía para la consecución del Nobel de la paz. Oportunismo de quienes contabilizaban el hipotético acuerdo como una baza electoral definitiva. Tan seguro de estar llamando a las puertas del paraíso se hallaba el jefe del ejecutivo como para hacer votar al Parlamento la entusiasta resolución de la primavera de 2005: «convencidos como estamos de que la política puede y debe contribuir al fin de la violencia, reafirmamos que, si se producen las condiciones adecuadas para un final dialogado de la violencia, fundamentadas en una clara voluntad para poner fin a la misma y en actitudes inequívocas que puedan conducir a esa convicción, apoyamos procesos de diálogo entre los poderes competentes del Estado y quienes decidan abandonar la violencia». No habiendo sido revocada en ningún momento, esa resolución sigue hoy en vigor.

Con tiempos casi calcados, a un año y medio de unas elecciones generales que se anuncian catastróficas para el PSOE de Zapatero, ETA vuelve hoy a jugar sus bazas. Que son idénticas a las de entonces. «Alto el fuego permanente» pero no definitivo, condicionado en su continuidad a la resolución de «las claves de la territorialidad y el derecho de autodeterminación, que son el núcleo del conflicto político». En términos casi idénticos a los de entonces, el gobierno responde con la retórica dual del «no es óptimo, pero sí bueno». Que formuló antaño Zapatero al contraponer los benévolos tiempos sin atentados a los años más duros; que, con más cautela, ha formulado esta vez Rubalcaba en su autoentrevista: «Si me preguntan ustedes ¿está usted más tranquilo hoy que ayer?, honestamente les diría que sí». El señor Rubalcaba y su «honestidad» sabrán por qué. Como el señor Zapatero y su sonrisa debían saber el porqué de su optimismo tan sólo unos días antes del atentado de la T4 en Barajas.

Ha sucedido de nuevo. Todo se repite ahora como un calco. Y es en esa repetición donde uno cree percibir el tintineante desasosiego de lo siniestro. ETA persevera en su identidad de siempre. Zapatero persevera en su infantil grandilocuencia. El ciudadano asiste a la farsa repetida. Y todo vuelve.


ABC - Opinión

ETA. Los riesgos del adanismo presidencial. Por Pablo Molina

Resulta asombroso que los etarras se atrevan a poner condiciones al Estado de derecho para dar por finalizada su carrera delictiva, algo que no se le ocurre a ninguna partida organizada de delincuentes de los distintos ramos y procedencias.

Los delincuentes suelen asociarse en bandas para perpetrar sus fechorías de forma más eficaz. También por un criterio de eficiencia, puesto que en grupo se pueden cometer delitos más importantes, con un botín mayor, empleando menos esfuerzos y rebajando el riesgo de que todos sus miembros sean detenidos. Los terroristas no son una excepción en su manera de operar respecto a cualquier pandilla que se dedique a la extorsión, el robo o el crimen más o menos organizado. Sí, es cierto que los etarras, por ejemplo, invocan la persecución de unos derechos históricos que le son negados de forma antidemocrática al pueblo que dicen representar para perpetrar sus fechorías, pero a efectos jurídico-políticos, es un argumento tan inconsistente como si una banda de butroneros justificara sus delitos con la existencia de una grave injusticia social en el entorno familiar de sus integrantes.

Resulta asombroso, por tanto, que los etarras se atrevan a poner condiciones al Estado de derecho para dar por finalizada su carrera delictiva, algo que no se le ocurre a ninguna partida organizada de delincuentes de los distintos ramos y procedencias que operan en España. Ninguna banda de albano-kosovares dedicada al robo a mano armada de casas de lujo, pongamos por caso, ha emitido jamás una nota de prensa, leída por tres elementos encapuchados, proponiendo al gobierno de un país un acuerdo para abandonar sus actividades. La ETA sí lo hace, pero es porque, al contrario que sus compañeros de afición, los etarras saben que el Gobierno está dispuesto a hacerle determinadas concesiones a cambio de que dejen de cometer delitos por una temporada.

