miércoles, 28 de septiembre de 2011

¿Se ha quitado la careta Turquía? Por Daniel Pipes

En un Oriente Medio sacudido por derrocamientos e insurrecciones civiles, Turquía se ofrece de forma solvente como referente gracias a su impresionante crecimiento económico, su sistema democrático, su control político del Ejército y su orden secular. Pero en realidad, Turquía podría ser, junto a Irán, el Estado más peligroso de la región. Son múltiples las razones:

- Los islamistas sin freno. Cuando cuatro de los cinco responsables del Gabinete turco dimitieron el 29 de julio, firmaron la partida de defunción de la república fundada en 1923 por Atatürk. Aquella jornada nacía una segunda república encabezada por Erdogan y sus colegas islamistas del AKP. Con el Ejército bajo control, los ideólogos del AKP pueden ya perseguir sus ambiciones de crear un orden islámico.

- Una oposición aún peor. Irónicamente, los turcos seculares tienden a ser más anti occidentales que el AKP. Las dos formaciones del Parlamento, el CHP y el MHP, condenan las políticas más ilustradas del AKP, como su enfoque sobre Siria y el emplazamiento de un radar de la OTAN.

- Inminente catástrofe económica. Turquía está abocada a una contracción fulminante del crédito, ignorada casi por completo a la sombra de la crisis griega. Como señala el analista David Goldman, Erdogan y el AKP llevaron al país de parranda: el crédito proliferaba mientras el déficit por cuenta corriente se disparaba. La maquinaria del partido contrajo cantidades masivas de deuda a corto plazo con el fin de financiar una burbuja del consumo que en la práctica sirvió para comprar los comicios de junio de 2011. Goldman llama a Erdogan «un hombre fuerte del Tercer Mundo» y compara a Turquía con el México de 1994 o la Argentina de 2000, «lugares en donde un breve ciclo de crecimiento financiado con la entrada de capital exterior a corto plazo conduce a la devaluación de la divisa y a una acusada recesión».


- Escalada de problemas kurdos. Entre el 15 y 20% de la ciudadanía se clasifica como kurda, un pueblo diferente; aunque muchos están integrados, la revuelta separatista iniciada en 1984 ha alcanzado cotas nuevas con una dirección política más asertiva e incursiones guerrilleras agresivas.

- Erdogan, el héroe de la calle árabe. Siguiendo las tradiciones de Gamal Abdel Nasser y de Sadam Husein, despliega la retórica antisionista con el fin de establecerse como astro político árabe.

- En busca de enfrentamientos con Israel. Después de que Ankara respaldase un buque protesta con destino a Gaza en mayo de 2010, el «Mavi Marmara», cuya agresión condujo a efectivos israelíes a abatir a un turco y otros ocho ciudadanos con este pasaporte, ha explotado sin cesar el incidente para atizar la indignación nacional hacia el Estado judío. Erdogan ha considerado a los muertos «casus belli», habla de guerra contra Israel «si es necesario» y tendría planes de enviar otro buque a Gaza con escolta militar.

- Estímulo a una facción anti-turca. La hostilidad turca ha renovado las relaciones históricamente cálidas de Israel con los kurdos y dado un vuelco a sus relaciones con Grecia, Chipre y Armenia. Más allá de la cooperación local, este grupo va a dificultar la vida de los turcos en Washington.

- Imponer derechos sobre las reservas energéticas mediterráneas. Las empresas que operan en los límites de Israel descubrieron reservas de gas y petróleo potencialmente inmensas en Leviathan, entre otros yacimientos ubicados entre Israel, Líbano y Chipre. Cuando Chipre anunció sus planes de iniciar la prospección, Erdogan respondió enviando «fragatas, cañoneras y a las Fuerzas Aéreas» turcas. Este enfrentamiento, todavía en pañales, contiene los elementos potenciales de una crisis colosal. Ahora, Moscú estaría enviando submarinos en solidaridad con Chipre.

- Otros problemas internacionales. Ankara amenaza con congelar relaciones con la UE en 2012, cuando Chipre ocupe la Presidencia de turno. Efectivos turcos han capturado un buque sirio con armas. Las amenazas turcas de invadir el norte de Irak han empeorado las relaciones con Bagdad. Los regímenes turco e iraní pueden compartir un enfoque islamista y un programa anti kurdo, con mejoras de las relaciones comerciales, pero sus rivalidades, sus estilos opuestos de administración y sus ambiciones han echado a perder las relaciones.

Mientras el canciller Davutoglu anda presumiendo de que Turquía se encuentra «justo en el centro de todo», la beligerancia del AKP ha deteriorado su política de «cero problemas» con los vecinos, transformando esto en una hostilidad generalizada. A medida que los problemas económicos se presenten, el socio de la OTAN ejemplar en tiempos podría perder más el rumbo; saltan a la vista los indicios de que Erdogan se ha puesto a emular a Chávez.

Ésa es la razón, junto al arsenal nuclear iraní, de que considere a la Turquía sin careta la amenaza más grave de la región.


La Razón – Opinión

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