miércoles, 28 de septiembre de 2011

La herencia de Zapatero. Por Fermín Bocos

La Historia se repite: unas veces como tragedia y otras como farsa. Lo escribió el joven Marx cuando se dedicaba al periodismo y analizaba la cara oscura del ascenso del tercer Napoleón, pero tan agudo diagnóstico también serviría para caracterizar los últimos días del gobierno de Zapatero. Farsa hubo a lo largo de la legislatura apoyando al "tripartito" catalán que con un cordobés (José Montilla) sentado en el sillón presidencial de la "Generalitat" hizo de Pilatos frente a la maniobra de los nacionalistas que consiguió que el "Parlament" decretara la prohibición de las corridas de toros en Cataluña. El domingo se celebró en la Monumental de Barcelona la última corrida con el cartel del "no hay billetes" y miles de ciudadanos reclamaron su derecho a seguir con una tradición que ha sido vetada sencillamente por lo que tiene de español, no en aras de la impostura ecologista con la que algunos diputados de ERC o de CiU han tratado de justificar la prohibición.

Y tragedia, y de las más dolorosas, es la que anida en la tupida estela de asesinatos perpetrados a lo largo de los últimos años por los presos terroristas "etarras" que estimulados por las maniobras en la sombra del Gobierno andan estos días representando una función de teatro político que pretende zanjar en empate y con una segunda amnistía (la otra fue en 1977) su trágica carrera de asesinatos. Ya digo, la memoria de la tragedia y la sombra de la farsa se citan y mezclan en este arranque del otoño que lleva en su agenda la disolución de las Cortes, la convocatoria de elecciones (20-N) y la salida de Rodríguez Zapatero de La Moncloa.


Sin olvidar a los más de cuatro millones de parados, en términos políticos, la herencia de Zapatero, se concreta en la deriva seguida en relación con las pretensiones secesionistas que alumbró el nuevo "Estatut" -entablado en sus desbordamientos anticonstitucionales por el TC- y en el plano de lo simbólico se resume en la prohibición de la fiesta en Cataluña.

Sobre lo que pueda ocurrir en el País Vasco, a partir de las maniobras que alentaron la salida al escenario del mundo "etarra" y de sus turiferarios (Bildu, etc), hay poco que añadir a lo que dejó escrito el joven Marx en relación con los desatinos de aquella caricatura grotesca de Napoleón que fue su sobrino, el marido de la española Eugenia de Montijo. A todos traicionó, a pocos contentó y casi todo lo estropeó. Francia tardó veinte años en recuperarse. Confiemos en que aquí sean algunos menos.


Periodista Digital – Opinión

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