En la lógica de los terroristas encaja perfectamente la facundia con que periódicamente se dirigen al "Estado español" (y al francés, de paso), puesto que durante años se les ha tratado como una parte cualificada de la sociedad vasca con la que hay que negociar para acabar con el problema del terrorismo. Si en ocasiones sus representantes son hombres de paz, a los que se les avisa incluso para evitar su detención por la policía, si hasta el órgano judicial encargado de perseguirlos y llevarlos a la cárcel se muestra dispuesto a enlodar los bajos de su toga, es lógico que más tarde emitan y lean en público una nota de prensa tratando de tú a tú al Gobierno legítimo de España.

El adanismo presidencial es patético en el orden social y muy dañino en el económico. Ahora bien, en el tema del terrorismo hasta Zapatero y Rubalcaba deberían comportarse con cierto sentido de Estado. Casi mil asesinados y sus familias no merecen menos.


Libertad Digital - Opinión

La «crispación» política. Por M. Martín Ferrand

Zapatero, lejos de reconocer sus errores, busca extraños pactos que sustituyan su obligación de cortar por lo sano.

UNA generalizada costumbre periodística reside en buscarle un pedestal teórico a los acontecimientos que, por su singularidad, conmueven a la opinión pública. Es una variedad del fatalismo que niega la espontaneidad de los hechos y los engarza en antecedentes que, a mitad de camino entre la sociología y la imaginación, hunden sus raíces en situaciones que, más o menos, parecen razonables. En esa línea de pensamiento, una mayoría de los observadores atribuyen la matanza de Tucson, en la que resultó gravemente herida la demócrata Gabrille Giffords, a la crispación política que, desde la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca, azota y aflige a los Estados Unidos. Quizás sea excesivo atribuirle a un joven «mentalmente inestable» la capacidad de catalizar en su conducta un sentimiento generalizado; pero, como señalaba Luis Bonafoux hace un siglo, al público le complace tener una explicación para todo, incluso para lo inexplicable, y no es cosa de privarle de un capricho tan barato.

Es un hecho que en España, por causas en las que nada tiene que ver el presidente Obama, la crispación política crece de día en día. Puestos a teorizar, que es algo gratuito, uno de los pilares de tanta irritación puede buscarse en el hecho lamentable de que nuestra clase política, muchas veces más atenta a la conservación de sus canonjías que a la pretensión del bien común, acepta y asume los muchos y demoledores efectos que nos brinda la actualidad sin la más mínima pretensión de buscar y atajar sus causas. Esa es la gran especialidad de José Luis Rodríguez Zapatero y su coral gubernamental. Lejos de reconocer sus errores y su falta de adaptación a las circunstancias, busca raros consensos y extraños pactos que sustituyan su obligación de cortar por lo sano para evitar la gangrena de todo el cuerpo nacional. En eso, aunque con menos destreza, le van a la zaga los partidos de la oposición.

Asistimos a una reforma financiera que no reforma nada y mantiene en sus puestos a quienes la generaron, a una reforma laboral que no disguste a los empleadores y contente a quienes dicen ser —en demérito del Congreso de los Diputados y el Senado— sus representantes y está en ciernes una reforma de las pensiones que deja en pañales al príncipe de Lampedusa. A partir de ahí puede hablarse de «crispación» política; pero sería tan impreciso y literario como afirmar que la violencia era inevitable en Arizona, en Tucson precisamente, porque el escenario del crimen coincide con el elegido por John Ford para rodar Pasión de los fuertes, el histórico y mortal enfrentamiento entre los hermanos Earp y los Clanton.


ABC - Opinión

Paro. El cuento de la lechera monclovita. Por José García Domínguez

Los modelos teóricos que manejan, añejas caricaturas mecanicistas ingeniadas todas en la era victoriana, presumen un universo lineal. De acuerdo con ellos, cuanto más aumente la producción, más crecerá el empleo.

A los economistas de algún relumbrón institucional les ocurre como al presidente del Gobierno: se equivocan siempre, pero no dudan nunca. Antes la muerte. Quizá de ahí que la gente todavía se deje impresionar por el aplomo con que declaman su jerigonza corporativa ante los medios de comunicación. Aunque en puridad poco más sepan acerca del mundo que sus genuinos pares, aquellos alquimistas de la Edad Media. Así, los modelos teóricos que manejan, añejas caricaturas mecanicistas ingeniadas todas en la era victoriana, presumen un universo lineal. De acuerdo con ellos, cuanto más aumente la producción, más crecerá el empleo. Y cuanta más ocupación se cree, menor ha de ser la tasa de paro.

