lunes, 5 de septiembre de 2011

Socialdemócratas. Por José María Marco

El debate interno del PSOE acerca de la reforma constitucional ha permitido comprobar que para quienes se mueven en la órbita del socialismo español, la palabra «socialdemocracia» quiere decir gastar, gastar como antes de la crisis y como si la crisis no hubiera existido. Es lo que hizo Rodríguez Zapatero antes de su conversión. También es lo que reivindican ahora sus compañeros de partido para distanciarse del Rodríguez Zapatero al que Obama y otros líderes extranjeros, como Merkel y el presidente del Banco Central Europeo, llevaron a descubrir el neoliberalismo y el pactismo. Así que nos proponen la «socialdemocracia» contra la última deriva del zapaterismo.
En cuanto al pacto sobre la reforma constitucional, hay que recordar que la socialdemocracia siempre consideró el consenso como algo más que un instrumento político. En los tiempos en los que el espíritu socialdemócrata gobernó Occidente, entre el final de la Guerra y los años 70, el consenso era la base misma de cualquier política. En él participaban todos los grandes partidos, incluidos los cristianos y los conservadores. En nuestro país no ocurrió de este modo por razones de todos conocidas, y el PSOE siempre parece haber creído que puede utilizar la socialdemocracia como arma contra el adversario político. No es así, y el pacto por la reforma constitucional reanuda con la esencia misma de la socialdemocracia mucho mejor que las políticas de «cordón sanitario» que han llevado a Rodríguez Zapatero al fracaso político. Como el pacto fue propuesto por el PP, y recibido por el PSOE con la arrogancia habitual que los socialistas aplican a todo lo que venga de los populares, hay que concluir que, si alguien quisiera reivindicarse como socialdemócrata, Rajoy y los suyos resultarían más verosímiles.


En cuanto al gasto, trazar la equivalencia entre socialdemocracia y gasto es algo dudoso. Es cierto que una política socialdemócrata requiere una intervención importante del Estado. Ahora bien, este intervencionismo y el gasto correspondiente no se realizan en función de criterios personales, ideológicos o clientelistas, como los de la Generalidad catalana en tiempos del Tripartito, o los de los gobiernos socialistas de La Mancha y Andalucía. Nada más lejos de un Willy Brandt que los Bono, los Chaves o los Barreda.

Y es que para los socialdemócratas, el gasto –necesario– estaba determinado por un gran acuerdo social de orden moral que lo mantenía en límites sostenibles. El contenido de ese acuerdo afectaba al mantenimiento de la familia, a la cohesión de la nación, a una vida laboral estable y previsible. Casi todo esto desapareció en los años setenta. Entonces se hundió el pacto socialdemócrata con la quiebra de los principios morales que lo habían sostenido, y una parte de la izquierda occidental se lanzó al gasto indiscriminado. Esta última tradición, y no la de la socialdemocracia, es la propia del PSOE. También desde esta perspectiva, un Partido Popular austero y dispuesto a recortar gastos para salvar el Estado del bienestar está más cerca de la socialdemocracia que los socialistas. Un esfuerzo más, compañeros socialistas, para ser socialdemócratas…


La Razón – Opinión

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