viernes, 7 de octubre de 2011

Blanco y la gasolinera. Por Cayetano González

¿Qué hacía el ministro de Fomento y número dos del PSOE hablando dentro de su coche oficial, parado en una gasolinera de Lugo, con un empresario gallego que ahora le acusa de haberle entregado 400.000 euros a través de un primo del ministro a cambio de favores para su empresa? El "modus operandi" no deja de ser chocante. Si lo que tenían que hablar no entrañaba ningún tipo de problema para el ministro, ¿por qué no le recibe en su despacho oficial en Madrid, o en la sede de la Subdelegación del Gobierno en Lugo, o manda a un subordinado a que atienda lo que el susodicho empresario quería plantear?

Las acusaciones del empresario Jorge Dorribo son de una enorme gravedad y de momento se han cobrado dos piezas: el parlamentario autonómico del PP, Pablo Cobián, y el ex conselleiro de Industria de la Xunta de Galicia, también diputado autonómico por el BNG, Fernando Blanco. Ambos han dimitido de sus cargos, por lo que la situación política del ministro Blanco se complica por horas a pesar de que hoy haya presentado en los juzgados de Lugo una querella contra el citado empresario por delito de calumnias.

No estará de más subrayar que la presunción de inocencia debe de acompañar a José Blanco y eso a pesar de que el mismo no siguió esa elemental norma democrática en otros supuestos casos de corrupción que salpicaron al PP, de forma especial el caso Gürtel en la Comunidad Valenciana. No hay más que tirar de hemeroteca para recordar lo que decía entonces el número dos del PSOE respecto a Francisco Camps y los trajes que este había recibido.


Las acusaciones del empresario Dorribo, realizadas ante la juez que lleva el caso y que por la condición de aforado del ministro remitirá el caso al Tribunal Supremo, llegan en un momento muy delicado para el PSOE: a cuarenta y cinco días de unas elecciones generales que según señalan todas las encuestas pueden suponer una debacle para los socialistas. Y por eso, Blanco puede haber pensado estos días que las desgracias nunca vienen solas. Puede haber sentido también una cierta soledad y haber echado de menos una defensa más contundente de quienes deberían haberse empleado más a fondo. Empezando por el candidato Rubalcaba que como principal argumento para defender a su compañero de partido ha utilizado el de comparar su honorabilidad con la de un empresario que ha estado en la cárcel.

No sé si Rubalcaba recuerda aquello que dijo el entonces ministro del Interior, José Luis Corcuera, del Director General de la Guardia Civil: "Roldan es un hombre honrado" veinticuatro horas antes de que salieran a relucir todos los trapos sucios del jefe de la Benemérita. Blanco tiene derecho a la presunción de inocencia, pero políticamente ha quedado muy tocado después de haber probado su propia medicina y de haber cometido la "chapuza" de recibir a un empresario en una gasolinera.


Periodista Digital – Opinión

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