No otro, por cierto, resulta ser el prejuicio doctrinal que yace tras el último augurio de Zapatero, ése que presume escaladas anuales del dos por ciento para el PIB doméstico hasta el 2015. Sin embargo, tan manido cuento de la lechera macroeconómica plantea un serio contratiempo fáctico, a saber, que es falso. Simplemente, no se compadece con la evidencia empírica que, a largo plazo, mayor crecimiento implique siempre menos paro. Y ni siquiera haría falta irse muy lejos con tal de comprobarlo. A fin de cuentas, nuestra propia experiencia histórica refuta esa falacia intuitiva. Pregúntenles si no a los famosos "expertos" cómo es posible que en la España de 1992 hubiera un dos por ciento menos de empleo que en la de 1970, si durante el periodo la economía nacional llegó a doblar su tamaño en términos reales.

Lo único que acertarán a contestarles es que por aquel entonces no tan lejano, más actividad se tradujo... en más paro. Por cierto, en idéntico periodo, y habiendo crecido Estados Unidos apenas un 75 por cien, el empleo se disparó un 45 por cien. Ergo, a mucho menor crecimiento, muchos más puestos de trabajo creados. Al respecto, Cuando la profecía falla, un clásico de la psicología experimental, documenta con exhaustiva pericia cómo reaccionan los grupos humanos tras demostrarse falsa su cosmovisión. Por lo común, dan en intensificar el fervor de su fe en la causa. Igual los adventistas del séptimo día que los deudos espirituales de Trotsky o los devotos fontaneros de La Moncloa. Lo que sea, menos dudar, claro.


Libertad Digital - Opinión

La coartada. Por Ignacio Camacho

El discurso reformista es la coartada de Zapatero para atornillarse al poder y darse otra oportunidad a sí mismo.

EL discurso de las reformas que hasta antier no consideraba necesarias es la coartada de Zapatero para atornillarse al poder hasta el último minuto. Acostumbrado a múltiples piruetas y reencarnaciones parece creer que le va a funcionar el avatar reformista, quizá porque ya no se mire en el espejo de las urnas sino en el de la posteridad. Con las elecciones perdidas y el país empobrecido le ha dado un ataque de responsabilidad histórica que acaso sólo sea un modo más de concederse otra oportunidad a sí mismo. Pero a su propósito de enmienda le falta para resultar creíble un mínimo sentido de la contrición; todavía no se le ha oído admitir sus errores, por más que la opinión pública los haya sentenciado con una taxativa condena. La paradoja más cruel de su doble mandato es que su caída se ha producido cuando ha empezado a tomar decisiones sensatas; ya no le queda crédito social para resucitarse ni coraje para abreviar su propia agonía. La prórroga no es un sacrificio reparador, ni un servicio patriótico ni una inmolación expiatoria, sino un acto de egoísmo y de soberbia motivado por la incapacidad de reconocer el fracaso.

A estas alturas nadie cree ya en su liderazgo. Los suyos le han abandonado y los demás no se fían. La gente clama en las encuestas por un adelanto electoral que limpie el escenario pero no lo va a conceder porque le supondría retirarse con oprobio. Lo asombroso es que después de siete años ufanándose de una determinada política pretende en su infinita autocomplacencia coronarse como esforzado paladín de la contraria. Lo único que puede lograr es pasar a la Historia como un gobernante que fracasó en dos agendas opuestas. Es decir, como un líder que además de carecer de principios carece de competencia.

Ayer abominó también de su última frontera: la del consenso y el talante. En su afán de autoenmendarse está dispuesto a imponer su criterio por la vía del decretazo contra viento y marea. Recuerda al peor Aznar, el que una vez que decidió no presentarse se creyó Napoleón y echó el carro por las piedras del autoritarismo, sin haberse parecido nunca al mejor, el que arrancó el motor de una economía colapsada y lo puso a funcionar con el turbo a tope de revoluciones. Ha quedado atrapado por los duendes malditos de La Moncloa, esos fantasmas que se apoderan del alma de los presidentes, les comen el tarro con lisonjas y los van encerrando en una burbuja de endiosamiento ensimismado. Si le quedase un rastro de lucidez aceleraría los tiempos para ahorrar a todo el mundo las penalidades de su trance terminal, pero se ha empeñado en exculparse. Le va a dejar a sus sucesores un legado de desastres; al que le sustituya en el Gobierno, un erial, y al que herede el partido, una catástrofe. Y a los dos les va a hacer la misma faena de entregarles el relevo demasiado tarde.


