lunes, 3 de octubre de 2011

Alemania. El IV Reich. Por Emilio Campmany

Berlín tiene la oportunidad de comprarse el continente porque son los únicos con dinero para pagarlo y el precio al que se lo ofrecen es escandalosamente barato. Si no terminan de hacerlo es porque ni ellos mismos están seguros de que les convenga.

Al final de la Guerra Franco-Prusiana, poco antes de que viera la luz el II Reich, Disraeli, jefe de la oposición al Gobierno de Gladstone, dijo en la Cámara de los Comunes: "Esta guerra representa la revolución alemana, un acontecimiento político más importante que la revolución francesa (...). Ni un solo principio, de los que hasta ahora ha servido para distinguir nuestras relaciones exteriores,(...) sigue siendo válido (...). El equilibrio de poder ha sido completamente destruido y el país que más sufre y más siente los efectos de esta guerra es Inglaterra". Luego, el Reino Unido tuvo que librar dos guerras mundiales para evitar que el II y el III Reich respectivamente dominaran el continente europeo.

La terrible derrota de 1945, la ocupación, la división de 1948 y la necesidad de expiar los muchos pecados cometidos durante la época nazi obligaron a Alemania a renunciar a toda Weltpolitik, la política de proyección mundial que soñara Guillermo II.

Ahora, superada la derrota, acabada la ocupación y reunificado el país, Alemania vuelve a ser el país más poderoso de Europa porque todos los demás, pigs o no, apenas tienen fuerza para sostenerse en pie. Ya no es sólo que los sospechosos habituales, los países del sur, estén en bancarrota, es que a Gran Bretaña le falta poco para estarlo y Francia ve cómo su sistema financiero tiembla como un bavarois.


Para bien o para mal, Berlín tiene la oportunidad de comprarse el continente porque son los únicos con dinero para pagarlo y porque el precio al que se lo ofrecen es escandalosamente barato. Si no terminan de hacerlo es porque ni ellos mismos están seguros de que les convenga. Ahora, si deciden quedarse con él por las cuatro perras que les estamos pidiendo, no habrá nadie para impedírselo. A Gran Bretaña le gustaría hacerlo, pero no tiene peso para oponerse eficazmente. Francia vive la ficción de que es una aliada de Alemania y hará como que se reparte con ella el poder. Los Estados Unidos podrían, si quisieran, evitarlo, pero no tienen ganas de emplearse. Total, que Merkel tiene al alcance de la mano lograr sin pegar un tiro lo que ni Guillermo II ni Hitler fueron capaces de conseguir desencadenado sendas guerras mundiales. Para hacer de Europa un Deutsch kontinent, a la canciller le falta sólo el respaldo de su pueblo que, aterrado por sus propios fantasmas, rehuye ese destino.

Y estar dominados por los teutones podría no ser tan malo si no fuera porque Berlín depende por completo de Moscú en materia de energía. Menos mal que los germanos se tienen a sí mismos más miedo del que les tenemos nosotros y no están por la labor de lanzarse a la aventura de un IV Reich. Pero, como se decidan a hacerlo, por sí solos o porque se vean empujados desde el Kremlin, ya podemos ir ensayando el paso de la oca. Nos vamos a enterar.


Libertad Digital –Opinión

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