martes, 13 de septiembre de 2011

11-S. Patriotismo zona cero. Por Cristina Losada

Quien viera los actos del décimo aniversario, habrá apreciado que se hicieron por y para las familias de las víctimas. Su protagonista fue la gente corriente. Y la gran diversidad americana.

En este rincón nuestro, puede causar asombro que dos presidentes tan contrarios como Bush y Obama asistieran juntos a la ceremonia que rindió homenaje en Nueva York a las víctimas del 11-S. No debería. Tras un atentado de dimensiones insospechadas, no sucedió en Norteamérica aquello que Oriana Fallaci, en su pasional alegato, imaginó que ocurriría en un trance similar en Europa: la oposición culparía al Gobierno, el Gobierno culparía a la oposición y la espiral de la confrontación partidista se adueñaría, letal, del espacio público. Pruebas hay en España de que la italiana no hablaba a humo de pajas. Pero en los Estados Unidos las divergencias políticas y su hijastro, el oportunismo, no oscurecieron aquel día los hechos primordiales: miles de personas asesinadas, un ataque a la nación. La nación no lo habría consentido.

Un instante definitorio tuvo lugar el 14 de septiembre entre los escombros de las Torres. Megáfono en mano, Bush improvisó unas palabras ante los extenuados hombres de los servicios de emergencia, que en vano buscaban supervivientes. Su alocución, en su estilo campechano y sin florituras, fue contestada por los trabajadores con un grito simple, "¡USA, USA!", y sintético. Aquella fue solo una de las manifestaciones de patriotismo que emergerían espontáneas. Mal asunto. Tales demostraciones fueron recibidas con inmenso desprecio y fastidio en la izquierda; en la nuestra como en la suya, ambas recorridas por un sentimiento antagonista y hostil hacia su país, ambas prisioneras de dogmas y mitos que destilan el embriagador brebaje de la culpa. En lugar del - para ella- ordinario furor patriótico, la izquierda deseaba que el pueblo americano entonara un colectivo mea culpa. Digámoslo claro. Quería que los americanos reconocieran que los autores del ataque eran ellos mismos.

Quien viera los actos del décimo aniversario, habrá apreciado que se hicieron por y para las familias de las víctimas. Su protagonista fue la gente corriente. Y la gran diversidad americana. Distintas razas, procedencias, religiones, ideologías, estamentos, profesiones, clases. Un reflejo de la nación que al tiempo señala el rasgo distintivo del patriotismo: su carácter inclusivo de lo heterogéneo frente al nacionalismo, que siempre es excluyente. El nacionalista es ese señor que quiere que se vayan los que no son como él o los coacciona para que lo sean: aborrece la diferencia. El patriotismo también significa que los muertos de la nación son de todos y que no mueren en vano. Los aniversarios del 11-S simplemente recuerdan que allí no habita el olvido.


Libertad Digital – Opinión

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