lunes, 3 de octubre de 2011

Elecciones. El ratoncito de Pérez. Por José García Domínguez

Por primera vez desde la Transición, todas las catas demoscópicas indican un cambio cualitativo en la sangría electoral del PSOE: la deserción de antiguos votantes se estaría produciendo por el flanco derecho, el que linda con los pastos del PP.

Nada con sifón. En el parto de los montes de la Conferencia Política del PSOE han alumbrado un ratón minimalista. Apenas unas gotitas de Chanel Número 5 en los consejos de administración de las grandes empresas y otra gabela calvinista contra tabaco y alcohol. Las ministras del Vogue, como El Cid, ganando batallas –y dietas– después de muertas. Y la izquierda nominal, impartiendo magisterio de moralina puritana al mismísimo Ejército de Salvación. Punto. Ahí empieza y acaba cuanto tiene que decir nuestra socialdemocracia doméstica a propósito del mayor colapso sistémico del capitalismo desde el crack del 29. Amén, claro, del rutinario "tal vez" de Alfredo frente al exasperante "depende" de Rajoy.

Por abdicar, diríase que hasta de la demagogia a granel han querido desprenderse en el programa electoral. Un proceder contra natura tratándose del partido socialista. Y más aún desde la impunidad del gratis total que les habría garantizado la derrota cierta. Inaudito, desconcertante, insólito rapto de virtud que, excluida una súbita conversión de Rubalcaba, solo puede obedecer a la atenta lectura de las encuestas. Y es que, por primera vez desde la Transición, todas las catas demoscópicas indican un cambio cualitativo en la sangría electoral del PSOE. A saber, la deserción de antiguos votantes se estaría produciendo, sobre todo, por el flanco derecho, el que linda con los pastos del PP, no por el izquierdo, mucho más fiel a la marca.

Razón última de que el candidato no nos comparezca disfrazado de Che Guevara en los telediarios, estampa siempre tan cara a Ferraz durante los periodos de celo electoral. A esos efectos, el 15-M acaba de revelarse como lo que en verdad es: puro humo de pajas –periodísticas– ; un soufflé cocinado a base de ruido mediático tras el que nada hay. Así las cosas, lo que se dio en llamar la izquierda volátil, el electorado que únicamente accedía a votar al PSOE luego de taparse la nariz con unas pinzas, dejará de erigirse en árbitro eterno de los resultados. Un movimiento de placas tectónicas bajo las urnas que, por cierto, se llevará por delante el supremo mantra de los sociólogos de guardia de la derecha. Esto es, la máxima de nunca hacer ruido. Don Tancredo ha muero. ¡Viva Don Tancredo!


Libertad Digital –Opinión

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