ABC - Opinión

La retórica de la reforma

El presidente del Gobierno solventó ayer la cita anual con la presentación del «Informe Económico» con su conocido optimismo. En presencia de los directivos de las principales compañías españolas, Zapatero recuperó de alguna forma la teoría de los brotes verdes para concluir que España logrará crecer entre el 2% y el 2,5% de 2011 a 2015, y que lo conseguirá gracias a las reformas ya en marcha y a nuevos e «imprescindibles» esfuerzos adicionales. Más ajustes, recortes y sacrificios para cuadrar unos pronósticos que no dejan de ser aspiraciones y buenos deseos en momentos en los que, más que alegres estimaciones, necesitamos rigor y concreciones. En esa hoja de ruta presidencial, se pretende que el paquete de actuaciones formado por la reestructuración de las cajas de ahorro, la reforma laboral –con especial atención a los cambios en los convenios colectivos– y la reforma de pensiones esté completado en el primer semestre del año. Por tanto, ¿para cuándo la creación de empleo? La economía española no genera trabajo neto si no crece por encima de ese 2,5% que se nos anuncia para 2015. Hablar con cierta suficiencia sobre esa previsión sin tener presente el dramático censo de desempleados ni el agujero social y financiero que supone ese drama para el país, envía un mensaje frustrante. España no puede permitirse cuatro años más de destrucción de empleo, y ahí es preciso actuar con urgencia y mucha más profundidad que la intervención timorata en el mercado laboral promovida por el Gobierno y que todavía no ha sido completada.

Zapatero nos anuncia reformas y más reformas, también en el sector servicios, pero poco se ha concretado hasta ahora. Nuestra economía necesita ganar la batalla de la confianza y de la credibilidad. Los mercados castigan nuestra deuda casi a diario, porque la política de este Gobierno no convence. Sobran palabras y faltan realidades. La insistente música de las reformas suena bien, pero la letra no acompaña o, peor, no existe. El Ejecutivo anunció ayer una nueva gira mundial del secretario de Estado de Economía para despejar las dudas de los mercados. El «cara a cara» con los inversores es positivo pero estéril si no se interviene con determinación para resolver los desequilibrios estructurales, lo que, en medio de la bruma de esta retórica reformista, no acaba de verse.

El escepticismo de los mercados está sustentado en la indefinición de una política errática e improvisada, que ayer se enrocaba en el consenso y hoy se exhibe para dejar claro que habrá reformas con o sin acuerdo sobre la jubilación a los 67 años y sobre lo que haga falta; que nos habla de austeridad, aunque el agujero de la deuda de las administraciones no para de crecer; que presume de haber aumentado un 60% las partidas de las políticas sociales, aunque hay 4,5 millones de parados y las familias son un 6% más pobres.

El presidente nos anuncia más esfuerzos, y nos parecen imprescindibles, pero cuanto nos habríamos evitado sin todos estos años de errores económicos del Gobierno socialista.


LaRazón - Editorial

Informes y planes

El análisis que Zapatero presentó ayer concreta las reformas necesarias. Ahora hay que hacerlas.

El presidente del Gobierno ha presentado su informe económico anual. Continúa una tradición que fue prometedora, por lo que tenía de imitación de otras tradiciones de democracias más avanzadas. Pero los contenidos del informe, demasiado complacientes por lo general, mostraron desde el primer momento un alejamiento de una realidad terca en denunciar los problemas de la economía española. Hoy se ve con claridad.

La negativa evolución de la crisis ha constituido la mayor desautorización de estos ejercicios. El Gobierno se demoró en exceso en admitir la severidad del desplome económico y financiero, a pesar de que el rápido contagio era ya explícito en la eurozona y en la propia economía española a las pocas semanas de su inicio, en verano de 2007. En ese informe, desde su primera edición, la descripción de la realidad no ha tenido mucho que ver con lo que luego han sufrido las empresas, de forma especial las pequeñas y medianas, que son las que crean empleo, y los trabajadores que han engrosado el mayor contingente de paro de las economías avanzadas.


