viernes, 30 de septiembre de 2011

Tormenta perfecta. Por Fermín Bocos

Más allá del sarcasmo, hay días en los que uno comprende el profundo significado de aquel chiste en el que, en tono confidencial, un reportero le dice a otro: "No le digas a mi madre que soy periodista, di que trabajo en un cabaret". He recordado el chiste al conocer la historia de Alessio Rastani, el personaje que haciéndose pasar por un "trader" de la City londinense consiguió que le entrevistaran en la BBC para, entre otras predicciones de cuño apocalíptico, anunciar que antes de un año todos los europeos veríamos como se evaporaban la mitad de nuestros ahorros por culpa de las maniobras especulativas de compañías como Goldman Sachs, empresa que, según su decir, era quien mandaba en el mundo y estaba por encima de los gobiernos de todos los países.

Tal como suena y, sin otro filtro que las tópicas preguntas de la desconcertada periodista que le entrevistaba, las declaraciones de este individuo dieron la vuelta al mundo provocando la inquietud y hasta el conato de pánico que cabe imaginar en las hipersensibles neuronas de los inversionistas y demás actores de bolsa en el globalizado parqué de nuestros días.


El revuelo causado ha sido grande. Después se ha sabido que era un actor que con su impostura pretendía denunciar los abusos del capitalismo de casino en el que parecen haberse instalado algunos inversores. Ha pedido disculpas. Pero el mal ya estaba hecho. Se dirá que la BBC se caracteriza por su buen hacer profesional y la credibilidad de sus informaciones. Es verdad. Pero esta vez se la han colado. Probablemente porque el tal Alessio Rastani (sí es que es ese su nombre) y quienes con él han urdido esta farsa, sabían -Marcel Proust, "dixit"- que los seres humanos acostumbramos a convertir en evidencias nuestras convicciones.

Claro que el ruido ambiente y las turbulencias bursátiles que apareja la crisis pintan un panorama inquietante a fuer de sombrío. Pero de ahí a dar crédito y foco al primer "profeta" encorbatado que llega al plató hay un buen trecho. Trecho en el que, para tranquilidad de los espectadores o de los lectores de periódicos, debe jugar un papel capital la profesionalidad del periodista. Hablo de sentido común, conocimiento, rigor y cautela. Profesionalidad que en el caso que comentamos falló estrepitosamente. Ha sido la tormenta perfecta en la que han naufragado todos los controles de veracidad exigibles a los periodistas y a sus empresas. Para oprobio de los colegas británicos de la BBC, el video circula por la Red y ha recibido millones de consultas. Algunos de ellos van diciendo que han cambiado de oficio y trabajan en un cabaret. Les comprendo.


Periodista Digital – Opinión

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