martes, 27 de septiembre de 2011

Zapatero guarda las formas ante el rey Juan Carlos y el BOE. Por Antoio Casado

El 29 de julio pasado Zapatero anticipó que adelantaba las elecciones. Casi dos meses antes de firmar el correspondiente decreto de disolución de las Cortes y convocatoria de elecciones generales. Podía haberlo anunciado ayer, cuando tocaba, pero hubo prisa. Sólo el primero de los motivos ha decaído: el clamor propio y ajeno de elecciones anticipadas. Los otros dos siguen vigentes. Uno, paso atrás del presidente de Gobierno más vilipendiado de la democracia española para dejar espacio político al candidato Rubalcaba. Y otro, pasar el marrón de nuevas y duras medidas de ajuste al nuevo Gobierno, en la seguridad de que esta crisis da para cargarse a más de uno.

Así que cuanto antes, mejor, incluida la tarea de elaborar a toda prisa los Presupuestos del 2012, inevitablemente restrictivos. O gobernar con la prórroga automática de los del Gobierno socialista, hipótesis desechable donde las haya. Y todo ello con dedicatoria al adversario político, que barre en las quinielas. Eso es lo que se le viene encima a Mariano Rajoy.


Sin el morbo de la sorpresa, ayer el presidente del Gobierno guardó las formas: firma del decreto, despacho con el rey Juan Carlos en Zarzuela, reunión informal y extraordinaria del Consejo de Ministros -aunque no era necesario- y envío del documento a la imprenta del BOE. En rueda de prensa, recordó las generales de la ley: el Ejecutivo seguirá gobernando con normalidad (en funciones a partir del 20-N) hasta el aterrizaje del Gobierno que alumbren las urnas. En total, algo más de dos meses a partir de ahora, junto al ojo del huracán de una crisis europea que amenaza a la economía mundial.
«Si se está hundiendo el barco carece de sentido discutir sobre la decoración de los camarotes. Por eso no hay clima de campaña.»
Bajo el signo de la misma crisis, pregona el mismo “cambio” la emergente izquierda francesa contra la derecha de Sarkozy que la emergente derecha española contra la izquierda de Zapatero. Qué curioso. Y en los dos casos al conjuro del mismo concepto de “cambio” pero, claro, en direcciones cruzadas.

¿Pero, qué cambio? Ayer le preguntaron a Mariano Rajoy si pensaba retirar las medidas de ajuste tomadas por Zapatero y severamente criticadas por el PP. Tales como la reducción del sueldo a los funcionarios o la congelación de las pensiones. “Depende”, dijo. Oído, cocina. No es mala respuesta como precursora del “cambio” prometido por el PP y de la triste campaña electoral que se avecina.

Lógico. Si se está hundiendo el barco carece de sentido discutir sobre la decoración de los camarotes. Por eso no hay clima de campaña. La pugna ya se da por librada, aunque la adhesión del electorado a Mariano Rajoy sea un matrimonio sin amor. Y en cuanto a Rubalcaba, ayer volvió a constatarse el creciente alejamiento de Zapatero de la vida política nacional a fin de cederle todo el espacio al candidato socialista.


El Confidencial – Opinión

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