La última edición del informe, la que se presentó ayer, no contribuirá seguramente a fortalecer la confianza de los agentes económicos nacionales e internacionales. Parece formar parte de un tipo de marketing concebido para reunir a personalidades, como ya ocurrió con la cita con empresarios hace unas semanas, de la que suele ser difícil sacar algo más en limpio que justificaciones y paliativos a una situación grave. Evidentemente, resulta más fácil reunir a grandes figuras que concretar decisiones y acuerdos para frenar el más grave deterioro del bienestar de los españoles de las últimas décadas.

El informe admite las "debilidades estructurales" de la economía española, algunas de las cuales estaban ya perfectamente identificadas en el programa electoral del PSOE de 2004. El discurso ahora defendido en torno al eje "austeridad-reformas-cohesión social" es el resultado de la presión externa en el contexto de la crisis todavía vigente de los mercados de deuda pública. Crisis que impone al Tesoro español un castigo diferencial en sus costes de financiación. La aversión al riesgo es elevada y la confianza en la capacidad de reorientación de la compleja situación es cada vez más débil.

Nunca es tarde para concretar las reformas enunciadas, pero depende de la habilidad política que se haga sin crispar mucho más a quienes están pagando los costes de esta crisis. Zapatero ha de gobernar, y en ello están incluidas las reformas de las pensiones, del mercado de trabajo, de la regulación bancaria o de las propias Administraciones públicas. Pero conviene que esas reformas, entre las que ahora destaca la de las pensiones, se haga con rapidez y sin dañar la confianza. Esta no depende tanto de partidas presupuestarias como de las habilidades políticas.


El País - Editorial

El simulacro reformista de ZP y el contagio portugués

España necesita, más que nunca, auténticas y profundas reformas en nuestra economía. Pero ya vemos que Zapatero, cuando no está insultando a los inversores como viles especuladores, se dedica a tratar de calmarlos con reformas que no son más que humo.

Dice Zapatero que "hay algo peor que la ausencia de consensos amplios para fraguar las reformas y es la ausencia de reformas. Y como esto sería lo peor, no va a ocurrir". Suena bien, si no fuera porque, en el caso de Zapatero, aun debemos contemplar un escenario todavía peor: y es el de ver a un presidente que finge firmeza y vende cómo reforma lo que no es más que un mero simulacro, un simple retoque cosmético para ganar tiempo. Esto es, de hecho y a pesar de la oposición de los sindicatos, lo que constituyen las "reformas" planteadas por Zapatero, tanto en el mercado laboral como en el terreno de las pensiones.

La propuesta de Zapatero de retrasar a los 67 años la edad de jubilación –propuesta rechazada hasta por su propio partido en el seno de la Comisión del Pacto de Toledo– no sólo es un mero parche para la consustancial ineficiencia de nuestro sistema público de reparto, sino que además se queda en nada concreto cuando, al tiempo, Zapatero nos dice este martes que desea que sea "gradual, progresiva y flexible", al tiempo que permitirá –en ciertos casos, que no concreta– "poder jubilarse con anterioridad a la nueva edad legal fijada".


Otro tanto podríamos decir de la supuesta reforma laboral que impulsa el presidente: para abordar mínimamente en serio una reforma en este terreno habría que empezar por hablar de la erradicación de la negociación colectiva, que impone una gran rigidez en el mercado laboral español, incrementa los costes y reduce sustancialmente la competitividad de nuestras empresas. El presidente del Gobierno, sin embargo, evita exponer claramente la erradicación de este lastre como sello distintivo de esa reforma que va a llevar a cabo, "con o sin consenso". Y es que el supuesto enfrentamiento entre el Ejecutivo y los sindicatos no debería llevar a nadie a engaño: los sindicatos, en concordancia con sus errados postulados ideológicos, por no hablar de sus intereses económicos, no pueden sino oponerse a estar reformas, aunque sean meros simulacros; y el Gobierno, por su parte, tiene que simular "firmeza reformista" para tratar de calmar a unos inversores cada día más alarmados.

