lunes, 5 de septiembre de 2011

Rodiezmo: el PSOE, entre el luto y la melancolía. Por Antonio Casado


El socialista Alfonso Guerra, ex número dos del Gobierno y del PSOE, denunció ayer en Rodiezmo (León) que su partido se ha tragado la píldora envenenada de una reforma constitucional a pachas con el PP para que los poderes fácticos del mundo global le perdonen la vida a España. Zapatero y Rubalcaba no estaban allí para desmentirlo. Y tampoco lo van a hacer. Su ausencia de esta especie de Alderdi Eguna del socialismo obrero y español ya es suficiente como prueba del estado de ánimo del PSOE a menos de tres meses del paso por las urnas.

Guerra expresó ayer con bastante precisión el sentir de los militantes, conscientes de que la semana pasada se abrió un segundo boquete en la causa electoral que personaliza Rubalcaba. El primero fue en mayo de 2010. El de agosto de 2011 hace irreversible, inevitable, irremediable, a mi jucio, el hundimiento del PSOE –cerca de los mercados, lejos de sus votantes- en las elecciones generales del 20 de noviembre.


Lo demás será caldo de cerebro. O habilidad argumental para poner en valor el sacrificio de los intereses de partido en aras del bien común. Como ya hiciera Felipe González con la reforma de las pensiones, la reconversión industrial y el resto de medidas de saneamiento de la economía que, entre otras cosas, le costó romper con UGT y afrontar una huelga general. Pero lo que en González era modernización en Zapatero es entreguismo. A los ojos del electorado de izquierdas, se entiende.

Bien, pues en vez de vender sentido de Estado en la toma de decisiones necesarias aunque vayan en contra de los propios intereses electorales, al PSOE solo se le ocurre el discurso de la motosierra –mimetizado ayer por la número dos del PP, Dolores de Cospedal, en turno de réplica-, que es una variante del doberman o el miedo a la derecha. Pero eso ya no cuela a estas alturas.

En estas, la encuesta de ayer en El Mundo –casi 15 puntos de diferencia- nos recuerda que el despertador de Rubalcaba sigue sin funcionar entre el desalentado votante socialista. No se ven los resultados o no ha hecho las cuatro tareas que, en mi opinión, deben figurar en la hoja de ruta del candidato. A saber: conectar con el movimiento de los indignados, redefinir el papel de la izquierda en el drama de la crisis, diferenciarse de Zapatero y hacerse el encontradizo con Rajoy.

Así las cosas, la tradicional fiesta minera del socialismo español, que siempre fue telonera del curso político, con las elocuentes ausencias de sus principales dirigentes, ha servido este año como indicador de un PSOE instalado entre el luto y la melancolía.

Sentimiento colectivo de pérdida en los dos casos. Ya ocurrió en el año 2000. Los del luto al menos saben por qué: la credibilidad, señores, la credibilidad. Los de la melancolía, que son mayoría, comparten el mismo sentimiento de pérdida pero, a diferencia de los otros, no aciertan a detectar las gracias malogradas de un partido centenario. Van camino de la tristeza. O de la desesperación, como ese Mourinho del “¿por qué? ante la victoria de su eterno rival.


El Confidencial – Opinión

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