El hecho es que, a pesar de todas estas maniobras de distracción, que no de reforma, los mercados son cada día más pesimistas respecto a nuestra economía. Así, y atendiendo a la cotización diaria de los bonos españoles, los inversores sentencian que el rating real de España se sitúa en BB-, el nivel propio de los bonos basura (activos sólo aptos para la especulación y no para la inversión conservadora), muy por debajo de la doble A en las que nos mantienen –por el momento– las agencias oficiales de calificación, desde que nos la rebajaron hace unos meses.

A eso hay que sumar el enorme riesgo de contagio por la crítica situación que atraviesa Portugal. Este martes, a la multitud de analistas que advierten que nuestro país vecino tendrá que ser rescatado, al igual que lo fueron Gracia e Irlanda, se ha sumado la propia administradora del Banco de Portugal que ha admitido que el rescate será "inevitable". A este respecto, tenemos que advertir que la exposición española a la deuda pública y privada portuguesa roza la friolera de los 100.000 millones de dólares (unos 77.000 millones de euros), es decir, el 8 por ciento de todo nuestro PIB y el 34% de todo el crédito internacional luso.

Así las cosas, no es de extrañar que el editorial de este martes del Financial Times, a pesar de ser sumamente indulgente con la desastrosa política de Zapatero, aconseje abiertamente a España la solicitud de un crédito contingente al Fondo Monetario Internacional.

Es evidente, por tanto, que si España desde hace mucho tiempo requiere auténticas y profundas reformas en nuestra economía, ahora las necesita todavía mucho más. Pero ya vemos que Zapatero, cuando no está insultando a los inversores como viles especuladores, se dedica a tratar de calmarlos con reformas que no son más que humo. Nada extraño en un presidente que ha tenido la desfachatez, este mismo martes y durante la presentación del Informe Económico 2010, de decirnos que España ya ha salido de la recesión y se ha sumado al proceso de recuperación mundial. Así no es de extraar que nadie confíe en nosotros.


Libertad Digital - Editorial

Redefinición del modelo de Estado

La encuesta que hoy publica ABC refleja no tanto una crítica al modelo autonómicocomo al desarrollo que ha tenido desde 1978.

LOS españoles no tienen una buena opinión de la situación actual del Estado autonómico y creen que el Gobierno central debería tener más competencias frente a las comunidades autónomas. Este es el resultado de la tercera entrega del sondeo realizado por el Instituto DYM para ABC, en el que el 40 por ciento de los encuestados creen que el Estado central conserva poco poder, y el 46 por ciento consideran que debería gestionar un porcentaje de gasto superior al 20 por ciento actual. Estas opiniones reflejan una crítica no tanto al modelo autonómico sino al desarrollo que ha tenido desde 1978. La Constitución configuró la organización territorial de España en torno al principio autonómico, pero el trasvase de competencias ha transformado el modelo de las autonomías en un sistema federal... sin los mecanismos de corrección existentes en las constituciones federales. Ni el modelo autonómico es un dogma de fe irreversible ni la Constitución trazó un camino federalista sin alternativa. La sentencia del TC sobre el Estatuto de Cataluña desmontó buena parte de los tópicos autonomistas que han hecho del Estado y de los intereses nacionales cuerpos extraños en determinadas comunidades autónomas.

Los encuestados creen que las autonomías no gestionan sus recursos con eficiencia y transparencia y que perjudican la convivencia. Lo primero es la factura que pasan al cobro los numerosos casos de corrupción cobijados en ciertos corralitos autonómicos. Lo segundo se lo debemos a los nacionalismos y al efecto contaminante de sus demandas soberanistas en partidos y gobiernos regionales que ni por ideología ni por sentimiento ciudadano tenían motivo para exacerbar pulsiones regionalistas de última hora. Saben bien los ciudadanos, además, cuál es el guión de esta reordenación del Estado, porque mayoritariamente apuestan por mantener o devolver a sus instituciones centrales la Justicia, el empleo, la sanidad, las infraestructuras, la educación y la seguridad, materias imprescindibles para desarrollar políticas dignas de llamarse nacionales, que son las propias de un Estado unitario, organizado autonómicamente y basado en la solidaridad de las regiones y la igualdad de sus ciudadanos. En definitiva, es la percepción de una sociedad que quiere corregir los excesos nacionalistas y federalistas cometidos en aras de un erróneo concepto de la autonomía política territorial.

ABC - Editorial